El sol de Sitges y la amiga de mi novia (parte 1)

Última semana de vacaciones de verano en Sitges, con una amiga de mi novia, que me acompañará para disfrutar del mar y su cuerpo.

Regresamos a Barcelona pasadas las nueve de la noche del domingo. Se acabaron las mini vacaciones de mi novia, en cambio, todavía me quedaba una semana para disfrutar del sol, la playa y la despreocupación de no volver aún a la rutina. Después de tantos quilómetros desde Almería, no hubo tiempo y mucho menos ganas de deshacer las maletas. Nos fuimos a dormir de inmediato.

Sonó el despertador mucho antes de lo esperado, o eso pensé. Por la ventana del cuarto asomaba un tímido amanecer. Escuchaba a mi novia refunfuñar, quejándose del sueño que llevaba y maldiciendo el comienzo de su rutina laboral.

A los pocos minutos, el piso olía a café, la escuchaba entrar y salir buscando sus cosas antes de marcharse. Me levanté, no quería que se sintiera peor viéndome estirando en la cama plácidamente… debía solidarizarme con ella. Se despidió dándome un sonoro beso.

Todavía no había quedado con el gestor del apartamento para recoger las llaves. Tenía tiempo de sobras para desayunar y deleitarme de la paz de no hacer nada. Decidí depilarme, después de varios días sin pasarme la máquina no se veía mis genitales tan atractivos como de costumbre. Estuve un buen rato en la ducha, rasurando mí pecho, las piernas… todo por donde hubiese pelo no deseado.

Pasaban las 9 de la mañana, cogí el coche y marché a Sitges, dirección a la oficina del gestor que mi amigo tiene contratado para alquilar su apartamento. Mi colega, como os conté, me dejaba su apartamento de Sitges durante la semana que no la había podido alquilar. Mi intención era ir algún día entre semana y pasar todo el fin de semana con mi novia allí.

Al entrar al apartamento, después de esperar más de una hora de reloj al gestor, comprobé que mi colega había alquilado el piso la última semana y no había contratado servicio de limpieza. Que cabronazo –pensé.

Estuve un par de horas ordenando y limpiando el apartamento, por suerte el aire acondicionado ayudaba a no morir de calor. Era medio día cuando finalmente había acabado, y antes de disfrutar de la piscina del bloque de apartamentos, bajé a una pequeña tienda de comida para llevar.

Me senté en la pequeña mesa del balcón, el cual se orienta a la piscina comunitaria. Ahí contemplé las familias que estaban disfrutando del agua mientras comía una ensalada y comenzaba a dudar si volvería el resto de la semana viendo el panorama de vecinos y usuarios que estaban ahí abajo. Me encanta la playa, el agua, el sol, pero echaba de menos la compañía de alguien con quien charlar.

Bajé alrededor de las 4 de la tarde… me puse abundante crema solar antes de dejarme asomar por los jardines y llegar la piscina. Estaba algo más vacía, la siesta se respeta –medité.

Estiré la toalla en un hueco de césped cerca de una de las dos duchas, desde ahí podía ver panorámicamente a todos los vecinos.

3 familias, con varios niños jugando en el agua o corriendo por el borde de la piscina. No era el mejor plan, pero podía disfrutar un poco del sol en soledad.

Cerraba los ojos mientras me tostaba al sol, varias duchas después y sin darme demasiada cuenta la piscina estaba bastante llena, llena de familias con niños. Cogí el móvil y con la intención de dar algo de envidia a mis conocidos, subí una historia a Instagram, enfocando mis pies hacia la piscina. Lo sé, típica foto…

Al poco rato recibía varias reacciones de mis amigos, pero uno de ellos resultó ser de Érica, una amiga de mi novia. Estuve un rato chateando con ella, contándole como habían ido las vacaciones por Almería y como había acabado en Sitges by the face . Érica es una chica delgada, morena, con bastante pecho y de piel muy blanca. Es amiga de mi pareja desde la infancia y nuestra relación es bastante buena desde que la conocí. No es una desconocida, hemos hecho infinidad de planes, y ni imaginar que aquella conversación acabaría con otra semana fantástica, esta vez en Sitges.

Érica está soltera y vive con su familia en Barcelona. Mientras hablábamos me dijo que ella también estaba de vacaciones, pero sin planes a la vista y me pidió si podía venir conmigo a Sitges al día siguiente. No dudé en contestarle que por supuesto, que no tenía ni que pedírmelo. Hasta aquel momento yo dudaba si volvería al apartamento hasta el viernes con mi novia, pero con tal propuesta ni me lo pensé.

Así quedamos, la recogería al día siguiente a primera hora y pasaríamos el día en la playa o en la piscina del apartamento.

Pasadas las 7 de la tarde me estaba volviendo hacia Barcelona, tardé más de la cuenta en llegar a casa, donde mi novia hacia poco que había terminado su primer día de trabajo después de las vacaciones.

Cenamos y hablamos de su incorporación, incluso le conté que al día siguiente Érica se vendría a Sitges conmigo. Se alegró mucho, ella sabía que su amiga estaba de vacaciones, pero no cayó en decirle que quedase conmigo.

Al día siguiente, me levanté junto a mi novia, y preparé café para ambos mientras se duchaba. Tardó un segundo en bebérselo y menos todavía en desaparecer por la puerta de casa dejándome solo y medio adormilado. Estaba plácidamente sentado en el sofá, viendo las noticias mientras tranquilamente desayunaba, cuando me sonó el móvil, era Érica, que estaba despierta pero que le diese 15 minutos más de margen. Sin problemas, Sitges no iba a moverse de ahí.

Me duché y poco antes de las 10 estaba saliendo de casa para recoger a Érica. Aparcado frente a su portal, vestía un short blanco con algún toque desgastado y una camiseta de tirantes, haciéndose notar las tiras del bikini color negro atado por su cuello. Me saludó con una sonrisa, sentándose a mi lado y dándome un par de sonoros besos.

En el camino se disculpó por atrasarse, diciéndome que el motivo era que el día anterior le dio muchísimo palo depilarse y lo había dejado para antes de marchar. Yo sabía que estaba yendo a sesiones láser para perder vello, y me extrañó que debiera depilarse. También es verdad que siempre queda algún pelo rebelde…

Se hizo muy corto el trayecto, apenas había tráfico y Érica no paraba de contarme chismorreos de su oficina.

