El Sofá
Un sofá, un adolescente, su madre, un consolador y muchas ganas de pasarlo bien...
El Sofá. Primera parte.
por Noara en 2004.
Me acuerdo que el día antes lo había preparado todo muy bien. Por fin iba a tener una mañana tranquila, sin nadie rondando por casa, para llevar a cabo mi plan. Un lugar cómodo y relajado, una película por estrenar, un gran espejo al que ya había aflojado algunos tornillos para poder trasladarlo mejor, mi querido rotulador azul y, como no, la estrella de todo el conjunto: unas diminutas braguitas de mi madre que había apartado con disimulo hacia un rincón de su cómoda. Todo ello formando mi increíble Kit de autosatisfacción patentado, económico y seguro para lograr una masturbación de primera. Vamos, que había estado conteniéndome una semana para poder hacerme una paja de infarto. O casi. Mi madre había quedado para ir a comprar unos nuevos muebles para mi cuarto, y como quiera que tan solo vivíamos en nuestra casa ella y yo desde que mi padre había emigrado (a un país con el tabaco más barato), la casa iba a ser mía...
Me desperté con el martilleante ruido del despertador que la noche anterior había puesto para tal fin. En teoría, ya solo en casa. De puntillas hasta la puerta, y por la rendija, primera visual. Nadie a la vista. Con una sonrisa de oreja a oreja, carrerilla al cuarto de baño y confirmación de que no había ninguna persona mas en casa. Todo iba según lo previsto. En el cuarto de baño, y con la puerta abierta (para algo estaba solo) pantalones fuera. El nudismo casero se implanta a partir de ya. Y aunque quería evitarlo hasta más adelante, ya tengo el manubrio como un garrote. Encojo los dedos de los pies intentando hacer bajar la erección lo suficiente para poder orinar, pero sin éxito. O sea que me veo obligado a realizar una asombrosa parábola hasta el inodoro para mear. Lo consigo. Al menos en un alto porcentaje.
Tras hacerme un ligero desayuno (por su puesto desnudo de cintura para abajo, pero con calcetines) comienzo el montaje. En la habitación acabo de retirar los pernos que sujetan el espejo grande, y lo llevo con cuidado hasta la sala. Busco el ángulo perfecto para poder reflejarme en él mientras realizo todo el "trabajo" y lo aseguro con dos zapatos y una chancla. Tras colocar el espejo, voy corriendo a buscar las braguitas de mi madre. Siguen todavía donde yo las deje. Son blancas, con una pequeña puntilla en la cintura. Obviamente, no tardo ni dos segundos en intentar ponérmelas. Parece que van a reventar. Mi pene sale dos tercios por arriba, y mis testículos están tan aplastados que hasta se me están quedando dormidos. Sin importarme lo mas mínimo, sigo con el plan con las braguitas puestas. Al llegar otra vez en la sala me veo reflejado en el espejo y no me puedo creer el ridículo espantoso que estoy haciendo con las bragas puestas. Miro para otro lado.
