El sueño de un dia de casi verano

Dos solitarios unidos por un impulso en aquella playa luminosa y vacia, que se fundieron el uno el otro...

EL SUEÑO DE UN DIA DE CASI VERANO

Vivo en una ciudad cerca de mar y siempre lo haré, mi mayor sensación de libertad la obtengo cuando estoy junto a el.

Aquel sábado de primeros de junio, salí de casa con mi pequeña mochila en la que llevaba un libro una toalla, dos bocadillos, un par de latas de cerveza y una botella de agua en una neverita para dirigirme a la playa. Quería aprovechar el día con la única compañía del mar el sol y el libro que compre la tarde anterior.

Me dirigí a la costa, a una playa a la que suelo ir, pues su estado virgen y apartado la hace poco concurrida, no me gustan la playas llenas, lo siento me crié junto a una costa virgen y me sobran todas la urbanizaciones y comodidades del mundo.

Al dejar la carretera, avance con el coche por el camino de tierra, rodeado de pinos que me condujo hasta una pequeña explanada donde aparcar, ya a la vista del mar. Con gusto observe la poca cantidad de coches allí aparcados, apenas media docena. A principios de junio es lo normal.

A pie continué hasta la orilla, cargando mis cosas además de una sombrilla, desde allí eche a andar buscando mi sitio, la marea estaba bajando y la playa amplia en anchura, terminaba en un muro de dunas y arcilla que se extiende paralelo a la orilla durante kilómetros, al pie del mismo crecen las cañas y encima de el los pinos.

Llegue al sitio buscado, habitual por otra parte, y deje la orilla para situarme en el comienzo de las pequeñas dunas de arena, coloque la sombrilla, extendí la toalla me desnude completamente, y me senté a leer mi libro, de esta forma trascurrió la primera hora.

Durante este tiempo una reunión de unos seis chicos y chicas se habían situado como a 50 metros antes de llegar a donde yo estaba y una pareja de mediana edad a otros 50 metros pasados. La gente se separa unos de otros buscando intimidad en sus territorios marcados por las sombrillas y las toallas.

Cansado de sentado, me levante para desperezarme y cuando fije mi mirada en el mar, la observe avanzar por la orilla, venia sola el pelo cubierto con un gorro de paja y un vestido camiseta por encima de las rodillas en colores marrones, fije en ella la mirada por curiosidad, pero la distancia era grande y no se podía apreciar mucho mas. Volví a sentarme y enfrascarme en la lectura.

Pocos minutos después percibí la presencia de ella caminando hacia la duna, hasta situarse a unos 15 metros a mi derecha, la curiosidad volvió a llamarme y me tumbe sobre la toalla de forma que podía observar lo que hacia.

Primero miro alrededor de ella, como buscando un sitio, saco una toalla de su bolso la extendió, se arrodillo sobre ella y dejando en el suelo el sombrero se despojo del vestido, quedándose solo con la parte inferior de un biquini de color negro, pude contemplar su cuerpo blanco y sus pechos no muy grandes pero erguidos, su cara vista de perfil era agradable y su culo enfundado en las bragas negras resultaba alentador.

Se sentó sobre la toalla y sacando crema broceadota de su bolso comenzó pausadamente a extenderla por todo el cuerpo, y yo disfrutando de la situación, con toda el morbo que tiene el echo de contemplar a una mujer cuando acaricia su propio cuerpo.

Esta situación me saco de mi concentración como lector, y el hormigueo en mi vientre empezó a despertar el deseo de acercarme a ella.

No soy especialmente extrovertido, después de observarla durante un rato, la chica se tumbo sobre la toalla a tomar el sol, permaneciendo inmóvil, yo me supuse que no había manera de acercarme a ella con algún argumento creíble, así que para distraerme se me ocurrió embadurnarme de barro e ir a pasear a la orilla.

