El sueño de Ana
Una hombre poco detallista, una mujer que suple sus necesidades con alguna escapada, un hombre que ve la oportunidad y el resultado soñado por tantas y tantas mujeres.
Hacia ya tres años que Ana convivía con Lucas su chico, las cosas simplemente "iban" sin demasiados altibajos, en parte porque de vez en cuando y casi siempre coincidiendo con alguna despedida de soltera ella se permitía alguna escapada aunque nunca repetía con el mismo pues un amante era lo ultimo que necesitaba.
Esa noche las cosas iban a cambiar y de que modo aunque nadie lo sabia, Lucas planeó un fin de semana romántico tomando una habitación de hotel, el viernes por la tarde al poco de llegar Ana se cambió de ropa en al baño y al verla Lucas con un negligé rojo transparente y un tanga tan fino que parecía pintado sobre la piel se abalanzó sobre ella y sin miramientos le hizo el amor como un salvaje hasta que profiriendo un tremendo rugido la llenó de esperma y siguió manchando hasta que no tenia nada más que entregar.
Eva como en tantas otras ocasiones se resignó pensando que quizás eso era todo lo que se podía esperar de los hombres y que todo aquello que contaban algunas amigas o lo que se leía en algunos foros de sexo era pura fantasía después de reposar un rato se dieron una ducha y cuando Ana se volvió a maquillar se vistieron con las mejores galas y bajaron a cenar y después ella insistió en bailar un rato, Lucas es un patán y simplemente le dijo que la acompañaba pero que no bailaría; Ana comenzó a danzar sola mientras Lucas la miraba aunque no era el único.
Mientras bailaba, un par de chicos comenzaron a acosarla y cuando Lucas iba a intervenir un tipo se acercó y tomándola por la cintura y sin dejar de bailar la apartó del lugar acercándola hasta la mesa donde estaba Lucas que con mirada divertida le dijo a Ana que si no quería problemas siguiera bailando con aquel hombre que se presentó como Abel.
De regreso en la pista, Ana se abandonó en brazos de su compañero y este no perdió la ocasión de hacerla sentir especial, le susurraba al oído dulces palabras y le hacia ver que era la sensación del lugar; en ese momento él era el hombre más envidiado por los demás hombres y ella la mujer más odiada por el resto de mujeres, pero lo más importante es que él se sentía el más afortunado por poder oler su fragancia y notar su calor.
Ana no estaba acostumbrada a esas atenciones, y recordó que Lucas le hacia el amor de forma mecánica y que solo duraba hasta poco después de eyacular y sus esporádicos amantes solo la satisfacían en parte; si que eran una novedad pero tampoco ninguna había sobresalido tanto como para recordar mucho más que la forma en que la follaban.
Pero este Abel era diferente, la hacia sentir el centro del universo y eso que hasta el momento había sido correcto hasta de más, pero en conjunto le satisfacía estar con él, al menos estaba bailando y pasándolo bien
Unas cuantas piezas después regresaron a la mesa y Abel agradeció a ambos haberle permitido bailar con Ana e hizo intención de despedirse, pero Lucas le preguntó si era preciso que marchara en ese momento; él se encontraba cansado pero Ana quería bailar y seria una buena compañía para ella hasta que decidiera retirarse.
Ana le miró suplicante y Lucas que había pedido otra botella de cava que trajeron con tres copas, sirvió una para cada uno y brindó por “tan provechoso encuentro” apuró su copa de un trago y se sirvió otra que también engullo asegurando que estaba muy fresquito.
Sin prestar demasiada atención a lo que le rodeaba, besó a Ana en la frente, estrechó la mano de Abel y con la copa en la mano se dirigió a la salida de la sala de baile, vieron como marchaba y Ana tomando a su flamante bailarín de la mano lo arrastró a la pista otra vez; sonó una balada y ella apoyo su mejilla en el pecho de Abel que comenzó a besarle el cabello al tiempo que acariciaba su espalda consiguiendo que se le erizara el bello de todo el cuerpo.
