El socorrista

Aquel socorrista cambió mi vida. Lo que daría por encontrarlo...

Fue una mañana de Agosto. Compartía piso con unos colegas en un piso de alquiler por el centro de Madrid. Ese fin de semana, mis compañeros se fueron a pasarlo de camping con otros amigos que yo apenas conocía; así que decidí que darme en casa.

El día era más que caluroso: sofocante. Tras pensármelo un par de veces, dejé los estudios sobre la mesa de mi escritorio, cogí una mochila, metí lo indispensable para un día de piscina, y me largué rápidamente hacia allí.

Tuve mucha suerte aquel día, nada más llegar a la parada de autobús, este apareció por un callejón. Enseñé mi Abono transporte y me senté donde no pudiera darme mucho el sol en los ojos. Unos diez minutos después, llegué a mi destino: La piscina.

Saqué mi pase –una especie de bono para los tres meses de verano- y me dirigí hacia los vestuarios. Ese era mi lugar preferido: estaba lleno de tíos buenos, musculosos –por supuesto, también había algún que otro vejestorio o un niño pequeño acompañado por su veterano padre, pero esos no me interesaban en absoluto- y en su mayoría morenos por el sol. Muchos de estos cuerpos preciosos, estaban ya cambiados (ya fuera en vaqueros o chándal como en bañador) pero había muchos otros que se cambiaban allí mismo delante de los otros tíos sin cortarse un pelo; eso era algo que me excitaba mucho. Siempre voy con bañador –de ese tipo slip- porque aunque cuando me empalmó se nota, no es tan descarado como las bermudas (ya lo he comprobado)

Cuando disimulé un poco el estar haciendo algo (sacar las chanclas o comprobar si me faltaba algo) y conseguía ver alguna polla de gran volumen –que había muchas –aunque fuera sin empinar, me marchaba con el calentón a la piscina.

Aquel día me lo pasé muy bien yo sólo. Me gusta ir en plan relajado: tomar el sol, leer un buen libro y darme un chapuzón de vez en cuando. Dentro del recinto, aunque era más complicado de disimular, observaba a los bañistas masculinos en bañador (mojados y brillantes debido al sol que se refleja en las gotas de su cuerpo), o los que están en bermudas y cuando salen del agua parcialmente empalmados,... Fue un lujo.

Hasta que me di un pequeño susto.

En una de mis ligeras zambullidas en la piscina Olímpica, cuando me tiré de cabeza e intenté bucear al llegar al agua, un calambre me recorrió la pierna. No lo vi muy peligroso así que intenté seguir para que se relajara el músculo – nunca lo intentéis -en la otra pierna un latigazo me llegó hasta la ingle y no pude más que tragar agua mientras intentaba gritar. Tras unos segundos –para mí fueron años -perdí el conocimiento seguro de haberme ahogado. Lo último que recuerdo es un golpe como si un niño se tirara "en bomba" muy cerca de mí.

Durante mi inconsciencia no pude recordar nada... sólo algo frío en mi cuerpo y aire (¿mi respiración?) que entraba en mis pulmones haciéndome un ligero daño y una fuerte presión en el pecho. Cuando volví en mi una imagen se me pareció ante mis ojos: una cara desfigurada y borrosa acercándose a mí y besándome en los labios. En ese instante entendí que pasó. Al darme el calambre me quedé paralizado y casi me ahogo y alguien (algún bañista) me sacó de allí y me hizo el boca a boca.

Tosí el agua que aún me quedaba en los pulmones y mi vista se aclaró. El rostro desfigurado se fue convirtiendo en un bello rostro que yo conocía: era el socorrista de la piscina, el que estaba de vigilante en la piscina olímpica. Le conocía bien, era una de las razones por las que siempre me bañaba en esa piscina; ¡el tío estaba buenísimo! Tendría unos 25 años (yo 23) con un gran cuerpo atlético, de piel morena, con unos firmes pechos y cuadriculados abdominales...

-¿Estás bien?- dijo una voz.

... De pelo moreno y ojos verdes que me tenían enamorado. Y lo que más me gustaba: siempre tenía su camiseta enganchada, ligeramente, en las bermudas color naranja como uniforme de trabajo.

-¿Me escuchas? Qué si estas bien. -volvió a decir la misma voz. Cuando reaccioné intentando evitar que mi nardo se empinara más (no lo conseguí) pude contestar:

-Sí, esto... bueno gracias y eso... -titubeaba- Lo siento, supongo que me he mareado o algo así. Gracias.

