El Soldado y su Abuela
Un muchacho que va a hacer el servicio militar y vive con su abuela , se descubren mutuamente.
Acabé el bachillerato con 18 años, y me alisté voluntario en el ejército para cumplir con mi servicio militar y no ver así cortada mi estancia en la universidad.
Pude elegir así mi destino y en lugar de quedarme en mi ciudad, decidí aprovechar un poco mi libertad alejándome de mis padres, así que mi decisión fue un pueblo de los Pirineos donde vivía mi abuela, de este modo conseguía mi pequeña libertad y las ventajas de una residencia, lo que me proporcionaría el pase pernocta, con el cual no debería dormir en el cuartel.
La vida en casa de mi abuela era muy fácil, prácticamente no nos veíamos, pues cuando yo llegaba a casa por las noches, me encontraba la cena en el horno y ella solía estar en el salón mirando la televisión o a veces ya estaba en la cama dormida. Me daba absoluta libertad mientras cumpliese unas mínimas normas y los viernes, siempre me encontraba un billete junto al plato de la cena para mis gastos personales.
Llevaba en su casa unos cuatro meses cuando llegó nuestro cumpleaños, mi abuela nació el 18 de julio y yo el día 20 así que prácticamente lo celebramos a la vez. Para compensar lo bien que se había portado conmigo y el poco caso que le había hecho, decidí que ese fin de semana en lugar de bajar a mi casa me quedaría a pasarlo con ella y la invitaría a cenar a un buen restaurante del paseo.
Cuando le di la noticia, mi abuela se puso feliz; Me dijo que no hacía falta que ella ya estaba contenta conque tan solo hubiese pensado en ella, pero yo, insistí en ello y finalmente accedió.
- Ponte guapa, que quiero presumir de chica por el pueblo- le dije en tono de broma.
- No te preocupes por eso, pero tú vístete con tu uniforme de paseo, que yo quiero también presumir de soldado- me contestó, y los dos nos separamos riéndonos en la puerta mientras yo subía al cuartel.
Finalmente llegó el sábado por la noche. Como le prometí, me vestí con mi uniforme de paseo, mis recién ganados galones de cabo, relucían en mis hombreras. Me miré en el espejo y la imagen reflejada me gustó. Estaba en plena forma a mis 19 años y me bullía la sangre.
Me senté a la mesa y me puse un vaso de vino mientras esperaba a que mi abuela acabase de arreglarse. Así estaba pensando en mis cosas cuando se abrió la puerta del baño y mi abuela Pepita apareció ante mí.
No os voy a engañar. Mi primera impresión fue de sorpresa mayúscula. Ese día era su 61 cumpleaños y yo nunca había pensado que una mujer de esa edad pudiese impresionarme y mucho menos si esa mujer era la madre de mi madre.
Llevaba un vestido veraniego, estampado de flores, un poco por debajo de las rodillas y ceñido en el talle. El escote redondo dejaba adivinar el canalillo de sus pechos y la pecas que los bordeaban.
El pelo blanco como la nieve, liso, y que caía sobre sus hombros suavemente, estaba recogido por unas juveniles horquillas en la parte de arriba y un liso flequillo cubría su frente, sin llegar a ocultar las arrugas que en lugar de remarcar su edad, hacían su expresión más interesante. Sus labios, generosos y amplios estaban pintados de carmín rojo intenso, sus ojos oscuros remarcaban su profundidad con el rimmel negro y sus manos, sus maravillosas manos, grandes, de dedos largos y gruesos estaban rematadas por unas uñas fuertes y bien cuidadas pintadas a juego con su boca.
Se me quedó mirando con una sonrisa pícara en sus ojos brillantes y como una chica de quince años, giró sobre si misma dando vuelo a su falda y dejándome intuir por un segundo sus esplendorosos muslos.
-¿ Estoy aceptable para salir a cenar con un guapo soldado?- me dijo entre risas.
-Abuelita , hoy vamos a romper el pueblo, voy a ser la envidia de todo hombre en kilómetros a la redonda.