Llegamos al apartamento. La primera idea era pasar la mañana en la playa, pero cuando le enseñé la piscina comunitaria insistió en disfrutar de esta antes. Volví a no oponerme, me daba realmente igual. Nos acomodamos en un rincón con césped, estiramos las toallas y nos deshicimos de la ropa quedándonos en ropa de baño. Su bikini era bastante corriente, pero la parte trasera de la braguita era en forma brasileña. Siempre llevaba brasileñas desde la primera vez que la vi en bikini. Tiene un culo respingón, no exagerado, i redondito.

La piscina estaba vacía, como el día anterior unas pocas de familias. La conversación seguía fluida, como cualquier conversación entre amigos, nada fuera de lo corriente. El sol apretaba, nos había puesto crema solar un par de veces durante la mañana y antes de comer fijamos que también teníamos que pasar por la playa.

Antes de cruzar las dos calles que separan el apartamento de la playa, subimos a recoger el móvil de Érica y algo de agua.

El sol apretaba con más fuerza estando en la arena de la playa que en el césped de la piscina. Caímos que esta vez, aun llevando agua, nos habíamos dejado la crema solar en el apartamento.

-          No sé si vamos a aguantar mucho, este sol arde. –dijo Érica

-          Verás esta noche, rojo como los guiris y untado de aftersun… -contesté

-          Nene, qué miras?! –soltó ella

En ese momento, pasó una mujer de mediana edad, muy normal, pero que llevaba un bikini muy sugerente, pequeño y apretado. Lógicamente, mi mirada se centró en ella, y me reí de la indignación, en broma, de mi amiga.

-          Qué quieres!? Es casi imposible no mirarla Érica –dije sonriendo

-          Todos iguales, os enseñan algo más de la cuenta y os perdéis…

-          Que nos gusten las mujeres no quiere decir que seamos todos iguales, que manía tenéis con esa frasecita… -respondí

-          Es bonito, yo no me lo pondría… Hay que ser muy descarada para ir casi en pelotas por la playa…

-          Que cada cual vaya como quiere… ¿no?

-          Solo he dicho que yo no me lo pondría –contestó Érica

Lejos de quedarse ahí la conversación, derivó una nueva mucho más interesante, donde me descubría que estilos de bikinis le gustaban más, incluso me describió su última adquisición, no apta para cardiacos. Literalmente así la describió.

Lo había pedido por Amazon hace unos días, y no se atrevía a ponérselo en público. Me contó que al probárselo en casa, se dio cuenta que se había pasado con el diseño tan bajo de cadera, quedándole a mitad de su monte venus, mostrando algunos pelillos perdidos. Siempre se los compra de tanga brasileña, pero las ganas de probar algo nuevo le hicieron lanzarse. Según su forma de contármelo, no estaba convencida, incluso se planteaba devolverlo.

De mientras, yo me limitaba a escucharla, a imaginarse como le quedaría el famoso bikini. Únicamente le negué que lo hiciera cuando comentó que no sabía si devolverlo.

Con la conversación, yo me estaba poniendo bastante caliente de mente, por suerte no se podía interpretar mi estado a través de mi miembro. El sol ya apretaba con fuerza, pasamos la mañana entrando y saliendo del agua comentando los bikinis y puntuándolos.

En alguna ocasión dejaba salir mi vena más picara, y le decía que a ella le quedaría mejor que la portadora del bikini que comentábamos. Únicamente se reía, apenas me seguía el juego, o eso sentía.

Entorno a las dos de la tarde, le dije que fuéramos a comer, no aguantaba más sol. La ensalada entró espléndidamente junto a un par de cervezas bien fresquitas.

El aire acondicionado y la insolación, nos hizo caer en el sofá. Cada uno a un lado.. ella se había puesto un vestido corto de playa para no ir en bikini por casa y yo me había cambiado, poniéndome un pantalón de deporte más ancho y cómodo que el bañador, por el cual, estirado, se me podía ver todo.

Estirados en el sofá, y ella dándome el culo, no podía dejar de contemplarlo, luchaba contra la morriña que estaba teniendo con los nervios de estar viendo algo solo para mí…

Al cabo de media hora, había vuelto a abrir los ojos. La postura de Érica había cambiado, boca arriba, con su pierna izquierda apoyada sobre mi rodilla, con todo el vestido abierto y la braga del bikini estirada de lado a lado de su coño. Se podía intuir perfectamente el tamaño de sus labios, la forma… empecé a ponerme cachondo, notaba como me estaba poniendo nervioso contemplando a mi amiga en esa postura, sin quitar la vista. Yo también estaba boca arriba, casi la misma postura que ella, no quería moverme y fastidiar mi campo de visión…

Un rato más tarde, levanté la vista y Érica comenzaba a despertarse, a medio moverse, no sabía si hacerme el dormido y moverme o no hacer nada. Me decliné por no hacer nada, miraba fortuitamente su coño queriendo no olvidarme de esas vistas y de pronto, sus ojos se posaron sobre los míos, se había dado cuenta de lo que estaba mirando…

No dijo nada, se limitaba a despertarse sin gesto alguno, ni bien ni mal. Yo no sabía que pensar, si estaría enfadada o molesta… Mantuvo la postura un buen rato, expresando que menuda siesta y lo bien que le había sentado… Yo me alegré de sus palabras, no escondían malos rollos ni nada parecido.

Eran casi las seis de la tarde, seguíamos acomodados en el sofá, hablando de temas triviales hasta que decidimos marcharnos a Barcelona, y regresar a casa.

Ya no pasó nada más, ni en el apartamento de Sitges ni durante el trayecto de vuelta. Yo tampoco quería tentar a la suerte, ni estropear quizá que dejase de apetecerle volver el resto días a Sitges.

Estando en mi casa, esperé hasta casi las 10 de la noche a mi novia, que regresaba con cara de pocos amigos de la oficina. Estuvimos un rato charlando, casi más criticando por su parte algunos problemas que tuvo aquel día en el trabajo. Tenía la cena preparada, pero no me lo agradeció de la manera que yo anhelaba, quería acostarme con ella, pero la vi realmente cansada.

Una sorpresa me dejó sin aliento justo antes de acostarme, recibí un mensaje de Érica con una imagen. Me iba el corazón a mil, estaba convencido que no sería nada, pero la curiosidad me mataba. La abrí, me decía que se había quemado en la playa, y lo acompañó de una foto para mi deleite. En la foto aparece Érica, en ropa interior básica de color oscura, frente al espejo de un cuarto de baño, y bajándose el lateral de la braga para ver la diferencia de color entre la cintura y el resto de su cuerpo.