  • Creo que te ha pasado algo así, sí. Bueno, no hay de que estás bien. Ahora vete a tu toalla y relájate. No te voy a prohibir que no te bañes. Pero te aconsejo que si lo haces, no vallas a donde te cubra. Me has dado un buen susto.

Sí, de acuerdo. Seguiré tu consejo.

Me levante con dificultad totalmente acalorado y no por el que aquel tío bueno me dijera lo que tengo que hacer como un niño pequeño, más bien por lo palpitante que estaba ya mi polla tras la ligera roja tela que era mi bañador. No sé si él se dio cuenta de lo cachondo que estaba, pero me hubiera gustado que fuera así.

Cuando conseguí ponerme en pie, me di cuenta que había más gente a mi alrededor, e incluso conocí a alguno que estaba en los vestuarios; por sus nardos, por supuesto.

-¡Gracias! Te debo un favor.- repetí a mi salvador.

-Es mi trabajo. –contestó. Y pude darme cuenta que se tocó tímidamente la entrepierna. ¿Una señal? Aparté aquel pensamiento.

El resto del día lo pasé en la toalla aun algo asustado por lo que me pasó.

De vez en cuando miraba a mi salvador y me excitaba la mera idea de que me hubiera rozado con sus labios carnosos y acercara su perfecto cuerpo para hacerlo. ¡Era una lástima que no se fuera a repetir!

Al final de la tarde (sobre las 19.00), por megafonía, anunciaron a todos los bañistas que la piscina cerraba a las 19.30h y los vestuarios a las 20.00h. Intenté quedarme hasta más tarde de la hora que cerraban la piscina (no los vestuarios) para contemplar un poco más a aquel hombre, pero un guarda me mandó que me fuera a cambiar o la calle.

De nuevo en los vestuarios, pude recrearme la vista mucho mejor que cuando llegué, debido a que ahora todos los bañistas masculinos que estaban allí se estaban cambiando (quitando a viejos y niños, recuerdo) ¡Que pollas, que prepucios, pude ver! Había pollas de todo tipo: circundadas, sin circundar, operadas (de fimosis), más grandes y más pequeñas, pero todas dignas de ver. Intenté disimular mi excitada polla que rugía por salir de allí, pero me daba vergüenza desnudarme y que todo vieran que estaba empalmado. Pero cuando eché otra ojeada a mi alrededor, vi alguna que otra también empalmada. Así que no me corté. Me desnudé por completo y desnudo, me pasé orgulloso por delante de ellos con mis no menos de 21cm delante me mí, hasta la otra parte del vestuario donde "casualmente" dejé mi mochila cuando entré por la mañana. Algún que otro me miraba la polla, no sé si porque le molaban los nardos o porque le daba vergüenza ajena; no me importó, me excitó aun más.

La señorita de megafonía volvió a anunciar que las instalaciones se cerrarían en unos 10 minutos y muchos de los hombres que había se fueron marchando.

Con descaro –quien me iba a preguntar-, me metí en unos de los vestuarios cerrados y me quedé allí esperando un rato.

Unos 20 minutos después pasó un guardia por los vestuarios, mirando por debajo de los privados por si quedaba alguien (yo me subí a una banqueta que había en mi zulo y no me vio) mientras megafonía daba gracias a los clientes por su estancia.

El guardia se marchó y pude salir ahora aliviado. Había concebido un plan y esperaba que funcionara.

Unos instantes después, apareció por el marco de la puerta que daba a la piscina, el centro de mi plan: el socorrista.

Cuando me vio pareció sobresaltarse, supongo que no esperara que hubiera nadie.

-¿Qué haces aquí? Ya han cerrado todo. Te has entretenido o qué –realmente parecía despistado.

-No en absoluto, sólo quería darte las gracias de nuevo. No me salvan la vida todos los días.

-Ya le he dicho que no es nada; es parte de mi trabajo.

-Lo sé. Pero me siento en deuda con usted.

-Tutéame, por favor –me dijo mientras se quita la camiseta, de nuevo pude ver aquel bello cuerpo-.Que somos los dos jóvenes.-sonrió.

Ahora se agachó y empezó a bajarse el bañador. Una muy ligera mata de pelo rizado, asomó por aquella abertura.

Intenté controlarme antes de seguir hablando:

-Esto... bueno...

-¿Si?- preguntó mientras seguía bajando los pantalones.

