El Sueño Americano (01: Introducción)

Un jóven de 16 años inicia, junto con otros chicos de su edad, un viaje a los Estados Unidos para aprender inglés. Su destino es la ciudad de Seattle. Allí le aguardan muchas sorpresas.

El Sueño Americano

Parte I:

INTRODUCCIÓN

Quince horas de vuelo escala incluida, nada menos. Pero no me intimidaban. A mis dieciséis años era una nueva aventura que afrontaba con tremenda expectación. ¡En mi vida había visto un avión tan grande!. Un par de veces a Mallorca, una a Canarias y otra a Londres con mis padres era mi bagaje en horas de vuelo. Ahora iba a iniciar un viaje que duraba más que todos los anteriores juntos. Y estaba dispuesto a disfrutarlo.

Mí ánimo en todo lo alto. Y eso que en un principio yo no quería pasar este mes de julio aprendiendo inglés en Seattle y encima aguantando a mi hermana Sara, dos años menor que yo. Yo quería estar con mis amigos en la piscina municipal y jugando al fútbol en el barrio, como todos los años, antes de ir a la playa con mis padres en agosto. Pero fue una errónea reacción inicial. ¿Qué tenía de malo este viaje? No conocía a nadie (excepto a mi hermana y para eso preferiría haber ido sólo) y no soy especialmente sociable, pero así espabilo que ya es hora. Además lo de ir a Estados Unidos me llena de curiosidad. ¿Serán tan raros como parecen? ¿Estará lleno de chicas dispuestas a practicar todo tipo sexo, incluso cosas que yo ni sabía que existían? Eso al menos es lo que me dijeron mis amigos que ocurre en América. A lo mejor es un poco exagerado, en cualquier caso, si no, en el aeropuerto me había fijado y habías bastantes españolas potentes apuntadas a este viaje de aprendizaje de idiomas.

Me había fijado en ellas en el mostrador de facturación mientras mis padres se acercaban al responsable de la academia que organizaba este viaje a Seattle. Y ya podían haberlo organizado a Nueva York o Los Ángeles, pero no, tenía que ser en esta ciudad a tomar viento de todo. En el Estado de Washington. No sé por qué lo llaman así si está en la otra punta del país a más de nosecuantos kilómetros de la capital del mismo nombre (me había estudiado bien el mapa.) Menos mal que nos habían prometido una excursión a San Francisco y otra a Los Ángeles.

El caso es que mientras mis padres hablaban con este simpático señor que no paraba de sonreírles, yo aproveché para hacerme una primera idea de quienes eran mis acompañantes de viaje. Muchos pijos (no congeniaré con ellos), dos o tres con pinta normal (quizá les tantee), otros tantos con aspecto de gárrulos, frikis y despistados (espero que no me toque al lado suyo en el avión) y las chicas...

Sin duda ellas fueron las que me terminaron de convencer de que la experiencia no estaba mal del todo. Total este año no me he comido nada más que un par de rolletes de un día. A ver si compenso con el veranito (y si no aún me quedará la playa.) El caso es que la observé, las analicé y la cosa no estaba nada mal. Las que más me llamaron la atención fueron:

Una rubia menudita con el pelo corto y unos pechos puntiagudos que se marcaban en su camiseta. Su nombre, según supe después era Beatriz y tenía mi edad, 16 años

Precisamente hablando con ella estaba una chica morena, tanto de piel como de pelo. Sus tetas tampoco estaban nada mal. Delgada aunque con unas caderas marcadas y curvas y unos preciosos ojos azules. Ana se llamaba, de un año menos que yo, o sea 15.

En otro corrillo, mezcla de padres y chicos y chicas del grupo advertí la presencia de una pecosa pelirroja (había de todo en la expedición.) Muy delgada, prácticamente plana pero con la cara más dulce de todas las allí presentes. Su mirada entre despistada y temerosa me atrajo. Me gustó además su forma de vestir, muy hippy, con el pelo recogido con una coleta una camisola granate y pantalones de campana roídos y tenis rojos. Luego pude saber que se llamaba Arancha y que también tenía mi edad.