Realmente no estaba tan quemada como decía, menuda exagerada pensé. Pero pronto mi mente voló, ¿quizá buscaba algo más? Estaba nervioso, valoré hacer yo lo mismo, pero no me atreví, simplemente le contesté que se preparase para el sol del día siguiente.

Pasé la noche dando vueltas a la cama, mi novia dormía plácidamente, pero yo no conseguía quitarme de la cabeza la forma del coño Érica.

Por fin amaneció, mi novia se volvió a marchar volando hacia su trabajo, mientras yo desayunaba y me mensajeaba con Érica para ver a qué hora la recogía. Estaba despierta, lista para volver a disfrutar de la playa de Sitges.

Hoy venía con un vestido anaranjado, fino, de tirantes que acababa por la mitad de sus muslos, estaba sexy.

Llegamos al apartamento, subimos antes de ir a la playa para dejar la comida que había preparado y así de paso, enfriar un par de botellas de vino blanco.

Nos dirigimos a la playa, justo frente la misma calle del apartamento, apenas andamos para colocarnos en un hueco bastante grande de arena, por suerte, estaba bastante vacía por aquel momento. No tarde en sacar el tema, mientras ella se despojaba del vestido, del color de había cogido en relación a la foto que me envió el día anterior. Le dije que no estaba tan roja como decía, pero que esta vez sí había traído crema solar para su tranquilidad.

Sonrió, dándome las gracias y contestando que sí tenía bastante marca, tanto en la parte de arriba como la de abajo. En ese momento, estaba estirada boca arriba, con sus gafas de sol y el mismo bikini que trajo el día anterior.

Le solté entre bromas, que para no tener esas marcas, podría bajarse un poco la braga. Su mirada detrás de esas gafas de sol se dirigió a mí, volvió a sonreír y de pronto, con sus dos manos bajo un dedo la braga. Ahí me di cuenta que no exageraba.

-          Pues sí es cierto que ayer cogiste color tía, ayer no se apreciaba tanto –exclamé

-          Ahora se nota más, soy taaaan blanca –contestó bromeando

En ese momento, no sé qué me hizo tirar de valentía, pero mi dedo paso por la línea blanca de su piel, guiándome por la goma de su braga, de cadera a cadera…

-          Pero.. la piel es suave, ahí ganas puntos! –dije a carcajadas

Estuvimos hablando de la problemática que tenía con el sol, que fácilmente se quemaba y que mañana vería el resultado de esa zona blanca que hoy estaba dejando al aire. Me animé a hacer lo mismo que ella, pero yo bajé mi bañador hasta casi el comienzo de mi pene, la goma de mi bañador presionaba sobre él.

En ese momento, mientras me lo ajustaba, notaba como Érica, se inclinó para ver mi maniobra, yo lo hacía lento. Sabía que no estaría mirando otra cosa que mis manos colocando el bañador y dejando como cuatro dedos de piel blanca al sol.

-          ¡Así no podré comprobar si te has quemado! –dijo Érica

-          Bueno, siempre podré seguir bajando y comparar… -contesté lentamente las últimas palabras

Me estaba gustando estar así. Cogí el pote de crema solar, y la eché encima de esta zona con la intención de atraer, nuevamente, la mirada de mi amiga. Dejé entre las toallas el bote de crema, ojeando si ella estaba observándome. Pasaba lentamente la mano por la parte inferior de mi estómago, a las puertas de mi pene, bajo la atenta mirada de Érica.

El sol era cierto que apretaba, pero había quedado en un segundo plano. El calor interno ganaba la partida.

Cada vez que iba al agua, me recolocaba el bañador y al volver a la toalla con mi amiga me lo retornaba a bajar, de forma torpe y haciéndome el despistado, para dejarle ver parte de mi polla.

Una de las ocasiones que Érica volvía de remojarse, no se ajustó ese dedo de cintura blanco. Estaba estirada, secándose al sol. Me acomodé a su lado, y yo mismo me dispuse a bajárselo. Un pequeño sobresalto al notar mis manos en sus caderas brotó, pero se quedó inmóvil, dejándome a mi libre potestad volver a bajarle el bikini.

De un extremo al otro, pasé una de las manos hasta la otra cadera, sujeté los laterales de la braga bajando poco a poco, sin detenerme, había pasado dos dedos de margen cuando mi corazón estaba saliendo por mi boca, lo notaba rapidísimo, pero por parte de Érica ningún gesto de rechazo. Seguí, tenía vello en su pubis, poquísimo, pero mi excitación crecía.

Seguí bajando, dejando al aire todo su monte venus, blanco, muy blanco, solo salpicado por cuatro mal vellos púbicos. Al colocarme nuevamente a mi posición para tomar el sol, no dejaba de incrustar mis ojos en ese trozo terso de carne blanca… así pasamos varios minutos.

-          Voy a ponerme crema, que me has dejando descuidada nene, me voy quemar el chichi… -me soltó

-          ¡¡Después de la ducha… after sun y chichi moreno!!

Nos pusimos a reír, fue un pequeño instante de complicidad y broma que me liberaba de la tensión acumulada por tal escenario.

La manera de echarse crema me pareció tan sensual, el movimiento de su mano por su monte venus hacia mover la braga, pudiéndose ver en pequeños instantes, el comienzo de su raja, tan rosa que hacia contraste con la blancura de su piel. Repitió como tres veces, decía que no quería quemarse, pero yo no podía alejar la vista, estaba hechizado.

Pasó la mañana volando, demasiado rápido para mi disfrute. Decidimos marcharnos alrededor de las 2 de la tarde para comer relajadamente en el apartamento.

Mientras yo preparaba la mesa, Érica se dispuso a ducharse. En mi ir y venir de la cocina al comedor, ella se despojaba de su vestido, de sus gafas de sol, toalla… La tercera vez que volví al comedor, haciéndome el despistado, Érica estaba quitándose de espaldas el bikini, dejándolo caer al suelo y marchándose tranquilamente desnuda a la ducha.

Mi polla se hinchó de inmediato, me temblaban las manos… Escuchaba desde la cocina, mientras preparaba la ensalada de patatas, el sonido de la ducha. Lo tenía todo preparado, solo faltaba el vino blanco que había dejado en la nevera. Salía Érica, sonriendo del cuarto de baño, con una toalla enrollada desde su pecho hasta la mitad de sus muslos.

