El sueño con Cenicienta
A veces los sueños parecen demasiado reales. En el siguiente relato las sensaciones prácticamente cobran cuerpo escenificando lo que algunas veces se ha insinuado a través de algunas charlas en el chat con alguien muy especial.
UN SUEÑO CON CENICIENTA
Buenas noches cenicienta. Hasta mañana y que descanses.
Me despedí de ella como casi cada noche desde hacía algunos meses, desde que en verano contacté con su Nick Paula50 en un conocido chat de internet. Recuerdo que al principio rechazó mantener el contacto al ser casado y ella soltera. No es que no la entendiera, es que a veces cuando alguien te atrae, retirarte a las primeras de cambio no es una opción para quien cree encontrar alguien interesante que vaya más allá de lo que su propia vida en común no ha conseguido llenar. Comencé a llamarla cenicienta cuando me anunció que a medianoche se marcharía a dormir tras cada charla, sin otra pretendida analogía que aquel célebre episodio infantil del cuento de Perrault. Durante unos días dudó, pero al cabo de algunas semanas fuimos prolongando el contacto con un feeling extraño cuajado en momentos divertidos, algún malentendido y cierta complicidad al entrar en una incipiente intimidad común. La historia que a continuación narro fue un sueño tal como sucedió, con la debida adaptación a un relato de esta índole pero sin modificar en lo esencial lo que mi subconsciente me regaló aquella noche d invierno.
Quedé dormido a los pocos minutos, vencido por la madrugada, el trabajo diario en las aulas, y el cúmulo de horas al frente la rutina.
Las imágenes comenzaron a llenar mi sueño….Un patio…varios chicos jugando…la sombra como celosía cimbreante de un árbol enorme….. y un gesto con un brazo de ella. Era mi cenicienta, que desde una esquina de mi cerebro en vigilia me ofrecía algo similar a un refresco como los que sirven en los multicines. Lo siguiente que recuerdo es un paseo entre edificios semiabandonados de un recuerdo de postguerra mundial polaca, ó de barrio en declive de Detroit. Paseo pausado, charla con risas, algún empujón de broma y más risas, una incitación al contacto, a respirar aquel leve perfume que su cuello desvelaba, aquella ligera apertura que el botón de su blusa mostraba con el perfil de un sujetador ahuecado, aquel vuelo de la falda por encima de la rodilla que en gestos bruscos subía a medio muslo, aquel vaivén de su brazo libre que sin querer (o no), contactaba con mi paquete aún cerrado en un pantalón gris de lino ligero.
-Cenicienta, si vuelves a poner tu mano en mi paquete, tendré que masajearte el culo.
-Ni lo sueñes, chico. Mi culo no lo azotas tú por mucho que te las des de machito dominante en nuestras charlas. Antes te llevas una hostia con refresco por la cabeza incluido.
-Ya, avisada quedas….
Su risa rompió de nuevo el silencio de aquella tarde onírica de verano cuando fue ella la que palmeó mi culo con calculada fuerza sonora. La acompañé en sus risas sin apenas mirarla, paseando inicialmente como si nada hubiera ocurrido mientras ella seguía riendo divertida sin duda expectante de una respuesta a la provocación. La ralentización de su risa revelaba cierta frustración por no haber reacción de, al menos, la misma intensidad que la suya. Me es difícil conciliar lo divertido que no deja de ser una broma infantil entre amigos que al fin y al cabo se gustan, con la hinchazón que mi polla empezaba a tener al maquinar mi cerebro rápidamente las futuras secuencias de lo que podría pasar allí. No tenía prisa por la ejecución, pero sí por disimularlo. De ese modo, añadí:
-Eres una traviesa Cenicienta. Pero ante todo, sabes que soy un caballero. Debería azotarte hasta ponerte el culo rojo, pero no lo haré.
