EL SUEGRO — De perdidos al río — 6

De perdidos al río.

Esa mañana de viernes, Gerardo un poco preocupado por Pepe, se sentó a estudiar cómo cada día. Al cabo de una hora, más o menos, se propuso llamarlo para ver cómo se encontraba. Y también con la intención de saber si vendría, o no, esa mañana. Cogió su teléfono, buscó en la agenda “Pepe Suegro” y pulsó el botón de llamar.

— Buenos días Pepe ¿Cómo estás? ya me he enterado de lo que pasó ayer con tu mujer.

— Hola niño. Bien. Estoy dando un paseo de camino a tu casa. Si no te importa me apetece hablar un rato.

— Claro estaba esperando que vinieras o que dijeras algo ya sabes que estoy para lo que te haga falta.

— Vale, en 10 minutos estoy allí.

Pasaron esos 10 minutos y sonó el timbre. Gerardo se levantó, y abrió la puerta, esta vez, sin mirar a través de la mirilla.

— Anda, pasa al salón y esperame en el sofá mientras preparo el café. O, ¿quieres otra cosa? ¿Una tila? — dijo irónico mientras le daba un pequeño golpe en el hombro.

— Un café esta bien —dijo mientras se perdía en dirección al salón.

Pasaron un 5 minutos, uno en la cocina preparando el café, y el otro, sentado en el sofá, sin decir una palabra, inmerso en sus pensamientos.

— Bueno, suegro — dijo Gerardo llevando todo en una bandeja—. No le des vueltas, ya sabemos como va esto. En unos días se le habrá pasado el ataque de cuernos.

— No, si Gertrudis no me preocupa. A eso estoy ya acostumbrado. Una historia mas a la colección.

— ¿Entonces?

— Lo que me preocupa es el estado de excitación y confusión que llevo últimamente. Y está la cosa como para esconderme a masturbarme. Y ya, pedirle sexo, ni se me pasa por la cabeza.

— Eso es muy fácil de solucionar.

— ¿Si? Que fácil lo ves tu. Pero el que esta con un dolor de pelotas que no puede con él, soy yo.

— A ver. Si eso es lo que te preocupa. Te propongo una cosa, yo te dejo aquí solo, te dejo puesta una película porno, si la necesitas, y tu te desahogas tranquilamente. Yo, mientras sigo estudiando en la otra habitación y te dejo tu intimidad.

— ¿Estas de broma? ¿Como me voy a hacer una paja en tu casa? ¿en la casa de mi hija? ¿mientras tu estas en otra habitación? Eso no esta bien

— Eso no estaría bien, si lo hicieras a escondidas, pero aquí somos dos “amigos”— remarcó — que están buscando una solución para uno de ellos. No es tan descabellado.

— No lo se. No se si podría hacerlo, sabiendo que tu estas ahí. Es tu casa.

— Bueno, vamos a ver. ¿Y si hacemos como cuando eramos niños y nos hacíamos unas pajillas juntos?

— Que cosas tienes.

Gerardo se levantó, casi de un salto.Sin dejarlo terminar su frase, salió del salón y a los pocos segundos apareció con el portátil en la mano y lo conectó al televisor. De perdidos al rio. Que sea lo que Dios quiera, esta mañana me la juego, si, o si. Era lo que pensaba mientras conectaba el cable. Se sentó y se puso a buscar algo en el explorador.

— Se puede saber ¿que estas haciendo? — dijo Pepe sin saber muy bien que era lo que estaba pasando.

— Voy a poner una peli guarra. Y nos vamos a hacer un pajote. ¿Que tipo de pelis te gustan?

— ¿Que tipo de pelis? ¿A que te refieres? — dijo Pepe un poco descolocado por la iniciativa de Gerardo — Estas loco. ¿De verdad te vas a hacer una paja delante de mi?