Allí encuentro los cojines que desparramo por el sofá más grande, y la película, que pongo en el reproductor de dvd. Le doy a play. "El cartero siempre la mete dos veces." Por lo menos el título tiene chispa, pienso. Me doy media vuelta y voy a por mi rotulador de la suerte, y a por el paño. Extiendo el paño sobre uno de los cojines y me abalanzo sobre él. La cintura de las braguitas se me clava en el pene ante la presión, por lo que decido bajarlas hasta la mitad de los muslos. Entonces compruebo que a esa altura no podré abrir bien las piernas, por lo que las bajo aún más hasta los tobillos. El cartero ya la ha metido una vez, y parece que aun quiere más guerra. Cojo el rotulador de una vez, y lo empiezo a chupar. No es más grueso que mi dedo gordo, pero puesto a hacer guarradas, mejor hacerlas con estilo. Al mismo tiempo comienzo un suave movimiento de atrás-adelante sobre el cojín que hace aumentar el placer rápidamente. En la tele el protagonista está ya en la fase de enculamiento con una de sus parejas. Decido hacer lo mismo, y con una mano intento abrir al máximo mis nalgas, mientras con la otra introduzco lentamente el rotulador. Por fortuna estos son totalmente lisos y redondeados. Una vez que lo he conseguido meter casi por completo comienzo de nuevo el movimiento sobre el cojín. Placer y más placer. Paso de la película y miro al espejo. Allí veo mi ano abierto, sobre los gordos testículos a punto de estallar. Noto que estoy a punto de correrme pero no quiero que acabe. También muevo de vez en cuando el rotulador, dentro y fuera, cada vez mas rápido. Es una sensación deliciosa. Por mucho que lo intento, se que he llegado a un punto de no retorno. Tanto tiempo aguantando, y ya viene, ya viene.. ¡mi madre! Justo en frente a mi, apareció de pronto, sin hacer el mínimo ruido. Pero no había vuelta atrás, era demasiado tarde. Los chorros de esperma comenzaron a salir como nunca, y los primeros cayeron mas allá de donde había previsto, justo en el brazo del sofá, a un metro escaso del cuerpo de mi madre, que me seguía mirando con la expresión de asombro por definición. Yo no podía parar de moverme mientras el semen lo inundaba todo, menos el paño que seguía inmaculado. Tras unos segundos eternos por fin acabé. Me quedé inmóvil sobre el cojín, con el rotulador todavía en el trasero. Contraje los músculos y este fue saliendo lentamente hacia el exterior, hasta caer entre mis piernas. Mire de reojo al espejo y vi reflejado el rostro petrificado de mi madre. Busque una ventana por donde saltar y terminar de una vez con mi sufrimiento, pero todas las persianas seguían bajadas, así que me levante decidido para intentar escapar corriendo hacia mi cuarto. Por desgracia olvide que llevaba las bragas en los tobillos, y el morrazo fue considerable. Aquello parecía una película de los Monty Python sin fin. Conseguí reponerme, y tras dejar las bragas a un lado, corrí, esta vez si, hacia mi cuarto. Allí me metí en la cama, sin pantalones (que seguían en el baño, donde los deje), esperando que todo hubiese sido un sueño. Obviamente, no lo había sido.
Paso el tiempo. Mucho tiempo. Minutos, y más minutos. Hasta que al séptimo oí el ruido de alguien llamando a la puerta. Por increíble que parezca solté un ridículo: -¿Quien es?, que fue respondido por un -Soy yo, cariño, ¿puedo pasar? Podía haberle dicho que no, pero hubiese entrado igual, así que preferí empezar con buen pie la segura charla que me iba a caer y le dije que pasara. Yo seguía enterrado bajo las mantas, y no tenia intención de sacar la cabeza ni para respirar. Note como mama abría la puerta y se sentaba en mi cama. Y al poco, noté también como una de sus manos intentaba retirar la colcha que me cubría.
-Vamos hombre, deja que te vea. Tranquilo, que no va a pasar nada.- Yo por si acaso agarré la colcha por dentro, resistiéndome a ser descubierto.
-Venga Raúl, no te pongas así, que no es tan grave.
-No quiero.
-A ver, escúchame. Tan solo quiero que hablemos, nada más. Creo que es necesario que aclaremos unas cuantas cosas y solo eso.
Yo mientras seguía en el bunker, pero lo cierto era que me estaba empezando a convencer. Solté las manos que agarraban la colcha y deje que mi madre la bajase hasta dejar al descubierto mi cabeza.
