EL SUEGRO - Sin tabaco - 1

Solo es una presentación de los personajes - No contiene Sexo

Gerardo era un hombre de treinta y cinco años, de estatura media y con unos cuantos kilos de mas. De cara redondita y nariz aguileña sobre la que se asentaban unas gafas de pasta azules. Su rostro siempre con una barba poco poblada, que mas bien era una perilla relativamente bien arreglada. Era un hombre gordito, y aunque estaba muy bien repartido y no destacaba ninguna parte de su cuerpo sobre la otra, se sentía muy orgulloso de sus pechos abundantes, cosa que en la infancia le produjo algún que otro complejo.

A Gerardo, le gustaban los hombres desde siempre. Sabia que era bisexual, aunque siempre lo había llevado de forma muy discreta. Le volvían loco los hombres entrados en carnes, no muy altos y con cara de bonachón. Prefería a los hombres maduros, aunque no le hacia ascos a un gordito joven si éste se le ponía a tiro.

En aquella época, Gerardo estaba en el paro. Después de muchos años en un trabajo que se suponía fijo, muy cerca de casa y en el que se encontraba muy a gusto, se quedó en la calle. Así que decidió alquilar su piso e irse a vivir con su pareja.

Sin saber que hacer con su vida laboral, después de unas cuantas entrevistas de trabajo poco fructuosas y para empleos mal pagados y con poco futuro, se planteóopositar. Así que con toda la voluntad del mundo y el apoyo de Rosa, su pareja, a sus treinta y cinco años, seinscribió en una academia y volvióa estudiar.

Nunca en su vida se había centrado tanto en algo. Lo tomó como un trabajo, por lo que le dedicaba mas de ocho horas al día. Sobre todo estudiaba por las mañanas. Se levantaba temprano,se preparaba su café y lo tomaba directamente en el escritorio. Hay que reconocer que ni él mismo se reconocía. Se volviómas constante y responsable. Se lo tomó tan en serio que aprobó esas oposiciones.

En aquel entonces, por las mañanas, se quedaba solo, ya que Rosase iba a la fabrica en la que llevaba la contabildad, y así aprovechaba la tranquilidad de una casa vacía para poder concentrarse y dedicarse en exclusiva a estudiar, y asíteneralgo mas de tiempo por la tarde para ély su pareja.

Una mañana, Rosale comentó que su padre se pasaría a dejar unos dulces que había preparado su madre.

Gerardo estaba repasando el temario, y tan concentrado estaba que, cuando sonó el timbre, se sobresaltó, ya que, en aquel momento, no sabia quien podría ser. Al abrir la puerta ahí estaba Pepe, el padre de Rosa con una bandeja envuelta en papel blanco en la mano.

Pepe era no era un hombre guapo, aunque tampoco era feo. Un señor normal. Un poco mas alto que Gerardo, y aunque en su juventud habría sido un hombre fuerte y recio, a sus 68 años se había convertido en un hombre bastante gordo, con una barriga considerable, un culo enorme y de muslos gordos y fuertes. Tenia el pelo blanco coronado por una pequeña calvicie en la parte de atrás de la cabeza, de rostro campechano y siempre con una sonrisa en la boca.

Su suegro, como lo llamaba, había sido motivo de alguna fantasía en sus momentos íntimos. Aunque, para nada, había pasado por su cabeza pensar que aquello pasaría de alguna paja furtiva pensando en él. Era alguien inaccesible e imposible. –Todos hemos deseado a alguien que no podemos tener– pensaba, y esa idea se desvanecía de su cabeza. Hay que reconocer, queademas de la atracción física que sentía, algo le llamaba mucho la atención yle inspiraba muchísima ternura. Era un hombre tímido y bonachón. No tenia nunca una mala palabra y ningún mal gesto para nadie. Todo lo que decía su mujer (menuda arpía),él lo aceptaba resignado. Era generoso, y siempre estaba dispuesto a ayudar.

– Buenos días, Pepe. –dijo Gerardo– Ya me dijo Rosa que vendrías. ¿Quieres un café?. Y así despejo un poco la mente.

– No te lo voy a negar. Esta mañana he salido temprano de casa y ya necesito algo de combustible –sonrió–. Así, probamos también estos pasteles que ha hecho mi mujer. Aunque si estas ocupado estudiando, mejor lo dejamos. No te quiero molestar.

– Para nada hombre. –contestó espontaneo– Es mas, me vendrá bien despejar un poco la mente. Llega un momento en que se juntan las letras, y ya no sé que leo.

Se dirigieron a la cocina, Gerardo preparó un par de cafés y Pepe, mientras tanto, quitaba el papel a la bandeja de dulces. Se sentaron en la mesa que había pegada a la pared y estuvieron charlando de cosas sin importancia a la vez que hacían acopio de los dulces de la suegra.

Había pasado algo mas de media hora, y aunque ambos estaban muy cómodosen compañía, Gerardo tenia intención de seguir estudiando. Pepe, no dio tiempo a que su anfitrión dijera nada y se levantó de su silla.

– Bueno, creo que va siendo hora de irme a casa y tu tendrás que seguir estudiando, así que mejor te dejo que continúes y no te entretengo mas. No quiero molestarte.

– Si. Tengo que seguir un rato mas, que ya solo quedan dos meses para el examen. Pero no molestas. Todo lo contrario – dijo dándole una palmadita en el brazo.

– Veo que te lo has tomado muy en serio, seguro que al final apruebas – afirmó intentando darle ánimos.

– No lo llevo mal, pero las mañanas se me hacen muy largas encerrado en la habitación, sin mas compañía que el temario y el ordenador. –dijo tras un resoplido deresignación–. Me ha venido muy bien tu compañía para despejarme un poco,y así retomar ahora el trabajo mas centrado y con mas energía. Te podrías pasar todos los días, así se me harían mas llevaderas las mañanas. –bromeó para darle a entender que su visita no había sido una molestia.

– Para mi, será un placer, muchas mañanas no se que hacer para pasar el tiempo.

– La mañana que te aburras, pasa por aquí y nos tomamos un café y reponemos fuerzas los dos.

– Si a ti no te importa…

– Para nada, todo lo contrario. Lo haré encantado.

Así, nos despedimos y Gerardo volvió a encerrarse en su rincón de estudio.