— No. Nos vamos a hacernos una paja. El uno delante del otro — dijo mientras le daba al play a la primera película que le apareció en el buscador.— El otro día ya nos vimos lo que nos podíamos ver. Así que ya no hay vergüenza.

Gerardo se sentó en el sofá al lado de Pepe, Se abrió de piernas y sin bajarse los pantalones, empezó a acariciarse la entrepierna.

— ¿No eras tu quien me dijo que la juventud te daba mucha envidia? —dijo Gerardo intentando embaucar a su suegro—. Que la juventud de ahora tenemos menos prejuicios. Pues quitate los tuyos. Es solo una paja. Pero si quieres, lo dejamos.Eres tu el que la necesita. Yo hoy, ya voy bien servido.

Pepe se quedo unos segundos callado, observando a Gerardo que estaba desconocido. No conocía esa faceta suyamas lanzada, convincente y un poco autoritaria. Tal vez al sentirse presionado, o por esa confianza, casi autoritaria, que mostraba Gerardo, dijo—¿Sabes lo que te digo? Que tienes razón. Es solo una paja, y si tu te también haces otra, no me sentiré tan culpable de hacerlo en tu casa—. Dicho esto, se echó para atrás, y se puso cómodo. Abrió las piernas y comenzó a sobarse el paquete mientras dirigía su mirada a la televisión.

Ambos se centraron en la película porno que era de lo mas normal. Una rubia delgada, no muy guapa, con exceso de maquillaje y las uñas demasiado largas, primero le comía el rabo a un musculitos, para después terminar ensartandola sin mas miramientos.

— ¿Esto es lo que se lleva ahora? En mis tiempos las películas no eran tan explicitas y tenían un mínimo de argumento. Que buenas eran las de Pajeres y Esteso—. Dijo riendo.

— Si, la verdad es que ahora es todo demasiado explicito y con falta de morbo.

— Por cierto, hablando de morbo. Que tus historias si que dan bastante mas morbo que esta película. ¿Volviste a ver a la gorda de la pareja?, por que a él ya me has dicho que lo viste mas de una vez. O ¿Volviste a repetir con el padre de tu amigo?

— Esas cosas si que te dan morbo, ¿eh? Viejo verde — dijo Gerardo mientras se pasaba la mano por el paquete—. Si me prometes que todo lo que te diga, se quedará entre nosotros, te contare todo lo que paso con ambos.

— ¿Dudas de mi?

— No, lo que pasa es que son cosas muy intimas. Y no aptas para que un yerno se las cuente a su suegro. Como comprenderás.

— Bueno, tienes mi palabra de que todo lo que me cuentes, quedara entre nosotros, y no cambiará mi opinión de ti.

— Si es así preguntame lo que quieras saber, que te lo contaré todo, con pelos y señales

— Eso si que me gusta —dijo Pepe echándose mano al bulto de su pantalón, que esta vez si estaba despertando.— La gorda. Cuéntame como te follaste a la gorda, la que se parece a mi…. — dijo sin atreverse a terminar la frase.

— ¿La que se parece a tu hija?

— No, no quise decir eso.

— Tranquilo. Tu hija esta buenísima, y el que no lo vea es que esta ciego. Esta mañana antes de irse a trabajar, me ha echo una mamada de escándalo, y se ha tragado todo esto – dijo mientras se metía la mano en el pantalón y sacaba la polla que ya estaba morcillona.

— Joder, el tiempo que hace que no me la comen a mi. Y, ¿la come bien?.

— ¿Tu hija o la gorda de hace años? — dijo riéndose sabiendo que había pillado a Pepe.

— Ya que estamos en confianza… Mi hija— dijo sin pensárselo mucho.

— La come de lujo, pero nadie me ha comido la polla como el gordo de la pareja. Los tíos siempre me la han comido mejor que las tías.

— ¿Si? ¿El del culo gordo? Eso suelen decir, pero yo creo que es para camelarse a los que no son como ellos.