-Eso es. Además con el calor que hace te vas a asar ahí debajo. A ver. Déjame cometerte algo.- mama parecía ya repuesta del susto, y hacia esfuerzos por sonreír de vez en cuando.- Lo primero, quiero decirte que lo que te he visto hacer en la sala es totalmente normal para un chico de tu edad. Lo entiendo, y creo que es algo que todo adolescente hace e incluso debe hacer de vez en cuando. ¿De acuerdo? No hay nada malo en ello.- Yo asentí con la cabeza, y seguí escuchando.- Bien, eso por un lado. Por otro, lo cierto es que me he llevado un pequeño disgusto. No porque, lo hagas, repito, si no porque pensé que entre nosotros dos había la suficiente confianza como para que me dijeses que necesitabas estar solo. Yo lo hubiese aceptado encantada, y no te hubiese molestado. Y no así, que parece que estabas deseando que me marchase yo de casa para montar todo ese show...-Yo mientras seguía asintiendo como uno de esos perros de goma que se ponen en la parte de atrás de los coches.- ¿Entiendes lo que te digo Raúl? Que no hace falta que andes por ahí como si esto no fuese tu casa. Cuando quieras estar solo simplemente me lo dices y punto. Y puedes llevarte el espejo a donde quieras.- dijo mientras me guiñaba un ojo y sonreía. Había pasado de una película de los Monty Python a "El graduado" en minutos.- Si te pediría que tengas cuidado con, bueno, con mi ropa intima. No vayamos a tener un disgusto dentro de nueve meses, ¿eh?- aquí paré de asentir, petrificado.- Si, hombre, no me mires con esa cara. No me importa que uses mi ropa en tus juegos, comprendo que te pueda excitar. Tan solo te pido que tengas cuidado cuando termines, no vaya a ser que haya algún malentendido y acabe poniéndome yo algo justo después de haberlo "usado" tú. Me entiendes, ¿verdad?.
Yo volví a asentir, e incluso se me escapo a mi también una sonrisa cómplice. Estaba totalmente confundido, pero ahora un poco más tranquilo.
-Bueno te dejo que te repongas un poco del susto, que seguro te hace falta. Venga, dentro de un rato te llamo para comer ¿de acuerdo?.
-Si.
-Pues estamos de acuerdo entonces. Hasta luego.
-Adiós.
Mama avanzo hacia la puerta, cuando de repente me acorde de la sala.
-Ah, mama.
-Que pasa, cielo.
-Lo de la sala, que bueno, ya voy yo después y...
-Tranquilo Raúl, que no pasa nada. Ya lo recojo yo todo ahora.
-No pero que esta todo d..
-¡Shhss!-susurro mi madre con un dedo sobre sus labios. -Tranquilo, que ya he limpiado peores cosas tuyas cuando eras pequeño. Ahora descansa un rato que además seguro que estas cansado de tanto ajetreo.
Y lo cierto era que tenía razón.
En mi mente daban vueltas mil y una ideas, mil y un pensamientos. ¿En que iba a cambiar aquello la manera de convivir con mi madre? Por un lado lo cierto era que la cosa había ido mucho mejor de lo imaginado, porque, a fin de cuentas, según ella ahora no tendría nada mas que decirle que deseaba estar solo para pode hacer lo que quisiese. Aunque por otro...no dejaba de recordar la esperpéntica escena que mi madre había tenido que aguantar antes, con el cojín, las bragas, el rotu..lador? Si, el rotulador había quedado allí. Y era poco probable que hubiese quedado en un estado digno
Había pasado cerca de una hora, y ya estaba aburrido de estar en la cama. Me bajé y fui hacia la persiana, que seguía entreabierta. La subí por completo, y abrí la ventana. Me di cuenta entonces de que no llevaba los pantalones puestos y casi me da un soponcio que poco mas me hace caer cuatro pisos. En el cajón cogí unos y me los puse, junto con unos calzoncillos blancos. Desde luego frío no hacia. Me asomé un rato y vi pasar a Luismi, uno de los colegas del instituto. Le silbé pero no me escuchó, y siguió andando. Todo parecía menos grave a la luz de un sol brillante.
Mama no tardó mucho en volver a llamar a la puerta, reclamándome para ir a comer. Me quite la camiseta del pijama, y puse una que ponía "Tonto el que lo lea" en la espalda. Salí cabizbajo al pasillo, rumbo a la cocina. Pase por delante del cuarto de baño, donde comprobé que mis pantalones habían sido retirados, y tras unos pasos, pasé también por delante del salón. Asomé el cabezón para ver si todavía estaba allí todo, pero tan solo distinguí el espejo. El resto del material de mi kit había sido retirado. Ver para creer.
En la cocina la mesa ya estaba puesta, mientras que mama remataba de freir no se qué en una sartén. Me senté en una silla y solté un inaudible -Ya estoy aquí.- que apenas oí yo mismo.
