El sueño del arriero

Viviendo en un mundo de soledades y frío,los sueños le llevan junto a ella. Para tí, mi caballero errante.

Caminó en el silencio y oscuridad de la noche. Esta traería lluvia, la quietud y la calma del aire y el viento, y el ambiente húmedo que se respiraba así lo delataban. Volvió a la cabaña, al entrar notó el contraste de temperatura y una bocanada de calor lo envolvió. Se despojó del añorad, volvió nuevamente avivar el fuego, de forma que salió una intensa llama. Se quitó las botas, echó el saco de dormir al suelo, y se metió dentro de él. Se sentó con las piernas flexionadas sobre su pecho, apoyó su barbilla en las rodillas y con su mirada perdida, miraba la llama candente, roja, e intensa, que ardía en la chimenea.

Poco a poco la llama se iba transformando en un cuerpo femenino que emergía cada vez más alto, y salió de entre las llamas caminando hacía él, con sus brazos y sus manos extendidos, buscándolo.  Como una aparición se paró frente a él, rodeada de un halo de luz. Él acercó sus manos y la tocó. ¡Quemaba! Todo su cuerpo era fuego, buscó sus labios que desprendían calor y los besó saboreando despacio, absorbiendo el fuego, que pasaron a los de él, poniendo al rojo sus carnosos labios. Sintió que algo entre sus piernas se ponía duro y atrajo de nuevo a la mujer, asiéndola por la cintura, buscó su boca y se fundieron en un largo y cálido beso, lleno de pasión. Los senos femeninos cambiaron de forma, sus areolas se contrajeron y los pezones se endurecieron al contacto de las manos masculinas que acariciaban suavemente aquellos dos puntitos. Ella buscó el cuello del hombre y comenzó a besarlo con besos cortos, entreabrió sus labios y dejo que su lengua resbalara sutilmente, subió hasta la oreja y mordió el lóbulo, las manos jugaban con el pelo, rozando la nuca, la piel de él se erizaba, el hombre con los ojos cerrados se dejaba llevar. Ella ahorcajada encima de él, notaba el miembro del hombre cada vez más duro. Sintió su humedad vaginal, dejó caer el peso de su cuerpo y un gemido se escapó de su garganta, que fue tapado con la boca de él, que buscaba con su lengua la suya y ambas se enredaron en aquella pequeña cavidad. Ella soltó el beso y arqueó su cuerpo hacía atrás. Él recorría los senos con sus manos, la atrajo hacia sí y empezó a besar el escote, los pechos, con su lengua lamió los pezones, y mordisqueó con cuidado por encima de la tela del fino vestido lencero.

La respiración femenina cada vez se agitaba más, y la humedad vaginal sentía que traspasaba sus braguitas. Se incorporó ligeramente para poder tocar el sexo de él, lo frotó con una de sus manos por encima del pantalón, desabrochó el botón y bajo la cremallera, introdujo su mano enredándose con el bello pubil, deslizó un poco más su mano y tocó el miembro erecto, que al contacto hizo un movimiento, ella lo acarició en el estrecho espacio del que disponía, él movía su pelvis a la vez que acariciaba los muslos de ella. Bajó un poco los pantalones, lo suficiente para dejar al descubierto el pene y podérselo meter en la boca. Apretó los labios en torno a él y subiendo y bajando su cabeza dejó que el sexo se deslizara por dentro de su cavidad bucal. Él gimió, su respiración era cada vez más intensa, el movimiento de sus caderas fue aumentando. El miembro en la boca de ella se ponía cada vez más duro y tenso, notaba como las venillas se hinchaban, y un sabor amargo, acompañado de un líquido pastoso inundó su boca, el hombre gemía de placer. Se incorporó, la besó largamente, pasando su lengua por todo su paladar, rozando su lengua con la suya.