-Ay,. Qué encanto más grande, jajajajajaja….. -Ella rió nerviosa mientras se abrazó a mí casi abalanzándose, abriendo sin querer su escote hasta tirar de su sujetador por lo forzado del movimiento hasta el punto de sacar su pezón fuera de su cápsula. A ella no le pasó desapercibido y tras un divertido Uy, se recolocó como pudo mientras yo aún sujetaba su cadera en mi respuesta tranquila pero sonriente a su abrazo.
Quizá porque en ese momento la ví más confiada; quizá porque coincidió que había un portal abierto dónde identifiqué tras una ventana una habitación casi impecable; quizá porque al fin y al cabo era un sueño, y en un sueño no hay motivo para huir del riesgo….el caso es que la sujeté con fuerza y la deslicé casi como una pluma aprovechando mi mayor corpulencia por ese portal. Sus risas nerviosas no cesaron, al calor de un “qué haces? Quieres que vuele? jajajaja” “me vas a torturar? Por eso me llevas a un lugar cerrado?”, se agarró a mí para evitar golpes bruscos y al cabo de un instante estábamos en aquella habitación de muebles antiguos, una cama impecable alta y de cabecero con pináculos de madera, una cómoda con palangana y espejo, armario clásico de roble y una lámpara de velas de cristal de buen tamaño culminando aquella extraña habitación.
Llevé mi mano a su cara y la acaricié mientras la miraba fijamente. Ella respondió expectante, evitando ya las risitas y con gesto cómplice. Mis manos acariciaron su rostro y mis pulgares se deslizaron entre su boca, introduciéndose en ella que respondió chupándome el dedo mientras su lengua lo agitaba contra el interior de su boca. Lentamente, sin asustar sus expectativas y sin demorar mi impulsos, mi boca se acercó para sustituir a mis manos, y pronto deslicé labio con labio enroscando lentamente mi lengua en la suya para declararle la guerra de los sentidos e iniciar hostilidades bajo su falda. Sus ojos y los míos se cerraron a aquel fragor que hacía subir la intensidad de los lejanos estruendos que se empezaban a percibir en aquel mundo de ruinas bélicas.
Quizás fueron unos segundos, quizás algo más….los sueños no guardan orden en el tiempo ni en el espacio, y en aquella cama enseguida deslicé a mi cenicienta, con la falda ya subida por encima del hombro, sonriente pero con respiración agitada, mientras mis manos subían por sus muslos en paralelo y alcanzaron sus bragas, que con un fuerte tirón cayeron a sus tobillos, y no me fué difícil después desenganchar.
Tampoco recuerdo cómo ni cuando ella, cimbreándose sobre aquel colchón de impoluta sábana color celeste, se despojó del resto de su ropa. Sí recuerdo que una de mis manos empezaron a amasar sus pezones mientras oscilaba como un flan sobre unas tetas medianitas que presumían de un deseable aspecto, mientras su mano apretaba y tiraba a la vez de la mía en un contradictorio juego de insistencia y rechazo simultáneos. Sus jadeos fueron venciendo el segundo por el primero, mientras mi otra mano ya había separado lo suficiente sus piernas como para que mi lengua comenzara acariciar los labios de su coño, ya destilando una incipiente humedad, acompasando a unos movimientos de cadera que se orientaban hacia mi boca, la cual respondió acoplando mis labios en los suyos, un beso de labios contra labios donde su lengua era un clítoris que se balanceaba con las sacudidas de mi lengua regalándome más humedad, más jadeos, más movimientos…. Sus piernas se flexionaron hacia atrás sin necesidad de insistencias y sus manos abarcaron mi cabeza solícitas, buscando prolongar aquella sensación que comenzó a generar espasmos de placer a mi cenicienta. Mi boca recibió un brebaje de sexo femenino mientras aquellos gemidos se transformaron en un contenido grito que prolongado varios segundos, desplomó su cuerpo mientras rendida permitía que mi lengua siguiera insistiendo en zonas menos sensibles.