-Siéntate venga, que hoy tenemos calabacín para comer, con lo que te gusta.- Y no se porqué, no me extrañó nada en absoluto que justo ese día tocase comer calabacín...
Mama se sentó unos cuantos minutos después que yo, en la silla de enfrente.
-¿Que tal está?
-Fien, Fien.- contesté yo con la boca llena de ensalada.
-Me alegro. Cielo, he dejado en el salón el espejo, que pesa bastante. Después ya lo colocas tú, ¿verdad?
-Si, si, claro.- yo quería olvidar el tema, pero estaba claro que no iba a ser posible.
Acabamos de comer sin decir nada más. Yo me levanté a por un yogurt a la nevera, y le pregunté a mi madre si quería algo. Cuando dijo "un plátano" le di tal apretón al yogurt que hizo reventar la tapa. Cogí el plátano, el yogurt todo pringoso y cerré la nevera.
Tras los postres nos fuimos los dos al salón a ver la tele. Aunque las ventanas estaban abiertas, todavía se podía percibir cierto olor inconfundible en el ambiente. Yo no dije nada al respecto, obviamente, pero mi madre no se resistió.
- Parece que está esto un poco cargado aun ¿no?
-Si, no se...
-Si es que tenías que haber abierto las ventanas antes de ponerte a la "acción".
-Ya.-dije yo, preguntándome quien era aquella señora y que había hecho con mi madre.
-Aunque si vas a hacerlo mas veces aquí creo que habría que comprar unas fundas para el sofá. Que con la cantidad de "eso" que hechas tú, después es muy difícil de limpiar.
Yo no dije nada. Los dos hablábamos sin quitar la vista del televisor. Pero en un momento dado, mama se giró hacia mí. Yo la veía de reojo.
-Venga, tómatelo con mas filosofía. Tú eres mi niño y siempre lo serás, y si antes te compraba juguetes ahora también te puedo ayudar en este nuevo juego. Así que no pongas esa cara tan seria, anda.
Yo intente sonreír, pero me salió una mueca que seguramente inspiraba más terror que otra cosa.
-A ver, para soltarte un poco, cuéntame un poco como lo haces.
¿Ehhin? ¿Que contase que? Sin duda la señora esta había escondido a mi madre muy lejos.
-¿Contarte el qué?
-SI hombre, que no te de corte. ¿Lo haces siempre como te he visto yo hoy?
-Eh, no, no. Solo a veces.
-Ya supongo. Porque montar semejante tinglado debe hacerse pesado, sobre todo para uno tan vago como tú, ¿eh?
Me reí, por no llorar.
-Y cuando no lo haces como hoy, ¿que es lo que haces?
-Pues, no se.
-¿Como no sabes?
-SI, bueno. Eso. No se, como todos. Con la mano, y eso.
-La tradicional paja ¿no?
-Supongo si.
-Pero te las haces más en el baño ¿no? Que no he encontrado yo nada por ahí sospechoso en otros lados.
-Si, casi siempre me las hago ahí.
-¿Y no es un poco incomodo? Y tiene que ser monótono, siempre ahí.
-Bueno, no se...
Y no te gusta mas hacerlo en otros sitios. Aparte del sofá que ya vi que te ponía bien a tono ¿eh?-dijo mientras se reía. Supongo que de mi.
Si, bueno. Pero no voy a ponerme en cualquier lado.
-¿Y por que no?
-Joé, no se. No te voy a hacer irte cada dos por tres a otro sitio para hacer... eso.
- Pero tampoco haría falta hombre. Que eres mi hijo, que yo te traje al mundo y lo se todo sobre ti. ¿Piensas que me iba a importar mucho que te tocases un poco delante mía? Claro que no, cariño.
-No pero no se. Me da cosa.
-¿Y que cosa te iba a dar? Mira, tú cuando tengas ganas de hacer, lo que quieras, te pones a ello y listo. Si prefieres que me vaya y no te moleste me lo dices y tranquilo, que yo te dejo solo. Pero ya te digo que por mi parte no tengo ningún problema con que lo hagas donde mas te apetezca. Que para algo estas en tu casa.
