El Sometimiento

Es un relato corto, sobre un hombre dominante, que no aceptaba que su compañera le contradijera o aconsejara, transformándose en agresivo y abusivo y como ella, luego de intentarlo por el diálogo, se vio precisada a usar la fuerza para someterlo y mejorar la relación en forma definitiva.

El Sometimiento

Este relato autobiográfico, fue escrito en febrero 3 del 2019, mientras estuve pasando unos cinco días de vacaciones, pero  que en realidad dediqué a reajustar la relación con mi compañero, en una solitaria casona campestre, propiedad de mis padres, situada en una zona boscosa del altiplano occidental de Guatemala.  (Los nombres de los protagonistas, han sido cambiados)

El Ataque

Me llamo Darah Carlton. Enviudé en el 2005 y tengo 35 años de edad. Desde hace algo menos de un año, mantengo una relación con el ingeniero Bayron Villar de 37 años, relación que no quisimos formalizar con un matrimonio legal por el momento. Aunque soy graduada en psicología de la universidad estatal de Virginia, no ejerzo y soy instructora de fitness en un gimnasio de la capital guatemalteca, donde me trasladé, poco después de graduarme. Trabajo fundamentalmente con mujeres interesadas no solo en mejorar su forma corporal, sino además fortalecerse muscularmente a través de ejercicios anaeróbicos, como pesas y algunos aparatos.

Desde el 2007 practico el jiujitsu brasileño como hobby, donde he alcanzado la cinta violeta que es la transición para optar por la cinta negra. En esta disciplina he aprendido a controlar mi carácter y ser tolerante.

Bayron por su lado, posee un carácter dominante muy impositivo y más que todo, con una tendencia a estallar en ira, muy acentuada, así que desde el principio, me he esforzado en evitar confrontaciones y preservar la unión, siendo tolerante ante sus violentas reacciones de ira que en más de una ocasión lo han llevado a la agresión física y proferir graves insultos contra mí. Estas difíciles situaciones, usualmente se generan cuando le expreso mi desacuerdo con actitudes y decisiones de él, que a mi entender son erradas o fuera de lugar.

Bayron es un hombre de contextura atlética, atractivo y si no se le contradice, es amoroso, ameno y condescendiente. No deseaba una ruptura pues lo amo, pero en los meses conviviendo que llevamos,  donde mis derechos a no estar de acuerdo, han sido pisoteados por su actitud machista y agresiva, decidí tener una seria conversación con él, sobre la necesidad de un cambio en su comportamiento, o abocarnos a una separación definitiva.

La oportunidad se dio al fin, cuando decidimos pasar unas vacaciones cortas en un sitio aislado. El lugar en que nos encontrábamos era realmente solitario, el vecino más cercano estaba a más de medio kilómetro y solo se escuchaban el zumbido del viento al pasar entre las hojas de los árboles que rodeaban la propiedad y el cantar de los pájaros en el día, o el chillar de grillos y saltamontes en las noches. Tenía la esperanza de que nuestra reunión fuera pacífica y de que él pudiera controlar su carácterr explosivo. Estaba decidida a romper la relación en caso de que se portara en forma hostil y mostrara agresividad física o verbal, como era su costumbre. Como psicóloga, puedo decir que el control de la ira, no es algo que una persona con este defecto, aprenda a controlar fácilmente, pero esperaba que en esta ocasión al menos escuchara mi queja.

Era el final de la tarde cuando regresamos de correr unos cinco kilómetros a campo traviesa y al entrar a la casa me quité la sudada blusa, quedando mi sudoroso torso desnudo. Se suponía que nos ducharíamos, pero había un problema que había notado poco antes de irnos a correr y que obvié decírselo previendo que podría molestarse, la bomba de agua no estaba funcionando. Entonces le dije:

-¡Bayron!... ¡La bomba de agua no trabaja, no se que tiene, así que no tenemos agua!

Él ya se dirigía al baño para ducharse. Se dió la vuelta y en su rostro se reflejó su furia. Entonces, casi gritando dijo:

-¡Ah carajo… maldita sea!... ¿Porqué no me dijiste entonces, acaso eres idiota?

