El sofá rojo 4 - pili

Transcurrido el tiempo suficiente Juanchi vuelve a ser el mito sexual de Huertas.

4.- Pili.

A principios del año 91 había pasado el tiempo suficiente que necesita un hombre emparejado para volver a pensar y ver a otras mujeres además de su propia pareja. Juanchi y Esther seguían juntos pero ahora la cosa era más relajada. El hombre seguía con su prospero negocio en la noche madrileña y la mujer, que ahora trabajaba como administrativa en una oficina de seguros, salía de marcha con amigas por otra zona diferente a Huertas. Al final de la noche quedaban en alguna discoteca y continuaban de marcha juntos.

Juanchi, llevaba algunos meses controlando a la heterogénea pandilla de amigos y en especial a una chica morena. No era un bellezón pero desprendía una sensualidad y un morbo especial. Por lo que el dueño del local sabía, mantenía una relación de idas y venidas con uno de los chicos de la pandilla. Un tal Ricky.

Al parecer el chico era un “picha brava” que no dejaba escapar ninguna oportunidad y la chica vivía en un estado de venganza constante. Así cada cierto tiempo cortaban para meses después volver a reconciliarse hasta que de nuevo el chico volvía a irse detrás de otras faldas y ella despechada buscaba venganza.

En junio el grupo de amigos estaba bailando en su lugar habitual. Desde la otra esquina de la barra Juanchi observaba el comportamiento y enseguida entendió que la pareja se encontraba en uno de sus momentos de alejamiento. El dueño de Flying Golden Cat decidió que podía ser una buena oportunidad para conocer un poco mejor a Pili.

Ésta bailaba de manera desenfrenada todo lo que sonaba desde Chiquilla hasta el mix de Greasse que triunfaba ese verano. Todo esto agarrada a un vaso de tubo y en compañía de una, por aquel entonces, poco agraciada amiga llamada Marga. De vez en cuando, Pili le echaba miradas asesinas a su ex, que sin prestarle mucha atención intentaba ligar con una chica inglesa de visita turística por Madrid.

En una de las ocasiones en que la chica se acercó a la barra para reponer su bebida una de las camareras le dijo que desde la otra punta llamaban su atención. Pili un tanto sorprendida levantó la mirada y pudo ver a Juanchi haciéndole señas para que se acercase junto a él. La chica, con un gesto de suficiencia declinó en un primer momento la invitación, pero ante la insistencia del hombre y tras una mirada rápida a la zona de la barra en la que Ricky invitaba a la guiri decidió aceptar la invitación de la compañía. A la hora de abonar la copa la camarera le dijo que invitaba la casa. Con una sonrisa de satisfacción y gesto de indiferencia pasó junto a su ex pareja al encuentro del dueño del bar:

-Hola Pili, te veo muy suelta bailando. -Comentó Juanchi tras darle dos besos como saludo.

-Yo siempre soy así... -contestó a la defensiva la chica devolviéndole el saludo con otros dos besos.

Arrimando su copa, Juanchi, brindó con la chica y tras dar un sorbo le ofreció un cigarro. La chica lo cogió con aire de suficiencia mientras miraba disimuladamente hacia la zona de la pista donde debían estar bailando Ricky y la inglesa:

-No mires, ya se han ido. -Dijo Juanchi al tiempo que daba una calada a su cigarro.

-¿Quién? -preguntó en tono inocente Pili.

El hombre rió y se le acercó al oído:

-¿Bailamos?

Ella le miró sonriendo y le guiñó un ojo.

Durante la siguiente hora estuvieron bailando y bebiendo en la zona de la barra donde Juanchi controlaba a su clientela. De vez en cuando él arrimaba su cabeza al cuello de ella que se dejaba hacer entre risas. En la otra esquina Juanchi observó como el resto de amigos de Pili apenas se percataban de lo que estaba ocurriendo. Cuando sonó La Lambada dos miembros del grupo se lanzaron a bailar, eran Genia, otra chica a la que Juanchi le tenía echado el ojo y Sergio.

-Te invito a otra copa, pero en otro sitio... -le susurró Juanchi al oído.

-¿Y donde? -preguntó Pili conociendo la respuesta y encantada por el ofrecimiento.

Juanchi, intercambió unas palabras con una de las camareras que inmediatamente se las trasmitió a Alex. Éste desde la mesa de mezcla donde pinchaba saludó a Juanchi a modo militar dando la aprobación a las órdenes recibidas. El dueño del bar tiró de Pili atravesando la densa nube de humo que cargaba el ambiente del bar hacia el reservado privado y entraron dentro.

El hombre atrajo hacia sí a la chica que se pegó a él y comenzaron a besarse. Juanchi recorría la espalda de Pili con una mano y con la otra se agarraba a sus tetas. Ella le agarraba el culo y buscaba con su mano izquierda la manera de llegar hasta la polla de la que tanto había oído hablar.

Entre besos llegaron al sofá rojo donde Juanchi se sentó. Abrió las piernas y dejó que Pili se arrodillase ante él. Luego se abrió el pantalón y se sacó la polla erecta. Pili la miraba con deseo más que con sorpresa. Efectivamente era de unas proporciones enormes pero a decir verdad la de Ricky, su ex, no era menos grande. Así que con media sonrisa se fue acercando y comenzó a lamer el glande con la punta de la lengua mientras el hombre daba pequeños gemidos. Luego la agarró con su mano derecha y fue bajando su cabeza a lo largo del tronco de aquel mítico pene y comenzó una mamada casi profesional. El ruido de la saliva de ella mientras el miembro de él entraba y salía de su boca hacía que la situación se volviese más morbosa por momentos. Antes de que el hombre se corriera la chica se puso de pie y metiendo las manos bajo su falda se quitó las bragas negras. Después se colocó a horcajadas sobre Juanchi y se fue introduciendo el falo en su coño perfectamente triangulado. Cuando la notó muy adentro tiró la cabeza hacia atrás y dejó que el hombre le levantase la camiseta dejándole a su disposición sus maravillosas tetas. Con un experto movimiento de dedos, no era la primera vez que lo hacía, Juanchi liberó los pechos de su amante del sujetador negro que los aprisionaban. Le mordía los pezones mientras ella gritaba de placer notando el capullo de la polla del hombre golpear con fuerza en lo más profundo de su vagina. La cabalgada estaba siendo espectacular, acompañada de los gritos lascivos de la chica:

-Méteme un dedo en el culo -pidió ella fuera de si.

El hombre le dio su dedo corazón para que lo lamiese antes de dirigirlo hacia su ano. Levantó la falda y fue palpando sus redondas nalgas hasta encontrar el agujero trasero de la chica y presionar hasta notar como cada falange iba superando el estrecho anillo. Pili a punto de llegar al orgasmo se abrazó fuerte al cuello de Juanchi:

-Ahora, ahora, si, si, si, ahggg... -el hombre no recordaba haber oído a nadie gritar como a Pili.

Ambos se corrieron al mismo tiempo. La mezcla de semen y flujo vaginal salía del coño de la chica derramándose por las piernas del hombre hasta el sofá rojo.

La satisfacción de la chica era visible en su cara risueña. Se sentía encantada con la venganza que acababa de llevar a cabo contra Ricky. Y es que lo que no iba a hacer era quedarse de brazos cruzados mientras él se tiraba a todo lo que se le ponía a tiro.

Además el morbo que le producía haberse cepillado, a sus diecinueve años, al mito sexual de su época, diez años mayor que ella era algo que no todas podrían decir.