El sueño de una noche de invierno IV

Cuarto capítulo

CAPÍTULO 4

TERRENO INEXPLORADO

Se pasó la tarde esperando que el tiempo transcurriera. Tratando de apaciguar la furia de su amiga madrileña. Enervada tras la llamada de algún deslenguado con los modales de un Cromagnon. Se tomaba demasiado a pecho algunas cosas. Y a él no es que no le importase lo que le contaba pero en esos momentos su mente estaba muy lejos del ciber, de Ali y de cualquier otra cosa excepto de la imagen de Cris saliendo de su casa con una maleta rumbo a su pueblo. No sabía muy bien porqué y tampoco se atrevió a preguntar. El rostro de la muchacha no presagiaba nada bueno. La chica había llamado a su puerta antes de marcharse. Le dijo que ya le contaría y que iba a volver. De esto ya hacia un mes.

Desde entonces solo había recibido dos escuetos mensajes al móvil por parte de ella; “te echo de menos” y “ya queda poco”. Poco, pero para qué. ¿Para que volviese? Suponía que sí. No podía remediarlo, él también la echaba de menos. Y estaba preocupado.

No era que echase en falta las sesiones de ejercicios espirituales, que lo hacía y mucho. Es que desde que llegase al piso de enfrente Cris se había convertido en una amiga muy muy especial con la que compartía confidencias que con otras personas no se atrevía. Era una persona importante en su vida y, por lo tanto, no deseaba que le pasase nada malo.

Estaba harta. Harta de la puñetera manía de sus padres de correr estúpidos riesgos que la ponían el corazón en la boca. Harta de que el resto de la familia (tíos, primos, etc) la mirasen mal por haberse marchado a Palma intentando asegurarse un futuro lejos de los chismorreos de cotillas sin vida propia. Sus hermanos y ella habían sido víctimas de prejuicios mal intencionados. Recordaba como la miraban por encima del hombro, como la juzgaban simplemente por vivir su vida de la mejor forma que creía (aunque esa forma le acarreó más de una bronca con sus padres). Ahora lo sabía ellos tenían razón pero aún así, el resto del barrio la juzgaba por actitudes que solamente la perjudicaban a ella. A los demás que les podía importar lo que salía o dejaba de salir de su casa. Si iba con aquel un día y al siguiente con ese otro.

Volvió a suspirar mientras volvía a colocar de pie por enésima vez el marco de la foto donde aparecían Sergi, Miguel, Sara y ella. Los cuatro hermanos del demonio como los solía llamar su abuelo cuando estaba en su sano juicio y no iba renegando de ellos por todo el pueblo. Últimanente tenía la costumbre de ir poniendo todas las fotos en las que aparecían ellos poca abajo, ocultándolos. Su animarversión hacia ella y sus hermanos se había acentuado hasta cotas increíbles a raíz del empeoramiento de su enfermedad.

Su padre decía que no le diese importancia pero ella no lo podía evitar. Si la forma de ser de ese hombre no hubiera sido toda la vida odiosa para con ellos lo entendería pero solo estaba actuando más cruelmente de lo habitual. Aunque probablemente no se diera ni cuenta.

Y allí estaba ella. Alejada durante un mes de la vida que había empezado a construir en Palma. Cuidando de su madre, y no se hubiera negado jamás, tras la caída que había tenido al intentar meter en la ducha al abuelo. ¡¡¡No se daban cuenta de que por mucho que quisieran no podían hacerlo!!! No estaban ni cualificados ni tenían los recursos necesarios. Aquello era una completa locura. Tanto que hasta Sergi pidió unos días para convocar reunión familiar. Los gritos aún se oían en Mahón y eso que vivían en Ciutadella.

Al final había quedado claro que ella no se iba a quedar más tiempo de lo imprescindible. Que una vez su madre estuviera recuperada volvería a Palma para reanudar lo que había quedado en suspenso.

Y ese dia habia llegado. Mañana se iría en avión, billete regalo de Miguel que estaba hasta los cojo... (palabras textuales) de que se aprovecharan de la peque. Volvió a mirar la foto, abrió el marco y la sacó.