-          Te toca. No tardes que sirvo el vino –resaltó, yendo hacia la cocina.

Yo no me iba a cortar un pelo ante tanto libertinaje pensé, y me desnudé ahí mismo, en el comedor, dejando mi camiseta y bañador tirados en el sofá.

La ducha fue un instante, Érica me reprimía que saliera a comer. Salí medio mojado, apenas me había secado y había hecho igual que ella, me enrollé una toalla por la cintura y nos sentamos en la mesa.

La sensación era doble, comer y estar ambos, únicamente con un trozo de tela sobre nuestros cuerpos desnudos. El primer vino se acabó, tan suave que nos atrevimos a abrir el segundo. Se notaba los efectos en nosotros, nos dejó bastante atontados.

Acabamos de comer, pero todavía quedaba media botella y para acabarla aún más a gusto, nos recostamos en el sofá. Érica se estiro apoyando su espalda en el brazo del sofá y yo sentado al lado de ella. Dejó sus piernas desnudas encima de mis muslos, que sin darme cuenta, tenía la toalla enrollada apenas sin fuerzas, medio abierta, sin verse nada, pero cualquier movimiento podía hacer que cayera. Brindábamos y mi mano se posicionaba en su muslo. En ese momento volvía a tener polla creciendo poco a poco, notándose el bulto descaradamente. En su caso, la toalla acababa justo para no verse su rosa rajita y mi mano seguida depositada en su pierna, que ahora acariciaba tímidamente sin llegar a tocar la toalla.

Había bebido demasiado, y no podía aguantar, necesitaba ir al baño… al irme, tuve que sujetarme con fuerza la toalla para que no cayera. Al levantarme, el movimiento de Érica hizo que se quedara con una pierna más abierta que la otra, dejándome ver todo su coño, durante un segundo que hizo abrir mis ojos de par en par.

No estuve ni un minuto en el baño, que al regresar, Érica se había colocado la cabeza en un cojín y se había estirado, ocupando gran parte del sofá, con los ojos cerrados y supuestamente durmiendo. Se había ajustado bien la toalla, pegada a su cuerpo.

Me coloqué como pude, me estiré al otro lado del sofá y mis piernas quedaron entrelazadas con las suyas. Un simple roce me enloquecía. Mi toalla, en cambio, no la tenía enrollada a mi cuerpo, la tenía encima de mis rodillas, tapándome como si de una manta se tratase. Me sentía exhibicionista, aunque nadie me estuviera mirando.

El momento fue desinflándose, dominándome la morriña provocada por las copas de vino. Caí dormido, no mucho tiempo, pero lo suficiente como para haber perdido ocasión de jugármela con Érica. Se había levantado, escuchaba la Nespresso desde el salón.

Érica, en bikini, regresaba de la cocina con dos cafés, cuando me fijé que mi toalla apenas me tapaba la polla flácida. Reaccioné y me tapé lo suficiente. Acabamos de tomar el café y bajamos a la piscina.

Estaba llena de críos con sus padres, jugando en el agua y corriendo por el césped. Quizá no fue tan buena idea, apenas tendría tanta intimidad como tuve esa misma mañana en la playa, aunque parezca mentira.

Érica me hizo pasar la tarde volando, realmente la estaba conociendo aún más, escuchaba atentamente todo lo que me explicaba, mirando sus labios sin atender al resto del mundo que tenía al lado. Me lo estaba pasando muy bien, entre bromas y anécdotas que me contaba. Hasta el punto que empezó a caer el sol sin darnos cuenta.

No había recibido ningún mensaje de mi novia, intuí que todavía no habría llegado al piso, por lo que me tomé la vuelta con calma. Recogimos las mochilas del apartamento y alrededor de las 10 de la noche ya estábamos en Barcelona.

Efectivamente, mi novia no había regresado todavía. Medio dormido en el sofá de casa, después de picar un poco de embutido, entró con las mejillas rojas y aires de habérselo pasado bien. Me comentó que quedó después del trabajo para hacer una cerveza, pero acabaron siendo unas pocas más. No le pregunté mucho más, ella se limitó a contarme lo largo que fue el día.

Volvió a caer rendida en la cama, sin prestarme atención. Aquella noche dormí plácidamente, pensando en Érica… hasta que sonó la alarma de mi chica. Era hora de volver a madrugar para una nueva jornada de trabajo. Media hora después, salía del piso despidiéndose con un largo beso.

De camino a Sitges, ya con Érica en el coche, recibimos ambos un mensaje de mi novia. En el mío, me proponía que como estaba llegando tarde a casa esos días me quedase a dormir en el apartamento y esperarla allí para pasar el fin de semana. En cambio, en el suyo, le decía que me cuidara como si fuese su novio y que no se preocupara por la ropa, que ella misma, el viernes, nos traía ropa limpia a los dos.

-          ¡¡¡Que chocho tiene tu novia nene, la ropa me da igual pero que te trate como un novio… si te trato mejor!! –se rió

-          ¿Entonces nos quedamos a dormir? –pregunté

-          Sí, no me importa… mejor –contestó Érica reafirmando su respuesta

-          ¿Pero me tratarás bien? ¿Harás caso a tu amiga? A mí me gusta hacer la cucharita… -dije

-          ¡Como un novio dijo, pues como un novio entonces!

Al escuchar esas palabras, me recorrió un escalofrió por el cuerpo, leve pero suficiente como para ponerme nervioso. Mi mente especulaba sobre ese comentario, y sin pensarlo si quiera, mi mano se posó en su muslo mientras con la otra sujetaba el volante.

Mi mano, a escasos centímetros de su cadera, apretando con firmeza.

-          Pues… como… novios… –logré decir sin separar la mano

Ella, lejos de quitármela, deposito su mano izquierda sobre esta, mirando por la ventana con sus famosas gafas de sol.

Antes de subir al apartamento, pasamos por la piscina y valorar si volver a la playa o quedarnos ahí. Por suerte, apenas había nadie, una mujer de mediana edad en una de los rincones y una pareja con sus hijos en el borde de la piscina.

Dejé nuevamente dos botellas de vino en el frigorífico antes de bajar a la piscina, con la esperanza que esta vez la comida acabase con distinto final.