-Bueno, que si tiene algo que hacer esta tarde. Me gustaría invitarle a una cerveza o algo. Así le devolveré de forma ínfima el favor que me ha hecho.

-Qué manía... no es nada. Estoy algo cansado de trabajar –por un momento pensé que diría que no –Pero no despreciaré una buena cerveza. Me la merezco.

Se sentó en un banco para quitárselos del todo y se levantó de nuevo. No pude evitar (tampoco lo intenté mucho) en mirar a su entre pierna. Una gruesa culebra de unos 10cm colgaba como si estuviera muerta. Rápidamente, volví a mirar hacía sus ojos, me miraban fijamente; sonrió.

-Pero antes tengo que darme una ducha –comentó mientras se dirigía hacia allí-.¿De acuerdo?

No pude responder, estaba muerto de vergüenza. Estaba seguro que me había visto mirar su polla.

-Lo tomaré como un sí.- Respondió por si mismo.

Se metió en la ducha y accionó el grifo. Rápidamente, se llenó de vapor.

-Oye, cómo te llamas.

-Raúl –contesté.

-Encantado Raúl, me llamo Juan.

Durante un instante, nos inundó el silencio. Juan lo rompió.

-¿Te importaría pasarme el jabón? Lo he olvidado. Está en la mochila, en el bolsillo de afuera.

Sin responder, fui a buscarlo.

-¿Lo encuentras?

-Sí aquí está. Te lo llevo.

Me acerqué hasta la puerta, la abrí ligeramente, para que me cupiera la mano y pasé el bote por allí. Juan, abrió del todo la puerta. Ante mí se mostró su cuerpo desnudo y ahora con toda seguridad, estaba empalmado.

-Ven, por qué no entras y me enjabonas la espalda.

-¿Cómo?. -dije atónito.

Mi polla ya estaba de nuevo en funcionamiento, y ahora me hacía daño dentro del bañador. Necesitaba sacarla, aunque fuera un segundo, para que pudiera relajarse.

-Qué me enjabones la espalda. Me debes un favor, según dices. Bueno, devuélvelo con la mano. –me cogió la mano, la puso en su pecho y se dio la vuelta.

Abrí el bote, me eché un poco en la mano y lo hice resbalar por toda ella. Pase mi mano por su espalda, sin llegar hasta abajo con cierta timidez y el agua ya me salpicaba en el bañador y el cuerpo. Segundos después cuando yo estaba apunto de llegar al culo, se dio la vuelta y mi mano chocó con sus 24cm de carne que estaba en su entrepierna y que ahora casi chocaba con mi cuerpo.

-Sigue frotando, tranquilo. –me cogió de nuevo la mano y la puso sobre su rabo empinado. – Frota bien, por favor, sobre todo por esta zona. –Y me la indicó, dirigiéndome. Yo le ayudé haciendo un hueco en mi mano y él la metió en su polla.

Frotaba débilmente en un principio, pero pronto me animé y lo hice más continuo y con mayor energía. Él me miró agradablemente y dio un ligero soplido. Se acercó a mí y junto sus labios en los míos, como debió hacer la primera vez. Nuestras lenguas se juntaron y juguetearon dentro de mi boca y la suya, mientras seguía pajeándole.

Sus brazos me rodearon por la espalda y empezaron a bajar de forma sensual la escasa ropa que me quedaba; en cuestión de segundos, estaba desnudo. Mi polla al fin se libró de la tortura. Me acariciaba suavemente la espalda y apretaba descontinuamente mi culo deseoso de ser follado.

El agua limpió rápidamente mi mano y los 24cm que contenían. Me agaché y me metí toda su carne en mi boca. Eché la piel para atrás y un rosado capullo inundó mi boca. Lamí con ternura este preciado manjar y él gimió de gusto. Bordeé con mis labios toda su polla y advertí que tenía los huevos depilados; la primera maraña que vi en un principio, se convirtieron en unas depiladas ingles.

Mientras le hacía la mamada, él me cogía la cabeza y me animaba a continuar dirigiéndola constantemente hacía su manubrio. Me encantaba comer pollas y más cuando eran de gran volumen como aquella. En no mucho tiempo, sentí como el líquido preorgásmico mojaba mis labios además del agua de la ducha.

