EL SUEGRO — Cavilando — 5

Ahora parece que si. Ahora que no. Pensar demasiado tal vez no sea tan buena idea. Mejor dejarse llevar.

Esa nueva mañana, sentado en su escritorio, delante de los apuntes y del ordenador y con la taza en la mano, esperaba que Pepe volviera a por su café y a por mas historias. Aunque tenía una idea en mente. Hoy quería echarle algo de leña al fuego. Caldear un poco más el ambiente. Le estaba cogiendo el gusto a jugar con su suegro y ver como éste se calentaba, a la vez que lo confundía. Se sentía perverso, pero le gustaba esa sensación de tener el control. Disfrutaba llevando las riendas de lo que pasaba y despertando el deseo de Pepe y, sobre todo, su confusión. Era consciente de que, aunque no había dicho nada que lo delatara, se sentía atraído por la situación y la vez aturdido. Que quería seguir explorando esas sensaciones. Pero a su vez, se sentía atormentado y angustiado. Y aún así, Gerardo sabía perfectamente que vendría a por más. Antes o después, caería en sus redes y sería él quien le fuera pidiendo cada vez más, aunque no de forma consciente.

La mañana se presentó con mas de la misma rutina. Además, con la sensación de que la historia con su suegro iba viento en popa, comenzó a estudiar con muy buena sensación y con una amplia sonrisa en su boca. Se sentía muy bien.

Esa mañana pasó y Pepe no dio señales de vida. Gerardo se llevó una gran decepción y empezó a pensar que tal vez las cosas no eran como las estaba viendo. Seguramente, Pepe no tenia intención de seguir con ese juego. Espero que no se vaya de la lengua y que todo lo que le he dicho se quede entre él y yo. Pensaba mientras iba avanzando la mañana y esa buena sensación con la que empezó a estudiar se iba convirtiendo en angustia. Joder, a ver si ahora la relación con él y con la familia de Rosa se va a ir a la mierda por ser un capullo calentorro y querer jugar con fuego.

Así, llegó la hora de comer y Rosa apareció con unas bolsas de comida que había comprado en la casa de comidas para llevar que había frente a casa. Se sentaron a la mesa, y mientras comían, sonó el teléfono de Rosa. Ésta lo descolgó y aunque muy flojo, Gerardo oyó como una voz femenina gritaba muy alterada al otro lado de la linea.

— Es mi madre — susurró Rosa mientras se levantaba – … ¿Que papá que? ¿En serio? A ver mamá, tranquilizate ...– dijo mientras salía de la cocina.

— … Eso es imposible. No digas tonterías— dijo mientras se perdía en su cuarto y cerraba la puerta.

¿Que habrá pasado? ¿Por que está hoy la loca de ese humor? Pensaba Gerardo. ¿Que habrá pasado con Pepe?

Gerardo siguió comiendo esperando que Rosa volviera de la habitación. Pasaron como 10 minutos y mientras Gerardo pelaba una naranja, apareció Rosa con cara compungida. Pero antes de sentarse en la mesa, no pudo contenerse y explotó con una carcajada que dejó todavia más perplejo a Gerardo, si cabe, de lo que ya estaba

— ¿Se puede saber que narices pasa?

— Nada nuevo, mi madre que es una neurótica y mi padre, el pobre, que no se ni como, ni porqué la aguanta.

— ¿Que es lo que ha pasado ahora?

— Pues esta mañana mi madre se ha encaprichado en ir al Ikea, para ver y comprar algunos muebles para la casa de la playa. Que por cierto, se los llevan el sábado por la tarde. Tenían idea de ir este fin de semana a la playa.

— Pero…, tu madre estaba muy alterada.

— Ya te digo. La cosa es que han comprado un cesto para la ropa sucia y cuando llegado a casa, al vaciar el cesto viejo en el nuevo, Mi madre se ha encontrado unos calzoncillos de mi madre manchados y no de pipi. Dice que estaban muy escondidos, que eso no era normal y que no es la primera vez que pasa. Que mi padre tiene una amante por ahí, Que seguramente es Mercedes. La de la farmacia de la esquina.

— ¿Tu padre una amante? Si no se puede ser mas bueno que él. Tu madre esta como una cabra.

— No es la primera vez que pasa. Mi madre siempre tiene alguna historia y mi padre siempre agachando la cabeza. A ver si fuera verdad que tiene una amante y le da un susto. Que falta le hace que le paren los pies – dijo Rosa mientras alargaba la mano para coger otra naranja. — Le he dicho que mañana, como es viernes y yo salgo de trabajar antes, iremos a comer con ellos. No he contado contigo, pero mejor que te vengas. A ver si, contigo delante, mi madre se corta un poco.

— Joder Rosa, en menudos fregados me metes. Sabes que yo con las historias de tu madre, prefiero quedarme fuera. Que ya me tiene bastante inquina. Aquí viviendo a la sopa boba a tu costa. Sin pegar palo al agua.

— Eso ya lo hemos hablado. No le des vueltas a eso ahora. Pues como vives a mi costa y a la sopa boba, mañana te vienes y punto – dijo volviendo a reír fuertemente – Anda que menudo panorama. Que dice mi madre que se separa. Que cuando estén los muebles de la casa de la playa montados, se va a vivir allí y deja a mi padre solo.

No caerá esa breva, pensó Gerardo con una sonrisa perversa.

Terminaron de comer y fueron un rato al sofá a descansar. Mas tarde, Gerardo se volvió a su lugar de trabajo y se sentó.

Ahora entiendo por que no ha aparecido esta mañana. Tenia viaje a Ikea con espectáculo incluido. Pobre hombre. Pero lo mejor de todo eso es que Pepe tenia una excusa para no haber aparecido. Todo sigue como antes. Siempre me pongo en lo peor. ¿Ves como todo esta bien? Por lo menos en los que respecta a todo esto. Se decía a si mismo. Mañana llamaré a ver como se encuentra.