Me incorporé hacia la altura de sus ojos, besé su boca sonriente y susurré a su oído palabras que sólo ella, en el sueño, ha llegado a conocer. Al igual que al principio, tampoco supe cómo ni cuando mi ropa había desaparecido por completo, pero al notar su mano atrapando mi polla con firmeza acomodé mi cuerpo para facilitarle aquel trabajo. No le costó incorporarse, acercar su cara, y abarcar mi glande con sus labios mientras su lengua jugaba con mi punta primero, el tronco después, y finalmente la engullía hasta el fondo mientras babeaba con un hambre que sólo conseguía endurecer aún más mi erección.
Disfruté de aquella mamada sin concesiones mientras mis dedos acariciaban su pelo y lo agarraban a veces para prolongar algunas de sus mejores acometidas, y mi otra mano retornó a su culo, ahora en pompa, con mis dedos humedecidos previamente en su aún chorreante coño, jugando con la forma de su ano. Cuando llegó el momento, interrumpí aquella felación antes que fuera demasiado tarde, entre sus risas por la osadía de la postura levanté sus piernas abriéndolas hasta casi doblar a mi cenicienta, que me miró desafiante acariciando ella misma sus tetas y mordiéndose el labio en medio de una sonrisa de descaro. Acomodé brevemente mi polla en la entrada de su coño, deslizándola al interior sin esfuerzo, resbalando en una humedad nuevamente creciente y disfrutando del tope de mis testículos contra su culo, que provocó en ella unos grititos de placer que anunciaron el camino hacia un nuevo orgasmo de mi cenicienta. Sus manos abandonaron sus tetas y me atraparon la espalda, mi cuerpo se encorvó sobre ella, mi lengua jugó con sus lóbulos y su cuello, mis manos sujetaban sus pies sobre sus hombros para aumentar la fuerza de las embestidas de mi polla que, sin ser bruscas, si apretaban en su llegada al fondo de sus entrañas tras penetrar aquel cálido recorrido.
Los sueños son imprevisibles, y a menudo absurdos. Aquellas paredes ofrecían ventanas que cambiaban de sitio, y muebles que tornaban de antiguos a modernos, y todo ello al ritmo de los jadeos de mi cenicienta, que apretaba ahora mi culo contra ella cuando escuchaba en su oído mis susurros encendiéndola con sólo tres palabas: Me encanta follarte…. Mi éxtasis avanzaba sin oposición mientras había comenzado a atraer su culo aún más hacia mí, como si fuese posible aún penetrar más adentro, más fuerte, ó llenarle más aquel coño que empapaba el vello de ambos pubis, hasta el punto que creí que el delirio del sueño le hacía llamarme caramelo… luego carámelo….y finalmente entendí…..dámelo…..Y todo lo que mis huevos habían guardado en aquel eterno onírico estalló provocando que esta vez ella no ahogara el grito, sino que lo abrió a aquellos tabiques cambiantes, aquel humo a de escombros recién caídos que asomaban por las ventanas en el exterior, un grito que no fue ensordecedor pero que enardeció aún más la prolongada invasión de mi polla en su territorio. Cuando la saqué, su mano había cogido la mía, sus ojos y labios entreabiertos suplicaban prolongar el placer aún al margen del apocalipsis exterior, y saqué mi polla aún chorreante, dejando que plácidamente unas gotas de mi semen besaran su vientre, su ombligo, y la última en su teta derecha; su dedo índice acudió para extenderla sobre su breve aureola mientras sonriente contemplaba como mi boca se acercaba a la suya y, como un sello a un tratado de paz, mi lengua pactara con la suya un baile entusiasmado, con ambos cuerpos engarzados en un abrazo caótico de brazos y piernas acoplados mientras la intensidad del beso empezó a disipar aquel entorno de ruinas y abandono en un despertar azorado. Como en tantos sueños, realidad y fantasía conviven para mostrar el mito de nuestros prejuicios y la verdad de las sensaciones.