El sofá rojo 9 - la camarera de flying
Casi una década después a Juanchi se le aparece su pasado para removerle los sentimientos.
La camarera de Flying.
Después de diez años como referente de la zona, Flying Golden Cat comienza una época de cambios cada vez más acusados. Al envejecimiento de la clientela inicial le acompaña el abandono de parte de ésta y la sustitución por otra generación más joven con otros estilos de diversión y otros gustos musicales. Ante todo esto, el dueño del bar había decidido dar un paso a un lado y delegar casi todo en Alex, más joven que él y por consiguiente más en la honda de la nueva clientela. Juanchi se mantenía al frente del negocio como propietario y sobre todo de cara a los clientes históricos como la famosa pandilla de la puerta.
Pero al dueño de Flying también le empieza a pasar factura física los años. Tiene treinta y cinco años y los cuatro últimos casados con Esther. Su relación se mantiene aunque con constantes deslices por ambas partes. En cuanto a su físico, los cambios también son notables. Ha engordado mucho hasta perder el cuerpo atlético de unos años antes, su pelo es más escaso. Las canas en las sienes comienzan a ganar espacio a marchas forzadas. Aunque siempre mantendrá ese atractivo de la popularidad y el morbo de su leyenda como animal sexual de Huertas.
Una noche con menos afluencia de lo habitual estaba en su esquina de siempre cuando vio entrar a una pareja. Pese a la oscuridad reinante siempre en el bar pudo reconocer a la chica. La imagen no se correspondía con la última vez que la vio pero sin duda era ella. Venía acompañada por un hombre un poco mayor que ella que no podía disimular sus raíces provincianas. La mujer junto a él se acercó a la barra y llamó la atención de una de las camareras. Juanchi salió de su esquina y fue al encuentro de la pareja:
-Pero bueno ¿cuánto tiempo? -saludó por sorpresa el hombre.
La mujer se giró y se le iluminó la cara cuando le vio:
-Juanchi... -se abrazó al dueño del bar ante la atenta mirada de su pareja que no terminaba de comprender aquella situación.
-Qué bien te veo. -Alabó el hombre.
Era Elvira. La mujer había cambiado mucho en los últimos ocho años. Su melena había sido sustituida por un corte de pelo corto que enmarcaba su preciosa cara de piel blanca. Como recuerdo de sus abusos del pasado unas sempiternas ojeras colgaban de sus ojos. Alrededor de estos se marcaban unas patas de gallo más producto de la deshidratación sufrida en su época de juventud que por la edad que contaba ahora, veintinueve. Estaba más rellenita que cuando acabó de manera casi trágica en Flying , pero pese a descomponer un poco aquel cuerpo perfecto de diez años antes los kilos de más no le sentaban del todo mal. En cuanto a su vestuario era ahora mucho más recatado que entonces y nadie diría que había tenido un pasado tan transgresor como Juanchi conocía:
-Mira Juanchi, te presento a Gerardo, mi marido.
Juanchi le saludó con un apretón de manos. El hombre era tan solo cuatro años mayor que ella pero su apariencia le hacía parecer al menos diez. Era un tipo regordete y con principio de alopecia. Vestía unos pantalones chinos con un cinturón de trenza a tres colores y una camisa blanca Ralph Lauren remetida por dentro del pantalón que no disimulaba en nada su volumen abdominal. Juanchi se mantuvo en silencio esperando que Elvira le diese pie a la historia que Gerardo conocía de su relación:
-Mira Gerardo, Juanchi es el dueño de este bar que era donde yo venia de copas algunas noches cuando estudiaba aquí en Madrid. Después, bueno ya sabes, la carrera no me fue bien y me volví.
Juanchi oía el relato de la chica y se dio cuenta que había endulzado su pasado mientras Gerardo daba por buena la historia.
El marido tras un par de copas se excusó y pidió información acerca del servicio, momento que aprovechó Juanchi para hablar más tranquilamente con Elvira.
De esta manera fue como se enteró el dueño del bar que la chica lo había pasado realmente mal después de su ingreso en la clínica de desintoxicación. La depresión post adición le resultó muy dura, tanto para ella como para sus padres. Incluso su padre acabó muriendo victima de un cáncer que ella siempre achacó en silencio a la preocupación sufrida por ella. Luego poco a poco fue saliendo adelante y conoció a Gerardo, un chico de su ciudad muy bueno que se enamoró de ella perdidamente. A medida que él se iba volcando en la relación a ella le dio pena romper el encanto contándole su pasado de drogas y vicios en Madrid. ¿A fin de cuentas de que serviría remover un pasado doloroso y felizmente superado? Se habían casado dos años antes y eran muy felices viviendo en Guadalajara donde Gerardo regentaba una tienda de ropas de su padre.
Mientras Loquillo entonaba su mítica Cadillac Solitario. Juanchi la miraba recordando la alocada vida que estuvo a punto de matarla y ahora convertida en una esposa ejemplar. Por eso se cortó de contarle que Ramón, su primo, estaba de nuevo en la cárcel y muy enfermo. Todo apuntaba a que no le daría tiempo de cumplir la condena.
Siempre quise ir a LA
dejar un día esta ciudad
cruzar el mar en tu compañía
A la mente de Juanchi volvían imágenes de los tres amigos en los comienzos de Flying y cuando la vio por primera vez en la terraza de aquella cafetería en mayo del 87. Lo que sintió nada más verla junto a su amigo Ramón. La famosa noche en que la chica perdió la virginidad. Noches de copas, de risas, de sexo, de cocaína, de excesos,…
…pero ya hace tiempo que me has dejado
y probablemente me habrás olvidado
no sé que aventuras correré sin ti…
Elvira le miraba ahora con media sonrisa, recordando también el rubor que le produjo la primera vez que se vieron. Y como le atrajo de inmediato aquel tipo con pinta de malo amigo de su primo. En silencio los dos tomaron sus copas y brindaron por los viejos tiempos. Tan lejanos en su memoria que casi parecían irreales. Tenían un nudo en la garganta antes de abrazarse junto a la barra.
…quizás el Martini me ha hecho recordar
nena por que no volviste a llamar?
creí que podía olvidarte sin más…
Cuando la canción les exigía un apasionado beso en honor a lo que pudieron ser y nunca fueron apareció Gerardo con cara de despistado mirándolo todo. En ese momento los dos antiguos amigos se separaron y culparon el ambiente tan cargado para justificar los ojos rojos que comenzaban a lagrimear. Con dos besos y otro apretón de manos los tres se despidieron. Juanchi se quedó en la barra viendo como Elvira abandonaba para siempre Flying Golden Cat . Tuvo la sensación de que podría haberle robado un último beso pero ese momento había pasado y ya nunca más volverían a verse.
Y al irse la rubia me he sentido extraño,
me he quedado solo, fumando un cigarro,
quizás he pensado, nostalgia de ti
y desde esta curva donde estoy parado
me he sorprendido mirando a tu barrio,
y me han atrapado luces de ciudad.