Dejamos las toallas estiradas en el césped, debajo de un árbol que hacía de sombrilla y en cierto modo, daba algo de intimidad. Quedaba algo alejado de la piscina…

Fue en ese momento, mirando a Érica como se deshacía de su falda, que llevaba un bikini increíblemente pequeño, apenas tapaba su coño, y donde ayer había pelillos, en ese momento no hay ni rastro. El bikini dejaba al aire la mitad de su monte venus, el cual se diferenciaba del resto de color de su cuerpo, más bronceado.

Intenté no babear frente de ella, era difícil resistirse a contemplarla al contonear su cuerpo en dirección las escaleras de la piscina.

Nada más entrar en el agua, Érica vino a mí por la espalda, abrió las piernas apretándome desde atrás. Se quedó así, abrazada a mí. Sus brazos también rodeaban mi pecho. Yo sujetaba su pierna y con la otra me apoyaba en el borde de la piscina.

Sus manos comenzaron a jugar, de ir de lado a lado de mi pecho, mientras hablábamos de la suerte que tiene mi amigo, propietario del apartamento, de poder tener escapadas así siempre que quisiese. Perdí el hilo de la conversación, mi polla comenzó a hincharse. Mi atención pasó a disfrutar las manos de Érica sobre mi pecho y abdomen. Asentía a las palabras de mi amiga, con su cabeza apoyada en mi hombro.

La piscina seguía vacía, no había llegado nadie más. Mire alrededor, pero todo seguía igual, sin que nadie estuviese centrado en nosotros.

-          Parecemos novios… ¿no? –preguntó una segunda vez Érica

-          Ssssí… lo parecemos… -balbuceé

-          Se esta tan bien… –terminó de decir

Acto seguido se separó de mí, se mojó el pelo y se dirigió lentamente a unas escaleras metálicas donde apenas el resto de los usuarios de la piscina podían ver nada.

La seguí. Estaba apoyada, todo su cuerpo sumergido en el agua. Me coloqué a su lado, muy cerca de ella. Realmente si parecíamos novios. Fuera del agua continuábamos hablando, pero debajo de esta, mi mano no tenía intención de dejar escapar ese cuerpo.

Comencé sin previo aviso, a pasar mi mano por su cadera, notaba entre mis dedos el hilo del bikini que tanto me gustó. Mi pierna, se perdía entre las suyas. Nos estábamos rozando la mitad del cuerpo contra el del otro, pero aparentemente, no estaba pasando nada. Parecíamos dos actores de Hollywood.

Me deleitaba apretando sus piernas… recorría mis dedos hasta el lateral de su bikini. Su mano, apoyada encima de la mía, dándome permiso a todo lo que estaba haciendo me daba seguridad. Notaba como mi polla no resistía la tela del bañador. Su cara, poco a poco cambiaba, no hacía falta disimular que aquel tonteo le estaba encantando.

Con las dos manos, agarré de su cintura para pegarla a mí, dándonos un abrazo donde pude notar sus pechos sobre el mío, ella apretaba sus brazos rodeando mi espalda, mi polla frente su coño separados por la tela de los bañadores… mi cadera hizo movimientos para forzar el roce contra ella, no podía negar que estaba muy excitado. Era yo quien estaba dominando la situación, ella se limitaba a dejarse hacer. Viendo que no se abría de piernas como cuando lo hizo de espaldas. Le di la vuelta, me reposé en la pared y coloqué su trasero pegado a mi polla.

En esta posición, mi polla se encontraba entre sus dos nalgas, su culo apretaba con fuerza hacia abajo, podía dibujar la figura de su culo en aquella posición. Mis manos rodeaban su cintura, se perdían manoseando su vientre, las piernas sin llegar a tocar su coño. Jugaban encima del borde de su bikini, mis uñas arañaban la zona, quería poseer el momento.

Cada arañazo, sin ser brusco, el cuerpo de Érica se movía. Los movimientos pasaron de ser lentos y desapercibidos, a notar la evidencia del deseo que teníamos. En uno de los movimientos, mi bañador se bajó un pelín, dejando al aire medio tronco de mi polla, que ahora se rozaba contra su culo y su pequeña braguita.

Sabíamos disimular, nadie se estaba percatando de lo que en el agua estaba pasando, hasta que de golpe tuvimos que detenernos. Un hombre se acercó al agua, al otro lado de la piscina.

Al separarnos, Érica subió las escaleras metálicas y se fue para la toalla sin decir nada. Yo no podía salir, tenía una erección tan fuerte que tarde bastante rato en poder volver con ella.

Era media mañana, estábamos debajo del árbol sobre nuestras toallas, cuando caímos que ese día debíamos comprar algo para comer, con lo que acordamos quedarnos un rato más ahí y salir al pueblo en búsqueda de un supermercado.

El resto de la mañana, fue pasando sin darnos cuenta, compramos una ensalada preparada y unas hamburguesas para acompañar y sobre las dos de la tarde ya estábamos entrando por la puerta del apartamento.

-          Primera para la duchaaaaa… -corrió hacia el cuarto de baño Érica

Me dispuse a preparar la mesa y hacer las burguers mientras ella se duchaba. Volvió a salir con una toalla enrollada a ella, para acabar de ayudarme en la cocina. Mientras ella estaba atenta de no quemar las hamburguesas, me quité el bañador diciendo que iba a la ducha. Dándole la espalda, en la puerta, le recordé que debía servir el vino, mientras ella me daba un repaso de arriba abajo antes de perderme por el pasillo dirección a la ducha.

En la ducha, era evidente mi excitación. Mi polla estaba totalmente tiesa, enfocando hacia el techo. La toalla no podía disimularlo, ni tampoco era mi intención hacerlo. Después de todo lo que había pasado aquel día, no quería disimular nada, aunque si es cierto que ninguno de los dos lo había hablado abiertamente. ¿Nos estábamos haciendo los despistados para no romper la magia?

La mesa estaba puesta, Érica mirándome sentada, con la toalla algo floja, la cual aduras penas se sujetaba por la parte de sus tetas a la altura de sus pezones. Haciéndome el despistado, y viendo los ojos de Érica clavados en mi bulto, me senté. Brindamos por nosotros y comenzamos a devorar los platos.

Toda la comida la hice con la polla dura, a punto de estallar, pero no me molestaba como me pasaba con el bañador. Ambos bebimos menos que el día anterior, ni siquiera abrimos la segunda botella de vino.

La excitación podía cortarse en el ambiente, mi mente se perdía recordando la mañana, recordando la pequeña lujuria vivida, los manoseos, mientras intentaba mantener la conversación y seguir con este no tan inocente juego.