Definitivamente, ya no le aguantaría una nueva agresión y le dije con voz firme y decidida:

-¡Óyeme bien Bayron, no te permitiré que me hables así!

Esto lo enojó aún más y acercándose a mí, exclamó:

-¡Eres una mierda!... ¡Te hablo como me de la gana!... ¡Justo cuando me iba a bañar, debiera darte unos correazos, para que aprendas!

Aunque estaba furiosa, no quería salirme de mis cabales, así que en tono conciliador le expresé:

-¿Porqué no bajamos al sótano y vemos que pasa con la bomba de agua?... ¡De seguro es una tontería!

Me miró y sin decir palabra se dirigió hacia la escalera que bajaba al sótano. Yo le seguí unos cuatro pasos detrás. La cubierta del motor de la bomba estaba ennegrecida, todo apuntaba que se había quemado. Vi que su cara enrojecía de rabia, enloquecía y dándose una vuelta hacia mí, me dio una bofetaba que me estremeció, soltándose mi cabellera que llevaba recogida tras mi nuca.  El golpe me hizo perder el equilibrio y caí con una rodilla al piso. Me había partido el labio inferior y sentía el sabor salado de la sangre en mi boca.

El se me acercó y agarrándome por el pelo y de un fuerte tirón me hizo ponerme en pie, las lágrimas se me salieron del dolor y no pude contenerme, con mi izquierda le asesté un fuerte golpe directo y con rotación del puño que impactó en su estómago. Fue algo que no se esperaba y mi hombre, dando un grito desgarrador de dolor,  se dobló hacia adelante, agarrándose el vientre, sin aire, gimiendo y su rostro enrojecido, reflejando lo que me pareció una gran angustia o tal vez miedo.

Bayron estaba en una posición desfavorable que de inmediato aproveché pasando mi brazo derecho por detrás de su nuca y atrapando con mi antebrazo su garganta, lo halé hacia mí hasta trabar el tope de su cabeza contra la parte derecha de mi desnudo torso, justo debajo de mi seno derecho, para someterle a torsión el cuello, mientras con mi mano izquierda, agarraba mi derecha y en mortal palanca, empecé a estrangularlo al tiempo que también lo tenía en posición de desnucamiento.

Bayron desesperado intentó zafarse, luchó por unos 20 o 30 segundos, pero mientras más luchaba, más se lesionaba el mismo sus vértebras cervicales y se debilitaban sus resistencia. Sus brazos pronto empezaron a acalambrarse y perdía las fuerzas. Yo no solo lo estrangulaba, también lentamente le iba torciendo la cabeza y el dolor que sentía era inmenso. Lo tenía dominado y aunque no era mi intención matarlo, quería asustarlo de tal manera, que en lo adelante, si seguía conmigo, lo pensara bien antes de faltarme el respeto. Así que lo mantuve sin permitirle repirar por cerca de un minuto y medio, mientras el ya sin aire, intentaba gritar su dolor y con voz gutural casi no entendible, me suplicaba que lo soltara. Finalmente, sin poder más, perdió el sentido y al yo soltarlo cayó al suelo pesadamente, con la entrepierna del pants deportivo que llevaba, empapada por sus propios orines. Se había meado no se si por miedo, dolor, o ambas cosas.

Cuando recobró el sentido, debido a que no teníamos agua para ducharlo, al dañarse la bomba, lo desnudé y lo llevé casi arrastrado al patio, por donde pasaba un estrecho caño de agua muy fría, procedente de un manantial que provenía de tierras arriba y lo metí en él. Se quejaba de dolor fuerte en el cuello y se le salían las lágrimas, al tiempo, que haciendo un esfuerzo por hablar, no cejaba de pedirme disculpas por haberme pegado. Allí sentados ambos en la corriente de agua, con él en mis brazos, lo consolaba. Luego de un corto tiempo, ya con él más calmado le dije:

-¡Mira Bayron, no voy a forzarte a que continúes conmigo, yo todavía te amo, no obstante eres libre de irte, pero si decides quedarte a mi lado, será bajo mis condiciones, así que piénsalo!...  ¡Ahora te vestirás para llevarte al hospital en Quetzaltenango, quiero que te revisen el cuello, pues está por lo que veo, bastante lastimado… de seguro te pondrán un collarín!

