EL SUEGRO Sin terracita 4
El suegro picarón, tiene ganas de saber mas.
Pasaron un par de horas, el uno estudiando y el otro viendo la televisión, o esa era la intención. A ambos les resultó imposible centrarse en lo que pretendían hacer. Gerardo, desesperado empujó la silla hacia atrás fuertemente a la vez daba un palmetazo sobre la mesa. Se levantó y salió de la habitación.
– ¡Pepeee!, —gritó desde el pasillo, andando hasta el salón– voy a ponerme algo de ropa decente y salimos, ¿te parece?– ya que en ese momento vestía un viejo chándal que solo usaba para estar en casa.
— Como quieras, aunque me gustaría que me siguieras contando esas historias tuyas, y no sé si seria muy prudente hablar de esas cosas en la calle.
— Que picarón estas esta mañana suegro. Bueno, si quieres nos tomamos el café en casa y te cuento lo que quieras saber. Pero con la condición de que te cuente lo que te cuente, tu hija no se enterará.
— Claro, lo que tu hayas hecho antes de conocerla, es cosa tuya. No le diré nada. Puedes estar tranquilo.
— Entonces nos tomamos el café aquí en casa. Si quieres, mejor nos lo tomamos en la cocina— dijo Gerardo dando la vuelta y dirigiéndose a la cocina.
Gerardo, preparó un par de cafés, sacó del armario unas galletas y unos dulces, y ambos se sentaron alrededor de la pequeña mesa de la cocina.
— ¿Y que es lo que quieres que te cuente, abuelo picarón? ¿Como me follé a aquella gorda, o quieres que te cuente otra cosa?
— ¡Oye, lo de abuelo, guárdatelo, por lo menos hasta que me deis una alegría!, —dijo sonriendo e ilusionado por oír mas anécdotas— No sé. Me ha sorprendido cuando me has dicho que era la primera vez que un tío te comía la polla. Te la han comido mas tíos?
— Si, ese mismo gordito me hizo un apaño mas de una vez. Y años mas tarde, también tuve un compañero de trabajo que le gustaba una buena polla. Yo cerraba los ojos y me dejaba hacer. No es algo tan raro.
— No, si no es tan raro, yo de niño tenia un vecino con el que jugábamos y nos tocábamos. Todo sin malicia, cosas de críos curiosos. Nos masturbábamos el uno al otro, pero nunca llegó a comérmela.
— Sí.Eso es algo mucho mas común de lo que la gente piensa. Yo una vez estaba en ese plan con un amiguete, y su padre nos pilló sin pantalones y mirando unas revistas viejas.
— ¿En serio? Menudo palo. Supongo que os pondría finos. ¿Que os dijo?
— No le dimos tiempo a que nos dijera nada. Cogimos los pantalones y salimos corriendo. Con la mala suerte de que me deje los calzoncillos.
— ¿Te los dejaste?, ¿y que hiciste?
— A ver. Estábamos en una casa vieja que los padres de mi amigo tenían a las afueras del pueblo. En la buhardilla había unas maletas viejas, por lo visto de su tío, en las que encontramos unas revistas picantes. No se puede decir que fueran guarras. Pero si picantonas con mujeres desnudas. Estábamos en faena, con las pichurras en la mano, cuando su padre apareció por la puerta. El cabrón fue de lo mas sigiloso. Mi amigo cogió toda la ropa. La suya y la mía. Y bajo corriendo las escaleras como un rayo. Entró al cuarto de baño y allí se encerró para vestirse. Yo salí detrás de el, pero no me dio tiempo a entrar con el y el cabrón me dejó fuera, desnudo de cintura para abajo, y parado como un pasmarote. Al poco abrió la puerta, lo suficiente como para sacar un brazo y darme mis pantalones, pero solo los pantalones.
— ¿De verdad? ¿Y el padre no bajó detrás de vosotros?
— No, por suerte el padre no bajo. Supuse que querría dejarnos ir sin mas, aunque luego le echara el puro a su hijo. Así que ahí estábamos los dos. Mi amigo dentro del baño y yo fuera. Con los pantalones en la mano. Pero, tristemente, sin los calzoncillos. Le dije a mi amigo que me diera los calzoncillos, pero me dijo que él no los tenia, que se habrían quedado arriba.
— No me jodas. ¿Y que hiciste?
— Pues, lo que tocaba. ¡No me iba a ir a casa sin calzoncillos!. Subí totalmente avergonzado las escaleras, medio desnudo, y lo que me encontré me dejó estupefacto.
— ¿Si? ¿El que?
— Ahí estaba el padre de mi amigo, con los pantalones por los tobillos, la polla en la mano y oliendo mis pequeños slips, de esos Abanderado con bicicletas que había entonces.
