El sofá rojo 5 - teresa

Juanchi sigue engordando su leyenda de mito sexual de Huertas.

Teresa.

Tras cinco años abierto Flying Golden Cat era todo un referente en la zona de copas de Huertas. Casi toda una generación había pasado en algún momento de su vida a divertirse por el famoso bar. La cabeza de Don Gato que presidía la pared del fondo de la pista de baile había sido testigo mudo de muchas fiestas, bailes, besos, unos robados otros apasionados, borracheras y alguna que otra pelea.

Por extensión, su dueño, Juanchi, era todo un personaje de la noche. No había nadie que no le conociese. Como buen relaciones públicas tenía personalidad, carisma y atractivo. Mantenía muy buena relación de amistad con los dueños de otros bares y conocía por su nombre al noventa por ciento de su clientela.

Su pinta de chico malo se había suavizado. Ya no llevaba ropas tan ajustadas como en sus comienzos. Ahora, a sus treinta años, tenía una imagen más madura, menos macarra. Pero su título de mito sexual seguía vigente. La mayoría de las chicas que frecuentaban su bar le tenían entre sus fantasías sexuales y aquellas afortunadas que en algún momento habían conocido el famoso sofá rojo de su reservado ayudaban a agrandar su leyenda.

Como siempre desde la esquina de la barra junto al almacén, y con su copa de White Label con cola, controlaba todo lo que se movía dentro del local. Con una simple mirada se comunicaba con su brazo derecho, Alex. El chico que comenzó poniendo copas de manera eventual hacía tiempo que era el DJ y encargado de todo en ausencia del jefe. La imagen del joven también había evolucionado. De su peinado corto engominado y pija había pasado a una melena rubia estratégicamente despeinada y estética más grunge. Sus ojos azul intenso, su barba de tres días y un pendiente en su oreja izquierda le hacían pasar por un surfista californiano.

Tras la barra dos nuevas camareras veinteañeras hacían las delicias de los clientes y levantaban los celos de Esther, la pareja de Juanchi que seguía cuidándose de venir al bar para combatir esa extraña sensación de impotencia-rabia-odio-dolor que le producía ver como las clientas coqueteaban con su hombre.

La pandilla de la puerta, como Juanchi conocía al grupo de Pili, andaba celebrando la vuelta de uno de sus miembros que estudiaba en Barcelona. La chica en esa época había vuelto a reconciliarse con su pareja, Ricky y Juanchi les pudo ver como se morreaban antes de abandonar momentáneamente al grupo camino del coche del chico.

Marga, la amiga poco agraciada de Pili había cambiado por completo en el último año. Ahora ya no llevaba las gafas grandes ni el corrector dental. Su pelo ya no estaba cardado. Tenía un cuerpazo de infarto y unos rasgos felinos que tenían a la clientela masculina del bar en ascuas mientras su pareja no podía vivir tranquilo viendo que su chica era objeto de todo tipo de miradas y piropos.

Por su parte, Sergio, el homenajeado estaba sentado en la barra bebiendo lo que era su cuarta copa de la noche acompañado por una morbosa morena que no pertenecía al grupo. La chica le miraba con cara vicio mientras el chico sabiendo que la tenía en la palma de la mano se dejaba querer y retrasaba lo inevitable provocando en ella un deseo ardiente de poseerlo sobre la barra.

Tras el polvo rápido en el coche, Pili y Ricky entraban de nuevo en Flying , momento en el que comenzaba a sonar una rosa es una rosa de Mecano. Dos de las chicas de la pandilla se emocionaron al oírla y se colocaron en el centro de la pista a bailar. Casi de inmediato su grupo de amigos y todos los que estaban cerca las rodearon. Las dos amigas comenzaron a bailar de manera sensual rozando sus cuerpos y sus bocas. La danza casi lésbica estaba provocando que los asistentes las ovacionaran con cada gesto. Juanchi se acercó a esa parte de la barra para presenciar mejor el numerito que se estaban marcando dos de sus más morbosas clientas.

Genia, era una morenaza de infarto, descarada y morbosa que no le hacía ascos a nada. Así mientras bailaba de manera casi erótica con su amiga no dejaba de cruzar miraditas lascivas con el dueño del bar que desde el otro lado de la barra le sonreía convencido de que antes o después caería.

Al terminar la canción las dos amigas acabaron con un morreo con lengua incluido, que los espectadores aplaudieron en estado de excitación. El novio de Genia, trataba de pasar desapercibido ante el show que acababa de montar su pareja pero le fue imposible ya que todos le buscaron con la mirada tras el beso de las dos chicas.

Juanchi invito a una ronda a todos los miembros del grupo por el espectáculo ofrecido. A todos excepto a Sergio, el hombre estaba con la morbosa morena, con la que había estado bebiendo en la barra, en el servicio de los chicos. Él sentado en el váter mientras ella le cabalgaba hasta el orgasmo.

Después del baile, Genia acompañó a Silvia, su pareja de baile, a su casa. Con lo que las esperanzas de Juanchi de triunfar esa noche con la morena se desvanecieron. Pero diez minutos después de su marcha entraba en Flying Golden Cat Teresa.

Ésta era la novia de Franky, un chico que ponía copas en el NoVeNoVe . Un garito de otra zona. La chica era una rubia impresionante, parecía modelo. Juanchi y ella se había conocido cuando la chica junto a otras amigas decidieron contratar uno de los reservados VIP´s de Flying para una fiesta de cumpleaños. La intención del grupo de amigas era darle una sorpresa a una de ellas. La meterían en la sala y luego el típico número con un boys. La negociación de la sala VIP la llevó personalmente Teresa con Juanchi. No se cortaron en coquetear y tras la fiesta quedaron para verse más por el local. A Juanchi le pareció muy morbosa esa pinta de niña buena. Y ella pareció estar encantada con las atenciones que le había brindado el famoso dueño del bar.

