El striper (2)

Segunda parte de la crisis de Rubén.

–No se, depende de lo que ustedes quieran –contestó Rubén que no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo. En realidad sí, sabía que se estaba prostituyendo, pero eso a él no le sacaba el sueño. Desde su adolescencia, una de sus fantasías más consecuente era que las mujeres lo mantuvieran y casi sin proponérselo, lo estaba logrando– Mejor arreglamos después.

–No divino, las cuentas claras conservan la amistad, si no sabés te podemos ayudar, ¿te van bien 300 pesos por la dos?

–Si –balbuceó Rubén que no salía de su asombro. Si le contaba esto a los muchachos de la barra que se cojió a dos minas que encima le pagaron, seguro que no le creían y decían que era un invento de él.

–¿Tenés departamento?

–Si, pero hoy no podemos ir porque lo está usando mi coinquilino –inventó Rubén para no decir que vivía en un cuartito de la casa de sus padres.

–Bueno a los nuestros no podemos ir porque estan nuestros maridos, así que vamos a un hotel. –dijo la que hasta ese momento había hablado.

Fueron a uno de esos hoteles en los que está permitido todo, parejas, trios, parejas gay, hasta orgías. En el camino Rubén se entero que la lider se llamaba Carmen y la otra Azucena, andaban por los cuarenta y normalmente, cuando podían se hacían una escapadita para matizar la rutina hogareña.

Por lo general iban a un espectáculo de stripers, porque las recalentaba toda la ceremonia, y elegían la verga que más le gustaba. Si lo podían enganchar al bailarín, barbaro, sino se reventaban al primer macho que encontraban en la calle. Así de expeditivas eran las chicas.

Recién cuando llegaron a la habitación Ruben las pudo ver más tranquilo y bien. La verdad que estaban refuertes. Carmen no era muy linda de cara pero tenía un buen par de tetas y un culo extraordinario. Azucena era mas armónica, no tenía un físico expectacular como el de su amiga, pero igual estaba fuertisima, y tenía una cara realmente hermosa. Era mucho más delicada que Carmen que tenía actitudes más vulgares.

—¿Cuanto tenés de largo? —le preguntó de sopetón a Rubén que no terminaba de salir de un asombro y ya entraba en otro.

—No se nunca me la medí, alrrededor de veinte centimetros, no se.

—Bueno te la vamos a tener que medir, porque con Azucena hicimos una apuesta y la que gana se la come primero.

—Esta bien, hagan lo que quieran —dijo Rubén conciente que su rol allí era el de servidor sexual en mano de dos matronas.

—¿Te molesta que tortiemos un poco? Te pregunto porque a muchos hombres no les gusta ver a dos minas garchandosé.

—No al contrario, dense nomás que a mí me encanta mirarlas.

Comenzaron a besarse y a sacarse la ropa hasta quedar desnudas.

Rubén comprobó que Carmen era una yegua total. Todo lo que insinuaba la ropa, estaba y había un poquito más. La desnudez acentuaba la belleza de Azucena.

Mientras que Carmen te incitaba a cogertela salvajemente, Azucena despertaba una ternura que te inclinaba a los besos y las caricias para luego penetrarla con suavidad y parsimonia, pensó Rubén. Seguramente iba a ser una gran noche, había para todos los gustos.

Se empezaron a mamar las conchas y estaban tan concentradas que aparentemente se habían olvidado de Rubén. Llegaron casi juntas al orgasmo y se notaba que esos encuentros eran habituales en ellas.

Rubén estaba sentado y desnudo mirandolas absorto mientras se pajeaba suavemente. La pija ya había logrado todo su explendor, parada y dura como un hierro.

Luego de acabar, Carmen se dió cuenta y separandosé suavemente fue hasta su bolsón y sacó de el un arnés con una prótesis peniana considerable y un centimetro de tela de esos que usan las costureras.

—Vení Azucena, se la vamos a medir.

Se acercó a Rubén y cuando llegó Azucena extendió el centímetro a lo largo de la pija.

—¡25 centímetros, la concha de la lora, ganaste vos!

—Te dije que eras una exagerada —dijo Azucena

—¿Cuanto dijiste vos? —le preguntó Rubén a Carmen

—28, estaba segura que tenías 28, no importa soy buena perdedora igual me la voy a comer toda, aunque sea un poco más tarde. ¿A ver cuanto tenés de grosor? —dijo enroscando la cinta alrrededor de la pija— ¡¡¡¡19!!!!! ¡¡Papito que troncazo!!! –exclamó.

Ambas comenzaron a mamarsela, un ratito cada una o ambas a la vez recorriendoselá desde la base a la punta.

Rubén estaba en el paraíso. Era la primera vez que tenía dos minas juntas y que prometían ser unas putonas de primera.

Cuando se la dejaron lustrosa Azucena se preparó para montarlo ahí mismo, en la silla donde estaba sentado. Con mucho cuidado se fue acomodando para que la pija le entrara lo más suavemente posible porque era conciente del trozo que se estaba tragando.

Con habilidad se la calzó casi toda. Rubén sintió como la cabeza chocaba con el fondo de la vagina. Ella acompasada y lentamente fue subiendo y bajando mientras que refregaba sus tetas en la cara de Rubén a quien no le alcanzaba la lengua para lamerlas. Enseguida tuvo un orgasmo durante el que acentuó levemente el ritmo de su cabalgata.

Se saco la pija y fue hasta la cama donde se puso de rodillas para que Rubén la ensartara de atrás. El también imprimia un suave ritmo a sus metidas y sacadas. Le miraba el orto redondo y tentador y pensaba que no se lo iba a poder hacer porque aparentemente no iba a aguantar la pija como la tenía.