Detrás de donde estaba situado, sobre el muro de arcilla que se levanta limitando la playa y comenzando la pinara, manan fuentes de agua que mezcladas con la arcilla forman barro, me dirigí allí, y subí por la pared unos 3 m, aprovechando unos pequeños escalones y oquedades hechos por los bañistas para llegar al hueco donde mana el agua.

Hundí mis manos en el hueco y sacando un puñado de barro comencé a extenderlo por mis piernas, manteniendo con dificultad el equilibrio, pues los escalones a mas de ser rudimentarios son estrechos, máxime para alguien de mi envergadura, mido 1,90 y soy de constitución fuerte.

Una vez embadurnadas mis piernas lo mejor que la posición me permitió, me volví a mirar cara al mar, la vista desde allí es impresionante. Mi sorpresa fue, que al mirar hacia abajo ella estaba al pie de la pared mirando hacia arriba, durante unos segundo las miradas de los dos se cruzaron sus ojos marrones brillaban, la aureola de sus pezones resaltaban sobre sus pechos desnudos. Transcurrieron unos instantes eternos, hasta que me decidí a bajar, llegando hasta casi su altura.

Extendí mi brazo con mi mano abierta,

Te ayudo a subir.

Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza y agarro mi mano.

Tire de ella hacia arriba y paso rozando mi cuerpo, dado lo estrecho del lugar. Una vez estuvo por encima de mi, apoye mi mano en su espalda sosteniéndola mientras ascendía por los estrechos escalones.

Llego arriba y yo detrás de ella, me quede justo en el escalón mas bajo, nuestras caras a la misma altura, se volvió y sonriéndome exclamo,

gracias,

de nada

Sin mucho ímpetu, cogí un puñado de barro y se lo enseñe,

te puedo ayudar a ponértelo?

Por toda respuesta ella se volvió dándome la espalda y apoyo sus manos sobre la pared. Con timidez al principio comencé a extender el barro por su espalda, para poco a poco ir tomando confianza y mas que embadurnarla la acariciaba.

Terminada la espalda seguí depositando barro en sus piernas, ella se mantenía erguida ante mi de cara a la pared y mis manos bajaron a placer por sus piernas abarcándolas enteras, comencé por el tobillo y fui subiendo hasta llegar a su entrepierna por debajo de su braguita, que acariciaba con el dorso de mi mano mientras untaba de barro sus muslos.

En esos momentos, la excitación que me comenzó con los primeros roces se había convertido en una completa erección que dada mi desnudez no podía disimular de forma alguna. Mi polla se elevaba gloriosa hacia arriba. Y yo, cortado, me debatía entre el placer y la vergüenza.

Terminada las piernas, pase mis manos llenas de barro por su vientre y ascendí a sus pechos que embadurne prolijamente, luego sus brazos hasta que no quedo parte de su cuerpo expuesto sin cubrir a excepción de su cara y lo cubierto con la bragas. Cuanto tiempo duro el proceso no lo se, pero allí quede, excitado y sin saber que hacer.

Ella se giro hacia mi y llenando sus manos de barro, me dijo

ahora yo

Y comenzó a extender lentamente el barro por mis hombros, por mi pecho, por mi vientre,..

Yo sin saber muy bien como reaccionar y cortado por la erección que mostraba, no movía ningún músculo, aparte de intentar mantenerme en equilibrio.

Ella descendió por mi vientre hasta que todo quedo cubierto de barro excepto mi polla. Cogiendo un puñado de barro húmedo entre sus manos la deposito en mi pene y comenzó a cubrirlo, los latigazos en mi espalda me hicieron temer perder el equilibrio.

Vuélvete

Me gire y le di la espalda, ella siguió embadurnándome la espalda y luego mi culo que amaso mas que toco.

Cuando no quedaba nada mas que cubrir, nos quedamos allí quietos. Mirando los dos al mar, yo de espalda a ella, cubiertos de barro, nos habíamos acariciado y tocado a cuerpo entero, dos perfectos desconocidos y no sabíamos que hacer, hasta que volviendo mi cara hacia la de ella le dije

¿ bajamos ?