-Bueno, bueno. Ya veré entonces.
-Bien. Ah. Y solo otra cosa.
-¿Si?
- Que vi el rotulador, y donde lo tenías...
-¡Pero no soy marica, eh! -salté como un resorte- Es solo que a veces me gusta lo de...
-Ya, ya, hijo, tranquilo. En ningún momento había pensado yo que eras un marica. Se que te da mas placer tener eso metido ahí, como le pasa a mucha gente. Yo solo te lo decía porque no creo que sea muy higiénico que uses un rotulador viejo. Si quieres te voy a comprar yo mañana o pasado uno de esos dildos de látex, ya sabes, los que suelen usar las mujeres, y te lo traigo para que lo uses tu.
-Pero mama- salté yo, totalmente ya metido en el asunto como si estuviésemos discutiendo la cosa más normal del mundo- esos seguro que son muy grandes. No creo que pudiese...
-Ya, hombre, pero supongo que habrá varios tamaños. Ya traeré yo unos cuantos para que vayas probando.
-Bueno, pos entonces si.
-OK, entonces.
Tras la sorprendente conversación, lo cierto es que tenia el aparato a doscientos. Mi madre no se cortaba un pelo, y trataba todo con una naturalidad que daba miedo. Durante un momento pensé en hacerle caso y hacerme una paja allí mismo, pero recapacite y decidí no hacerlo. No estaba preparado todavía.
Me desperté al día siguiente bastante tarde. Todavía tenía fresco en la mente lo del día anterior, pero ahora ya parecía todo asimilado. Fui al cuarto de baño a orinar, y de nuevo tuve que hacer movimientos de equilibrista para encestar. Las erecciones matutinas eran insoportables. Fui a la cocina, donde estaba mi madre. Me dijo que me sentase, que ya me iba a hacer el desayuno. Yo le hice caso y me senté en una de las sillas, apoyando la espalda en la pared que estaba al lado. Mi erección seguía sin bajar, y durante un momento intenté colocarme el paquete un poco, porque me molestaba. Y justo en uno de esos movimientos me "cazó" mi madre.
-¿Que te pasa, Raúl, que no paras?
-Nada, mama, ¿que me va a pasar?
-Hombre, no se. Tienes la entrepierna que parece que te va a reventar.
Yo me puse colorado. Como un semáforo. Que está en rojo.
-No es que, cuando me levanto casi siempre.....
Ya, eso le pasa a todos los hombres. Pues si estas incomodo ya sabes... a esto aun le falta un poco para estar listo.-dijo ella, y se dio media vuelta para seguir cocinando.
Durante unos segundos pensé en sus palabras, y deduje que me estaba diciendo claramente que me podía "aliviar" si quería. O eso, o mi mente ya estaba tan caliente que se hacia las mayores películas de la historia. Casi sin querer me sorprendí con la mano sobre el pantalón. Y, en esos momentos de excitación en los que todo te parece posible, me levante un poco del asiento y bajé el pantalón, junto con los calzones, hasta los tobillos. Mi tieso pene salió desafiante apuntando al cielo, palpitante. Lo agarré con la diestra y comencé el habitual sube y baja. Lo estaba haciendo, allí mismo, en la cocina, con mi madre preparando el desayuno a dos metros.
Aumente el ritmo de la paja un poco, y cerré los ojos para disfrutarla al máximo. Y cuando los abrí vi de nuevo a mi madre, apoyando la bandeja con las tostadas en la mesa. Pero no paré de frotarme. Continué con el ritmillo, hasta que escuché como mama me preguntaba.
-¿Te falta mucho, cariño?
-No,..err, no, ya casi estoy- contesté yo entre jadeos.
- Espera entonces que te acerco un trapo para que te limpies.
Me dio un trapo, que agarre con la zurda, y acto seguido me empecé a correr como un loco sobre él. Chorros y más chorros, como el día anterior, salían con fuerza de mi pene. Cuando por fin acabé me limpié un poco el instrumento y le ofrecí el trapo a mi madre, que lo acepto gustosa y lo metió en la lavadora. Tras esto comencé a subirme de nuevo los pantalones.