-¡Guaau tío! Cómo la comes. Vas a conseguir que me corra. Para un poco que descanse. –me apartó con suavidad la cabeza de su polla. Yo le miré suplicante, intentando trasmitir que me siguiera follando la boca. Apretando mis hombros con suavidad, me indicó que me levantara. Así lo hice –Sé que te gusta comérmela, te aseguro que a mí también me gusta pero tu también estas deseoso de follarme o así creo que lo demuestra tu polla. Por cierto, un buen ejemplar.

Sin dejarme contestar la cogió con fuerza y se agachó. Ahora era él que tenía mi rabo. Él tampoco lo hacía nada mal: era capaz de introducirse los 21 cm y aun podía lamer los huevos a la vez. Frotaba con rapidez, y pensé que en cualquier momento me correría en su boca.

Cuando creí que no podía aguantar más, separó sus labios de mi polla, y no sin antes besarla, se levantó.

-Necesito follarte el culo ahora mismo. Deseo poder follarte hasta reventarte y correrme en tu culo, ¿qué te perece?

Una vez más, sin responder, le cogí de un puñado su nardo y tirando de ella, como si fuera un niño chico, salimos fuera de la ducha. Me acerqué a un banco con aun enganchado a él y me agaché.

-Por favor hazme tuyo. Necesito que me folles. Deseo que me metas tus 24cm dentro de mí y que te corras en mi interior. Hazlo, te lo suplico.

Como buen experimentado, que debía ser, se acercó a mí, se agachó poniendo su boca cerca de mi recto y lamió el cerco de esté. Su lengua húmeda mojaba con gracia mi interior y yo no podía evitar gemir de gusto. Tiempo después, metió un dedo y sentí rápidamente como mi recto se dilataba para permitir que su dedo me inundara. Cuando ya estaba en optimas condiciones, lo sacó y yo me quedé vacío y desilusionado por unos segundos. Muy poco después, algo bastante más ancho que lo anterior intentaba introducirse en mi culo.

-Por Dios, méteme ya tu polla, te necesito dentro. Hazme tuyo.

Como respuesta a mis plegarías, su nardo se introdujo en mi de forma lenta, haciendo sentir cada cm de su polla en mi. Una vez dentro, hizo unos círculos para acomodarse él y acostumbrarme a mí a ese monstruoso aparato y de forma súbita empezó a bombear con fuerza. Salía y entraba de mi interior con gran fluidez y sentía contraía los músculos de mi recto para que la sensación fuera aun mayor. De vez en cuando, debido a la rapidez con que bombeaba, se salía pero en segundos otra vez estaba dentro de mí.

Al poco tiempo sentí una mano recorrer mi cintura, era Juan intentando agarrar mi rezumeante rabo. Lo consiguió sin esfuerzo y empezó a pajearme desirregularmente.

Nuestros gemidos se mezclaban. Los dos disfrutábamos de aquel placer y después de unos 10 minutos sin apenas cesar, llegó lo inevitable.

-Raúl, me... me... me corrooooooooooooo. –casi gritó mientras soltaba de golpe mi carne.

Un gran calor se produjo en mi interior. Un potente chorro se disparó de su polla aun ligeramente metida y me lleno de aquel jugo del amor que los hombres poseemos: el semen. Según me contó después, algunas gotas de semen chorrearon por fuera de mi culo y él, sin pensárselo dos veces, se agachó y empezó a lamerme de nuevo el culo, evitando que se le escapara ni una sola gota, aunque fuera de su propio semen.

Cuando se tragó todo lo que pudo, me volteó, me hizo sentarme abriéndome las piernas y se metió otra vez mi polla en su boca –que cuando la soltó ya estaba apunto de irme- y me la comió con gran rapidez. No tarde mucho en correrme tal vez un par de minutos a lo sumo. Mi lefa salió en varios potentes chorros que Juan consiguió atrapar casi a vuelo. Su cara chorreaba lefa y él se relamía mientras me quitaba los restos que pudieran quedar en mi rabo.

Al terminar, se levantó, me dio un apasionado beso y se dirigió de nuevo a la ducha mientras con un dedo, recogía de su cara algún desperdició que quedara. Le seguí hasta la ducha y nos duchamos juntos.

Desde aquella tarde, no deje de ir ni un solo día (aunque fuera un rato) a la piscina. Tuvimos una que otra aventura en los vestuarios pero eso ya pertenece al pasado (o a otro relato, quién sabe) Con aquel hombre, pasé más de uno y dos buenos ratos; pasé el resto de mi vida. Con la persona que mejor me ha hecho sentir.

Para Juan, donde quiera que esté.

Raúl.