El sofá rojo 8 - teresa vuelve

Juanchi se monta un trío en el sofá rojo de su reservado.

Teresa vuelve.

Tras la boda la pareja estuvo quince días en su viaje de luna de miel recorriendo Europa. A su vuelta Esther se incorporó a su oficina y Juanchi volvió a la gerencia de su local.

Su carácter tras la boda siguió mostrándose más hermético que de costumbre. Después del último homenaje de Ibiza decidió abandonar los polvos de una noche con sus clientas. En su mente aún perduraba la extraña atracción que había sufrido por su clienta Genia sin duda agravada por el agobio que le provocó la idea de casarse. Aún de vez en cuando se sentía ahogado con el hecho de haberse casado, así que definitivamente decidió volcarse en su negocio y mantener su cabeza alejada de la idea del disfrute sin responsabilidad que había llevado hasta ese momento.

En abril del año 94 Juanchi llevaba siete meses sin acostarse con nadie que no fuera su mujer, Esther. Este hecho era toda una noticia entre la clientela del Flying . ¿El mito sexual por excelencia de Huertas se había retirado? Pero no era este el único cambio que empezaba a notarse. Juanchi había empezado a dar signos de declive físico. Siempre se había mantenido en muy buena forma pero a sus treinta y dos años y recién casado una incipiente barriga comenzaba a  asomar. Además, su nuevo corte de pelo muy corto dejaba ver unas entradas laterales y el clareo capilar de su coronilla.

Poco a poco el ambiente musical también había empezado a dar síntomas de un futuro cambio. La música española va dejando paso a algo más internacional. La clientela va envejeciendo. Y pese a ser todavía un lugar de referencia la afluencia de gente empezaba a decaer. Siempre estaban los clásicos irreductibles, como la pandilla de la puerta.

Una noche de abril del 94 en el bar se celebraba una típica fiesta patrocinada por una marca de whisky, en este caso Jameson. Habría concursos, regalos y algunas copas gratis con lo que se esperaba una hora de cierre tarde. Esther, la mujer de Juanchi había quedado con algunas amigas para salir, como siempre por una zona diferente a Huertas.

Desde su lugar habitual en la barra Juanchi se sorprendió al ver entrar a un cliente. Hacía un par de años o tres que no le veía. Su aspecto era bastante diferente al de años antes. El dueño del bar se acercó a la zona de la barra donde este individuo se disponía a pedir una copa:

-Ramón ¿cuanto tiempo? -saludó Juanchi a su ex socio.

-Hola Juanchi -se alegró su antiguo amigo.

El aspecto de éste denotaba sus años de adicción aunque aún era el de un yonky. Su mítico tupe ya no estaba y ahora lucía un rapado al uno. Casi toda su cabeza estaba cubierta de canas. Tan delgado y con marcas de expresión muy pronunciadas parecía diez años mayor de lo que era. Juanchi había oído que hacía tiempo le habían pillado pasando caballo y le metieron en la cárcel. Más tarde y tras cumplir la condena había tenido un accidente de coche donde se salvó por los pelos pero su acompañante el Chopo murió. Con lo que volvió a tener problemas con la justicia:

-Veo que te va muy bien con nuestro bar -le comentó Ramón.

-Siempre fue un buen negocio, Ramón. -Apuntó Juanchi mientras le servía una copa.

Mientras sonaba Street of Philadelphia de Bruce Springsteen, Ramón miraba todo el local con ojos melancólicos antes de dar un sorbo a su copa:

-Antes poníamos más música española. -Refirió el cliente.

-Ya pero tú sabes que todo va cambiando y hay que adaptarse. -Juanchi no dejaba de mirarle recordando sus comienzos.

-Me equivoqué, Juanchi. Lo tuve todo. Mujeres, dinero y lo he quemado. Lo he tirado todo por la borda... -sacó un billete para pagar la consumición pero Juanchi le detuvo.

-Yo te invito, Ramón sabes que aquí no tienes que pagar.

El tipo se lo agradeció y salió del local, Juanchi se quedó un poco aturdido por el presumible final de su antiguo amigo. Ramón nunca más volvió a Flying Golden Cat .

Mientras esto ocurría en Huertas, Esther seguía de juerga con sus amigas bailando con unos chicos jóvenes que recordaba haber visto alguna vez en el bar de su marido.