Estuve recogiendo la mesa ante la atenta mirada de Érica desde el sofá, no eran ni las 4 de la tarde. Seguía con la toalla enrollada alrededor de su cuerpo, sentada en el sofá podía comprobar que esta le llegaba hasta su cintura, tapando por pocos centímetros su rajita, incluso pensé que había escogido esa toalla expresamente.

Al regresar de la cocina, con toda la mesa completamente recogida, me encontré a Érica sentada en el sofá como un indio americano, con las piernas abiertas y con la toalla subida hasta sus caderas, dejando todo su coño abierto mientras se entretenía con su móvil.

Me senté a su lado como pude, colocando mi mano sobre su muslo, su rodilla apretaba mi pierna, mi corazón latía con tanta fuerza que no sabía cómo reaccionar ante tal contexto. Mientras, mi mano apretaba su muslo interior, dibujando círculos, apretando su pierna blanca y desnuda. Cerró el móvil a los pocos segundos, estirando su cabeza hacia atrás, reposándolo en el cabezal del sofá. Yo seguía con mis movimientos, mientras hacía que miraba la televisión, pero mi atención estaba completamente en el coño de mi amiga.

Ella resoplaba con mis movimientos desde el interior de su muslo, casi rozando su labio rosadito, hasta su rodilla, iban y volvían lentamente. Mis dedos recorrían con firmeza su carne, deteniéndose justo a las puertas de su ingle, aumentando el calor de nuestros cuerpos.

Como pude, fui lentamente deshaciendo el pequeño nudo de mi toalla, dejándola de lado a lado, dejando toda mi polla escapar, totalmente dura.

Veía como su lengua pasaba por sus labios, mojándolos, en ocasiones sus dientes apretaban también contra estos... sus ojos cerrados con fuerza, disfrutando de este pequeño juego tan excitante entre los dos…

-          Voy a colgar la toalla, creo que no la necesito… -dije suavemente

-          Espera, me encanta… -contestó

-          Ahora sigo –respondí

-          Está bien, pero el resto de mi cuerpo tiene envidia, lo estás haciendo de maravilla –dijo mientras me dirigía al cuarto de baño, completamente desnudo con la toalla en la mano.

-          Espera… –escuché justo detrás de mi

Colocamos ambas toallas en diminuto cuarto de baño, desnudos uno frente al otro, como si de una situación normal se tratase. Mi polla dura, apuntando hacia el frente, sus pechones desnudos y morenos, totalmente rígidos no hacían de esta una situación aparentemente normal.

-          Sig… sigues…? –preguntó mirándome a los ojos

-          No puedo negarme, ¿verdad? –vacilé

-          Ni se te ocurra –rió

Nos encontrábamos uno frente al otro, en el diminuto cuarto de baño, completamente desnudos y excitados, a escasos centímetros uno del otro. Mi excitación era evidente, su mirada delataba su calentura. Me miró a los ojos al mismo instante que pegó su cuerpo al mío, abrazó mi torso con sus brazos y su lengua lamió mis labios. Me dejé hacer. Mi polla se encontraba presionada, cosida a ella, inmóvil mientras mis demás sentidos captaban las manos de Érica, que recorrían mi espalda, mi culo, mi cuello. Nos besábamos con fuerza, lamiéndonos la cara, saboreando el aroma del otro, disfrutando del sabor de sus mejillas, labios y lengua. Mis manos, agarraban con firmeza su cuello y su cabeza. No quería dejarla escapar, sentía un deseo incontrolado de lamerla.

Seguí lamiendo su cara, giré varias veces su cabeza con firmeza para poder morder su cuello, mientras su cuerpo seguía pegado al mío. Movía su cintura presionando contra mi polla, los vaivenes y la intensidad del movimiento, multiplicaban mis ganas de poseerla.

Llegué a tal excitación, que giré todo su cuerpo, enfocándonos hacia el espejo. Detrás de ella, pegado a cuerpo, con mi polla apoyada entre la raja de su culo, mis manos ahora estrujando con fuerza sus tetas y mis dientes mordiendo sus hombros. Ella solo podía dejarse poseer. Apoyó sus manos encima de la pica, disfrutando de mis movimientos y mis manos sobre de ella. Cada vez más, su posición se curvaba, echando hacia detrás su culo, con movimientos frotando mi polla, abriéndose poco a poco, hasta que en esos movimientos la punta de mi polla cayó a la altura de su coño. Ahora me frotaba con los labios de su muy mojada vagina. Notaba como el líquido resbalaba sobre mi tronco.

Los gemidos fueron aumentando, apretaba las piernas para tener más fricción, parecía que no quería soltar mi polla. Empujé su cuerpo, posé su pecho contra la pica, su cara de excitación y su lengua fuera tras el espejo será una de las imágenes que nunca olvidaré en la vida. Me coloqué en la entrada de su coño, y lentamente mi polla se sumergió. Mi movimiento era lento, suave… mis manos subían y bajan a la par por su espalda para terminar estrujando su culo.

Los gemidos de Érica seguían el ritmo de mis leves embestidas, gemidos suaves que adornaban más de excitación el cuarto de baño. Con mis manos depositadas en sus nalgas, apretaba con intensidad ese trozo de carne. Las separaba, escapando a la vista su diminuto ano. Mis dedos gordos, se acercaban poco a poco a las puertas de ese agujerito, algo más oscuro que el resto de sus cachetes.

Mis embistes habían aumentado contundentemente, al igual que lo hacían sus gemidos. Mis manos no podían apretar con más fuerzas su trasero junto a uno de mis dedos apretando la entrada de su ano. La visión que en ese momento tenía era maravillosa, veía a Érica reposada en la pica a través del espejo, y su culo abierto mientras me la follaba.

Estaba a punto de correrme, pero no quise quedarme ahí. Dejé de embestir, besándole su espalda curvada, lamiendo su nuca sin sacar mi polla de dentro de ella. Tenía la polla muy dura, un simple movimiento habría hecho correrme. Contuve la situación, saliendo lentamente de ella. Se giró, y volvimos a besarnos, pegados uno al otro.

-          Vamos a la cama –dijo Érica con voz cansada

Nos dirigimos al cuarto principal, donde teníamos una maravillosa cama de matrimonio. No dio tiempo a deshacerla, cuando me empujó contra el colchón.

