EL SOFÁ ROJO - (y) 11 JUANCHI

Juanchi decide poner fin a su vida de empresario de la noche.

Juanchi.

A principios del nuevo siglo Juanchi vuelve a dejar la gestión de su bar en manos de Alex lo que irremediablemente les lleva de nuevo a un ambiente pastillero. El dueño del bar a sus treinta y ocho años no se siente con más fuerza para seguir al frente del negocio y se deja llevar. A su vez vuelve a entregarse a las partidas de póker en su reservado donde desde que dejara de venir Silvia no ha vuelto a llevar a ninguna chica más.

Alex en cambio si lo hace. No llega al nivel de mito sexual de su jefe durante los noventa pero si tiene tirón entre las mujeres y a alguna ha engatusado para terminar la noche en el reservado, aquellas noches en que Juanchi delega el cierre en él.

Con el comienzo de la burbuja inmobiliaria, el padre de Juanchi se decide a cerrar algunas de sus zapaterías en la provincia de Madrid y vende los locales a pequeñas promotoras para la construcción de bloques de pisos que años más tarde permanecerán cerrados a la espera que el banco que financió la operación los pueda vender por un precio muy inferior al de mercado en su día.

Juanchi, que contra todo pronóstico sigue casado con Esther, se plantea seriamente su forma de vida. Lleva trabajando en  la noche más de veinte años. Vivió la movida madrileña de principio de los ochenta, montó un bar que fue referencia para la juventud de Huertas durante los noventa. Había sido uno de los tipos más populares y con más éxito entre las mujeres. Había ganado mucho dinero, se había divertido mucho (drogas, sexo y alcohol). Quizás fuera el momento de dejarlo por algo más relajado. Su padre, a punto de jubilarse, le ofrecía la posibilidad de quedarse con la gestión del negocio de las zapaterías.

Todo esto daba vueltas en su cabeza una noche cuando recibió una llamada al móvil. Alex le informaba que habían vuelto a hacer una redada en Flying Golden Cat y habían vuelto a pillar a varios tipos con pastillas, entre ellos al propio Alex.

Juanchi volvió a ser sancionado económicamente por permitir el consumo y tráfico de pastillas en su local. Esta vez la multa fue incluso más dura que la primera por ser reincidente. Volvieron a clausurar Flying por un mes.

Esto fue la resolución de todas sus dudas. Juanchi decidió cerrar Flying Golden Cat para siempre. Definitivamente se retiraba del negocio de la noche para heredar una pequeña fortuna familiar a base de zapaterías y locales repartidos entre Madrid capital y la provincia. El cierre del local provocó una sensación de nostalgia en muchos de sus clientes históricos que pese a que ya no iban con tanta frecuencia si recordaban haber disfrutado de sus mejores años en aquel mítico bar de Huertas.

Aquellas cuatro paredes encerraban multitud de historias de cientos de clientes. La mayoría habían sido vistas, oídas y calladas por Juanchi desde su esquina al final de la barra. Y es que desde su apertura en mayo del 87 hasta su cierre definitivo a mediados de 2.003, el dueño del bar había pasado media vida allí dentro. Tenía historias para todos los gustos, conocía a multitud de personas y personajes. Incluso había encontrado allí a su pareja.

Con el paso de los años Juanchi se fue adaptando a su nuevo papel de empresario del calzado. Pese a no frecuentar ya la noche y el deterioro de su físico, su barriga había crecido mucho en los últimos años y su coronilla se veía afectada por la alopecia, muchos aún le recordaban como uno de lo tipos más populares de su generación. No en vano se podría decir que en Huertas hubo un antes y un después de Flying Golden Cat. Todos los que lo disfrutaron en sus comienzos o en algún momento de su juventud pasaron por allí hablaban del bar como algo mágico e irrepetible. Y es que todas las generaciones tienen unos referentes y los jóvenes de finales de los ochenta y principios de los noventa en Huertas lo tuvieron en Juanchi y su Flying Golden Cat.