-Pero porque te los vuelves a poner hombre.- me sorprendió entonces mi madre.- Si total aquí hace calor. Estate mejor así, que total estamos solo nosotros y nadie te verá desde fuera con las cortinas.
-Mama, no se. No voy a ir por ahí con todo esto al aire. Que si no cada dos por tres e me va a poner...
-Y que, si se te pone. ¿Ya sabes como se soluciona no? Además no tengas miedo que no se te va gastar ¿eh?
-Yo asentí con la cabeza y le ofrecí mis pantalones y calzoncillos a mama, que los metió también en la lavadora. Y así me quede, con calcetines, y la camiseta del pijama. Y nada más.
Lo cierto es que era bastante agradable aquello del nudismo casero. Cierto que no era recomendable adquirir grandes velocidades de paso, por el efecto peloteo, pero por lo demás era sobre todo excitante. Podía acariciarme cuando quisiera, y además mi madre no perdía oportunidad de echarme un ojo. Pronto me acostumbre y ese día lo disfrute otra vez, a la hora de la comida, sin duda acordándome de aquella de por la mañana. Y mientras lo hacia mama simplemente estaba a sus cosas, sin darle mayor importancia, preguntando tan solo de vez en cuando si me faltaba mucho, para acercarme un trapo y no montar allí un espectáculo.
Por la tarde, de nuevo estábamos los dos viendo la televisión. El uno al lado del otro en el sofá. Como casi todos, cuando estamos despreocupados, comencé a tocarme el paquete poco a poco. En un par de minutos ya tenía una nueva erección, que seguía incrementado con una nueva paja. Mama estaba a mi lado sin decir nada, cuando de repente me miró:
-¡A, espera! Baja un momento el ritmo de esta.- y salio pitando por la puerta. Yo me quedé allí sin saber muy bien que hacer, pero le hice caso y baje el ritmo de la paja.
Al rato mama volvió con una bolsa de color rosa. Y me imaginé lo que traía.
-Mira, hoy por la mañana te fui a comprar lo que hablamos ayer. Le pregunte a la dependienta y me dijo que lo mejor para meter por donde te gusta a ti son los de este tipo- y me acerco una caja donde había tres vibradores, del tamaño de mi dedo índice, pero un poco mas gordos. Eran totalmente lisos.
-Después traje otros que no son específicos para eso, pero que también pueden valerte, cuando tengas un poco más abierto el culito.- Y me acercó otros dos, más largos y gruesos, que imitaban un pene real. Parecía que me estaba vendiendo tapers.
-Y, bueno,-se rió- también traje otro por si algún día...--y lentamente de la bolsa saco un pedazo garrote, más grande que el mío y bastante mas gordo.
-Pero mama-proteste yo- eso es imposible que me entre. Ni de broma.
-Bueno tranquilo, que si no lo usas tú ya le daré yo buen uso...Pero venga, ¿no quieres probar alguno de los otros?
Yo la mire, y mire a mi lado donde estaban los consoladores. Cogí uno de los primeros, todo de color negro, y me lo acerqué lentamente hacia la boca.
-Ah, espera, se me olvidaba. Te compre también esto.-me enseño un frasco- Es un dilatador que además te "engrasa" la zona. Me dijo la de la tienda que así entraba mejor y producía mas placer.
Me acercó el frasco. Lo abrí y eche una gota sobre el dildo. Era un líquido viscoso y transparente. Lo esparcí bien y una vez todo untado, me acosté reclinado en el sofá, abriendo mucho las piernas. La punta de mi pene se me clavaba en la barriga, al estar en esa posición. Mama mientras no perdía detalle, y ya pasaba olímpicamente de la televisión. Supongo que el espectáculo que yo le estaba dando era mucho mejor. Lo cierto era que aquél consolador era más grande que mi rotulador de la suerte, y me estaba costando un poco dar el empujón definitivo.
-Despacio, despacio- susurraba mi madre- sobre todo no vayas a hacerte daño.
