El sueño de un encuentro

Entre sueño y realidad, deseos de amor imaginados y una mezcla de todo ello, nació este pequeño relato. Serenisa.

EL SUEÑO DE UN ENCUENTRO

Habían hablado de amarse tantas veces, tanto se habían deseado... que, al encontrarse frente a frente por primera vez, ambos hallaron idéntico reflejo en sus miradas.

Decidieron verse en una ciudad ajena a los dos para que ninguno tuviese a mano ningún recurso más a su favor. Habían alquilado un apartamento en una zona turística de la isla, donde ambos eran desconocidos para todo el mundo. Nada les condicionaba...

Cuando ella llegó, sabía que era la primera. Sentía un enorme cosquilleo y un montón de emociones largo tiempo olvidadas. Colocó sus cosas y, sabiendo que disponía de tiempo, decidió darse un largo baño caliente. Llenó la bañera con aromático gel y aceites relajantes, y se coló dentro .... para seguir soñando, soñándolo.... Se sentía muy excitada y comenzó a acariciarse el cuerpo. Resbalaban sus manos por el aceite; cerró los ojos y se sintió... apenas podía controlar su deseo, pero prefirió seguir reservándose para él y, tras un buen rato de imaginarlo, salió de la bañera aún más ardiente que cuando entró en ella.

Despacio, se preparó para recibirlo. Dudó un momento en la ropa a elegir. Sabía que él era clásico en sus gustos y que apreciaba especialmente la elegancia y la feminidad en una mujer.... pero, finalmente, decidió que todo debía ser completamente natural; que ella debía ser tal y como era; que él vería sus ojos, sus labios, su expresión, su cuerpo... mucho antes que su ropa o su estilo. Así que se arregló según su propio gusto y forma de ser: pantalón negro de lycra ajustado, jersey negro con amplio escote de barco, que dejaba los hombros despejados e insinuaba sutilmente el contorno de sus pechos; pendientes largos. El pelo ligeramente alborotado... unas gotas dispersas de su perfume favorito, ligero, fresco y al mismo tiempo, dulce. Leve toque de color en los labios y sus ojos oscuros, remarcados con una fina línea negra que afirmaban su mirada, de por sí intensa.

Se contempló en el espejo y supo que esa era ella. Si a él no le gustaba su aspecto, significaría que no eran las personas adecuadas para tener NADA en común....

Sonó el timbre y ella sintió un vuelco en el estómago. Abrió la puerta y tropezó de inmediato con la mirada que ya conocía y la intención que presentía. Soltó él su equipaje en la entrada, y antes de que terminase de abrir sus brazos, ella ya se había cobijado en su pecho. Fue un abrazo intenso, profundo.... de reconocimiento de sus cuerpos. Y se sintieron, ¡Dios, cómo se sintieron!.... Bajó él la cabeza, tomando la de ella entre sus manos y despacio, casi rozándola, depósito un beso dulcísimo en sus labios.

Entraron juntos al salón. Brindaron con el champán que ella ya había dispuesto en la mesita y, con sus copas en la mano, salieron a la terraza. Todo un mar de dunas rubias se alzaba ante sus ojos. La noche era cálida, despejada y envolvente. No hablaban, contemplaban el mar, más allá de las dunas, asidos por la cintura. El entendimiento era tácito. Se miraron un instante y ambos soltaron sus copas, se giraron al unísono y se besaron, otra vez, despacio. Fue él abriendo poco a poco los labios de ella hasta que se abrieron sus puertas y encontró aquella lengua y aquel aliento que le esperaba.... Sintieron ambos crecer sus latidos y su deseo, pero querían prolongarlo. No lo habían premeditado, pero los dos querían prolongarlo al máximo....