— Pues es cierto. Las mejores mamadas que he recibido, me las ha hecho un hombre. Y si quieres toda la verdad, el mejor culo que me he follado, también fue el de aquel gordo. El del culo enorme. Muy parecido al tuyo. Creo

— Pero me dijiste que no te lo follaste. Osea, que al final si que lo hiciste – dijo mientras metía la mano bajo su pantalón para tocarse.

Gerardo, al ver que Pepe se estaba animando, se puso de pie, se bajo y se quitó los pantalones y los calzoncillos. — ¿Que querías que te dijera?. Ahora somos amigos. Ya me puedo quitar los pantalones delante de ti. El otro día eras mi suegro. No te podía decir que me he follado a otro hombre, así por las buenas. Ahora, además, veo que todo esto te calienta. Si quieres quitate también los pantalones y nos hacemos la paja cómodos, como dos adolescentes pajilleros – dijo riendo y sabiendo que todo iba por el camino que él quería.

— E..e..está bien – dijo Pepe, visiblemente nervioso, mientras se ponía de pie y se bajaba los pantalones dejándose los calzoncillos puestos.

— Tranquilo suegro, que solo es una paja y si lo hacemos, lo hacemos bien. Quitate también los calzoncillos, que no te moleste nada – dijo Gerardo mientras se despojaba también de la parte de arriba de su ropa y quedándose totalmente desnudo.

— Vale. Co..co..como dos pajilleros adolescentes y desnudos. — dijo riendo cada vez mas nervioso y turbado por la situación.

Pepe se giró para dejar la ropa bien estirada a un lado del sofá mostrando su opulento culo a su yerno. Gerardo con los ojos como platos no pudo soportar la tentación, y estiró su brazo para tocarlo. Pero dio marcha atrás al ver como su suegro se giraba de nuevo

— ¿Que haces? — dijo Pepe al sorprenderlo

— Es que me ha recordado mucho al culo de aquel gordo, y me he visto tentado a tocártelo.

— ¿Tanto se parece?

— Si, son iguales, ¿me dejas que te lo toque un poco?

— ¿En serio? ¿Quieres tocarme el culo?

— Bueno, me gustaría. Si. Pero no lo iba a hacer sin tu permiso. Es solo para recordar y saber si tiene el mismo tacto que aquel otro – dijo Gerardo sabiendo que estaba quemando un cartucho del que no había marcha atrás.

Pepe se quedo pensativo un rato, y para sorpresa de Gerardo dijo una frase que lo dejó perplejo

— Bueno, ya que hemos llegado hasta aquí y estamos como estamos – dijo señalando las dos erecciones que había en la habitación—. Te dejo que me lo toques, pero con una condición. Yo nunca pensé que le diría esto a otro hombre, pero últimamente voy muy salido y estoy que todo me vale. Ademas, llevo unos días muy confundido con todo esto. Así, que vamos a aclarar las dudas. Te dejo que me toques el culo, si tu me dejas que yo te toque el tuyo. “Quid pro quo”. Como decían en la película que vi anoche.

— Vale, me parece perfecto. Ahora date la vuelta y dejame que te lo toque un poco.

Pepe no sabia de donde le habían salido esas palabras, ni la fuerza para decirlas. Ya no había forma de retractarse. Ni él mismo era consciente de que lo deseaba. Pero ya estaba dicho. Así que no había mas remedio que ver como terminaba esto. También sabia que no pasaría nada que él no quisiera. Era su yerno, y aunque confiaba en él, estaba entrando en un terreno peligroso. Gerardo tenia tanto, o más, que perder que él. Así que se dio la vuelta, se agachó y se apoyo en el sofá mostrando sus dos enormes nalgas y sus robustos muslos.

