El sofá rojo 7 - claude
Juanchi se va con sus amigos de despedida de soltero.
Claude
Durante los meses posteriores al polvo con Genia, el dueño del Flying estuvo un poco confuso. Sentía una extraña atracción por esa mujer. Por un momento temió haberse enamorado, algo por otro lado totalmente imposible e impensable. La chica tenía diez años menos y él tenía fecha de boda con Esther, su novia desde hacía más de tres años.
Decide volcarse en su trabajo para mantenerse centrado y olvidarse por completo de los polvos furtivos en el reservado de su bar.
Durante el año siguiente se muestra muy cambiado, más responsable. Ya no delega tanto en Alex como lo hacía.
Un mes antes de la boda, la pareja tiene su despedida de solteros. Cada uno por su lado se montan sus propias juergas.
En el caso de Juanchi, es un fin de semana en Ibiza. Todo organizado por un grupo de amigos. Aprovechando el mes de agosto la isla debe estar llena de turistas con muchas ganas de pasárselo bien. Y ellos pretenden no desaprovechar la ocasión y disfrutar por todo lo alto de los últimos días de “libertad” de Juanchi.
Por su parte, Esther lo tiene todo pensado para no moverse de Madrid. El mismo fin de semana que su novio estará en Ibiza ella va a cerrar el Flying Golden Cat para montar una fiesta privada con sus amigas.
El sábado por la tarde el grupo de cinco amigos despegaba de Barajas destino a Ibiza. A esa misma hora las chicas se reunían en la terraza de una cafetería para preparar lo que sería la despedida de soltera de Esther.
Todo estaba programado para que a partir de las doce de la noche un grupo de quince mujeres apareciesen por Flying tras cenar en un restaurante. Allí Alex lo tendría todo preparado, habría un DJ encargado de poner la banda sonora a la fiesta. El encargo era exclusivamente música española. Entre, mi enfermedad, suéltate el pelo, sin documentos, voy a pasármelo bien, etc... Un par de jóvenes camareros servirían las copas de la barra libre y como número estrella un par de boys harían las delicias de las chicas casi al final de la noche.
En Ibiza, los chicos bailaban y saltaban como locos bajo los efectos de las pastillas de LSD entrándole sin ningún pudor a todas las alemanas que se cruzaban en la pista. Alguna de ellas se dejaba querer y pasó, acompañada por alguno de los amigos, a los servicios donde cogida en vilo fue penetrada contra la pared. Pero el regalo importante se lo tenían reservado a Juanchi para más tarde.
En Flying Golden Cat las quince amigas bailaban al ritmo que les marcaba el DJ. Éste mismo era el que les proporcionaba lo necesario para mantener el ritmo frenético aún pasada varias horas. Así, Merche, la amiga pelirroja de Esther coqueteaba e invitaba a coca a uno de los camareros en la zona de la barra que solía ocupar el dueño del bar. Para entonces el grupo se preparaba para ver el número de los stripers contratados. De entrada, un latino de cuerpo escultural vestido de bombero comenzó su espectáculo sacando a la novia a bailar mientras se rozaba con ella y se iba desvistiendo entre gritos y alabanzas del resto de mujeres. Merche en un estado de éxtasis considerable pidió ser ella la afortunada y su amiga le cedió cortésmente su sitio.
Marcelo, el boys argentino, terminó su streaptease integral dándole la espalda a su público y ofreciéndole la polla a la chica que tenía sentada ante él. Ésta no puso ninguna objeción y comenzó a mamársela mientras con una de sus manos recorría sus abdominales y su torso. El resto de amigas al darse cuenta les rodearon y jalearon a su amiga. Marcelo comenzó a acariciar la melena de la chica entre jadeos. Ésta aumentó el ritmo hasta conseguir que el hombre se corriera dentro de su boca y se lo tragó todo. El resto de chicas explotó en una ovación antes de que saliera el segundo boys un negro dos por dos, vestido de policía americano.
En la amplia suite del hotel ibicenco, sobre las cinco de la mañana los cinco amigos esperaban impaciente la llegada de Irina. Estos seguían aún acelerados por los efectos de las sustancias consumidas cuando llamaron a la puerta. Al abrir entró la chica rusa. Todos quedaron impresionaron.