  • Mamá, me la llevo, haré una copia y te la mandaré por correo, ¿vale? - La mujer la miró desde el sofá donde estaba sentada y la sonrió.
  • Me prometes que te cuidarás, ¿verdad?
  • ¡¡Mamá!! No soy una niña... - Haciendo oídos sordos al tono de Cris ella siguió.
  • Y podías dejarte crecer el pelo... Sé que hoy en día no importa tanto pero a cualquier chico le gustan más las chicas con el pelo largo. Y de niña tenías una melena preciosa.
  • ¡¡Ay, mamá!! Ten por seguro que a los chicos les da igual si tienes el pelo largo o corto... cuando les gustas, tu pelo por muy bonito que sea no es lo que primero miran... - Y su mente viajó por unos instantes a la habitación de velas y a Alex. ¡¡¡Le iba a violar en cuanto volviera a la ciudad!!!

Día 14 de febrero y estaba como los últimos años (y hablo sin saber que yo antes no te conocía) sólo. La pantalla de su teléfono se iluminó y la melodía que anunciaba un mensaje empezó a oírse. Lo cogió y lo abrió; “Sé que es de improviso y que problamente tengas otras cosas que hacer pero podrías ir a recogerme al aeropuesto. Te recompensaré. Lo prometo. Te he echado mucho, mucho de menos, topo mío.”

Alex movió la cabeza incrédulo al mismo tiempo que una risita escapaba de su garganta. Claro que iría a buscarla. Quería verla, abrazarla y si no fuera porque la iba a buscar a un lugar público la haría suya en ese mismo momento. Lentamente haciendo que ella le suplicase más dureza pero negándose. Castigándola por haberle tenido “abandonado” durante un mes.

Además que después de ir a buscarla tendría que marchar a trabajar. Mira que no era un trabajo que exigiese demasiado y por regla general no se mataba currando pero hoy, precisamente hoy detestaba más que nunca tener que acudir.

La una de la tarde y la vio aparecer por la terminal arrastrando la misma maleta que había visto que llevaba cuando se fue pero también cargaba esta vez con una bolsa de viaje. Ella se paró delante de él con una sonrisa en los labios. Soltó el equipaje y le echó los brazos al cuello al mismo tiempo para a modo de saludo darle un profundo y espectacular beso que le dejó sin aliento. Cuando separaron sus bocas para respirar ella habló; “siento mucho mi ausencia y siento todavía más si de alguna forma te he preocupado”.

  • Si crees que una simple disculpa valdrá, Cris es que no me conoces. – Alex la miró con intención sarcástica. Ella entendió.
  • ¿Me vas a castigar?
  • Bueno, toda niña mala merece por lo menos una reprimenda. Pero no me conformaré con unos azotes en ese culito tan mono que tienes. – Ambos se sonrieron. – Esta noche te quiero ver en mi despacho…
  • ¿Tu despacho es tu cama?
  • ¿Tu que crees? – Y ahora ambos se echaron a reír. Y riendo se encaminaron hacia el coche de Alex.

La había vendado los ojos. Le había pedido que no moviese ni un solo músculo. Que no hablase. La miraba embelesado mientras comtemplaba el contraste que hacia sobre su piel morena su ropa interior blanca de encaje. Se había vestido para la acción. Olía a naranjas y sal. Procedió él a quitarse la ropa. La vio mover los labios como si fuera a decir algo y se inclinó sobre la muchacha para sellarlos con un beso, luego puso un dedo sobre ellos; “shhhh, hoy mando yo, he dicho ni una sola palabra”. Volvió a besarla. Pero esta vez su boca fue descenciendo por la barbilla de ella, por su cuello, recorriendo los ligeramente marcados huesos de su clavícula derecha. El contorno de sus brazos y de su cuerpo. Sin acercarse a cualquier zona más erógena. Juego con su lengua en el ombligo de ella durante un rato. Después siguió su camino.

Descendió por sus muslos tersos y suaves. Por la corva de sus rodillas, por sus pantorrillas. Por sus pies, que no dejaba de asombrarle lo pequeños y perfectos que eran. Volvió a subir pero sustituyó sus labios por su lengua. Dejando un rastro de saliva caliente. Para entonces la piel de Cris ya se estaba empezando a perlar de minúsculas gotas de sudor.

La hizo darse la vuelta para hacer casi el mismo recorrido pero estaba vez por detrás. Su respiración agitada. La había visto morderse los labios en un intento desesperado por mantener el silencio que él la había pedido. Pero estaba seguro de que lo que realmente quería era gritar, suplicarle. Quería llegar a un punto en el que ella no pudiera aguantar y le suplicase que se la metiese hasta dentro. Sin importarle porque lado quisiera entrar (a quien se le diga que estoy escribiendo que la quieres dar por semejante sitio a las 23:18 de la noche en mi oficina pensaría que estoy loca y pelín salida. ¡¡¡Y acertarían!!! Tu no te preocupes que nadie me ve. Ahora mismo estoy completamente sola en la planta).

