El sonido del mar (XVI)
Inmediatamente se le dibujó una sonrisa en sus rostro, sonrisa que también llegó a aquellos ojos azules mar, los cuales brillaban con aquellos que algunas personas cursis llamar el brillo del amor
Jose: ¡juralo! Yo también estudio psicología, pero voy recién en primero j aja ja, estoy en una de las mejores universidades del país.
Elisa: Pues que yo me voy a una de las mejores.
Jose: En una de esas estaremos en la misma.
Elisa: ojalá, mira me agradaría tener algún conocido en este país.
Josefa y Elisa charlaron durante todo el viaje, ambas se contaron un poco de sus vidas y aprendieron más de la una y la otra. Descubrieron que ambas estarían en la misma universidad, lo que provocó que Elisa se sintiera dichosa, ya que conocía a alguien de dicha universidad con la que sin duda compartiría algún ramo.
Jose: Oye Eli, si querís te quedai conmigo unos días, mi casa es grande y obvio que mis papás no ponen atados.
Elisa: ¿Me estás diciendo esto de verdad tía?
Jose: Obvio po gansa.
Elisa: Muchas gracias pero no, me da pena ir a tu casa si recién nos venimos conociendo.
Jose: No acepto un no por respuesta, apenas lleguemos conocerás a mi mamá y te apuesto que te invitará a la casa – le sonríe.
Elisa: Pues bien, de ser así acepto – le sonrió mostrándole el hoyuelo que se le marcaba en la mejilla derecha.
Ignacia.
Como era de esperar tenía miles de mensajes de mi mamá, papá, la pendex, y mis amigas en general, pero no los respondí porque no me apetecía hacerlo.
Conduje hasta mi casa, al entrar estaban mis padres y hermanos, compartí con ellos y me dirigí a la cabaña, estar tanto rato en el agua me había agotado ya que había perdido el training. Al llegar a lo único que atiné fue a llamar a la Javi para organizar mi cumpleaños, el cual sería en dos semanas más.
Ignacia: Aló amiguita! Ven a mi casa, te estaré esperando.
Javi: Sí, yo también estoy bien.
Ignacia: Que llorona jaja. Ven. – le cuelga.
A la media hora Javiera se encuentra en la puerta de Ignacia.
Ignacia siempre ha celebrado a lo grande sus cumpleaños, y esta vez no sería la excepción. Quería hacer una fiesta inolvidable, quería que su cumpleaños fuera el acontecimiento del año, tal como siempre lo hacía.
Javiera: y tú desaparecida! Pensé que habías muerto – ríe, pero al ver el rostro de Ignacia prefiere parar con sus bromas.
Ignacia: Mm, aún me falta para morir – hace una mueca con un intento de sonrisa.
Javi: Sé que no soy la más inteligente pero ¿te ha pasado algo? – le pregunta preocupada mientras la abraza.
Ignacia: Me ha pasado todo y a la vez nada – se aferra a ese abrazo – pero es tiempo de volver a ser yo – se separa de su amiga y limpia aquella solitaria lágrima que caía por su mejilla derecha.
Javi: Bueno, tu sabes que siempre podrás contar conmigo – le sonríe de una manera honesta.
Ignacia: lo sé mamerta – le da un pequeño golpe en el brazo.
Javi: Ya, supongo que me llamabas por tu cumpleaños ¿o me equivoco?
Ignacia: No te equivocas amiga hermosa! – ríe – tu sabes que eres la mejor organizadora de eventos de toda la ciudad y necesito de tu ayuda para que esta fiesta sea una de las mejores.
Javi: Me encanta cuando dices ese tipo de cosas sobre mi – la mira de forma altanera.
Ignacia: ¿Qué tipo de cosas?
Javi: Eso po, que soy la más seca organizando cosas – ambas ríen.
Ambas amigas pasaron varias horas organizando el cumpleaños de Ignacia, incluso se les sumaron Florencia y Catalina. Las cuatro amigas se quedaron harto rato decidiendo dónde era el mejor lugar para poder hacer la fiesta y viendo a qué dj contratarían. Toda la velada fue entre risas y uno que otro pelambre, ya que al fin y al cabo las mujeres siempre caemos en eso, en hablar de los otros, ¿no?
Debido a que sus amigas se fueron bastante tarde de su cabaña, Ignacia solo durmió tres horas y pico, por lo que al momento de sonar su animada alarma (como tu no hay dos) se levantó apenas, con un rostro un tanto demacrado por el trasnoche, por lo que procuró maquillarse de la mejor manera para que las ojeras y el cansancio no se vieran en su cara.
