El socorrista chulito

Un tío que se hace el duro pero que acaba recibiendo polla por todos lados.

Por razones que narraré en otro relato para no hacer este muy largo, tuve que pasar gran parte del mes de julio en Madrid. Allí vive Javi, mi mejor amigo y amante desde hace años. Yo estoy casado con una mujer, pero siempre saco huecos para poder estar con él. Y esa era mi intención el mes pasado, pero tuvo que irse fuera de España por trabajo y yo me quedé compuesto y sin polvo. Podría haber esperado a que volviera para desfogar, pero el mundo se puso en mi contra enviándome tíos follables en forma de portero del edificio donde me alojaba, un pintor que vino a quitar el gotelé al piso, el carpintero de los muebles del baño y, sobre todo, el socorrista.

Un chaval rubio de veintimuchos en el que me fijé la primera vez que me asomé por la ventana. En ese momento me llamó la atención su bañador rojo de esos tipo slip, una prenda de ropa significativa en mi vida, pues fue debido a ella por la que me interesé en los cuerpos de otros hombres. Pero fue al girarse para agacharse dejando el culo en pompa lo que me calentó de una manera salvaje y me hizo planteármele como objetivo. Y así, y aunque yo no soy mucho de piscinas, fui al Corte Inglés a comprarme un bañador y una toalla con la idea adicional de soportar el calor madrileño. Cuando llegué ya había bastante gente tanto dentro como fuera del agua. Ahora llevaba puesto otro traje de baño del mismo color pero más largo y menos ajustado. Le vi tonteando con un grupo de chavalas adolescentes que babeaban con él, dándoles juego con una actitud que desde ese primer instante me pareció de lo más chulesca.

Se percató de mi llegada y al no conocerme echó a andar hacia mí para preguntarme si era de la urbanización. Le expliqué mientras me fijaba en su torso perfectamente depilado y plano, si bien no estaba tan musculado como me había imaginado. De cara era bastante atractivo, destacando sus ojos verdes y brillantes por encima de cualquier cosa. Sin embargo, noté algo en la mirada que no me causó tan buena impresión, pero no le di mayor importancia. Tras aclararme los horarios de la piscina y lo típico de que no se puede fumar o comer en el césped siguió pavoneándose hasta que se sentó en una silla debajo de la sombrilla medio tumbado y con las piernas totalmente estiradas, lo cual le hacía marcar paquete. Todo parecía estar perfectamente estudiado.

-Deberías echarte crema -me dijo cuando vino a avisarme de que ya era hora de cerrar.

Y es que yo me había puesto con el portátil a escribir el relato del invernadero y se me fue el santo al cielo, perdiendo totalmente la noción del tiempo. Es cierto que me notaba rojo y caliente, pero no sólo por el sol, pues un relato erótico no ayuda a no calentar otras partes del cuerpo…. No es que estuviera empalmado, pero sí que tenía el rabo un poco morcillón, así que me hice el remolón por si se me notaba. Fui recogiendo sentado y con la toalla estratégicamente colocada delante me marché. Fui a un Opencor cercano a comprar algo de comer, el protector solar y un “after sun”, pues con tal de ligármele estaba dispuesto a pasar largos ratos en la piscina. Poco antes de la hora de apertura me coloqué en la ventana para verle llegar, pero salió del cuarto de los aseos donde imaginé tendría un vestuario o algo y que allí comería. Al ver que no había nadie esperando para entrar me decidí a bajar, no sin cierta ansiedad deseando estar a solas con él aunque fuera un rato.

Le saludé mientras estiraba la toalla y se acercó.

-¿Quieres una sombrilla? -me ofreció al apreciar que estaba algo colorado.

-No, gracias. Te he hecho caso y he comprado protector solar -le enseñé el bote.

-Aun así, me da la impresión de que te va a escocer luego. Y ahora pega mucho el sol.

-Ya, debes pensar que soy masoca o algo por bajar a estas horas, pero no funciona el aire acondicionado de casa -mentí.

-¿Se lo has dicho al portero?

-Tienen que venir obreros, así que ya le echarán un vistazo. ¿Y tú, te debes de aburrir un montón aquí, no?