Cuando Ana levantó la mirada juntaron sus labios y un escalofrío recorrió su cuerpo, habia tenido esporádicos amantes pero nunca se había besado con ninguno y se dio cuenta que eso seria muy diferente a lo vivido hasta el momento. Ese beso fue el primero de los muchos que esa noche la transportaron a otra dimensión; Abel la llevó a una de los muchos salones que el hotel ofrecía para pequeñas reuniones o grandes convenciones y así apartarse de miradas indiscretas y allí tomó a Ana entre sus brazos y continuaron fabricando besos, a cada instante estaban más y más excitados al extremo que Ana le pidió que la poseyera.
Abel rodeo su cintura y se encaminaron al ascensor, Ana iba ensimismada y pronto llegaron a su destino, Abel no perdió el tiempo y en cuanto entraron comenzó a besarla aplastando sus cuerpos como si quisieran fundirlos en uno solo, llegaron en medio de una extraña danza junto a la cama y con delicadeza la tendió en ella; Ana izo intención de sacarse el vestido pero Abel se lo impidió separándole los brazos dejándolos extendidos, le fue besando los hombros y el cuello bajando hasta el escote que fue entreabriendo a medida que iba progresando.
Entonces si que soltó el cierre del vestido para dejar el sutil sostén de media copa a la vista, fue mordisqueando a través de la tela hasta conseguir que los pezones le dolieran de tan duros que estaban, a toda costa Ana quería ser penetrada, ya no podía esperar, no en ese estado pero Abel tenia otros planes.
Siguió besando y mordisqueando la parte de los pechos que quedaban a su alcance y después retiró el sujetador con lo que siguió con los indefensos pezones; Ana se sentía mucho más mojada de lo que recordaba y la situación prometía continuar calentando el ambiente; cuando notó que una de las manos se colaba por la abertura lateral del vestido pensó que pronto acabaría su suplicio, cuan equivocada estaba.
Fue separando la tela dejando los muslos al descubierto y con un rápido movimiento cambió de posición comenzando a besarle la parte alta de los muslos, con la nariz jugueteaba con el tanga apartándolo un poco y acariciando la sensible piel que dejaba al descubierto, con decisión tiró de el hacia abajo y comenzó a besar la vulva de la cada vez más excitada, Ana que entonces ya no pensaba en nada que no fuera ese preciso instante se dejaba hacer y solo vibraba ante cualquier pequeño roce.
Nadie le había hecho sexo oral antes y como es lógico estar en manos de un experto la estaba enloqueciendo, Abel se dedicó en cuerpo y alma a darle tanto placer como era capaz; su maestra y guía fue en lo que más insistió hace ya muchos años cuando le descubrió las mieles del buen sexo apenas al final de la pubertad.
Ana comenzó a experimentar el primer verdadero orgasmo de su vida; solo en tres ocasiones había sentido algo ligeramente parecido, pero apenas comenzaba se extinguía y estaba convencida que “eso” era el tan nombrado orgasmo; retorcerse en la cama como una culebra no entraba en sus planes pero era lo único que podía hacer dado el tratamiento que Abel seguía dándole sin piedad.
Abel le soltó el vestido que fue retirando a medida que ella se movía a un lado y otro y cuando estaba extenuada y cercana al desmayo se tendió cubriéndola con su cuerpo y siguió besándola con tanto o más pasión que antes y cuando Ana creyó que todo había terminado noto la verga de su amante.
Separó las piernas y Abel se apartó un poco para que ella misma la guiara a la entrada de su anhelante cueva. Fue un solo y largo movimiento el que les llevó a juntar las pelvis y Abel comenzó un lento metisaca sin apartar la mirada de los ojos de ella que los entrecerraba para captar mejor todas las recién descubiertas sensaciones; ser penetrada de ese modo tan amoroso y al tiempo mordisqueada en los pezones era algo del todo impensable poco antes pero estaba sucediendo.