La última en acceder a mí top four (hay que ir practicando el inglés antes de llegar) fue una chica completamente diferente a Arancha. Era la típica pijilla rubita de bote, de hecho, cuando reparé en ella se encontraba hablando con dos especímenes masculinos de colegio de pago. Rebeca, que es como se llama, no es que fuera especialmente guapa. Sus facciones convencionales, excepto unos gruesos labios, no me decían gran cosa pero me gustaron sus pechos. También su culete. Aunque con algunos, o bastantes, gramos sobrantes, sus nalgas no dejaban de resultarme atractivas. Y sobre todo lo que me llamó de ella la atención fue una cara de vicio que provocaba en mi cerebro pensamientos reprobables por morales rancias. Pero eso es lo que tiene un adolescente, sus pensamientos están supeditados siempre al movimiento hormonal. Se hacía llamar Reby aunque en su pasaporte pusiera Rebeca y era una de las la mayores del grupo con 17 años.

El resto de niñas, en su mayoría, también me resultaban atractivas pero prefiero detenerme solo en la que he mencionado.

Llegó el momento. Adiós papá, adiós mamá. Venga mamá, adiós, no seas pesada. Sí, cuidaré de Sara no os preocupéis. Os llamo al llegar. Sí llevo el número del España directo. Sí, seguro que nos lo pasamos bien. Un beso. Sí llamo al llegar. Adiós.

Superado el trámite toca el de esperar al embarque. Sentado con mi hermana sigo observando. Ella es la primera en relacionarse. Pero lo hace con las de su edad. No me interesa. Yo fiel a mi espíritu insociable sigo sin hablar con nadie. Bueno, vaya coñazo de espera. Ya parece que nos embarcamos. Menos mal.

Primera buena noticia. Cuando llego a mi asiento, en la fila de en medio del avión, veo que en uno de los tres asientos está ya sentada Beatriz, el primero de mis fichajes. Mientras cargo el equipaje en los maleteros y ayudo a mi hermana con los suyos ésta se me adelanta y se coloca a su lado. Enana de mierda. Aún así puedo hablar con ella. Nos presentamos, charlamos de temas banales y trascurre la primera hora de vuelo. En la segunda hora se acerca por el lado puesto al mío Ana, que ya había hecho amistad con Bea, para saludarla. Me la presenta. Vaya que bien, ya conozco a dos de cuatro. Pasa el tiempo y empieza a decaer el ánimo. Mi hermana y Bea se han dormido. Miro para atrás y veo a Arancha en la cola del baño. Decido aprovechar la situación y me voy para allá también. Al llegar me hace un gesto vago que interpreto como un saludo. Ambos sabemos que somos del mismo grupo pero no nos conocemos. Seguimos esperando en silencio hasta que decido dirigirme a ella.

  • Qué coñazo de viaje ¿eh? Y sólo llevamos 4 horas

  • Ya te digo- me responde con esa frase que sirve tanto para un roto como para un descosido

  • ¿De donde eres?

  • Soy de Bilbao pero vivo en Santander

  • Ah, pues yo de Madrid, me llamo Jaime- Le digo sin atreverme a darle dos besos. Que mierda de personalidad tengo.

Tras unas cuantas palabras intrascendentes más, ella entra en el baño y al salir se despide con una sonrisa y un reconfortante...

  • Bueno, luego nos vemos.

Con eso me basta para albergar esperanzas. Soy así, pasito a pasito.