-          Boca arriba –me ordenó completamente desnuda y sudada

En ese momento, dominado por sus manos, dobló mis rodillas mientras se introducía mi polla en la boca y con la mano masajeaba mis huevos. Me estaba haciendo una mamada descomunal, dejando toda su saliva encima de mí. Tenía toda mi entrepierna llena de babas que dejaba caer de su boca con cada movimiento. Comencé a notar como bajaba cada vez más hasta rozar mi ano.

Comenzó en ese momento, una sensación que jamás había experimentado. Mientras su boca no dejaba de chupar mi polla, su dedo todo pringoso, dibujaba círculos en mi ano. El placer era espectacular. De repente, escupió una gran cantidad de saliva en mi polla y comenzó a pajearla con sumo cuidado. Bajó su cabeza por debajo de mis huevos, y volvió a hacer magia. Su lengua estaba jugando con mi ano, lo lamia con descaro.

Me estremecía contra la pared aguantando tanto placer desconocido. Apretaba con mis manos su cabeza, presionándola contra mi pidiendo más lengua en aquella zona.

Comencé a correrme y Érica intensifico la paja hasta tal extremo que dolía. Bajaba y subía su mano con dureza, exprimía y apretaba mientras salían de mí borbotones de leche por todas direcciones.

A los segundos, una vez cobré el sentido, sentí la necesidad de devolverle todo el placer que me había proporcionado. Me puse encima de ella, y abierta de piernas, comencé a comerle el coño sin previo aviso. Me encontré con mucho jugo, tenía la cara completamente inundada de sus flujos. Sabían riquísimo, un sabor intenso y excitante se extendía por toda su entrepierna. Mis manos se escapaban por todo su cuerpo, pellizcándole los pezones, agarrando sus tetas, acariciando su abdomen...

Se movía al mismo compás que lo hacia mi lengua en su coño. Mi nariz casi desparecía entre sus labios, intentando respirar como podía. Estaba seducido con el sabor, no podía dejar de lamerlo.

Arrancó a tener pequeños espasmos, mientras mi lengua seguía deleitándose con su vagina, notando como se contraía y se corría en mi boca que no dejó de lamer hasta que Érica me dijo basta, apartándose de mí.

Me estiré a su lado y me abrazó con mucha delicadeza mirándome a los ojos. Estábamos tumbados, abrazados con una capa de sudor y saliva que ocupaba toda la habitación.

-          Necesito un agua –dije descansado

-          Me apetece playa –respondió Érica con los ojos cerrados

-          Así…? Apestamos…

-          Así, nos ponemos los bañadores y al agua… -salió Érica de la habitación

Al cabo de 15 minutos, sin hablar de lo que había sucedido, ni siquiera un pequeño comentario al respecto, llegábamos a la playa con los cuerpos sudados y olor a sexo.

Ni estiró la toalla que se enfundó en el agua, lanzándose directamente, ahogando su calor en el agua salada de Sitges y desde la orilla, miraba como aquella mujer había hecho que minutos antes, me regalara una corrida extraordinaria.

Eran casi las siete de la tarde y el sol comenzaba a relajar su fuerza. Desde fuera parecíamos una pareja corriente, pero mi mente seguía excitada y confusa. No había señales de arrepentimiento por parte de ninguno de los dos, pero seguimos sin mencionar nada de lo ocurrido.

El resto de la tarde volvió a pasarse volando. Ambos teníamos bastante hambre, y como ella es una amante forofa del sushi, decidimos coger un par de bandejas y cenarlas en el balcón del apartamento.

Sin ducharnos y recién llegados de comprar el sushi. Preparamos la mesa del balcón, servimos unas cervezas y nos pusimos a cenar. No dejamos ni una sola pieza. Al terminar, con la poca luz y tranquilos uno al lado del otro, Érica dejó caer su mano en mi pierna, mientras seguía mirando a la oscuridad totalmente despreocupada.

Fue en ese momento, que no pude contenerme, y sin saber que palabras escoger, rompí el hielo.

-          Ha sido brutal lo que me has hecho esta tarde Érica –dije asustado

Me miró con una sonrisa, picara y satisfecha.

-          Me he dejado llevar, me apetecía hacértelo. Tenía miedo que me rechazaras o no te gústate que te tocase... ahí… -acabó de decir atenta a mi reacción

-          Jamás me habían comido el culo la verdad –reí

-          ¿Enserio? Debo admitirte que me lo hizo un follamigo hace unas semanas, y también me encantó. –Respondió ella

-          Es diferente, pero extremadamente excitante. Sentía mi polla más dura de lo normal… -confesé

Estaba volviendo a subir el ambiente, igual que mi polla. Hablar y recordar lo que había pasado entre los dos me estaba excitando, además no ayudaba la mano de Érica masajeando mi pierna.

Al rato, recogimos los platos y demás trastos de la mesa del balcón. Nos quedamos únicamente con dos nuevas latas de cerveza.

Seguíamos en bañador, sin ducharnos y con la sal de la mar pegada en la piel. Disfrutando de la tranquilidad de la noche y de la brisa que corría en ese instante.

La conversación fue cada vez profundizando alrededor del placer en el ano. Ella me confesó que había practicado varias veces sexo anal y que estando muy excitada le encantaba. Oia sus palabras, la seguridad con lo que afirmaba sus experiencias y mi bulto descaradamente evidente.

Érica toda atrevida, volvió a poner su mano en mi muslo, pero esta vez rozaba su dedo meñique con el calzoncillo del bañador. Mientras me relataba el gel que utilizó en una de esas experiencias, jugaba con la cabeza de mi polla tapada con la sensible tela del bañador.

No podía hacerme el despistado, estaba hipnotizándome, sus palabras violaban mi mente y su mano mi polla. Estaba excitadísimo.

Desde ahí fuera nos podían ver, ella se dio cuenta. No caí hasta que volví a abrir los ojos. Dejó todo lo que me estaba haciendo, se levantó llevándose las dos latas de cerveza al comedor, diciéndome que se iba a poner el pijama.

¿Qué pijama? –pensé.

Ninguno de los dos nos trajimos nada para cambiarnos, no teníamos a primera hora de la mañana quedarnos a dormir en Sitges.

Me senté en el sofá, pegado un sorbo de cerveza cuando entró Érica… ¡en ropa interior! No había cambiado en realidad el panorama. Mostraba la misma carne que antes de bikini a ropa interior, pero debo admitir que no me lo esperaba. Aunque algo más excitante era, además la tela de esas braguitas se veía súper fina y casi transparentaba por completo sus labios y sus pezones.