Ignacia: Mm, un poco de brillo labial y ¡listo! – se dijo a ella misma luego de haber culminado la tarea de arreglar su rostro mañanero, la verdad es que se veía bastante guapa (como de costumbre) tan solo acentúo sus rasgos finos, usó corrector de ojeras, un poco de base, polvos y brillo labial. Vestía sencillo, un blue jeans skini, lo que resaltaba sus largas y esbeltas piernas, acompañado de una blusa holgada y de color blanca, calzó unas alpargatas negras con unas pequeñas tachas en la punta, todo acompañado de sus accesorios. El pelo se dejó natural, aunque si se aplicó un aceite para que sus puntas siguieran igual de bien cuidadas.
Ignacia: Mamá, papá ya me voy! – gritaba de una manera alegre mientras robaba una manzana de la encimera.
Mamá Ignacia: ¡Que te vaya bien cariño!
Mamá y Papá ¡Te amamos! – gritaron al unísono.
Esto último sacó una enorme sonrisa en el rostro de Ignacia, ya que amaba cuando sus padres le decían que la amaban (sí, suena redundante).
Se montó en su coche, conectó su Ipod y en todo el trayecto de su casa hasta la universidad lo hizo al ritmo de las animadas canciones de M.I.A las cuales cantaba a todo pulmón.
En la universidad.
Ignacia: ¡Chucha! Si no me apuro llegaré atrasada y quedaré ausente – todo esto lo pensaba mientras trataba de conseguir un espacio para estacionar su jeep. - ¡bingo! Por fin un espacio libre.
Apenas estacionó su jeep sacó su linda mochila Roxy del asiento del copiloto y corrió hasta la universidad y posteriormente hasta el cuarto piso de la casa central. Llegó justo un minuto antes de que acabara la hora permitida para ingresar.
Profesor Bruna: Señorita Ignacia que no se vuelva a repetir.
Ignacia: No, obvio que no profesor, disculpe – dijo esto mientras sus mejillas delataban la vergüenza que le causaba la situación de tener que interrumpir la clase y que todos sus compañeros la miraran – mierda, me quietaron el puesto – dijo en voz baja mientras caminaba hacia los puestos más lejanos que entregaba aquella sala color blanco.
La clase transcurrió normal, Ignacia solo se dedicaba a escuchar lo que hablaba su profesor y a tomar apuntes, estaba tan absorta en las palabras de su profesor que ni cuenta se dio de que su dolor de cabeza, aquel que tenía nombre y apellido no se encontraba en la clase.
Josefa.
Tal y como lo había pensado, mamá apenas conoció a Elisa la invitó a quedarse por unos días en la casa para que se ambientara tanto en la ciudad como en la universidad. LA verdad es que con la española nos llevamos de maravilla, me encanta lo risueña que es y toda las ocurrencias que tiene, en un día me ha contado toooooda su vida, es que “esta tía habla hasta por los codos” pero me encanta que sea así porque siento que por fin podré tener una amiga en esta ciudad.
Elisa: eh, eh tía – le decía mientras movía una mano sobre el rostro de Josefa.
Jose: ¿ah? – le pregunta sin entender.
Elisa: Tal y como lo pensaba te había perdido – rió – te decía que ya estoy cansada y que me iré a dormir.
Jose: ah, si obvio anda a dormir no más mira que mañana te llevaré a recorrer la ciudad y de paso te mostraré la universidad para que pasado mañana vayamos – se acerca con intenciones de besar la mejilla de su nueva amiga, pero ambas pretendían hacer lo mismo por lo que terminaron uniendo sus labios por un par de segundos. – Yo eh, eh, este …
Elisa: Venga tía, que no ha pasado nada – reía al ver el cambio de tonalidad en el rostro de Josefa, quien del bronceado pasó al rojo.
Jose: Pesá – se une a la melodiosa risa de su amiga.
Elisa: Ya, buenas noches – le decía mientras se alejaba de su amiga.
Jose: Que descanses Eli, mañana te iré a despertar temprano – ríe con malicia.
Josefa quedó pensando en la reacción que había tenido cuando sintió esos humectados labios sobre los suyos y se dio cuenta que solo le había avergonzado lo sucedido porque ella es una mujer más bien introvertida y aquello le causaba gracia, ya que cuando ella se había besado con Ignacia en ningún momento se le subió el color a las mejillas ni mucho menos pensó en que aquello era incorrecto.
Josefa seguía con sus pensamientos, los cuales la llevaban a muchas partes hasta que llegó su madre a sentarse en la cama junto a ella.
María Teresa: Y bien hijita ¿cómo lo pasaste con las niñas? No me has contado nada
Jose: Mamá lo pasé chancho, disfruté demasiado de mis amigas. Muchas gracias por haberme comprado los pasajes, en verda que fue algo que me sirvió muuuuchísimo.
María Teresa: Me alegra mucho verte con esa sonrisa tan bonita de nuevo hija – le decía mientras la abrazaba.
Josefa y su madre estuvieron charlando por horas, ya que le contó todos los pormenores que tuvo su viaje, no omitió ningún detalle. Ambas reían hasta que Josefa no podía más por el sueño, a lo que su madre entendió y dejó que su hija durmiera.
