El socorrista
Llevaba ya un par de veranos de socorrista en una piscina al aire libre. Una tarde cerrando las instalaciones me llevé una buena sorpresa.
Llevaba ya un par de veranos de socorrista en una piscina al aire libre. Así que me habían cogido confianza y ya sabéis lo que se dice: Donde hay confianza da asco.
Me habían sacado una copia de las llaves y tanto el de mantenimiento cono la de la limpieza aprovechaban para largarse a su hora o media hora antes y dejarme a mi con el marrón de echar a los remolones y dejar todo cerrado.
Yo no es que fuera swarzzenegger en su época de culturista pero no estoy mal del todo y con el bañador tipo bóxer rojo y ajustado si que he recibido alguna proposición indecente.
Pero es el trabajo al fin y al cabo y no me parecía bien abusar de esa posición, aunque mas de un teléfono me guardé por si acaso y hasta hice uso de alguno de ellos, sobre todo si la chica o el chico estaban bien. A caballo regalado...
Esa tarde el calor había sido agobiante y a la hora cerrar seguía apretando. Había habido poca gente pues la mayoría cambió el agua por el aire acondicionado de los bares o puede que algún encuentro deportivo en la televisión.
Se hizo la hora de cerrar, eché el tranco a las puertas y empecé la tradicional ronda no me dejara a nadie encerrado en los vestuarios o los baños, o dormido en el césped como había pasado alguna vez.
Cuando llegué a las duchas de las chicas se oía el ruido de agua corriendo. Pensando que alguien se había dejado un grifo abierto entre para cerrarlo sin darme cuenta de dar una voz para avisar de mi presencia.
Y entonces me llevé la mayor sorpresa de mi vida.
Una larga melena negra como ala de cuervo tapaba la mitad de una espada bronceada y bien torneada. Sus brazos levantados removían ese cabello con el champú. Donde esta terminaba un culo perfecto duro y respingón y blanco debido a la pequeña braguita rosa del bikini me la puso dura casi de inmediato. Y para terminar los largos y ahusados muslos también con un bonito color bronce, las pantorrillas finas y unos tobillos delicados.
La maldita puerta chirriaba como si estuviera instalada en un castillo medieval. Así ella se enteró enseguida de mi presencia, si no me hubiera deleitado mas tiempo en esa visión celestial.
Al oír el ruido de la puerta ella giró la cabeza luciendo una bonita sonrisa. Me deshice en escusas aduciendo que pensaba que no quedaba nadie. Pero a ella no pareció importarle mucho mi interrupción. Mis pies parecían clavados al húmedo suelo impidiéndome avanzar pero también retirarme y darle privacidad.
No podía apartar los ojos del bonito espectáculo que se desarrollaba ante mí. Por fin con una voz sensual y algo ronca ella me contestó diciendo:
- no importa. Termino enseguida. No quero molestar.
Yo le dije:
-¡Oh! No. Para nada. No molestas en absoluto. No tengo ninguna prisa. No tengo nada que hacer después.
La verdad. Allí clavado y ojiplático la frase habría sido digna de cualquier pervertido.
Efectivamente viendo algo tan precioso cualquier otra cosa que hubiera tenido que hacer en cualquier otro sitio se me había olvidado de inmediato.
Su sonrisa me pareció que se volvía mas picara. Y sus manos mas sensuales, sinuosas, recorriendo su enjabonada piel perfecta. A la vez que mi polla aun mas dura. Ella le echó un buen vistazo a mi pubis dándose perfecta cuenta de mi estado erecto y bien marcado en el bañador ajustado. Y no pareció importarle pues continuó con su faena.
-disculpa mi tardanza pero no podía ducharme tranquila con las demás señoras por aquí.
Me dio como explicación.
-¿Y eso?. No me parece que tengas ningún problema, de hecho todo lo contrario, me pareces perfecta. Ni tampoco que seas muy tímida.
Respondí siguiendo en mi afortunada linea de pervertido que solo suelta tonterías.
Para contestarme se giró del todo hacía mí con lo que todo quedó claro. De entre sus piernas, marcada en la reducida braguita, una polla casi tan grande como la mía asomaba su glande por la cinturilla, circuncidada y dejando ver su pubis bien depilado. Sus tetas cónicas y duras, sin sujetador, apuntaban en mi dirección con dos pezones oscuros y a lo que parecía excitados.