Y ofreciéndole mi brazo, los dos salimos a la calle hacia el restaurante.
La cena fue maravillosa, buena comida, buen vino y una conversación divertida e incluso picante en algunos momentos. Los dos nos comportamos como amigos más que como nieto y abuela.
Tras la cena dimos un paseo por la rambla del pueblo. Nos agarramos de la mano de la forma más natural mientras seguíamos charlando y riendo. Llegamos a un pequeño jardincillo al final del paseo y arranqué un clavel del parterre y en un impulso se lo regalé a mi abuela. Ella se me quedó mirando fijamente, me dio un beso en la mejilla y simplemente me dijo:
- Gracias cielo por esta noche tan maravillosa, me has hecho sentir una mujer de nuevo.
- Gracias a ti abuela, yo también lo he pasado de maravilla, mejor que con una novia.
- Anda, vamos a casa, es tarde y empieza a hacer fresco.
Nos metimos por unas callejuelas adyacentes para ir acortando el camino a casa, sentí a mi abuela temblar ligeramente y de manera instintiva, la agarré por la cintura para acercarla a mí. Ella reaccionó pasando su mano por mi cintura a su vez y recostando su cabeza sobre mi hombro.
De esta manera bien juntos y felices llegamos a casa aquella noche.
Dejé a mi abuela sentada en el sofá del salón mientras yo iba a por una botella de cava y un par de copas para acabar de celebrar nuestros cumpleaños.
- Lo he pasado fenomenal cariño- me dijo mi abuela
- Yo también abuelita, Además hacía muchísimo tiempo que no salía por ahí a cenar con una mujer.
- Bueno, una mujer sí, pero tu abuela al fin y al cabo
- Abuela, ¿puedo decirte algo?
- Claro cielo, que es tanto misterio...
No sabía bien como plantear la cuestión, pues en mi interior los sentimientos eran encontrados, pero finalmente me lancé.
- Bueno es solo que..... Estás preciosa, mejor dicho, eres preciosa y esta noche he sentido alguna cosa, que no sabría bien como expresarte.......
Mi abuela notó mi turbación y acercándose a mí me agarró la mano y me la besó suavemente
- MI niño............. - me dijo dulcemente mientras seguía besando mi mano y acariciándome el rostro.-
- Te mentiría si te dijese que yo no he sentido algo parecido, hacía tanto tiempo que no me sentía como una mujer de verdad, solo puedo darte las gracias por hacerme sentir así de nuevo y no se como agradecértelo........
Mientras pronunciaba estas palabras sus ojos estaban fijos en los míos, mientras yo no podía apartar la mirada de su boca, de sus húmedos labios rojos.
El silencio entre nosotros podía cortarse, yo sentía los latidos de mi corazón golpeando furiosamente mi pecho y el calor de su mano sobre la mía se me hacía insoportable. Era consciente de que debía hacer algo o ese momento se escaparía quizás para siempre.
No pensé, simplemente dejé que mis sentidos tomasen el mando.
Acerqué mis labios a los de mi abuela y posé un beso suave en ellos. Sentí un leve gemido escaparse de su pecho justo antes de sentir su mano en mi nuca, apretando mi cabeza contra ella al mismo tiempo que notaba los labios de mi abuela separase ofreciéndome su boca.
Nos besamos largamente, con dulzura, con apasionamiento. Un beso Húmedo y caliente, sin palabras, solamente nuestras lenguas y nuestros labios hablando por nosotros. Los gemidos y el sonido de nuestra saliva mezclándose era lo único que podía oírse. Ninguno de los dos nos atrevíamos a romper la magia del momento.
Mi abuela se separó de mí. Durante un instante pude contemplarla. Su cara ligeramente ruborizada, algo sudorosa, su flequillo liso y blanco sobre su frente, su boca entreabierta jadeando y marcando el ritmo de su pecho que subía y bajaba rítmicamente pegando sus pechos al vestido. Sonrió.