-Hay días que se hace pesado, sobre todo por la tarde, pero en general entre que hablo con unos y con otros…

“Ya, ya”, me dije a mí mismo pensando en el grupito de chicas.

-Bueno, no te entretengo, que si llevas el portátil imagino que será por trabajo.

-Sí, tengo que hacer un informe -volví a mentir.

-¿Puedo preguntarte a qué te dedicas?

-Soy Director Comercial.

-Joder, suena importante para tu edad…

-Hombre, tengo treinta y tres tacos.

-Pues te echaba menos. ¿Y estás aquí por trabajo? -preguntó.

-Sí, aunque como te dije esta mañana el piso es de mi tío y quiere que supervise unas obras que va a hacer.

-¿De dónde eres?

-De Albacete.

-Ah, yo tengo familia en La Roda, ¿lo conoces?

-Sí, claro, je, je.

Una madre con tropecientos niños nos interrumpió.

-Pues nada, que te cunda el informe -se despidió.

Pensé en cómo entrarle, pero contarle un poco de mi vida me había dado la excusa perfecta para invitarle a unas cañas ya que no conocía a nadie en la ciudad. Me rechazó ese día porque tenía planes, lo cual me enfureció porque sentía una necesidad imperiosa de echar un polvo, pero me prometió que al día siguiente.

-Tío, ayer al final podía haber quedado contigo -me dijo nada más verme.

-¿Y eso?

-Se me cayó el plan que tenía.

-Haberme avisado, te dije cuál era mi piso.

-No me acordaba.

-¿Y el portero? -creo que llegué a parecer ansioso.

-Lo pensé, pero el que estaba ayer de turno y yo no nos llevamos muy bien que digamos.

Que él también se hubiera planteado ir en mi busca daba a entender cierto interés.

-Ah, ok. Si quieres comemos juntos -le invité.

-Tío, es que me he traído comida y…

-No pasa nada.

-Es que aprovecho para dormir un poco de siesta.

-Ok, ok. Esta noche entonces. Si yo ya ves que no tengo planes…

-Si quieres bajarte un tupper, ja, ja -sugirió.

-Yo te invitaría a casa, pero estarán los obreros que te comenté.

Pasé toda la mañana cavilando sobre quedarme con él o no, dilucidando si lo había dicho en serio o por compromiso. Finalmente acepté y pareció alegrarse. Fui a comprarme un par de sándwiches y entré con él en los vestuarios.

-Qué bien montado lo tienes -comenté.

-No está mal.

Comimos hablando de nimiedades y al no verle receptivo le avisé que me iba para dejarle dormir la siesta.

-Por un día que no duerma no pasa nada -dijo.

-Ya, bueno, pero…

-¿Tienes que trabajar?

-No, pero no se me ocurre qué podemos hacer hasta que abras.

-A mí sí.

¡Bien! Daniel se me insinuó de una forma tan fácil que me resultó hasta inverosímil. Se acercó a besarme pero me aparté tras darle un par de lametones en los labios.

-Vaya, entiendo que no te van los besos -dedujo.

-La verdad es que no.

-¿Y qué te va? Porque creo que vamos a tener un problema…

-¿Por?

-Porque yo soy activo.

-¿Y no chupas?

-¿Tú?

-Pregunté yo primero, je, je.

-O sea que tú no.

-No suelo, la verdad.

-Y de follarte ni hablamos, ¿no?

-Eso sí que no.

-¡Joder tío! Me lo pones difícil. ¿Nos vamos a tener que conformar con una paja?

Ya me parecía a mí que todo fuera tan sencillo. La verdad es que de pajas estaba ya harto, pero tampoco quería irme con el calentón, así que me resigné y accedí a que al menos me masturbara mirando a otro tío. Se quitó el bañador y comenzó a sobarse con viveza. El chaval tenía una buena polla y apenas vello alrededor. Yo en cambio no me he depilado en la vida, aunque tampoco es que tenga demasiado.

-Calzas un buen rabo -me dijo cuando me quité la ropa.

-Una lástima que no quieras catarlo -contesté.