Eso la tenia en un estado de excitación tal que en un par de minutos alcanzó otra andanada de orgasmos que se sucedían o encadenaban de forma casi cruel; los envites variaban de frecuencia en función de los espasmos de la mujer, pero en ningún momento Abel mostró flaqueza ni parecía cercano al cenit y por ello la escena seguía como a cámara lenta, solo se oía un concierto de jadeos por parte de la pobre Ana que no atinaba a identificar que era cada cosa.
En ese espacio intemporal en que estaban sumidos por fin Abel llegó al clímax; Ana se sorprendió al notar el semen sobre su vientre y al acomodarse otra vez sobre ella el hombre que tan bien la había tratado reparó en que estaba totalmente desnudo, pero en ningún momento vio como lo hacia, estaban ambos sudorosos y embadurnados con el semen de Abel pero permanecieron abrazados y en silencio gozando del contacto de sus cuerpos satisfechos.
Al rato se levantaron para tomar una ducha y ya de regreso en la habitación Abel sacó del mini bar una botella de cava y sirvió dos copas, Ana bebió de buena gana y le preguntó si siempre guardaba una botella de esas en la nevera por si aparecía alguien como ella, a lo que respondió con la mirada fija en sus bellos ojos que la había pedido al verlos llegar esa tarde y que había pagado a aquellos chicos para que la molestaran y de ese modo poder intervenir.
Ana estaba desconcertada y el le aclaró que trataba por todos los medios de ayudar al destino, si Lucas hubiera bailado con ella o cualquiera de los dos no se hubiera prestado al juego ahora no estarían ahí pero que no fuera por no intentarlo.
Ana lo besó y nadie sabe si lo creyó o simplemente pensó que había sido una casualidad muy buena, pero lo cierto es que estaba satisfecha con todo lo sucedido hasta el momento y entonces le preguntó si ya habían terminado a lo que Abel respondió que según sus planes justo habían comenzado, la atrajo hacia sí y abrazados resbalaron hasta el suelo donde la fiesta comenzó otra vez, solo que en esta ocasión las sorpresas fueron mutuas.
Ana demostró ser una gran maestra de la felación, algo que practico y mucho desde sus tiempos de estudiante hasta conocer a Lucas, aunque este es tan obtuso que nunca se prestó a tales practicas; puede que para no tener que corresponderle también con sexo oral.
Después de una serie de episodios a cual más tórrido que el anterior y tras una reparadora ducha, bajaron al comedor a desayunar casi a las diez de la mañana y cuando Lucas los vio se apresuro a preguntar que había pasado a lo que Ana con frialdad le respondió que “el fin de semana romántico se estaba desarrollando a las mil maravillas” al menos por su parte ya que había follado, bailado y tenido mucho más sexo en una noche que en los últimos tres meses.
Incrédulo Lucas miró a Abel que simplemente afirmó y tomando a Ana por el codo comenzaron a andar camino del bufet donde prepararon un par de desayunos continentales, se sentaron en una mesa y Ana con una seña indicó a Lucas que se aproximara y al sentarse le dijo con voz suave que había algunas cuestiones a tener en consideración.
Sabes que de vez en cuando he de salir a darme algún capricho porque nunca me has llenado del todo, ahora puedo decir que ninguno de los tipos con los que he estado hasta ayer lo han conseguido; con Abel he tenido una revelación y te aseguro que si él quiere seguir ayudándome de vez en cuando a satisfacer esa parcela de mis necesidades estaré encantada, pero si por alguna razón no puede o no quiere, al menos me ha mostrado que es lo que he de buscar en un amante sea o no mi pareja.
¿Lo entendiste?
El atribulado Lucas afirmó con la cabeza y quedó en silencio, Abel comenzó a comer y se sirvió un poco más de naranjada mirando fijamente a Ana que lucia esplendida después de una noche carente sueño pero repleta de sexo, al terminar el desayuno Abel le dijo a Ana que pasara por la peluquería mientras “ellos” cambiaban el equipaje de habitación y al rato paso a recogerla y la espero leyendo una revista para después acompañarla a la habitación que había tomado con Lucas pero que al intercambiar los equipajes compartió el resto del fin de semana con Abel.