La dejó caer de espaldas con cuidado y empezó acariciar el cuerpo, la mujer se sentía muy excitada, las manos bajaron hasta el sexo de ella, acariciándolo por encima de la licra , percibiendo la humedad, y la facilidad que tenían aquellos dedos para abrirse paso a través de los labios vaginales que no oponían resistencia. Cuando estos toparon con aquel diminuto montículo, la mujer hizo un movimiento y su garganta dejó escapar un gemido gozoso. Se sintió más húmeda, él retiró parte de su braga e introdujo su lengua, la mujer se arqueó y el hombre lamió aquella zona caliente y húmeda. La respiración era cada vez mayor, el movimiento de sus caderas se agitaba y el placer llegó inundando su cuerpo. Levantó la cabeza del hombre de entre sus piernas y lo atrajo hacia ella, buscando de nuevo los labios de él, que empapados de su efluvio besó saboreando el líquido que manaba de ella con el goce.

Se incorporaron y de rodillas uno frente al otro se miraban. Él alargó una mano y dejó caer los tirantes del vestido lencero hacia los brazos, este fue cayendo poco a poco, hasta dejar al descubierto los senos de ella. Sintió rubor, y un calor la subió a las mejillas No la gustaba que mirasen aquella parte de su cuerpo, e instintivamente se los tapó con sus manos. Se acercó a ella y la besó tiernamente, ella acarició su cara, su pelo; pasó el dedo índice por la comisura de sus labios, lo bajó en vertical por su torso y empezó a desabotonar la camisa. Introdujo las dos manos y apretando y extendiéndolas hacia los omoplatos, subió hasta los hombros y retiró la camisa dejándola caída hacía la espalda. Desabrochó los puños y se la sacó por las mangas. Quitó el cinturón de las trabillas del pantalón y terminó por bajar y quitar este, sentando al hombre en el suelo y sacando una por una la pernera del vaquero. Le quitó el bóxer, despacio. Ella hizo lo mismo con su braguita. Desnudos por primera vez uno frente al otro se miraban, se abrazaban, sintiendo la tibieza de sus cuerpo desnudos, sus cabezas reposaban en el hombro contrario del otro. Se acariciaban la espalda, seguían la línea de la espina dorsal, el cóccix, las nalgas, sentían el contacto del bello púdico, el calor de sus sexos, y cada uno notó de forma diferente aquel calor que les sacudía en aquella zona tan erógena y placentera.

Se miraron a los ojos, y de nuevo buscaron sus bocas, perdiéndose en aquella marea de besos incontrolados, tiernos, de labios húmedos, y lenguas juguetonas, de besos calientes, ardientes....

Se acariciaron lentamente, rozando las partes placenteras de sus cuerpos, deteniéndose y recreándose en aquellas más gozosas; la respiración iba subiendo de tono, los latidos cardiacos se aceleraban. Los sexos sedientos, necesitados, húmedos, erectos, a punto de estallar. La sentó encima de él y la penetró, ella rodeó con sus piernas las caderas de él y comenzaron un movimiento suave que iba acelerándose a medida que los sexos se fusionaban .Los latidos cardiacos se aceleraban, el aliento de ambos se mezclaba, a medida que la respiración subía de tono y los gemidos y los jadeos inundaban aquella estancia. Por fin llegaron al clímax, gozándose al unísono, formando un solo cuerpo. Se amaron como se aman por primera vez dos cuerpos sedientos el uno del otro lleno de sentimiento. Permanecieron así en aquella posición, mientras sus miembros se relajaban, húmedos, pastosos; abrazados, sintiéndose, oliéndose. Notaron el descenso del ritmo del corazón, que volvía a reposo Se besaron de nuevo, enredando los dedos en los cabellos, jugando con ellos. Se miraban sin decirse nada, y diciéndose todo. Unas lágrimas salieron de los ojos de ella, él los besó tiernamente, degustando el sabor salado de las gotas cristalinas.

¡Te Amo! Le dijo ella mientras lo miraba a los ojos, y la "musa" desapareció de entre sus manos. Se volvió ceniza.