Su vientre plano y bronceado en contraste con la piel mas clara de sus pechos me decía que durante la tarde había estado usando el sujetador rosa de su bikini que ahora estaba colgando de una percha a un lado de la sala.
La pregunta pertinente en ese momento era: ¿Como es que yo no me había fijado en semejante monumento?. Dejando aparte el grupo de jovencitas con bikinis microscópicos que había estado atrayendo mi atención buena parte del día, en algún momento tendría que haberme percatado de su presencia. Por muy discreta que hubiera intentado ser.
Ya no tenia remedio, en cambio ahora ella me permitía deleitarme con la contemplación de sus evoluciones lavatorias sin ponerle ni un pero a mi presencia.
A mi también me vendría bien una ducha pero con agua bien fría a juzgar por mi estado.
-me llamo Vanessa. Me dijo con su voz ronca.
-Y yo Marcos encantado.
No estaba muy convencido que acercarme para darle dos besos fuera lo mas adecuado dado nuestro estado: El de relativa desnudez y el de ambos de empalme. Pero ahora parece que mis pies si que colaboraron y se empezaron a mover solos en su dirección.
Sentí una corriente eléctrica recorrer mi columna cuando sus pezones, duros como guijarros, rozaron la piel de mi pecho, y al notar en mis labios la piel tersa de sus mejillas como si nunca hubiera tenido barba. Luego me explicó que había empezado pronto con las hormonas.
-¿Seguro que no queda nadie mas que nosotros?¿No quieres aprovechar para ducharte conmigo?.
-No, no queda nadie, he comprobado le demás vestuarios y creo que eso será una buena idea. Sobre todo si pones el agua fría.
Contesté sonriendo,
-si a ti no te importa, claro.
-¿necesitas ayuda?
-creo que puedo yo solo.
Y uniendo la acción a la palabra arrojé mi bañador encima de su bikini en la percha.
Para entonces mi polla apuntaba directamente hacia ella y la suya, asomando completa por encima de la braguita incluidos los suaves huevos, se había puesto perpendicular al resto de su cuerpo. En ese monto ella decidió deshacerse de la inútil prenda bajándola por sus largos muslos. En cualquier otra otra esa maniobra la habría hecho parecer patosa, pero lo hizo en un movimiento lleno de sensualidad, moviendo la cadera de lado a lado. Ni se molestó en colgarla, quedó allí en el suelo mojándose.
- ¿Te enjabono la espalda? Me preguntó.
No pude mas que asentir a su amable ofrecimiento y pronto noté sus manos masajeando mi espalda. Y su glande rozando mis nalgas de vez en cuando, lo que no me molestaba. Sus manos eran firmes pero a la vez tiernas y esa caricia me estaba poniendo al borde del orgasmo. Aún fue peor cuando pegó sus tetas a mi dorso y se frotó con mi cuerpo, creo que notaba sus pezones por todas partes, y lo que no eran los pezones.
Sus manos pasaron a acariciame por delante, una agarró mi pene y la otra acariciaba mis huevos. Su rabo durísimo se había deslizado por mi perineo y su glande me rozaba el escroto desde atrás. Cuando clavó sus dientes en mi cuello en un mordisquito y sentí su lengua rozando mi piel y mi oreja ya no pude contenerme mas. Mi semen roció la pared que tenia enfrente.
-¡uffff!, ibas cargado. Me dijo lamiendo mi oreja.
-es que tu me has puesto muy cachondo.
Respondí sin dejar de mover el culo suavemente adelante y atrás con su polla apretada entre mis muslos.
-¿Yo?, o el grupo de jovencitas con esos bikinis tan pequeños a las que no les quitabas los ojos de encima. Mira que estaban buenas ¿Eh?
¡Vaya! Pillado en falta. Pero eso significaba que ella si se había fijado en mí, y en ellas.
-tu bikini no es mucho mas grande que los de ellas y a ti te sienta mejor.
-como sigas así te voy a mojar los huevos con mi lefa.
Me decía lamiendo mi oreja.
-¿y que quieres mojarme con ella?
-Algún sitio mejor. ¿La quieres en la legua o en este culito tan duro que estoy notando?.
-para dureza lo que que estoy sintiendo yo. Pero hazlo donde quieras.
Levanté los antebrazos y los apoyé en la pared, inclinándome un poco. Le dejaba claro que tenía vía libre para darnos placer. Se separó un poco y lo siguiente fueron sus manos en mis nalgas amasándolas y separándolas pero sin dejar de besar lamer y morder mis hombros, axilas, nuca y cuello.