Meses después, al final del verano, Félix le comentó a Juanchi que una noche de abril había visto a Esther y a Ricky muy juntos en Keeper. Félix estaba saliendo con Silvia una de las chicas de la pandilla de la puerta. El mismo Juanchi se la había presentado la noche que se lió con Genia. Era uno de sus mejores amigos.

Juanchi se tragó esta información. Por supuesto no podía reprochar nada a su mujer dado el comportamiento común que ambos llevaban pero en el fondo una llama vengativa si que se le había encendido. A partir de ese momento comenzó a mirar a Ricky con rencor.

En marzo del 95, Juanchi estaba controlando desde su lugar en la barra los movimientos de la pandilla de la puerta. En su zona habitual, el mermado grupo, bailaba y se divertía como de costumbre. Silvia y Ricky, que ese día había salido de soltero, bailaban de manera sensual.

Al cabo de un rato, poco a poco se fueron yendo casi todos los miembros del grupo, de manera que Silvia se quedó sola en la barra. Juanchi se acercó hasta ella y la invitó a una copa:

-¿Sola? ¿Qué raro? -preguntó Juanchi.

-Ya ves... -comentó de manera inocente la chica -no me quieren.

-¿Y Félix? -volvió a demandar el dueño del bar conociendo que la pareja hacía aguas.

-Se ha tenido que marchar -contestó Silvia levantando una ceja.

-Ah ya. -Asintió él con la cabeza.

Intercambiaron una serie de gestos silenciosos que les sirvió para explicar la situación antes de que el dueño de Flying levantara su copa y brindara por ella.

Transcurrido un rato, Juanchi comprueba como Ricky vuelve a entrar en el bar y aborda a su amiga por la espalda. Ambos abandonan Flying . El chico tiró de la mano de la chica hacia la calle. Juanchi disimuló no darse cuenta pero sonríe ante lo que ha visto.

Semanas después coincidió con Dany, otro de los miembros del grupo y ex pareja de Genia, y le comentó de manera inocente la situación que presenció entre Ricky y Silvia. Desvelando así el secreto que la pareja parecía querer guardar. Juanchi sintió que esto era una manera de vengarse de Ricky por haberse tirado a su mujer. Aunque tras ver como se le cambió la cara a su interlocutor se dio cuenta que a éste no le sentó nada bien esa información.

Después de servirle una copa a su despechado cliente Juanchi vio entrar a Teresa, se buscaron con la mirada y se sonrieron:

-Buenas, cuanto tiempo sin verte por aquí. -Comentaba Juanchi mientras servía una copa a la mujer.

-Pues ya ves... -le dijo Teresa con media sonrisa picarona -que tenia ganas de divertirme un poco y me he dicho, ¿por qué no vas a ver a Juanchi? -y le guiñó un ojo.

El hombre, con cara de satisfacción brindó con la mujer y tuvo claro que llevaba demasiado tiempo sin llevar a nadie a su mítico sofá rojo. Además Teresa, llevaba mucho tiempo sin aparecer por Flying y estaría encantada de acompañarle a su reservado.

Juanchi hizo señas a Alex para que fuera cortando la música. Así que el DJ comenzó a pinchar la banda sonora del Equipo A como anuncio de que el local iba a cerrar en breve, quince minutos después ya no había música y el local estaba más iluminado mientras los últimos clientes se disponían a abandonarlo.

Todos excepto Teresa que permanecía en la zona de la barra de Juanchi.

El dueño del bar se acercó por detrás y tras agarrarle el culo le comentó algo al oído que ella aceptó de muy buen grado dada la cara que se le puso. Luego llamó a Alex para que cerrara la puerta y se uniese a ellos en el reservado.

Cuando el chico entró en la habitación su jefe y su clienta estaban besándose de manera apasionada después de haber esnifado un par de rayas de coca cada uno. El joven sonrió y se acercó al mostrador de granito donde le esperaba su dosis de polvo blanco antes de unirse a la orgía.