— No me jodas.
— Como te lo cuento. Levantó la mirada, me hizo unaseñal, acercando su dedo a la boca, para que no hiciera ruido y siguió masturbándose. Con una mano se hacía una paja, y con la otra, la que sujetaba mis calzoncillos, me hizo un gesto para que me acercara. Yo, en shock, di dos pasos hacia adelante hasta llegar a su lado, y el cerdo empezó a tocar mi pequeña polla y mis huevos muy suavemente.
— ¿Te tocó?
— Sí, si que lo hizo. Entre el miedo y la excitación, yo estaba como hipnotizado. Después pasó la mano de mi churrita a mi culo. Yo me dejaba hacer petrificado. Acarició mis nalgas un rato, hasta que note que un dedo hurgaba entre ellas. Di un salto, y desistió de su búsqueda. Así que cogió mi mano, la colocó debajo de sus huevos y comenzó a masturbarse como un loco, a la vez que volvió a acariciar mi pollita, que ya estaba bien dura.
— ¿De verdad la tenias dura?
— Ya te digo, como una piedra. Una piedra pequeñita, pero una piedra. Yo todavía no estaba desarrollado, y era la primera vez que veía la polla de un adulto, que mas bien era un pollón. Me pareció enorme, con tanto pelo, me resultaba de lo mas rara. yo estaba sobre todo asustado, pero también en un estado de excitación enorme.
— Si, claro. Si te estaban tocando, supongo que es normal.
— Pues, el padre de mi amigo, se puso a masturbarse como un loco. Y el hijo de la gran…, cuando se estaba corriendo, no se le ocurrió otra cosa que correrse sobre mis calzoncillos y limpiarse con ellos.
— ¡Que hijo de puta! ¿En serio se corrió en tus calzoncillos? ¿Y tu que hiciste?
— ¿Yo? Le quite los calzoncillos de las manos y bajé las escaleras corriendo. Fui directo al baño a vestirme, y vi que la puerta estaba abierta y que mi amigo ya no estaba. Luego me enteré que se marchó pensando que me escapé a mi casa. Me puse los calzoncillos llenos de su semen, notando como me pringaba las piernas según los subía, note esa viscosidad en mi culo y mi polla que de un salto se volvió a poner dura, me terminé de vestir, y salí de allí “raudo como el viento”— terminó Gerardo de forma teatral.
— Si, lo que me sorprende es que tu tan pequeño, te excitaras tanto en aquel momento.
— A ver, suegro. Me excitó la situación y me empalme. Mira ahora como estas tu ahora —dijo Gerardo bajando la mirada hacia el paquete de Pepe—. Que menudo bulto te marcas ahora mismo.
— Pues si, vaya mañanita que llevo. Entre la historia de la pareja de gordos, y ésta... Aunque no entiendo muy bien por que me ha excitado también esta. Será que llevo ya casi dos años en dique seco y me altero con demasiada facilidad–intentó excusarse—. Ademas, veo que tu también te has alegrado al recordar tu historia –dijo seguido de una sonora risa, contento por no haber salido tan mal parado de ese comentario.
— Hablando de la pareja de gordos —dijo Gerardo echando mano de su paquete, ante la atenta mirada de Pepe—. Ayer cuando te dije que ella se parecía a tu hija. Me dijiste que sería entonces una buena jaca. ¿Crees que tu hija lo es?
— Hombre…. — dijo Pepe totalmente sorprendido—. Mi hija es mi hija. No voy a decir que sea una buena jaca. Pero si no fuera mi hija…, pues creo que se podría decir que si lo es – Vaya con la preguntita pensó. — Pero deja a mi hija fuera de estas conversaciones.
— Si, ya la dejo, pero si que está muy buena. A ver si hoy no vuelve muy tarde y me ayuda con esto— dijo Gerardo, primero apretando bien su paquete y acariciándolo después con mas suavidad.
Un paquete que marcaba la silueta de una polla, no tan gorda pero si bien dura, de la que Pepe no podía apartar la vista.
— Vete a la mierda. Te he dicho que dejes a mi hija fuera — dijo visiblemente de buen humor.
Estaba claro que Gerardo era todo un provocador y se había propuesto llevar a su suegro lo mas lejos posible. Pero debía de ir despacio y con prudencia, ya que no solo se exponía a que le dieran un par de hostias. Pepe era el padre de su pareja. Arriesgaba muchísimo más. Así que pensó que ya estaba bien el juego por ese día.
— Abuelo —dijo juguetón– Vamos a dejar el café ya por hoy, si no, se me va la mañana y no hago nada. Pero tu antes pasa por el baño, que mañana te veo con las maletas aquí – dijo señalando el paquete del suegro.