Ignoró mi comentario y sin quitar ojo a mi paquete se la fue machacando. Yo hice lo mismo tras ensalivarme la mano, excitado ante la estampa de aquel tío atractivo, pero frustrado por no poder fallármelo. Pero por mucho que con sus palabras rechazara chuparme la verga, sus ojos parecían decir algo distinto, pues los noté golosos comiéndome con la mirada mientras se mordía el labio.

-¿De verdad que no quieres probarla? -insistí.

-Es que no me va mucho lo de chupar pollas. Y menos si no me corresponden… ¿No te gusta la mía? -insinuó.

-La verdad es que tienes una buena polla.

-¿Te la imaginas dentro de tu culo?

-Ja, ja. ¡No!

-¿Y dentro de tu boca?

-Tampoco -contesté con picardía.

-Pues yo podría imaginarme con la tuya dentro de mi garganta.

-Hmmm, ¿y a qué esperas?

-¿Eso te gustaría? -preguntó provocador.

-Sí, tío. Me encantaría que te la comieras.

-¿Y qué me harías?

-Te follaría la boca hasta dejarte sin respiración.

-¿Ah sí?

Pero todo parecía quedarse en provocaciones para excitarnos mutuamente, pues el colega no se movió de su silla.

-¿Nunca has probado una verga? -me preguntó.

-Dos veces.

-Pues a la tercera va la vencida, ja, ja. Seguro que te va a gustar, mira cómo la tengo de dura.

Se agarró bien la base dejando ver una erección tremenda, con el capullo hinchado y venas recorriéndole el cipote. Se la sacudió un par de veces incitándome, pero no di mi brazo a torcer. Empecé a jugar con la mía, cosquilleándole el glande con el dedo para disuadirle a él y torturarme a mí, pues el roce era de lo más estimulante. Notó que me habían salido un par de gotas que luego restregué por todo el capullo.

-Hmm, debes tener una leche rica -me dijo el muy cabrón poniéndome a mil.

-Tendrías que probarla para averiguarlo.

-¿Sí? ¿Te correrías en mi boca como un buen macho?

-¿Eso te gustaría? -le dije totalmente encendido.

-Caso tanto como a ti descargar en mi lengua y que me la fuera tragando.

-Buff, estás hecho un pedazo de maricón -me atreví a decirle sin saber muy bien cómo le sentaría, pues yo mismo creí que me había pasado.

-Síii, con un machote como tú podría ser una maricona mala.

-Nada te impide serlo.

-La verdad es que me estás poniendo muy burro, tío.

-Joder, pues no te hagas más de rogar.

¡Sí! ¡Le convencí! Daniel se levantó para arrodillarse delante de mí y tragarse mi polla sin darme tiempo a creérmelo.

-Sabía que no te resistirías a que te diera rabo.

Obviamente él no pudo contestar porque estaba ocupado haciéndome una increíble mamada. ¡Por fin! Le tenía entregado deleitándose con mi cipote metiéndolo y sacándolo de su boca a su antojo mientras me la agarraba con firmeza dejando caer un dedo que me acariciaba los huevos.

-Oh sí, qué bien la chupas -le animé al tiempo que le acariciaba su pelo rubio.

No aparté la mirada para poder regocijarme en esos verdes ojos lascivos que confirmaban que le estaba gustando mi polla, habiéndose olvidado de la suya por tener las manos ocupadas sujetándomela bien. Me vi tentando a rozársela con el pie, vacilante por saber cómo se lo tomaría, pero al sentir su verga dura en el empeine no pareció importarle.

-Oh, sí, chúpamela. Estás hecho un buen mamador.

Daniel no se apartaba ni un instante haciéndome estremecer al sentir sus labios rodeándome el cipote y su lengua rozarse con él. A veces se la sacaba para detenerse en el capullo lamiéndolo con delicadeza, pero de nuevo se la tragaba con cierta ansia.

-Sí, tío, no pares.