Con trabajo, por el intenso dolor que sentía, Bayron se vistió y lo llevé al hospital del seguro social en Quetzaltenango. Durante los casi 15 minutos del viaje, Bayron estuvo quejándose. Cuando llegamos, luego de una espera de una media hora, nos recibió un interno que revisó el cuello de Bayron y preguntó:

-¿Señora… puede decirme que le pasó?... ¡Le pregunto a Usted porque es mejor que él no hable, está realmente seriamente lastimado!

-¡Soy practicante de jiujitsu y le enseñaba como puedo dominar a un hombre con un agarre del cuello. Lo presioné un poco para detenerle la respiración y él se asustó y se movió con violencia tratando de zafarse, cuando en un giro que dio a su cabeza en su desesperación, se desmadejó y perdió el sentido. Al principio creí que estaba fingiendo un desmayo para que lo soltara y apreté más su garganta, pero cuando ví que se mantenía sin respuesta, me asusté y lo solté de inmediato!

Después de decirle esto, el médico me miró y dijo:

-¡Mire señora, si escribo eso en el reporte, usted tendrá que pasar a dar declaración en la policía, pues hay que eliminar una posible intención criminal suya. Claro que su marido podrá corroborar su versión, en cuyo caso el juez de instrucción podrá exonerarla de un juicio formal por intento de asesinato… Mejor ponga solamente que ocurrió en un accidente vehicular por pérdida brusca de control y un frenado violento!

El médico dirigiéndose ahora a Bayron, quien estaba justo a mi lado, le preguntó:

-¡Señor Villar, solo conteste SI o NO, a mi pregunta!... ¿Pasó todo como me explicó su esposa, señor Villar?

-¡Si…! - Contestó Bayron, notándose un gran esfuerzo y gestos de dolor al decirlo.

-¡Bien, ahora su marido será llevado a rayos X, para establecer si hay daño de médula, desviación o fractura de vértebras, dado que observo pérdidas de movilidad, particularmente en los brazos y algo en la piernas, así como disminución de fuerza muscular en sus manos y probablemente en general!

Un camillero y dos ayudantes, pasaron a Bayron de la silla de ruedas a una camilla y lo llevaron a rayos X. Entretanto, el médico se quedaba mirándome fíjamente, hasta que finalmente dijo:

-¡Pudo haberlo matado, de hecho está severamente lastimado y existe la posibilidad de que le haya causado daño permanente a ese hombre!... ¿Se da cuenta usted señora de esto?

Bajé la cabeza. Yo misma estaba sorprendida y avergonzada. Me asustaba la idea de haberlo dejado con una lesión permanente. Era lo último que realmente deseaba sucediera ahora. Confieso que pasó por mi mente cuando lo tenía dominado, completar el movimiento de mi brazo izquierdo para girarle la cabeza y desnucarlo, aunque recapacité a tiempo. Luego de unos segundos con estos pensamientos, le contesté al doctor:

-¡Si doctor!... ¡Estoy consciente de ello… he aprendido la lección… y agradezco que en su reporte no mencione estas circunstancias!

-¡Le creo señora!... ¡Si la radiografía no arroja lesiones mayores, se podrá marchar con su esposo, Solo le pondremos un collarín Thomas por tres semanas… aunque creo que es posible que lo dejemos hospitalizado, para asegurarnos de tener ese cuello inmóvil al menos 24 o 48 horas… ya veremos! – dijo el doctor

En eso regresan con Bayron, ahora en silla de ruedas y le entregan unas tres placas al doctor, quien enseguida las pone  en un negatoscopio y despues de ver las tres, lee el informe radiológico y me dice:

-¡Buenas noticias señora, el informe radiológico y mi opinión depués de ver las placas, son coincidentes y el diagnóstico es: “Dislocación mínima de la columna cervical (C6-C7) con Listesis del 10% ocasionando secuelas neurológicas no significativas y reversibles”. Bien, le pondremos el collarín y podrán irse… eso si, cuídelo y que pase la noche lo más inmóvil posible!