— Calla, no me digas eso. Madre, que vergüenza, por Dios – dijo mientras se levanta y se dirigía al baño.
Gerardo, se levantó también, cogió las tazas del café y las dejo en el fregadero, y sabiendo perfectamente lo que hacía y a que se exponía, se fue detrás de su suegro al baño.
— Pepe, si vuelves a discutir con Gertrudis, sabes que esta también es tu casa. Ven cuando quieras. A mi no me molesta que vengas. Todo lo contrario. Y más ahora que estamos cogiendo confianza. —decía mientras entraba y se colocaba a su lado—. Si no sabes lo que hacer o solamente te apetece ver la tele tranquilo sin que te calienten la cabeza. Te vienes aquí.
Mientras, ante la atenta mirada de Gerardo, Pepe, sin pensarlo, se sacó los huevos y la polla, cogió un poco de papel higiénico, echó el glande hacia atrás el y lo limpió concienzudamente. Estaba totalmente empalmado y mojado. Su polla era mas bien chata, corta y muy cabezona y estaba dura como una piedra.
— Joder suegro, como te has puesto —dijo Gerardo sin creer realmente lo que estaba viendo. La polla con la que tantas veces había fantaseado, a la altura de su mano—. Vaya aparato que te gastas.
— Pues tu no te quedas corto tampoco – dijo mirando el paquete que marcaba su yerno—. Aunque me da un poco de cosa que me veas así.
— ¿Me vas a venir ahora con vergüenzas? Pues mira…
Gerardo soltó el lazo del pantalón del chándal, y lo bajo de un tirón junto sus calzoncillos, mostrando en todo su esplendor la polla y los huevos todo rodeado de un vello muy corto. Lo rodeó todo con su mano y lo movió como si de unas maracas se tratara.
— Ea, ya estamos en igualdad de condiciones.
— Con razón mi niña esta tan contenta contigo, menuda tranca te gastas —dijo sin poder apartar los ojos de la entrepierna de su yerno.
— Ya te digo. Y si me permites que te lo diga… Hoy, con lo caliente que voy, se va a llevar su ración— dijo apretándola con fuerza. Se subió los pantalones y continuó. — Lastima que tu te tengas que conformar con trabajos manuales.
— Ojala. Ni para eso tengo un poco de intimidad. Estoy que me subo por las paredes desde hace mucho.
— Joder. Lo siento mucho. Bueno, a ver que se nos ocurre para solucionar eso, viejo —. Y salió del aseo dándole una pequeña palmadita en ese culazo que tanto deseaba.
—¡Oyeee! Esas manos —dijo sin muestras de estar molesto mientras Gerardo se alejaba.
Pepe terminó de adecentarse, y apareció en el pasillo, todavía visiblemente excitado. Se despidieron en el mismo pasillo.
— Y recuerda. Si no tienes ganas de estar en tu casa. Aquí tienes un sitio —dijo finalmente Gerardo mientras cerraba la puerta tras salir Pepe.
Joder con Pepe, quien me iba a decir a mi que al viejo le iba a ir el tema. Ya no tengo tan claro que sean solo imaginaciones mías. Pesó Gerardo mientras volvía de regreso a su escritorio para intentar estudiar. Y con una sonrisa de oreja a oreja, se sentó, volvió a coger el paquete de apuntes que un rato antes no consiguió ni leer y empujó la silla hacia adelante. Este gordo va a caer, aunque sea el padre de Rosa. Si no antes. Lo hará después.
Entre tanto, los pensamientos de Pepe eran algo mas tormentosos. ¿Pero que me esta pasando? ¿Por que me excitan tanto esas historias de maricones? ¿A ver si ahora de viejo va a resultar que soy yo maricón? No, que va. Eso es que estoy muy falto. Y cualquier cosa me pone cachondo. Pero no podía quitar la vista de su paquete en la cocina y de su polla en el baño. No digas tonterías. Tu no eres maricón. Lo que pasa es que llevas mucho sin mojar. Pero… hubiera estado bien que me tocara la polla y que me dejara tocarle la suya. ¡¡Calla!! No digas barbaridades ni locuras. ¿Como le vas a tocar la polla a otro tío? Y mucho menos a la pareja de tu Rosita. Y así, entre afirmaciones y contradicciones llegó a su casa antes de darse cuenta.
— ¡¿Se puede saber donde estas metido toda la santa mañana?! Estaba a punto de llamar a la policía. ¿Tu sabes lo preocupada que me tenias? ¡Te tenia que haber pasado algo de verdad! Lo tranquila que me iba a quedar.