La scort de lujo avanzó con seguridad hacia el centro de la estancia. Una vez aquí giró en redondo a modo de pasarela. Se deshizo con elegancia del bolso que traía. Y ante la atenta mirada de todos ellos se desabrochó la chaqueta color marfil antes de colocarla en una de las sillas. Era una mujer de un magnetismo casi hipnótico. Su uno ochenta de altura, su piel blanca y fina su melena dorada les tenía boquiabiertos. Una cara preciosa de rasgos eslavos con pómulos prominentes y ojos grises. Sus labios ya de por sí gruesos estaban realzados con un rojo intenso:
-¿Quién es el afortunado? -pregunto en un perfecto español aunque su acento delataba su nacionalidad.
Por fin los chicos reaccionaron al embrujo al que parecían sometidos ante la presencia de Irina:
-Este es el sujeto. -Señalando a Juanchi.
La mujer se acercó hasta él y le miró fijamente a los ojos:
-Nunca olvidarás esta noche. -Él suspiró hondo encantado con la propuesta y pudo oler el perfume de Channel de la puta.
La mujer lentamente y ante la atenta mirada de todos se fue desnudando hasta quedarse tan solo vestida con una ropa interior dorada y unas medias de seda. Volvió a mirar a Juanchi y tiró de su mano acercándolo a la cama. El hombre se tumbó y dejó que Irina comenzara a desnudarle. El resto del grupo se acomodó alrededor de la cama para disfrutar del número.
La chica desabotonó la camisa de su cliente y recorrió con besos todo su torso. Luego fue descendiendo hasta desabrochar el pantalón. Ante el bóxer blanco mordió levemente el abultado paquete de Juanchi que acariciaba la melena de la mujer.
Irina bajó la prenda y liberó el enorme pene del hombre quién suspiró:
-Mmmm... -dijo la puta a modo de alabanza antes de comenzar a introducirse la polla en la boca.
Juanchi acariciaba las nalgas de Irina. Buscaba con sus dedos recorrer el hilo dental que se perdía entre ellas. Durante un rato la mujer no paró de mamar aquel cacho de carne:
-No quiero que te corras todavía. -Le dijo antes de echarse sobre él y dejar que le quitase el sujetador.
Ante la mirada de todos, los impresionantes pechos de la rusa desafiaban a la gravedad, sin duda ayudados por la cirugía.
Juanchi no se lo tuvo en cuenta y comenzó a morderle los pezones erectos ante lo que ella solo podía gemir.
Irina se puso de pie sobre la cama y se quitó el tanga dorado mostrando un fabuloso coño rasurado que hizo enloquecer a su público. Poco a poco fue descendiendo sobre la cara de Juanchi hasta colocar una rodilla a cada lado de su cabeza y ofrecer su sexo para que el hombre lo devorase. No necesitó ningún estimulo más y comenzó a lamer cada pliegue de aquel manjar ruso que sabía a gloria. Ella apoyada con las manos en la pared jadeaba disfrutando de la experta lengua de su cliente hasta llegar a correrse de gusto cuando el tipo le pilló el clítoris con los labios y succionó.
La mujer cayó rendida hacia atrás momento que aprovechó Juanchi para incorporarse. Se sentó en la cama y pidió a la mujer que hiciese lo mismo a horcajadas sobre él. Irina le miró con cara de vicio antes de obedecer.
Apoyada ahora en sus hombros fue descendiendo hasta empalarse totalmente con el enorme falo de Juanchi. Casi sin esfuerzo comenzó una cabalgada frenética mientras el hombre le volvía a comer las tetas:
-Te quiero dar por culo. -Pidió él.
-La tienes demasiado grande.-Contestaba ella entre jadeos.
-Me da igual, hemos pagado y quiero terminar así.
La mujer un poco asustada accedió. Tomó de su bolso un bote de vaselina y comenzó a untárselo a Juanchi en la polla y luego lubricó su ano. Pese a ser una práctica habitual para ella, cuando el cliente la tenía muy grande prefería no hacerlo.