Bayron se notaba contento y luego que le ajustaron el collarín protector, por sus propios pies se levantó sonriendo  y dio las gracias al doctor, quien se despidió diciendo:

-¡Ya sabe señor Villar, no haga a su esposa enojarse y complázcala en todo… o me lo traerán de nuevo aquí! – El doctor, todavía riendo desapareció tras la puerta que da hacia las habitaciones de internamiento.

La Sumisión

Han pasado tres semanas y Bayron se encuentra bien restablecido, hoy le quitaron el collarín, y le tomaron una placa radiográfica que mostró su restablecimiento, indicando una reducción de la dislocación cervical a casi su posición normal. Lo cuidé con todo mi amor durante estos 21 días y ambos nos encontramos tranquilos y muy contentos.

Estamos en la ciudad de Guatemala, donde vivimos, pero ya con la noticia de la recuperación, pienso que todavía debo aclarar las cosas con  Bayron y decidir cual será nuestro futuro. Más, para no interferir  mucho con su estado de ánimo alegre y calmado, decido esperar a la tranquilidad de la noche para hacerlo. No me hago muchas ilusiones al respecto, deseo que sigamos juntos, pero si muestra de nuevo su agresividad, lo echaré fuera de mi vida, aunque lo ame y me duela deshacerme de él.

Son las ocho de la noche, ya hemos cenado y llamo a Bayron para que vayamos al estudio y hablemos. Él no se opone y una vez tomamos asiento en un rincón del estudio, arreglado como una pequeña sala, le digo:

-¡Estoy decidida a dejarte, si no cambias tú actitud agresiva y dejas ese miedo de que te supere en casi todo. Sabes bien que soy mejor que tú tomando decisiones y si te creías que te tenía miedo porque me maltratabas cuando no estabas de acuerdo conmigo, ya te demostré que te puedo castigar físicamente a mi antojo si yo quiero. Ese miedo a mi superioridad intelectual sobre ti, que siempre has sentido, fue el causante de tu propensión a golpearme e insultarme cuando te corregía o te demostraba que estabas equivocado. Creo que te sientes  herido en tu condición de macho y que has quedado aterrado ante el hecho, de que una mujer que te aguanto que la golpearas, se cansara de tus abusos y te haya humillado al casi desnucarte, por agredirla!

Bayron estaba pálido. Se notaba con miedo. En otras circunstanciasa ya hubiera estallado, pero ahora su miedo a mi respuesta, dominaba sus reacciones, sabía ya que si antes combatía ese miedo gritando improperios y pegándome, ahora ya no le resultaría. Me di cuenta de que dominaba la situación y continué:

-¡Ambos sabemos que mi criterio para dirigir esta relación, es muy superior al tuyo, ya que lo hemos probado en todos los casos de tus estúpidas decisiones en que te he aconsejado no tomarlas y te he dicho cuales alternativas son las mejores!... ¡Pues bien, si vamos a seguir juntos, yo soy quien tomará esas decisiones y tú las acatarás… seré yo quien establezca que es importante y que no lo es!

Bayron seguía callado, asi que agreguá de inmediato:

-¡Por lo que a ti concierne, si deseas hacer algo y no estás seguro de si es importante o no, te aconsejo consultármelo y yo decidiré si puedes o no hacerlo. Equivocarte en esto puede que te valga que te castigue y aunque no es para mí algo agradable hacerlo, te castigaré cada vez que me falles. Ahora piénsalo bien y toma tú propia decisión: o bien te vas, que es la única decisión importante que dejo a tú albedrío o te quedas a vivir conmigo y bajo mis reglas!

Bayron estaba nervioso y parecía no atreverse a hablar, así que quise darle pie para que dijera algo.

-¡Bien Bayron, quiero que me digas en este momento tu decisión!

Bayron me miró, seguía pálido, todavía se sentía atemorizado, intimidado, su verdadero yo salía a la luz, siempre se sintió inferior a mí y lo escondía tras su agresividad física y verbal. Ahora se notaba claramente que me tenía miedo. Finalmente con una voz temblorosa y algo apagada dijo:

-¡Darah… no quiero irme, pero te pido solo una cosa… no me humilles delante de terceros… solo eso!