A lo largo de las 12 horas restantes de trayecto me da tiempo a dormir, a conocer a dos de los chicos con aspecto más normal, Jorge y Luis creo que se llaman, a hablar con algún pijo más, y a discutir con mi hermana. De mis favoritas sólo vuelvo a conversar con Bea y de la pijilla Reby no tengo noticias. Al llegar a Seattle, (menos mal, creía que nunca iba a terminar esto) pasar los trámites de aduana, (menos mal, creía que nunca iba a terminar esto) y organizarnos y recoger las maletas llega la hora de conocer a la familia con la que me voy a hospedar.

  • Hermanos Jaime y Sara González- escucho en voz de nuestro organizador (a partir de ahora se autodenomina Leader, te cagas)

Se me encoge el corazón pero no queda más remedio que acudir a la llamada. Antes le digo a mi hermana:

  • Oye tía, estate espabilada que yo no me entero de nada en inglés. Hablas tú.

  • Unas narices. Hablas tú que para eso eres el mayor.

Empezamos bien. El anteriormente conocido como organizador y ahora leader nos lleva hasta una señora de unos 60 años, oronda y canosa que nos espera con una sonrisa en su máxima expresión.

  • Esta es Julie Hewson, y os quedaréis con su familia, la familia Hewson

  • Encantado- digo yo en perfecto español y esforzándome por igualar su grado de abertura bucal para sonreir. Ella me contesta una larga frase, en tono cantarín, de la que no entiendo absolutamente nada (y eso que el tema de las presentaciones lo tengo muy trillado ya en las clases de inglés) Por su expresión deduzco que le hemos gustado, o eso aparenta, y que está encantada de conocernos.

  • Thank you- digo con cara de tonto, mientras pienso que necesito con urgencia aprender una expresión similar al "ya te digo" español, es decir una frase que sirva para todo, para sobrevivir durante este mes. Ante mi parálisis cerebral mi hermana afortunadamente toma la iniciativa.

  • I´m Sara and this is my brother Jaime- y mientras me mira con cara de "eres un auténtico inútil"

Pues que bien. Nos vamos al coche y estamos un buen rato circulando. La señora no para de hablar y yo me limito a asentir con cara de gilipollas. Mi hermana de vez en cuando toma la palabra por los dos. Decididamente los idiomas no son lo mío. En el instituto apruebo la asignatura, pero no me pidas nada más. No estoy dotado y es lo que hay. La capulla de my sister con dos años menos que yo se desenvuelve mejor. Yo tendré otras virtudes pero ésta no.

A pesar de la tensión que me causa el no entender nada observo el paisaje de vez en cuando. Veo a lo lejos grandes rascacielos y una especie de pirulí pero a lo grande. Una torre de telecomunicaciones que debe ser como tres veces la de Madrid. Pero no vamos en esa dirección sino más bien hacia la contraria. Circulamos por barrios residenciales con casa unifamiliares muy de telefilme americano. Todo muy verde. Parece Asturias.

Un buen rato después paramos en una de ellas. Una casa de tres pisos aunque el último parece una especia de buhardilla. Nos bajamos. La señora sigue hablando y sale un señor a recibirnos. ¿será Mr Hewnson? Sí, lo es. Michael Hewson. Tras un intercambio de palabras absurdo la cosa mejora. Aparecen dos chicas, ambas rubias, muy rubias. La primera es Helen, la mayor de 19 años, creo entender que está en la universidad, y por las explicaciones de la madre debe estudiar una carrera complicadísima. Yo desde luego no entiendo nada. Lo que sí veo es que está buenísima. Un cuerpazo. Lleva un top enseñando el ombligo con piercing y unos pantalones bajos que dejan intuir el tanga que lleva, azul. Nos mira con cierta curiosidad, pero tampoco la veo demasiado interesada. Nuestra presencia en su casa supongo que se debe a una extravagancia paterna de la que ella quiere saber lo menos posible. Su hermana Lucy, sí que parece más entusiasmada con la novedad. Nos saluda muy afectuosamente, dándonos, eso sí, sólo la mano, no le vayamos a pegar algo. Aquí no se besa, primera lección sobre comportamiento social en el estado de Washington. Tiene 15 años y exhibe un cuerpo bastante más redondeado que el de su hermana mayor. Caderas anchas y culo generoso que no le restan ni un ápice de morbo. En cualquier caso a mí no es difícil provocarme morbo.