Cuando aparté el pie porque me resultaba incómodo, él volvió a pajearse. He escrito alguna vez que me excita muchísimo que me hagan una mamada mientras veo cómo el otro se masturba, pero debido a mi postura aquello resultaba imposible. Hice que se apartara y me puse de pie, dejándole a él la silla. Me coloqué a un lado para poder mirarle bien el rabo al tiempo que se lo machacaba y se comía el mío. Esta nueva posición me daba a mí más juego, permitiéndome empujar la pelvis y así penetrarle la boca con más viveza.

-¿Quieres que te folle la boca?

Asintió y se la clavé sin darle tiempo de reacción provocándole una arcada, así que me apiadé y la saqué.

-¿No te gusta así?

-Sí, tío, pero me ha pillado por sorpresa.

-¿Entonces quieres que te la meta otra vez?

-Vamos, sí, dame tu rabo.

Le agarré de la cabeza y le fui embistiendo a mi propio ritmo, a veces con brusquedad y otras algo más moderadas pero sin perder el compás, pues ya no era momento de que se detuviera a lengüetearla o cosas así. Y más porque su paja se había vuelto casi frenética, machacándose aquel pollón con energía mientras yo disfrutaba contemplándole. Verle tan sometido me activó tanto que estaba dispuesto a correrme ya. Se lo hice saber y apartó veloz su cara, y aunque la tentación de correrme sobre ella era enorme, opté por hacerlo sobre su pecho, descargando en él mis trallazos de semen mientras gemía y él me acompañaba anunciando que tampoco tardaría mucho. Vi mi propia lefa deslizarse hasta la base de su verga y acto seguido sus chorros salir con furia estampándose sobre su vientre entremezclándose con los míos.

-¡Joder, tío! -exclamó.

-¿Te ha gustado?

-Hombre, hubiese preferido otras cosas, pero no ha estado mal.

-Pues en ese caso esta noche… ya sabes.

-¿Vas a chupármela a mí?

-Ja, ja. No te rindes, ¿eh?

-Es que me refería a eso. Porque al final ha sido una paja.

-Reconoce que has disfrutado con mi rabo.

No lo hizo abiertamente, pero me preguntó:

-¿Sigue en pie lo de esta noche entonces?

-Por mí sí. Si quieres pillo algo para cenar en mi casa.

-No se me puede hacer muy tarde.

-Te puedes quedar a dormir.

-Vaya tela, macho.

-¿Qué pasa?

-Pues que para una vez que tengo posibilidad de follar me toca el machito de turno.

-Ja, ja. A mí también me gustaría que pudiésemos hacer más cosas…

Porque sí, maldije mi suerte por ser la primera vez en mucho tiempo en que me decidía a hacerlo con otro tío que no era Javi, y resulta que el pavo se hacía el duro no dejándome que le rompiera el culo. Al menos me acababa de llevar una mamada, y si por la noche caía otra, pues mejor. Pero bueno, a pesar de todo no era mal chaval y me parecía un tío interesante con el que pasar un buen rato de charla. Además me atreví a hablarle del relato que estaba escribiendo cuando subió a casa tras el trabajo, aunque le mentí porque le dije que sólo me inventaba historias.

-¿O sea que te mola escribir guarradas?

-Ja, ja. Visto así.

-Es broma, pero ahora entiendo por qué estabas tan salido.

-Es una de las razones, sí.

-Pues como te he dicho antes, me jode que no seamos muy compatibles en el sexo.

-Ya, tío -me lamenté-. Porque te estaría follando toda la noche.

-O yo a ti, jajaja.

-Eso no va a ocurrir y lo sabes.

-Ya, me lo has dejado bien clarito varias veces.

-Pero mira, estoy dispuesto a chupártela -me atreví a decirle porque tenía ganas de que nos liásemos ya.

-Wow, el macho se va a comer mi polla.

Nos fuimos al dormitorio, cogí aire, y comencé a chupársela. Como decía, no es algo que me entusiasme, pero reconozco que en aquel momento no me desagradó comerle el rabo. No me detuve como hizo él con el mío, sino que me lo tragué y lo fui succionando a mi propio ritmo, aunque Daniel trataba de imponer también el suyo subiendo la pelvis para empujarla contra mi barbilla y clavarme la verga hasta el fondo de mi garganta. Tuve un par de arcadas que le hicieron relajarse, pero con todo no pasé mucho tiempo mamando.