Decidieron salir a tomar una copa, tal vez bailar, pasear... lo que fuese surgiendo. Cuando ya llegaban a la puerta, la tomó él de la mano y la atrajo hacia sí, otra vez.... y ya no pudieron decirse nada más. No había forma de hacer esperar más sus deseos. Se miraron a los ojos y se encaminaron hacia el dormitorio. Quiso él desnudarla poco a poco, mientras le cubría de besos cada parte de su piel que quedaba al descubierto. Cuando ya la hubo despojado de toda la ropa, se paró a contemplar su desnudez y ella pudo ver el deseo en sus ojos. La habitación estaba casi en penumbra, apenas iluminada por la luz que llegaba del salón. Entró él en la cama y, cuando se disponía a continuar con su recorrido de besos y caricias, ella se incorporó ligeramente y, poniéndole un dedo en los labios, le pidió que no se moviese.... y fue su turno. Acercó la boca a su cuello, justo detrás de la oreja y le susurró algo simple y cierto: ¡te deseo!... con la punta de la lengua recorrió aquél cuello tenso, aquél torso, aquellos pezones inhiestos. Volvió a subir por el pecho, el cuello, la barbilla... hasta llegar a su boca y se detuvo en ella con un beso largo, profundo y cargado de aliento que entremezclaba con el de él, cada vez más entrecortado.

Tomó él la iniciativa. No podía continuar pasivo.... se giró y comenzó el mismo juego en el cuerpo de ella. La recorrió entera, con una ternura, que poco a poco, fue dando paso a la pasión más desbordante. Se detenía intencionadamente en sus pechos, pues había notado cómo ella enarcaba las caderas cada vez que hacía presa en sus pezones... mientras con ambas manos sujetaba las de ella.

El sexo del hombre, parecía a punto de estallar y ella lo sentía apretarse contra su vientre, sus muslos.... Háblame, le pidió ella; déjame saber lo que sientes.... y abrió él la última puerta que mantenía cerrada: Amor, amor.... empezó a susurrar, y fue la llave que dejó al descubierto lo más profundo de sus deseos....

Siguió él su camino por todos los entresijos del cuerpo de ella; cuando ya se aproximaba al centro mismo de su sexo, cerró ella las piernas y lo atrajo hasta su boca .... otra vez. Pero él no había olvidado su intención y volvió a bajar su lengua lentamente por el pecho, el ombligo, el vientre de ella... que ya no se resistió. Abrió sus piernas y arqueando sus caderas, se ofreció a él. Y fue tierno, delicado; recorría con su lengua todo y luego, inesperadamente, se paraba para lamer aquél pequeño botón que iba creciendo al mismo ritmo que los suspiros de ella.... Ya no podía más, pero tenía el deseo de alcanzar el máximo placer al mismo tiempo que él.

"Quiero sentirte dentro. Quiero sentir que me posees, que me penetras. Eso es lo que quiero". Y, girándose sobre él, volvió a pedirle que la dejara hacer... Lo situó sentado en la cama, con la espalda apoyada en el cabezal.... y, abriendo las piernas, se sentó sobre él. Siguió moviéndose en círculos sobre aquél miembro erecto... ahora era él quién arqueaba las caderas. Apretaba ella sus pechos contra él, y volvía a separarse. A veces, se acercaba y le hablaba muy bajito al oído, le decía que le amaba, le llamaba por su nombre: Roberto, Roberto... De repente, elevándose ella sobre sus rodillas, tomó entre las manos el delicioso pene palpitante y lo situó exactamente en el centro de su hendidura; estaba húmeda, ardiente y dispuesta... Con intencionada lentitud, fue bajando las caderas mientras sentía cómo penetraba en ella... Al bajar sólo unos centímetros, volvía a elevarse, y así muchas veces, hasta que, incontrolables ambos, en un movimiento sincronizado, quedó ella clavada en él hasta el fondo.... y pararon los dos unos segundos. Bajó ella la mirada y se encontró con la de él, y esa mirada fue como una señal. Acompasaron sus movimientos, lentamente al principio... todavía era ella quien dominaba el ritmo... después, ya no hubo más dominio... Se giró él, la colocó boca arriba y, levantándole una pierna por encima de su hombro, la poseyó con toda la fuerza que tenía almacenada; con fuerza, con mucha fuerza la embestía una y otra vez. Perdía ella la visión de todo y le pedía que no parase y, cuando ya supo que el éxtasis se apoderaba de ella, se incorporó ligeramente, le agarró a él la cabeza y le miró a los ojos durante todo el interminable tiempo de su placer. Y, mirándola a los ojos hasta el último segundo, vació él todo su líquido placer en ella..... Se amaban. Ahora estaban seguros.