El hombre que permanecía aun a medio vestir hizo que la mujer se colocara boca a bajo colocando la almohada bajo su cadera de manera que ofrecía su culo. Después Juanchi se tumbó sobre ella. Comenzó a besarle la nuca, se bajó un poco más el pantalón facilitando sus movimientos y dirigió su glande hacia la entrada trasera de Irina que trinchaba los dientes segura del dolor que le tocaba soportar.
Sus amigos alentaron al hombre a que se la clavase fuerte pero éste se tomó su tiempo sintiendo como entraba poco a poco toda su polla en el estrecho esfínter anal. La rusa seguía aferrada a las sábanas y mordiendo fuerte cuando Juanchi comenzó a bombear sobre ella:
-Aaaayyy, aaayyy -comenzó a quejarse la mujer de dolor.
-Tranquila que no te estoy dando fuerte, aguanta un poco. -Le decía él acelerando poco a poco.
Los cuatro amigos que rodeaban la cama comenzaron a gritar al ver el movimiento del culo de Juanchi percutir cada vez con más fuerza contra el magnifico culo de la puta de lujo.
-Para ya, que me duele mucho, aaggg -pedía ella cuando el dolor se le empezaba a hacer insoportable.
Para entonces el hombre le tenía un pellizco en un pezón y le tiraba del pelo mientras se la clavaba con fuerza entre jadeos hasta correrse en sus entrañas. Terminó con un par de puntazos más fuertes que acabaron por arrancarle unas lágrimas a Irina.
Cuando Juanchi se separó de ella, notó como su ano le latía y le ardía quejándose del terrible castigo sufrido. El semen se salía manchándole los muslos mientras ella seguía inmóvil en la cama con los ojos llorosos. Todos los amigos ovacionaron el trabajo realizado por el homenajeado.
En Flying , Claude, el boys negro había terminado su número ante su entregado público y Esther le había llevado al reservado del bar. Allí el hombre vestido tan solo con un albornoz incapaz de ocultar su erección miraba como Esther se terminaba de desnudar en el sofá de cuero rojo y le llamaba. El negro se acercó lentamente hasta ella y sentada como estaba abrió el albornoz deleitándose con los veintisiete centímetros de carne negra que apuntaba a su cara. Con media sonrisa y entornado los ojos acercó su dulce boca y fue comiéndoselos uno a uno para disfrute de Claude. Lo hacía con pausa sintiendo cada irregularidad de la piel, notando las venas que recorrían aquel tronco. No pudo metérsela entera y poco a poco la fue sacando para comenzar de nuevo un movimiento de vaivén.
Su cavidad bucal se llenaba entera dada el tamaño del miembro pero no fue inconveniente para que durante diez minutos estuviese dándole placer oral a aquel tío de dos metros de altura y cien kilos de musculatura hormonada.
Claude le ordenó parar y la recostó en el sofá rojo. Luego con cuidado le levantó una pierna sobre su hombro mientras la otra quedaba apoyada en el asiento. Después fue acercando su miembro al sexo de Esther y fue penetrándola, oyendo como ella suspiraba. Comenzó un movimiento de caderas contra el coño de la futura mujer de Juanchi que ella agradecía con gemidos. Esther le miraba con lujuria y apoyaba su mano sobre el abdomen sobredimensionado del boys controlado las cada vez más fuertes embestidas de éste.
La excitación que le producía el disfrute de semejante miembro era inmensa. No es que Juanchi tuviera nada que envidiar al pene de éste pero el morbo que le producía como mujer el cepillarse a un negro era algo indescriptible. En esto estaba su mente cuando notó que se iba a correr. Aceleró los dedos sobre su clítoris mientras Claude seguía embistiéndole con mucha fuerza rompiéndole el coño a pollazos. Cuando el hombre notó que se correría se la sacó del coño y se la acercó a la cara para descargar sobre ella.
Al notar el semen caliente del negro sobre su cara Esther no pudo más y llegó al orgasmo que prosiguió con el segundo chorro del hombre sobre sus tetas. La todavía novia de Juanchi cerró las piernas con la mano aún sobre su clítoris y cerró los ojos cuando el tercer chorro de semen de Claude fue a para al respaldo del sofá.
A mediados de septiembre del año 93 se celebró el acto civil por el que Juanchi y Esther se convertían en marido y mujer.