-¿No quieres comerte mi culo? -sugirió.

Sin moverme le aparté las piernas, él se recolocó y accedí con la lengua a la entrada de su agujero. Le di un par de lametazos rápidos que le hicieron gemir de manera intensa. Después lo lengüetee deteniéndome más tiempo en el ano, aunque seguro que menos del que le hubiera gustado.

-Bah, tío, no veas cómo me gusta que me coman el culo -parecía decepcionado por haberme detenido tan pronto.

-Pues no entiendo que no quieras que te folle.

-Hazlo, pero ten cuidado.

-¿Seguro? -pregunté feliz y sonriente, así como tremendamente satisfecho.

Desde luego Daniel era fácil de convencer. Se dio la vuelta quedando a cuatro patas sobre el colchón entregándome por fin su culo, el cual ya había sondeado con mi lengua, pero ahora tocaba penetrarlo en condiciones. No me demoré mucho en colocar la punta a la entrada pidiéndole permiso para ir metiéndosela.

-Sí, fóllame ya, pero despacio al principio.

-Buen chico.

Le obedecí y comencé a introducirla con cuidado casi asustado por sus sollozos, aunque reconocía que no le dolía mucho.

-¿Quieres más polla?

-Sí, métemela entera -imploró.

Y al clavarla emitió un intenso gemido que se confundió con el mío al sentirla dentro de aquel apetecible culito. Le fui embistiendo con suavidad como me pidió, aunque las acometidas ya eran constantes y tremendamente placenteras.

-¡Joder! ¡Síiii!

El cabrón sollozaba pero me seguía pidiendo más, así que aceleré un poco el ritmo sin que llegara a resultar violento. Le agarraba con firmeza por la cintura aplastando mi pelvis contra sus nalgas notando mi polla vibrar dentro de él, deleitándome con la fruición y enloquecido ante esa estampa del tipo duro que ni mamaba ni se dejaba follar totalmente entregado. Querer ver su cara de vicioso me sedujo, así que le pedí que se girara. Se tumbó boca arriba permitiéndome ver de nuevo su verga, sus músculos y ese rostro que aún conservaba su inherente chulería.

-¿Te gusta que te folle?

-Sí, cabrón, clávamela otra vez.

Le levanté las piernas y se la metí de nuevo arropados por los gemidos que ambos exhalábamos sin quitarnos ojo para apreciar así la lascivia que los dos irradiábamos. Debió ver mi cara de satisfacción cuando comenzó a pajearse, aunque cuando el ritmo se hizo estable quise cascársela yo para que el chaval no se quedara como antes.

-¡Oh Dios, dame más!

-¿Más rápido?

-Sí tío, fóllame duro. Así, ohhhh.

-Joder cabronazo, y eso que no querías.

-Me gusta que me folles.

Seguí fallándole sin parar de pajearle mientras él se dejaba hacer jugueteando con sus dedos en los pezones, mordiéndose los labios y mirándome con esos penetrantes ojos verdes encendidos como debían de estar los míos por la excitación y el placer. Aceleró sus suspiros y le sacudí la verga con más energía creyendo que iba a correrse ya. Y el cabrón, sin avisarme soltó los chorros que me mancharon los dedos antes de caer a su vientre. Y en un arrebato levantó la espalda y me los lamió probando así su propia leche. Verle chupándome la mano cubierta de espeso semen me excitó más de lo que imaginaba, así que recogí los restos que quedaban sobre él y se los fui dando sin parar de follarle hasta que me corrí.

-Vaya follada, mamón.

-Sabía que te gustaría recibir mi polla.

-¿Cuánto tiempo dices que vas a estar en Madrid?

Y es que al final Daniel salvó la que iba a ser una estancia asexual y aburrida para convertirla en unos días de sexo salvaje, pues le gustaba que le follara más de lo que él mismo creía. Ya sólo lo hacíamos por la noche en casa por temor a que nos pillaran en los vestuarios. Me pareció justo y más que suficiente. Eso sí, al final no me puse muy moreno porque dejé de bajar a la piscina. ¿Para qué si era el socorrista quien subía a mi casa?