El duro rabo ya se deslizaba por mi raja buscando con el glande mi cerrado ano. Pero de eso se estaba encargando ella, con la espuma del gel y sus hábiles dedos empezó a hurgar en el agujerito que pronto cedió a sus manipulaciones.
No se si bastará mi pobre habilidad para describir apropiadamente lo que sentía en ese momento. Era a la vez un montón de agujas clavándose en mi interior cuando profundizaba y descargas de placer recorriendo mi espalda y muslos hasta la base del cerebro.
Cuando me había metido dos dedos, por lo que me dijo, lo siguiente que envió fue su polla directa a mi interior. Un gemido se escapó de lo mas profundo de mi garganta. Doblé la cintura y arqueé la espalda para facilitárselo apoyándome con las manos en los azulejos. Con la lubricación que ya me había proporcionado entró sin demasiadas dificultades hasta que cada vez que daba un golpe de cadera notaba sus huevos golpeando los míos.
El agua seguía cayendo sobre nuestros cuerpos. Yo me había inclinado lo suficiente para facilitar la penetración y me sostenía la pared y ella me sujetaba con una mano en mi hombro y otra en mi cadera follándome como si no hubiera un mañana.
Mi rabo volvía a tomar consistencia con todo lo que estaba sintiendo. Me recuperaba rápido. Aunque normalmente haría falta algo mas de tiempo, el morbo de la nueva situación me había excitado sobremanera. Con una de mis manos ayudaba a que se endureciera de nuevo y cuando ella me llenó el culo de su semen, lo que no tardó mucho, yo estaba de nuevo en condiciones. Me prometió entregarme su culo pero para entonces se le estaba haciendo tarde.
Pero ella no podía dejarme así, no era tan cabrona. Sin dejar que me moviera fue besando y lamiendo mi espalda bajando hacia mi culo. Era sinuosa, pronto clavo en mi ano su lengua juguetona recogiendo en ella el semen que salía de mi abierto agujero y que el agua de la ducha aún no se había llevado. Pasó lamiendo por mi perineo entre mis piernas hasta que su boca se apoderó de mis testículos masajeaba mi polla aprovechando el agua que aún caía sobre nosotros y cuando quise darme cuenta tenía mi órgano clavado hasta la garganta. Yo no había podido hacer eso con ninguna de las pollas que me había comido antes.
Yo no podía mas que dejarme hacer, era una experta mamadora. El gusto que me estaba dando hablaba por si mismo. Sin dejar de pasar la legua por mi pene seguía jugando con mis huevos que a veces también lamía o seguía clavando sus dedos en mi recién estrenado culito. Aunque si había comido alguna polla nunca había podido tragármela hasta el punto al que ella llegaba con la mía. Yo me conformaba con lamer el tronco y los huevos y meterme el glande en la boca.
Y los que me lo habían hecho a mi solo tenían el mismo dominio que yo. Y aunque penséis lo contrario, sí, era la primera vez que algo tan duro, caliente y sobre todo vivo pasaba por mi puerta posterior. Hasta ahora siempre había follado yo los culitos con los que hacia el amor.
Yo intentaba acariciarla, solo eso sin intentar follarle la boca, que a mi me desagrada. Pero no alcanzaba mas que su melena y carita, aún así ella agradecía el gesto clavándose más mi rabo. Debía empezar a pensar que yo era eyaculador precoz pues sus manipulaciones me llevaron sin tardar mucho de nuevo al orgasmo. Y es que me estaba dando una muestra de maestría en el arte de la felación como nadie había hecho antes. Me tenía excitado a tope.
Pude avisarla que me corría de milagro, pero no le importó, es más creo que redobló sus esfuerzos hasta que me derramé sobre su lengua. No se limitó a tragarlo, se levantó con mi semen en su boca y me comió la mía. Las dos lenguas jugaban con mi leche y nuestras salivas. Yo no dejaba de acariciar su bello cuerpo y su suave piel. Y sus manos seguían acariciándome con ternura.
Terminamos de ducharnos, a ella se le estaba haciendo tarde. Se limitó a sacarse un poco el agua de encima y vestirse con una corta faldita y un top. Le abrí la puerta y la contemplé alejarse por la soleada avenida meneando el prieto culo y la mojada melena.