Mientras dormía, Josefa soñó con ella e Ignacia, ambas estaban en una cueva, la rubia se le acercaba y le susurraba algo a ras de sus labios, la miraba con esos ojos azul mar y la dejaba ahí tirada y desconcertada sin entender qué sucedía.
Josefa: ¡Hasta en mis sueños te apareces María Ignacia! Esto no es posible, por la cresta te tengo que olvidar de alguna manera. Que frustrante es saber que pese a lo mucho que me gustes tu prefieres agarrar con mi hermana chica. Por la chucha y mil veces chucha – refunfuñaba en un tono bajo, tan bajo que solo ella misma se podía oír - ¿pero qué estupideces estoy diciendo? ¡AH! Me siento como una loca, pero basta de eso, me aburrí – mientras decía esto tomaba el impulso suficiente para salir de su agradable cama. Se paró y contempló su rostro en un lindo espejo que tenía en la pared que daba a su closet y se sonrió a su misa y repitió como mantra:” Hoy será un buen día, hoy será un buen día”. Se dijo esto hasta que terminó convencida de que así sería. Miró su Iphone, descubrió que ya era una hora más que prudente para ir a despertar a su nueva amiga.
Josefa: Despierta dormilona – le decía a Elisa mientras se tiraba sobre su cuerpo dormido.
Elisa: ¡Es que me ha caído un elefante! ¡Auxilio! – decía con voz adormilada.
Josefa: te pasaste, no estoy tan gorda – su voz era entre pena fingida y risa contenida.
Elisa en una extraña maniobra deja a Josefa debajo de ella y deja caer todo su peso sobre el cuerpo de aquella. Posición que dejó que sus ojos quedaran a la altura de la otra y que sus labios quedaran muy cerca.
Josefa: ¡Ay! No puedo respirar – reía tratando de ocultar su nerviosismo.
Elisa: ¿Ahora tu eres quien me trata de gorda? – se echa a un lado de Josefa.
Josefa: Sí, estay obesa amiga – se ríe mientras la española hace un puchero.
Elisa: ¡Mala! Te ganaste esto – ataca a Josefa con cosquillas.
Josefa: Ay noooo, ya po para!! ¡stop! Odio las cosquillas – decía esto mientras se movía por toda la cama tratando de no caerse.
Elisa: Ok, esta bien. Por esta te salvas eh, pero pobre de ti que me vuelvas a decir gorda.
Josefa: J aja ja está bien, ahora anda a ducharte que yo igual lo haré.
El día para Josefa transcurrió de lo más normal, entre risas y alegría. Elisa logró hacer que Jose se olvidara por un buen rato de Ignacia y de Sebastián.
Ignacia:
Ya sé que haré, iré al centro comercial a comprarle algo a mi pulga hermosa.
Ignacia, luego de terminar su mañana de clases se dirigió al centro comercial, estacionó su jeep a unas dos cuadras para evitar atochameintos y se fue caminando. Ella iba sumida en sus pensamientos, pero divisó algo que le llamó la atención a lo lejos. Vio una figura que ya conocía riendo con muchas ganas, creyó nunca haber escuchado una risa tan melodiosa como aquella. Inmediatamente se le dibujó una sonrisa en sus rostro, sonrisa que también llegó a aquellos ojos azules mar, los cuales brillaban con aquellos que algunas personas cursis llamar “el brillo del amor”. Sin embargo, esa sonrisa no duró más de un minuto, ya que al ver quien o qué era el causante de aquella risa melodiosa ese brillo desapareció y su sonrisa también. Ignacia se percató de que aquella risa era producto de una cabellera rojiza y esbelta figura. Caminó lo más digna, con el celular en su mano y la otra sujetando una botella de coca – cola zero. Al llegar casi justo a donde se encontraba la dueña de sus pensamientos miró su celular, alzó la vista y ambas miradas se encontraron, lo que más quería evitar había sucedido.
Ignacia: Hola Josefa – lo dijo en el tono más frío que pudo.
Josefa: Eh, hola Ignacia – le sostuvo la mirada y le agarró la mano a su acompañante.
Ignacia siguió su camino, no sin antes mirar de arriba abajo a la pelirroja compañía que tenía Josefa. De inmediato las aletas de su nariz comenzaron a moverse más rápido, su respiración aumentó. Entró en cólera ¿por qué? Pues porque veía como el amor de su vida estaba con otra persona. Los celos le invadieron pero prefirió no demostrarlo, todo por miedo.
Ignacia: Filo, yo fui quien la cagó medio a medio. No quiero volver a sufrir, me da miedo ser la Nachi que era antes, no quiero pasar por lo mismo. Pero sé que debo hacer algo – Iba tan ensimismada que casi choca con un basurero que se encontraba en la esquina del acceso al centro comercial, al ver lo que casi le sucede solo rió, botando de esa manera todas la tensiones que le provoca Josefa y todo lo que tiene relación con ella.