La rubia se dejaba desnudar por los dos hombres con los ojos cerrados, sintiendo como era besada, lamida, mordida en cada centímetro de piel que iba quedando liberada de ropa. Mientras el dueño de Flying estaba a su espalda besando su cuello, el DJ lamía y mordía sus pezones arrancándole gemidos de placer. La mujer trataba de acariciar los torsos desnudos de sus amantes y buscaba con sus manos la entrepierna de ambos, ansiosa por saber como estaría dotado el guapo Alex.

Juanchi se sentó en el sofá rojo y atrajo hasta él a Teresa, ya totalmente desnuda en medio de los dos hombres. La situación le superaba, sentirse deseada por dos hombres al mismo tiempo, saber que iba a ser el objeto sexual de aquellos dos tíos hasta el culo de coca le tenía sobreexcitada.

De espaldas al dueño del bar y con la mano por la entrepierna logró colocar el tremendo pene de Juanchi justo en la entrada de su vagina antes de ir descendiendo sobre él hasta sentirlo llegar al fondo de su útero. Tras un suspiro de placer se acomodó y miró a Alex que ya tenía la polla a la altura de su cara. Ella la miró, no la tenía muy grande pero tampoco le hizo ascos así se la fue metiendo en la boca para comenzar a chapársela al tiempo que Juanchi la tenía cogida por la cintura mientras le cabalgaba. La visión del propietario del negocio era la de una magnifica espalda que se ensanchaba a la altura de las caderas para terminar en dos esplendidas nalgas redondas y blancas como la leche. No pudo evitar el introducir un dedo en la raja del culo de Teresa al ver como se le abría cada vez que impactaba contra su entrepierna.

Alex suspiraba extasiado por la boca de la rubia yendo y viniendo a lo largo de su polla mientras su jefe se la estaba follando. A la mujer no le suponía ningún esfuerzo recibir los pollazos de sus amantes y se empleaba a fondo en succionar el miembro del DJ. De repente paró de mamar y mirando al chico con cara de vicio:

-Quiero que me la metas por el culo -dijo totalmente excitada -vamos dame por culo.

Los hombres ovacionaron la lasciva decisión de su clienta. Teresa se dio la vuelta para cabalgar a Juanchi de cara y dio la espalda a Alex. Cuando estuvo empalada por el dueño del bar, la mujer tiró su cuerpo sobre el torso de éste para facilitar la entrada trasera al DJ. Alex se untó un poco de vaselina, de la que guardaba Juanchi en uno de los muebles, y después en el ano de Teresa. Se acomodó detrás de la mujer y comenzó a penetrar el maravilloso culo de la rubia. Con un poco de esfuerzo fue incrustando el pequeño glande de su polla. Fue notando como el esfínter iba cediendo poco a poco al avance de su miembro al tiempo que la mujer resoplaba. Por fin logró penetrarla hasta el fondo. Notaba como su pubis topaba con sus nalgas antes de sincronizar los movimientos de vaivén con Juanchi. Sin duda, ésta no era la primera vez que la sodomizaban.

Con los tres cuerpos unidos comenzaron las penetraciones entre suspiros, gemidos, resoplidos y alguna queja de dolor por parte de Teresa que para ese momento no era dueña de su cuerpo. Durante diez minutos los hombres estuvieron percutiendo con ganas, fuerza y violencia contra los agujeros de la mujer que se dejaba hacer llevada por el morbo y la excitación hasta sentir como los fluidos de cada uno de ellos inundaban su ano y su coño entre gritos de satisfacción masculina. Los hombres chocaron sus manos felicitándose por el trabajo en equipo mientras Teresa pedía una tregua exhausta pero satisfecha por el castigo sexual recibido.

Juanchi la observaba tumbada, desnuda en el sofá y pensaba que la mujer había vuelto a mostrarse como una gata en celo en busca de situaciones excitantes que no encontraba junto a Franky, su novio. Como todas las veces que visitó el sofá rojo del reservado de Flying esta también quedó en secreto. Un secreto inconfesable de los que las mujeres guardan de por vida.

En cuanto a Alex no era la primera vez que utilizaba el reservado como picadero. En alguna ocasión en que su jefe se marchaba antes del cierre había acabado allí con alguna joven clienta o con alguna de las camareras que se dejaban engatusar por el atractivo DJ. Juanchi nunca lo supo con seguridad aunque lo intuía. Sí era la primera vez que los dos hombres compartían estancia y amante.