Teresa venía acompañada por Carmen, la amiga cumpleañera. Juanchi en cuanto las vio entrar se les acercó y las saludó con dos besos:

-Hombre guapas, ¿que tal? -comentó Juanchi mientras las conducía a su zona de la barra.

-Pues mira te hemos tomado la palabra y hemos venido a verte –comentó de manera jovial Teresa.

-¿Que tomáis? -Juanchi las invitó a varias rondas entre risas y bailes.

El dueño del bar intuía el por qué de la presencia de las chicas a esa hora allí, así que tras un par de bailes comenzó a arrimarse a Teresa que se dejaba querer mientras sonreía a Carmen antes de hacerle señas para que los dejase solos. Después de media hora Juanchi tiró de la mano de Teresa hasta el reservado y juntos entraron. El hombre acorraló a la chica contra la puerta y comenzó a besarla mientras ella se agarraba a su cuello. Él se separó un poco y comenzó a bajar las tirantas de su vestido corto dejándolo caer al suelo.

La espectacular rubia quedó ante él tan solo con su ropa interior negra. Juanchi besó su cuello, sus tetas por encima del sujetador al tiempo que la chica con los ojos cerrados suspiraba. El dueño del bar comenzó a descender por la barriga plana hasta arrodillarse ante ella. Tiró de las braguitas negras y dejó al aire un maravilloso coño tan solo cubierto por una tirita de vello rubio. Separó un poco las piernas de Teresa para poder acceder mejor, pasó la lengua de abajo a arriba oyendo como la chica suspiraba hondo. El maravilloso sabor del flujo caliente de la mujer hizo que la excitación del hombre se disparase. Teresa se había quitado el sujetador y se pellizcaba uno de los pezones al tiempo que se acariciaba la otra teta.

Juanchi introdujo la lengua en su vagina, saboreando el delicioso néctar que manaba. Con sus manos separó los labios vaginales y recorrió de nuevo toda la hendidura arrancando a Teresa gemidos de placer que aumentaron en intensidad cuando el hombre lamió con su lengua ardiente el clítoris. La mujer miraba hacia abajo y podía ver la cabeza de Juanchi hundida en su entrepierna lo que le producía sacudidas de placer en todo su cuerpo. Se agarró con sus manos a los pelos de él y presionó contra sí la cabeza:

-Cómetelo, cómetelo que me corro. Sigue, sigue... -la mujer no pudo soportar por más tiempo el movimiento de lengua sobre su clítoris y trató de cerrar sus piernas y separar al hombre cuando un grito de placer anunciaba su orgasmo.

Juanchi se puso de pie mirándola con sonrisa maliciosa, ella le miraba con cara de niña buena:

-Lo que necesitas es que te den bien fuerte -le dijo el hombre antes de girarla contra la puerta.

-¿Que vas a hacer cabrón? -preguntaba ella entre inocente y lasciva dejando que el hombre hiciera con ella lo que le viniese en gana.

Juanchi se colocó pegado a ella, se bajó el pantalón lo justo para sacarse la polla y se la pasó por el culo. Teresa suspiraba muy fuerte excitada:

-¿Qué me vas a hacer? -volvía a preguntar la chica aumentando el estado morboso del hombre.

-Te debería dar por culo -anunció Juanchi susurrándole al oído -pero seguro que no lo soportas... -y dio un fuerte cachetazo en una de sus blancas nalgas.

Con su pierna derecha separó las de ella que quedaba totalmente expuesta a los deseos de él. Luego dirigió su glande hacia la entrada de su coño y sin miramientos se la clavó entera. Ella dio un grito pero antes de que pudiera tomar aliento se la volvió a clavar más fuerte:

-Ahhh -se quejó Teresa -la tienes más grande que mi novio -comentó halagando a su amante.

Juanchi la agarró del pelo y siguió penetrándola con violencia. La mujer que gemía de placer estaba encantada con la sesión de sexo salvaje que le estaba proporcionando aquel tío que apenas conocía de leyendas urbanas.

El hombre le metió dos dedos en la boca y la mujer los lamió con lascivia antes de que él los dirigiera hacia su clítoris.

Teresa, apoyada con las manos en la puerta, con la cabeza hacia atrás por el tirón de pelos que le tenía cogido, abierta de piernas recibiendo las terribles embestidas del tremendo miembro de Juanchi y siendo masturbada por los hábiles dedos de éste volvió a llegar a un sonoro orgasmo cuando recibió la corrida de él en sus entrañas.

Sentados, desnudos, en el famoso sofá rojo, la pareja compartía un cigarro tras el polvo. Ella, ahora con la melena alborotada y los labios enrojecidos por el ardor de la excitación sexual, era una Barbie de cara dulce que formaba con su novio una pareja perfecta. Pero Teresa era como una gata. Adorable y delicada hasta que entraba en celo y entonces como dice Sabina “...siguiendo la voz de su instinto se lanza a buscar...” para luego, una vez aplacado su desmesurado instinto sexual, volver a casa aplacada y dócil. Era la típica mujer que las mataba callando, pese a esa apariencia de niña buena necesitaba que le dieran caña y, por lo que parecía, su novio no era ese tipo de hombre.

Aunque de manera esporádica, Teresa volvió a pasar por el reservado de Flying en busca de su ración de sexo salvaje y sucio que siempre le proporcionó Juanchi.