La ayude a descender y una vez en el suelo le comente de ir hasta la orilla, para que el baño de barro hiciese buen efecto había que dejarlo como de veinte a treinta minutos, así que cogidos de la mano caminamos hacia la orilla, al llegar a la arena mojada que dejaba libre la bajamar, me volví y le dije mi nombre a modo de presentación.

Lena

contesto ella, y acerco su cara a la mía y nos dimos dos besos de presentación.

Durante la siguiente media hora caminamos por la orilla, haciéndonos comentarios sobre lo que había pasado, justificándonos, ella me dijo que se acerco curiosa al verme allí arriba, pues había observado, otro día que fue al mismo sito como subía gente a embadurnase de barro, pero que estaba a punto de volverse cuando baje y le ofrecí la mano para subir, después solo se dejo llevar por un impulso.

Yo me disculpe por el estado de evidente excitación de mi polla, ella me dijo que le había gustado verla y tocarla y que también se había excitado con la situación, que me comprendía perfectamente. Según me dijo parándose y mirándome fijamente a los ojos era la situación mas morbosa que había experimentado. Yo le di la razón pues a mí me pasaba lo mismo.

Así se nos paso el tiempo, el barro se seco en nuestras pieles y empezó a cuartearse y picar, le dije

vamos al agua a quitarnos esto de encima

vamos

respondió.

En una corta carrera me dirigí al agua esperando que ella viniese detrás mía, pero al notar que no me seguía me pare y me volví para buscarla. Ella todavía sobre la arena, se despojo de la braguita que llevaba puesta y la dejo sobre un pequeño montículo que había hecho en la arena.

Desde donde estaba la vi, venir hacia el agua desnuda, como una ninfa llena de barro, sus pechos se balanceaban al andar, sobre la piel blanca de su pubis desnudo el hilo oscuro de su bello señalaba la dirección a su sexo, cuando llego hasta mi altura, el ardor de mi vientre señalaba el inicio de una nueva erección, me sumergí en el agua de un salto y nade hasta que me cubrió casi por los hombros. Ella me siguió nadando detrás mía, yo hacia pie en el duro fondo de arena, ella mas baja, busco mi apoyo para mantenerse a flote, así reímos, nos frotamos el uno al otro para quitarnos el barro, acariciándonos los cuerpos mutuamente.

En un momento que quedamos el uno frente al otro, sus brazos enlazaron mi cuello y nuestras bocas ansiosas se fundieron en un beso, las lenguas se entrelazaron. La vergüenza, la discreción, el pudor y cualquier prevención posible quedo olvidada en aras de una pasión que nos desbordo, abriéndonos a un mar de deseos.

Abrazos, caricias, besos, nos recorrimos enteros el uno al otro, hasta que ella se aferro con sus piernas a mi cintura y mi polla quedo al alcance de su sexo, entonces como saliendo de un vértigo, nos quedamos quietos, mirándonos y ella ..

penétrame, fóllame

fueron las palabras emitidas por su voz ronca, que me hicieron temblar entero, el estremecimiento fue total y la abrace contra mi intentando fundirme con ella.

Separo su cuerpo del mió, lo preciso para agarrar mi verga y situarla a la entrada de su coño, y de un solo movimiento se penetro, empecé a acariciar su frente y su pelo mojado, acariciándola, respirando hondo para marcar el tiempo, nuestros cuerpos fueron buscando el ritmo y nuestros sexos se juntaban y separaban con ansia creciente.

El agua fría, que nos rodeaba atemperaba el paso, el menor peso facilitaba el movimiento de nuestras pelvis y nuestros cuerpos danzaron al unísono, fallándonos con ganas, sin contemplaciones.