Mi polla se salía por un costado de lo dura que estaba y mi mente volaba sin más deseo que en ella y en disfrutarla.

Le pegó un buen trago a la cerveza, derramándose una fina gota por su cuello. Hasta el mínimo detalle me parecía sexy. Al terminar, se sentó encima de mí, abierta de piernas, comenzándome a besar con mucha euforia. La intensidad con la que movía los labios y la lengua me abrumaba y me excitaba todavía más.

Mi reacción ante todo eso, se limitaron a abrazar su espalda, arañar los cachetes y estrujarlos. Ella se movía encima de mí, las telas de mi bañador y de su braguita nos volvían a separar las ganas que tenía de ser penetrada. Sus manos no dejaban de sujetar mi cabeza a su antojo, de moverla a su placer para besarme y lamerme la cara. Los movimientos de Érica contra mi polla se acentuaban con tal extremo que podía notar la figura de sus labios en mi entrepierna.

Quería follármela, deseaba volver a penetrar ese coñito.

Como pude, la separé de mí y sin mediar palabra, me la lleve a la cama de matrimonio que seguía deshecha, tal y como la habíamos dejado este mediodía. Por el pasillo me quité el bañador, no aguantaba más la presión en mi polla.

Dejamos caer nuestros cuerpos en el colchón, mientras nos besábamos y manoseábamos. Los roces, los mordiscos, los lametones sin pudor fueron un constante durante unos minutos, la saliva impregnaba nuestra piel, fundiendo toda la habitación de un olor especial.

Mi excitación estaba llegando al límite de la sinrazón, actuaba por instinto, sin importarme si mis brazos apretaban su cuerpo sin control o si mis mordiscos le causaban dolor. Bajé hasta su coño, recorriendo con mi lengua su abdomen. No actuaba con sentido, sentía un instinto animal en mi interior, y Érica mi juguete, al que podía domar sin contemplaciones.

Baje su bikini, despojándola y dejándola desnuda nuevamente para mi deleite. Su coño hinchado, rosita y húmedo llamaba a mis labios a comérselo. Puse a Érica en posición de perrito, su ano apuntaba al techo y de su coño brotaba un fino hilo de fluido… No aguanté más tiempo sin meter mi lengua en su trasero, lamiéndole el coño en tal posición que mis manos apretaban sus cachetes sin miramientos.

Me lo comía como animal, subía y bajaba por toda la raja. Mi lengua llegaba a la entrada de su ano. Gemía alto, sentía su placer con cada uno de los sonidos que salían de ella y de los espasmos que su cuerpo producía. Pasé unos instantes queriendo que no acabase nunca, quería darle placer y tragarme todo lo que saliese de ella.

Los movimientos de mi cabeza, la intensidad con la que le estaba comiendo el coño y rozaba su ano, acabaron en pocos minutos. Érica comenzó a chillar, sus tetas pegadas a la base del colchón, con el culo en pompa y con sus pies estremecidos. Se corrió en mi boca, mientras mi lengua seguía moviéndose de lado a lado, arriba a abajo sin dejar rincón sin lamer. Me deleité con las contracciones de su vagina mientras mi lengua seguía ahora con leves movimientos saboreando sus fluidos.

Érica dejó caer de lado su cuerpo, se quedó recogida a uno de los lados de la cama. Tenía la cara completamente roja, sudada, como si de una maratón se tratase. Sus ojos medio cerrados y su boca entreabierta, reflejaban el estado sedante del que disfrutaba.

No tardó en reponerse, mirando fijamente dirección a mi polla, la cual seguía totalmente tiesa y necesitada.

-          Ve y métemela, no te hagas de rogar cabrón –susurró Érica delicadamente

Estirada en la cama, boca arriba y con las piernas abiertas completamente. Yo fuera de esta, de pie y apuntando a la entrada de su vagina. Hice caso a su petición, y comencé otra vez a penetrar el coñito de Érica, hinchado y lubricado. Mi polla entraba con mucha soltura, casi resbalando por su agujero. Mis movimientos eran duros y seguidos, disfrutando del placer de cada centímetro que introducía en ella. Sus tetas rebotaban de arriba a bajar al compás de mis embistes y sus brazos estirados a cada lado sujetándose a la cama, hacían sentirme un semental sometiendo a su presa. La imagen de verla recibir placer con los ojos cerrados, mordiendo sus labios con los dientes y algún que otro gemido por su parte, hicieron mella en mí.

Tal excitación y el aumento de mis embistes, que ahora eran más lentos, pero más fuertes, me proporcionó un nuevo orgasmo impresionante. Comencé a escupir mi leche dentro de ella, llenándola. Mi orgasmo seguía con mis leves embistes, ahora ahogados con mis últimos gemidos y viendo como algunos fluidos caían alrededor de mi tronco al entrar y salir de su coño.

No aguantaba más de pie, disfrutando del estado de relajación después de correrme. Me estiré en la cama, pegado a Érica, mientras se abrazaba a mí y con su mano acariciaba mi pecho con suma delicadeza. Besaba levemente mi hombro y sus piernas se estrechaban a las mías.

Me di cuenta que la ventana de la habitación estaba completamente abierta, y sería posible que nos hubieran escuchado. La noche era latente, fuera de nuestra burbuja sexual, no se escuchaba ningún ruido, todo estaba en paz. No me importaba lo mas mínimo, en ese momento nuestras respiraciones al compás eran lentas, tranquilas…

Contemplaba a Érica, con los ojos cerrados, ceñida a mí, completamente desnuda, sudada y frágil. Me sentía perfecto en aquella situación hasta que caí en el sueño, durmiendo con tal mujer a mi lado.

Desperté por los ruidos de los niños que jugaban en la piscina del bloque de apartamentos, debía ser tarde. Hacía mucho sol, calor y mi cuerpo pedía la necesidad de hidratarse. En cambio, Érica seguía en la misma posición de anoche, abrazada a mí.

Salí lentamente de su regazo. Cogí el móvil, eran las 12:35 horas de la tarde. Tenía un mensaje de mi novia. ¡Este me dio un vuelco al corazón!

Me avisaba que comería en Sitges con nosotros, que salía antes de la oficina para aprovechar el fantástico viernes de sol. Parece ser que también reservó en una arrocería y que no se había olvidado de cogernos ropa para el fin de semana, tanto para Érica como para mí.

Tenía un par de horas antes de que llegase…

Continuará.