Lucy se lleva a mi hermana a los aposentos que ellas dos van a compartir mientras charlan animadamente. Espero que conmigo haga lo propio la mayor. Pero mi gozo en un pozo. Helen se va rápidamente y quedo solo con mis queridos padrastros americanos, Mr and Mrs Hewson. Pues que bien. Me van explicando, o eso creo comprender, que falta un miembro de la familia, su hijo mayor, de veintitantos y que como está por ahí (no entiendo dónde) voy a dormir en su habitación. El cubículo en cuestión parece un decorado de una peli de teenagers. Posters de jugadores de fútbol americano y de tías buenas tipo "vigilantes de la playa". Encantador. Al menos tengo una cama anchota para mi solo. Algo es algo.

Tras una cena familiar donde hablo lo menos posible, nos dicen algo así como que debemos de estar cansados del viaje, a lo que yo asiento efusivamente. Al día siguiente nos espera nuestra primera jornada en el colegio donde nos van a enseñar inglés. Debemos madrugar así que nos dejan retirarnos.

A la mañana siguiente y tras un buen desayuno, (estos yankees sí que saben comenzar un día) nos llevan al colegio. Las clases son un coñazo, y encima a mí me han puesto en el grupo de los lerdos, pero los descansos merecen la pena. Día a día voy haciendo amistad con Arancha. Una tía estupenda con la que tengo mucho en común. Nos gustan los porros, la misma música, y tenemos opiniones parecidas sobre la vida en general. Formamos un pequeño grupo ella y yo y Jorge y Luis, dos de los chavales que me parecieron normales el primer día en el aeropuerto. Ambos de mi edad y de Madrid, mi ciudad. Suelo tener buen ojo a primera vista sobre con quien puedo congeniar. Por otro lado, estos primeros días, yo también hablaba de vez en cuando con Bea y Ana que, a su vez, se habían hecho inseparables. Poco a poco, con el roce de los descansos y con las actividades que nos planifican por las tardes voy entablando amistad con todos ellos. Al tercer día de estancia mis círculos sociales se van fusionando y el grupo inicial acoge a las dos chicas. Bea, de Zaragoza y Ana, de Cádiz se integran perfectamente en la "pandilla."

Por otros motivos yo entablo también relación con Reby. Y es que la pijilla madrileña vivía a escasos metros de mí casa de acogida y además en el hogar de la mejor amiga de Helen. Yo de eso me entero en quinta jornada de estancia en el país por Mrs Hewson. Todos los días era ella quien nos acercaba en coche al centro de estudios. Pero las cosas iban a cambiar. Nos explicó a mi hermana y a mí (yo me enteré por mi hermana porque como siempre no entendí nada) que una chica española de nuestro grupo residía muy cerca en casa de los padres de una amiga de su hija Helen. Parece complicado. Total que sería la amiga de Helen la que nos iba a llevar en coche a partir del día siguiente junto con la española, o sea Reby.

Así empecé a conocer a Reby. Por la mañana conversamos ella y yo en el coche sin hacer mucho caso ni a mi hermana, ni a la conductora. La chica es, muy pija sí, pero simpática y nada engreída. Ambos nos caímos bien aunque se mantuvo al margen de mi grupo porque ella ya tenía su "pandi" de pijetes.

Y así llegamos a mí séptima jornada en Seattle, cuando, digamos, yo ya había completado el que iba a ser mí círculo social de mi estancia en los EE.UU. Fue ese día, o mejor dicho noche, cuando tuve la primera de mis "experiencias" americanas.

Sí queréis comentar algo: Superjaime1@hotmail.com

"El Sueño Americano" continuará con la Parte II: DESVIRGADO EN SEATTLE