Así paso el tiempo, no se decir cuanto, pero el gozo nos invadió, nos lleno, la espalda erizada, las pieles tensas y las gargantas sin apenas emitir mas que sonidos inconexos, nos entregamos al placer el uno en el otro, hasta que sentí llegar su orgasmo en sus piernas aferradas a mí cintura y apretadas en un abrazo tenso, en su boca entreabierta y sus ojos entrecerrados, en su coño que parecía tener vida y exprimía mi polla. Me deje llevar por el gozo de ese momento, saboree su placer como mió, y bese su boca salada durante mucho tiempo, hasta que la sentí desprenderse de mi, resbalándose, entonces la tome en brazos y la hice flotar exponiendo todo su cuerpo inerme y abandonado a mi vista, la conduje casi hasta la orilla.

Ella se desprendió de mis brazos y sin decir palabra gateo hasta la orilla donde se tendió boca a bajo, yo la seguí todavía con mi erección patente para tenderme a su lado en la arena mojada, allí acaricie su espalda y esperamos mirándonos a que el sol nos secara y nos volviese la facultad de hablar,..

piensas quedarte todo el día en la playa

fueron mis primeras palabras,

solo pensé estar hasta el medio día

algo importante que hacer?,

nada,

quédate conmigo a pasar el día, tengo unos bocadillos para comer…los podemos compartir..

además, quiero saber de ti, conocerte

ella sonrió, era endiabladamente bonita cuando lo hacia,

me gusta el plan, pero…….. la playa me abre el apetito,

¿todos los apetitos? – le pregunte

era evidente que después de lo vivido existía complicidad

jajajajjaja… - su risa sonó esta vez fuerte

todos los apetitos, ….si señor,,

y, me dio un cachete en el culo, al que yo conteste con otro; el resultado, dos cuerpos nuevamente abrazados girando sin pudor en la orilla, y dos gargantas riendo a carcajadas. Rodamos hasta ponernos al alcance de una ola rompiente que nos volvió a mojar y llenar de arena y conchas.

Nos separamos entre risas, y nos dirigimos a por sus cosas, ella recogió su braguita de la arena, nos acomodamos bajo mi sombrilla extendiendo su toalla junto a la mía. Eran casi las dos y media de la tarde, el sol caía con fuerza, y se agradecía la sombra.

Comimos los bocadillos compartiéndolos, tomamos las cervezas que se mantenían frías y allí el uno junto al otro, desnudos, sin dejar de rozarnos, tocándonos y besándonos, llego la hora de las confesiones.

Supe que llevaba poco tiempo en la ciudad, había venido a ocupar una plaza de profesora en la universidad, no tenia pareja hacia seis meses y según me dijo no se encontraba del todo integrada, yo le conté de mi, de mi vida un poco errante de obra en obra, y de cómo hacia unos tres años, decidí echar el ancla, de cómo me quede sin pareja a causa de mis idas y venidas por el trabajo, y de algún amor dejado en esos puertos

Al fin dos solitarios en una playa casi solos, desnudos, desconocidos, que se habían amado obedeciendo a un impulso, ………., ¿ quizás el del verano que se avecinaba?.

Aquella tarde, bajo esa sombrilla nos exploramos el alma y el cuerpo, nos enredamos y nos volvimos a tomar y saboreándonos, ella me cabalgo y yo la penetre, mi leche lleno su coño y su boca y yo deslice mi boca y mi lengua en su sexo explorándolo, haciendo explotar su clítoris, tomando su corrida, mis dedos invadieron su ano, todo nos valía….

Al caer la tarde paseamos por la playa, la acompañe hasta su coche, y nació una invitación para cenar juntos, ella ofreció su casa yo pondría el vino, y ambos la ganas,…………, pero esa es la continuación, al sueño de un día, de casi verano del 2005.

Si alguna lectora le apetece contactar, le contestare en esta es mi dirección de correo.

andante50@hotmail.com