- Mi niño ¿Qué estamos haciendo? Soy tu abuela... tú eres tan joven además....
Le puse en dedo sobre los labios, silenciándola y le dije:- Calla, simplemente dime si te apetece, si quieres que gocemos juntos, porqué seas o no seas mi abuela, me pareces una mujer increíblemente excitante y atractiva.
No dijo nada, su respuesta fue introducirse mi dedo en la boca y comenzar a lamerlo. Cambié y le metí el pulgar que ella chupaba con deseo mientras le acariciaba la cara y las arrugas del cuello, sus manos pasaron a la acción.
Empezó a desabotonarme la camisa hasta tener mi pecho al descubierto, sus manos acariciaban, sus uñas rascaban mi piel combinando sensaciones. Sentía sus dedos recorriendo mi espalda, mi espina dorsal y mi vello se erizaba a su contacto
Sentí los dedos de mi abuela jugueteando con mis pezones sus uñas los rascaban, sus dedos los apretaban y su lengua los humedecía. De mi boca surgían gemidos de gusto, y mi lengua buscaba la suya con ahínco. Me dejaba hacer, quería sentir el placer que aquella magnífica hembra podía llegar a hacerme sentir.
-¿Te gusta eso cielo?
- Me vuelves loco abuela, joder que placer me das.........
Mis manos buscaron los pechos de mi abuela, primero acariciándolos por encima del vestido, hundiendo mi lengua en el canalillo, lamiendo, oliendo su aroma, llenándome de ella.
- Hummmm ¡ que tetas tan bonitas tienes abuelita!
- Venga cariño cómetelas! Cómele las tetitas a la abuelita cariño...
Me puse a comer aquellos pezones como un bebé hambriento, podía sentir como se endurecían en mi boca. Mientras mi lengua jugaba con ellos mis dedos los apretaban con fuerza.
- Así, así... a la abuelita le gusta así fuerte, que gusto me das...... aghhhhh! Tengo el coño empapado cielo! La abuela está muy pero que muy cachonda... quiero tu polla cariño
- Es toda tuya abuela , toda para ti , disfrútala
Mi abuela me desnudó totalmente mientras yo le sacaba atropelladamente el vestido , sus manos y su lengua no dejaban de encontrar rincones de placer desconocidos para mi mientras llegaba a su objetivo.
Al sentir por primera vez su mano agarrando fuertemente el tronco de mi verga creí que iba a explotar.
- Bufff mi nieto tiene una polla muy bonita, que gorda y dura está...
- Me vas a hacer reventar abuela
- No, no te preocupes aun no vas a reventar.....
Diciendo esto se llevó mi polla hasta su boca. Noté la calidez de su saliva pegajosa envolviendo mi capullo mientras su lengua jugueteaba si cesar mientras con una mano seguía estimulando mis pezones y con la otra me presionaba la zona perineal haciéndome ver las estrellas de placer
- Abuela me voy a correr!
Me agarré fuerte a sus tetas apretándolas con mucha fuerza mientras ella por toda contestación a mi advertencia aceleraba el movimiento de mi polla en su boca y amplificando el efecto meneándomela con su mano empapada en saliva
Separó la boca tan solo un momento para mirándome a los ojos decirme:
- ahora si , ahora dale tu leche a la abuelita
No pude resistir más espasmos de placer subían de mis testículos hasta la punta de mi polla al sentir como venía a mí aquella oleada de semen y al constatar que no solo mi abuela no separaba la boca sino que aun la apretaba con más fuerza.
Estallé en su boca, mi cuerpo se estremecía y notaba el cuerpo de mi abuela estremecerse a su vez mientras se corría al sentir mi semen en su lengua. La miraba y podía observar el movimiento de su garganta al tragar todo lo que llenaba su boca, el brillo de sus labios al relamerse, su piel sudada y rojiza e instantáneamente sentí como mi rabo volvía a endurecerse sin haber tenido apenas tiempo a relajarse.
Mi abuela se percató de ello y sonrió pícaramente.