Habían hablado una vez tras hacer el amor de que Cris ya había experimentado semejante aspecto del sexo y de que no le desagradaba. Pero para él sería casi completamente nuevo. No quería hacerla daño y por informaciones de fuentes fidedignas sabía que podía dolor (sí, yo que te dije que he leído que duele, al principio, eso sí). Un gel lubricante recién comprado en el camino hacia el trabajo serviría para por lo menos intentarlo.

Se tumbó sobre su espalda ligeramente manteniendo el cuerpo levemente separado del de ella para que Cris pudiera notar su ya dura erección golpeando contra sus nalgas. Volvió a pasar la lengua por la zona de su columna vertebral lo que hizo que la chica temblase de arriba a bajo. Luego con voz grave y susurrante le dijo a la muchacha que se pusiera a cuatro patas. Ella obedeció sumisa. Confiaba plenamente en él. En su generosidad en todos los aspectos y también, por añadido en el sexo.

Más o menos sabía que esto pasaría tarde o temprano. Tenía un culo demasiado glorioso como para no querer conocerlo con profundidad. Ya habían sido tres parejas las que lo habían usado pero con ninguna sentía tanta expectación como con Alex. El juego que se traía entre manos en la noche de hoy era seductor, lleno de calor y la había hecho humedecerse enormemente solo al sentir sus labios y su lengua recorrer toda su anatomía.

Volvió a temblar cuando le notó empezar a trabajar la zona con los dedos. ¿Podría seguir aguantando los jadeos, gemidos y ganas de gritar que acudían una y otra vez a su garganta? Terrible forma de castigarla cuando lo único que deseaba era que la sodomizara y gritar a pleno pulmón su nombre mientras la hacia correrse. Pero esta noche mandaba él y la había ordenado mantener silencio. No moverse.

Siempre se había caracterizado por ser rebelde e incorformista. Se sorprendía de lo sumisa que podía mostrarse ante él y lo poco que le importaba encontrase así ante él.

Ahora sus dedos entraban y salían tanto de su vagina como de su ano. La follaba sin tregua preparándola para el comienzo de una nueva noche sin pausa. Y de repente lo notó, entrando en ella lenta y cuidadosamente. Sabía que con temor a hacerla daño. No es que de manera habitual hubiera practicado el sexo anal pero no era una novata así que sabía valorar el que Alex se estuviera preocupando tanto por ella. Que esos momentos le importase más el bienestar de su pareja que su propio placer.

Le molestaba un poco pero la sensación quedaba lejos de ser desagradable. Era inteligente, aunque eso ya lo sabía. Mientras entraba por ese lado una de sus manos seguía ocupada en excitar su clítoris entrando de vez en cuando uno o dos dedos en su vagina. La humedad crecía por momentos. Tenía el cuerpo mojado de sudor. Sudor de lujuria, de gemidos contenidos, de sensaciones que sus neuronas parecían incrementar por mil. Y ya no pudo seguir callada.

  • ¡¡Más dentro, por favor!!

Su excitación era tan grande que le sorprendía que no acabase hay mismo. Ya le sorprendió aguantar cuando con su pene empezó a entrar en su estrecho canal. Lo hizo lentamente, queriendo ir con cuidado por no hacerla daño pero también por disfrutar de aquel territorio inexplorado para él (que sigo diciendo que desconozco sí has estado en una situación parecida pero como esto me lo estoy inventado pues es razón suficiente para que te estés estrenando en el sexo anal. Te doy permiso para matarme).

Era sublime. Nunca hubiera podido imaginar que se sentiría así. La presión sobre su miembro crecía por momentos. Gracias al lubricante y a la propia excitación de Cris poco a poco entrar y salir del cuerpo de la muchacha fue siendo cada vez más fácil. Y a cada momento que pasaba la excitación en él aumentaba.

Y cuando la oyó pedirle más cumplió como el caballero de rigor que era. Fue más firme, más decidido. Aumentó la velocidad. Su mano derecha que hasta ese momento reposaba sobre la cadera de la chica subió hasta uno de sus senos para pellizcarle un pezón. La otra seguía follándola vaginalmente.

Diez minutos después ambos explotaron en un orgamo casi simultáneo. Un orgasmo que les dejó temblorosos. Exhaustos. Se desplomaron sobre la cama. Sus ojos se encontraron y una sonrisa complice asomó a los labios de ambos:

  • Somos fabulosos. – Desde el exterior de la habitación se pudo oír una explosión de carcajadas.