Gerardo, con los ojos como platos, sin creer todavía si todo lo que estaba sucediendo era verdad o fruto de su imaginación, se acercó y acarició muy suavemente las descomunales nalgas de su suegro. Fue cogiendo confianza y las estrujo un poco mas fuerte. Las apretaba y sobaba. sin muestra alguna de rechazo por parte de Pepe, pero tampoco de lo contrario. Viendo que aunque Pepe no se mostraba muy comunicativo en ese instante, tampoco era reacio, decidió darle unos pequeños azotes.

El primero hizo que esa enorme nalga se moviera de una forma hipnótica. El Segundo, algo mas fuerte, causó el mismo efecto. Así el tercero, el cuarto y unos cuantos mas, hasta que su culo, blanco como la nieve, se iba tornando de un rosa cada vez mas intenso. Y esta vez si, se oyó un ligero gemido.

— Umm. Ufff. Nunca me habían echo eso. Pica un poco, pero a la vez es placentero. No me disgusta. ¿Quien me lo iba a decir?

Le vas a coger el gusto a esto. Te lo digo yo, pensó Gerardo— ¿Quieres verme tu ahora el mio? ¿O lo dejamos aquí? — dijo sabiendo perfectamente que esto no acabaría tan pronto.

— Anda, date la vuelta y dejame ver tu culete, que quiero verlo, y también tocarlo.

— Veo que vas lanzadísimo ¿Mi suegro esta irreconocible?

— Calla, que si me hablas mucho, lo mismo me arrepiento.

No te vayas a arrepentir ahora que he soñado esto mil veces. Pensó Gerardo mientras se giraba.

Se puso a cuatro patas en el sofá revelando su generoso culo a su suegro. Era un culo gordito, aunque no tan abundante como el de su suegro, y al igual que el otro, sin un solo pelo. La imagen la completaban dos grandes pelotas colgando, ya que Gerardo dejó las piernas un poco abiertas, con la intención de mostrarlas.

Pepe no sabia que hacia, se sentía confundido pero también deseaba experimentar esto. Casi desde siempre. Pero sobre todo desde que su yerno le contaba esas historias, y ahora era su oportunidad.

Pepe comenzó a acariciar las nalgas, haciendo círculos con una mano en cada nalga. En ese momento, Gerardo, sin decir nada, abrió las nalgas mostrando así su ojete, y aunque no tenia vello en el culo, en la raja si que había una fila de pelo como si fuera una formación de hormigas.

Pepe, pasó un dedo por el agujero sin hacer mucha presión y fue bajando por el perineo hasta acariciar con el dedo los testículos de su yerno. Éste gimió suavemente, lo que le dio a su suegro total libertad para acariciar ya con la mano completa los huevos. Rodeó totalmente estos y se encontró con una polla totalmente erecta, lo que hizo que rápidamente la apartara.

  • ¿Que pasa? ¿Es que te da miedo?

  • No, no se…

  • A ver, dejame que te toque otra vez el culo – dijo Gerardo con intención de avanzar poco a poco

Pepe se giró y se volvió a poner con el culo en pompa, mientras Gerardo se incorporaba y empezó a acariciarlo suavemente. Esta vez, acercó tambien un dedo al ojete, y cuando notó el suspiro de su suegro pensó “Esta es la mía”. Así que ni corto de perezoso, abrio los cachetes y pasó la lengua suavemente por el ano.

  • ¿Pero que me estas haciendo? ¿Me estas lamiendo ahí?

  • ¿Te gusta? Pues callate y disfruta - dijo a la vez que ahora se amorró fuertemente a ese culo que tanto deseaba.

  • Uffff, paraaaa. No, no pares… Joder, que delicia.

Gerardo bajó con la lengua pasando por el perineo y llegando hasta sus pelotas.

  • No pares. No pares. Que ganas tenia…

Gerardo se separó y se echó para atrás.

  • ¿Por que paras?

  • Date la vuelta y siéntate en el sofá - ordenó Gerardo.