Yo le hice caso, y lentamente fui introduciendo el consolador mas y mas, hasta que por fin lo incruste entero. Era mucho mejor que mi rotulador. Me llenaba por completo. Lo comencé a mover poco a poco hasta que note la necesidad de empezar a pajearme de nuevo. Intente cambiar la mano que sujetaba el dildo, pero este se me resbaló y cayó al suelo.
Mama se agachó rápidamente y lo recogió. Lo puso en la mesa y cogió otro de la bolsa, del mismo tipo.
- Creo que te faltan manos ¿eh?
-Es que con la vaselina esa se me resbala, y al intentar tocarme no...
-Oye, ¿quieres que te ayude yo?
Durante un segundo se me corto la respiración. Una cosa era que pudiese hacerme una paja delante de mi madre, y otra muy distinta que ella participase directamente. Pero como tan solo fue un segundo, le dije que si que podía ayudarme. A mama se le encendieron los ojos y tras echar una gota de dilatador sobre el consolador se arrodillo delante de mí.
-Venga abre las piernas y relájate. Que en esto de sufrir una penetración tengo yo más experiencia.-y se rió-Acércate un poco al borde del sofá. Y tu ocúpate de la paja, que de esto ya me ocupo yo.
Le hice caso y me acerque un poco más al borde. Ahora tenia casi toda la espalda sobre el asiento, y tan solo la cabeza y parte del cuello tocaba el respaldo. MI mano derecha, ahora toda pringosa por el dilatador, agarraba firmemente mi miembro. Mientras, mama puso la punta del dildo sobre la entrada de mi ano, y me estremecí.
- Lo tienes todavía muy cerrado. Pero ya verás dentro de una temporada conseguimos abrírtelo un poco.
Las palabras de mama me excitaban cada vez más. Sus hábiles manos empujaban cada vez mas adentro el consolador, que ya estaba por la mitad.
-¿Que tal? ¿Como vas?
-Bien, bien-conteste de nuevo casi sin abrir la boca
-Un poquito mas y ya lo tienes ¿de acuerdo?
-Si, métemelo.
-Claro que si, mi vida, te lo meto todito.
Y siguió empujando, un poquito más cada vez, mientras que yo seguía con mi paja, que estaba apunto de hacerme llegar al punto final. De pronto note la punta de los dedos de mama sobre mi ano.
-Ya lo tienes enterito. Te lo muevo un poquito ahora ¿verdad?
-Si-conteste yo apagadamente.
Y comenzó con el movimiento, dentro-fuera, dentro-fuera. Cada vez mas rápido Cada vez mas placer.
-¿Así, cariño? ¿O más despacio?
-No, mas, mas, mas rápido.
-Claro que si, mas rápido. Sales clavado a tu madre.
Y siguió, cada vez mas rápido, hasta llegar a un momento en que casi quitaba por completo el dildo de mi ano y lo volvía a meter hasta el fondo. Yo ya estaba a punto, y se lo dije.
-Me corro, mama.
-Claro que si, amor. Échalo todo para mama.
Y de un gran empujón me empecé a correr. Sentía arder mi cuerpo por todos los sitios. Yo me corría sin parar, mientras que mama no paraba de introducirme el consolador como una loca. El semen iba cayendo sobre mi pecho, y hasta uno de los chorros aterrizó en mi mejilla. Había sido el mejor orgasmo de mi vida. Poco a poco me fui calmando, y mi madre también comenzó a aflojar el ritmo.
-Te has quedado a gusto ¿eh?-dijo mi madre con las manos apoyadas sobre mis rodillas, mientras que el consolador seguía alojado entero en mi ano.
-Si, la verdad es que si.
-Pues anda vete a duchar, que te has puesto perdido.
Así lo hice. Y mientras el agua de la ducha caía sobre mi cuerpo, una duda asalto a mi mente: ¿Quien engañó a Roger Rabbit?
Y en el excitante próximo capitulo:
No se pierdan a nuestro alocado protagonista en su recién comenzada búsqueda de nuevos placeres carnales. Quedan muchos dildos aún, de uso desconocido (aunque previsible), incluida una sorpresa final que no deberían perderse. Yo no me la perdería. Aunque bueno, si ponen "Show Girls" en la tele quizás...