El soneto del coño

Me gustan los sonetos y me gustan los coños. Tarde o temprano, tenía que pasar.

Dos labios beso con dulce pasión,

bastan ellos para hacerme feliz,

mas no se esconden junto a tu nariz,

pues moran debajo de tu riñón.

Son de mi miembro cortés anfitrión,

reciben hasta la baja raíz

a la totalidad de mi lombriz

con húmeda y jovial disposición.

Segundo hogar, núcleo de tu organismo,

ecos provoca cuando alguien lo toca

buscando la “ge” dentro del abismo.

Y no importa si es mi polla o mi boca

la agraciada por viscoso bautismo,

me place saber que te he vuelto loca.