Me puse en pie, caminé hacia él mientras me soltaba la cabellera y la dejaba caer sobre mis hombros. Al llegar frente a él, le tomé la barbilla, le levanté la cabeza, haciendo que me mirara y le dije con firmeza:

-¡Si no me das razones para hacerlo, prometo no humillarte en tú condición de hombre o más bien, en tú condición humana, delante de ningún otro ser humano. Tú, en varias ocasiones me insultaste o pegaste delante de otras personas, yo no tomaré venganza haciendo lo mismo, solo tomaré la dirección de tu vida y tú, aunque ya te lo he dicho, te lo repetiré ahora con palabras más directas, vivirás para obedecerme y si me desobedeces, te castigaré. Mientras vivas conmigo, me perteneces, aunque te garantizo que no seré arbitraria y que si te castigo no será por placer, sino por que me has faltado!

Desde entonces llevamos casi tres meses juntos Bayron ha sido, salvo en una ocasión, obediente y hace lo que le ordene. En una ocasión olvidó pedirme permiso para ir a jugar póker a la casa de unos amigos y lo consideré una desobediencia. Así que me encerré con él en una habitación, lo desnudé y con su propia correa lo flagelé y admito que fui muy demasiado severa. Por alguna razón, me excité en el momento que lo vi que se revolcaba en el suelo, gritando desesperadamente del dolor, suplicándome clemencia. En esas críticas condiciones le asesté tres terribles correazos que hicieron a mi pobre Bayron orinarse y entrar en convulsiones semejantes a un ataque epiléptico.

Cuando finalmente se recuperó, lo ayudé a bañarse y le pedí disculpas por la severidad con que lo flagelé. También le prometí no volver a pegarle con esa intensidad, en verdad me dio pena haber sido tan dura con él, tenía toda la espalda y parte del vientre lleno de verdugones, algunos con los bordes endangrentados.

Un aspecto positivo de esta aún nueva relación, es que está aprendiendo a peinarme. Por el momento ya sabe recoger y soltar mi cabellera y aunque es probablemente una humillación, lo convencí de que pueda llamarlo para que me recoja el pelo delante de mis amigas y también, en ciertos lugares públicos. Lo hice, porque me excita hacer ver a los demás que lo tengo sometido.

Jamás me imaginé, que lo que ha pasado, pudiera agradarme, pero debo confesar que tener a un hombre que se vendía como el gran  “macho”, totalmente sometido por mí a la obediencia, al que castigo si osa desobedecerme y que tiembla de miedo ante mí cuando lo llamo para que me de explicaciones sobre algo que le ordene hacer, me hace sentir satisfecha de mí misma como mujer.

Pero ahora debo trabajar en lograr que Bayron deje de temerme, pues la estabilidad de la relación no debe estar basada en el miedo. Él debe acostumbrarse a la idea de que si ejecuta lo que le ordeno en forma aceptable, no recibirá castigo de mi parte. Aún más, si mientras ejecuta una orden, no sabe como ejecutarla, yo estoy dispuesta a enseñarle como hacerlo y me quedaré a su lado ayudándolo hasta que me asegure que aprendió y que lo hace bien. Mi objetivo no debe ser castigar por castigar y que me tengan miedo. Mi objetivo debe ser formar a mi hombre para que me sea obediente y eficiente, que me sea útil y que en todo momento, sepa que lo hace porque es su deber hacia mí.

Algo importante y que le vuelvo a recalcar cada vez que voy a castigarlo, es que no lo obligo a ser mi compañero. Si se siente mal con el trato que le doy, puede marcharse cuando lo desee. Por mi parte, estoy convencida de que mi rol como mujer fuerte y que gobierna la relación, se resume en tres líneas de acción que yo debo seguir: primera, continuar educándolo mediante la correción de sus errores a través de enseñarle cómo hacer las cosas o como comportarse; segunda, castigándolo cuando en forma negligente o adrede, no ejecuta o ejecuta mal una orden, o un deber, considerando este hecho como desobediencia; y tercera, amándolo de forma de satisfacer sus expectativas de poder dar y recibir amor, en cualquiera de sus formas.