Se conformó con meterle un dedo con el que jugó largamente hasta que sintió que podía meterle otro.

Mientras tanto Carmen se había acomodado para que Azucena le chupara la concha. Tuvo un orgasmo producido por la hábil lengua de su amiga y ésta casi inmediatamente tuvo otro como consecuencia del placer que le causaba la inmensa verga de Rubén. Cambiaron de posición y Azucena se acomodó sobre Rubén acostado que la dejaba hacer por temor a lastimarla. Ya se desquitaría con Carmen que en apariencia tenía una concha más grande y por cierto no era tan delicada.

Rubén vió que Carmen se calzaba el arnés y se preparaba para coger a Azucena por el orto. Se lo chupó un poco y después la ensartó coordinando sabiamente los movimientos con los de Rubén. Azucena tuvo dos orgasmos casi juntos por la acción de ambos trozos.

–Cambiemos de posición –dijo Carmen– ya te lo dejé preparadito al ortito de Azucena.

Rubén se acomodó atrás de Azucena y cuando esta se ensartó el arnés de Carmen en la concha, apuntó su pija al pequeño orificio a pesar de estar dilatado.

Apoyo la punta de la cabeza en el centro y presionó suavemente, ante su sorpresa Azucena dilató más el ojete y enseguida notó que ese voraz agujero se había tragado todo el glande. Siguió presionando y logró meterle casi la mitad de la pija. Comenzó a sacarla y meterla pero era tanta la presión que el aro de carne ejercía en su ferviente miembro que sintió muy cercana la explosión de sémen. Anunció que estaba por acabar

–Llename el culo –imploró Azucena en medio de un orgasmo silencioso y profundo.

Rubén cumplió los deseos y desparramó su inmensa carga dentro del ojete de Azucena. Cuando retiró la pija luego de un rato, dandolé tiempo a ella para que acabara totalmente mediante los embates de Carmen y su arnés, la guasca de él fluyó a borbotones. Carmen comenzó a chuparle el culo, tragandosé la leche, y no descansó hasta dejarseló completamente limpió.

Los tres cayeron exhautos. Descansaron unos minutos y al cabo de ellos Carmen empezó a preparar la pija de Rubén, acariciandolá suavemente. La pija salió de la modorra antes que él.

Carmen se la mamaba furibundamente, mientras Azucena de rodillas acomodaba su concha a la altura de la boca de Rubén para que este jugueteara con su lengua en ella.

La concha de Azucena era de una dulzura que apasionó a Rubén e hizo abstración de la terrible mamada que le estaba haciendo Carmen quien en su desaforada calentura hacía que la poronga de Rubén chocara continuamente con su garganta mientras que con su mano derecha refregaba intensamente su clítoris y metía sus dedos lo más profundamente que podía en su vagina.

Ambas tuvieron un orgasmo casi sincronizado, e inmediatamente de acabar el suyo Carmen se montó sobre la pija de Rubén que desapareció inmediatamente dentro de hueco vaginal sin sentir para nada el tremendo tamaño del aparato en la plenitud de su calentura.

Azucena se retiró y fue a calzarse el arnés para retribuirle la cogida a su amiga. En poco tiempo Carmen tuvo dos orgasmos frenéticos que casi provocan una repentina acabada en Ruben. Trabajosamente remontó la cuesta a partir de el efecto tranquilizador que surtió en Carmen el sentir su ojete lleno con la prótesis que metía y sacaba acompasadamente Azucena.

Las tetas inmensas de Carmen hacían perder la cabeza de Rubén entre ellas dándole cachetadas en ambas mejillas producto del balanceo que les imprimía el movimiento continuo de Carmen en pos de no perder ninguna de las sensaciones que le producían los invasores de sus dos agujeros, la concha y el culo.

Cuando Rubén apoyo con cuidado la pija en el agujero del culo de Carmen la vió desaparecer por completo en un instante. Sintió que ese orto estaba hecho a la medida de su pija y esta se sintió en su casa entrando y saliendo placentera y continuadamente.

Los huevos de Rubén chocaban con las piernas de Carmen cada vez que el empujaba hacia adelante.

En un momento le pidió desesperadamente que se lo llene de leche, y como con Azucena el obedeció gustosamente. Creyó que en esa acabada dejaba la vida. Sintió el orgasmo y cuando su pija expulsó la última gota y volvió a sentir la sensación de un nuevo orgasmo sin interrupción. Tuvo una doble eyaculación que se tradujo en una catarata de semen chorreando por las piernas torneadas de Carmen.

Esta vez se encargó Azucena de limpiar a su amiga, aunque era tal la cantidad de leche que no pudo tragarsela toda y grandes cantidades fueron a parar a la cama. Igualmente al ojete se lo dejo resplandeciente.

Cuando miraron el reloj tomaron conciencia de que ya era hora de volver a sus casas y a contragusto decidieron parar ahí, ya que si por ellas fuera se quedaban garchando toda la noche.

Lo dejaron a Rubén en la esquina de su casa y salieron a toda velocidad, manejaba Carmen por supuesto. Cuando Rubén tomó conciencia se dió cuenta que no sabía como conectarse con ellas. Pero pensó que si querían repetir ellas sabían donde encontrarlo.

Metío la mano en el bolsillo para sacar la llave y se encontró con los 400 pesos que se había ganado en unas horas, casi dos meses de trabajo en el gimnasio, aguantando gordas y gordos que se quejaban porque no se entendían con la balanza.

Sonrió y se fue a dormir, totalmente agotado porque mañana era sábado, había función y el necesitaba recuperar sus fuerzas.

Continuará