  • ¿Me vas a hacer una paja? -suplicó Pepe- Si, por favor, estoy que me corro.

  • Haz lo que te digo y callate. Solo hazme caso y dejate llevar.

Pepe obedeció. Se sentó en el sofá y se despatarró.

Gerardo se puso de rodillas y comenzó a acariciar los muslos. Unos muslos gordos, grandes, enormes, fuertes, aunque algo mas fofos en el interior cerca de las ingles. Siguió el recorrido hasta que llegó acariciando sus pelotas, y terminó agarrando la polla con la mano. Le dio un par de meneos y comprobó que era tal el estado de excitación del abuelete, que no le quedaba mucho para terminar con la sesión. Así que sin pensarlo mucho, se metió de un golpe la polla en la boca, le dio un par de chupadas mientras le acariciaba los cojones y como era de esperar, todo estalló precipitadamente.

  • Joooodeeerrrr. - dijo Pepe – Me corrooooo.

Gerardo apretó los labios para que no se perdiera ni una gota y se tragó todos aquellos fuegos artificiales sin dudarlo. Ha sido rápido y prefiero correrme yo en su boca y en ese pedazo de culo que tiene, pero un paso detrás de otro. Pensó, mientras se levantaba.

  • ¿Que tal suegro? ¿Como te has quedado?

  • Esto no me lo esperaba yo. ¿Que has hecho con la leche?

Gerardo abrió la boca, en señal de que no quedaba ni una gota.

  • ¿En serio?

  • Toda

  • ¿Puedo ir al baño? - dijo Pepe ya con sus pantalones y sus calzoncillos en la mano y saliendo como un rayo del salón.

Ya en el baño, Pepe no podía dejar de darle vueltas a su cabeza con lo que acababa de pasar. Joder, al final resulta que voy a ser maricón. Me he corrido enseguida. Estaba muy cachondo.

No. No puede ser. Yo no soy maricón. Esto ha sido por que llevaba mucho tiempo sin correrme. Como voy a ser maricón si estoy casado.

Pero he disfrutado como un enano. Y me hubiera gustado sentir su polla en mi mano.

No digas eso, como vas a querer cogerle la polla a tu yerno. Me ha comido la polla y se ha tragado toda mi leche. ¡Sera guarro!.

Pero que placer. Mi mujer nunca me ha dado tanto placer.

Joder. Que lio. Me voy. Me voy de aque ya mismo.

Salió del cuarto de baño, y en el pasillo estaba Gerardo, ya vestido.

  • Gerardo, tengo que irme. No se que me ha pasado.

  • Tranquilo Pepe, que aquí no ha pasado nada.

  • ¿Como que no ha pasado nada? Me has comido la polla y te has tragado mi semen.

  • No ha pasado nada que ninguno de los dos quisiéramos que pasara.

  • ¡Tengo que irme!. ¡No puedo quedarme aquí!.

  • Vale, como quieras. Pero no te rayes tanto, que esto no ha sido nada.

  • Joder. Dice que no ha sido nada.

  • Pepe, entiendo que estés confuso. Pero no le des mas vueltas. No volverá a pasar y punto. Y ni se te ocurra decirle nada de esto a nadie.

  • ¿A quien se lo voy a decir?. Esto no puede saberlo nadie. Jamas. Y desde luego, no volverá a pasar.

  • Bueno, quedate tranquilo.

  • Me voy. Me voy. Me voy a mi casa.

  • Como quieras. Luego nos vemos a la hora de comer. Que tu hija ha organizado con Gertrudis que comamos allí.

  • ¿Queee? Es verdad, y ¿con que cara me siento yo en la misma mesa que tu, mi hija y mi mujer?

  • Esto no puede ir a peor.

  • Pepe, tu actuá con normalidad y no pasará nada.

  • Ya veremos que pasa. Bueno. Yo me voy. Dijo abriendo la puerta y desapareciendo en un santiamén.