El sobrino Kike III

Fué en el mismo garaje. Salir del coche y acercarse a mi. Ponerme aquel collar recién adquirido, notar el cuero en mi cuello y sentir como la piel de mi cuerpo se erizaba, fue todo uno.

Fué en el mismo garaje. Salir del coche y acercarse a mi. Ponerme aquel collar recién adquirido, notar el cuero en mi cuello y sentir como la piel de mi cuerpo se erizaba, fué todo uno.

  • A partir de ahora lo llevarás puesto en todo momento dentro de casa, solo te lo podrás quitar cuando tengas visitas ignorantes de lo perra que eres. Este collar y debajo de la ropa los sujetadores que hemos comprado y que dejan al descubierto tus pezones.

  • No puedes pedirme esto, Esto no. Está la sirvienta.

  • No te equivoques, no te lo he pedido, te lo he ordenado. Por lo que hace a la sirvienta no debes preocuparte por ella, esta misma mañana, antes de irnos, le he contado lo puta que eres. Por cierto, no se ha mostrado nada extrañada.

  • No sé como podré volver a mirarle a la cara.

  • Esto no es problema mio, pero no estoy dispuesto a usarte solo cuando ella no esté. No quiero ir con secretitos, la verdad. Quiero poder disfrutar de ti cuando y como quiera.

Durante las siguientes semanas supe lo que era ser azotada, sentir mis nalgas calientes, ardiendo. Estar atada mientras él disfruta de mi cuerpo, de mi boca. Abrir mi boca para recibir su lluvia, las pinzas en mis senos, ubres las llama él. Ser vejada, humillada, insultada, castigada. Sometida, a veces en la intimidad, otras, las menos, por suerte, en presencia de Lupe, la sirvienta. Sin embargo algo había cambiado, cuando se había satisfecho me recogía, me trataba hasta con cierta ternura, incluso a veces me besaba. Esto hacía que aún me encoñara más de él.

Nunca olvidaré la noche que me llevó a aquel local, El Club, al bautismo de aquella sumisa. Ver a aquella pobre mujer, atada en una columna, manoseada por todos, incluso por alguna mujer. Verla desesperada por ser follada. Como fuí obligada a lamer la leche del que ya era mi AMO de su muslo, delante de todos. Oir los comentarios de aquellos hombres y como él me ofrecía. (1)

Quedó con ellos en una coctelería cercana y allí estábamos los dos esperándolos. Yo con mi vestido de tirantes, negro, con mis pezones marcandose a traves de la suave ropa, él, como de costumbre con sus tejanos y una camisa semidesbotonada.

  • Hola. Soy Francisco.

  • Yo Manuel.

Eran dos hombres cuarentones, no exentos de atractivo, con sus trajes, sin corbatas. Canosos los dos. Parecían hombres de negocios.

  • Yo me llamo Kike y esta es mi perra Rosa. Pero tomad asiento y pedid algo.

Yo estaba bebiendo, a pequeños sorbos, un Vodka Spirytus, me hacía falta, callada, con la cara baja, como escondiéndome de aquello, no queriendo oír. Aquellos dos hombres me desnudaban con la mirada. Nunca, ni tomada delante de mi sirvienta, había sentido tanta vergüenza.

  • ¿Es verdad que es tu tía?

  • Sí, mi tía y algo más.

  • La verdad es que nos gustan más jóvenes, pero tiene su qué ¿Verdad Manuel? Además hemos visto que la tienes bien adiestrada.

  • No ha sido difícil. Estaba muy necesitada. Es una puta vieja pero muy entregada.

  • ¿Y cuanto pides por ella?

  • Po el momento no la vendo, solo os la alquilaría por un par de horas. Teniendo en cuenta su edad ¿Qué os parece cien euros cada uno?

  • Por cien los dos podríamos cerrar el trato. Siempre según los límites que tenga.

  • Bueno, ciento cincuenta y la podéis usar durante dos horas. Es más buena de lo que imagináis. Seguro que ahora ya está húmeda.

Me estaba convirtiendo en una prostituta y yo callaba, Me hubiera podido levantar e irme de allí, pero sí, estaba húmeda y aun excitada por lo que había visto y vivido en El Club.

  • Menos scat y zoo lo admite todo, eso sí quiero que me la devolvais entera y sin marcas.

  • No temas, no somos psicópatas, somos socios de El Club, Ya sabes.

Aun tomé otro vodka mientras terminaban de cerrar el trato. Me levanté para ir con ellos, me devolverían en dos horas y media en mi casa. Kike me pidió las llaves del coche, mientras les entregaba la correa. A la salida del local me fui con ellos, caminando dos pasos por detrás, siguiendolos, obediente.

  • Por lo visto eres poco habladora.

Sentía su mano en mi rodilla, en mi muslo, subiendo hasta mi tanga. Sentada en el coche a su lado, mientras el otro hombre, en el asiento de atrás, acariciaba mi nuca, por encima del collar, que en ningún momento me había quitado.

  • Disculpe, señor...Nunca había sido...Nunca me había hecho esto, ni nunca había estado con dos hombres. Señor.

  • No creo que sea la última vez que te prostituya, se ha sacado un buen pellizco. ¡Joder Francisco! Es verdad que está mojada. ¿No te da vergüenza ser tan viciosa?

  • Lo siento, no puedo evitarlo. ¿Dónde me llevan señor?

Sentía la mano de acariciando mi nuca, la de Manuel, en mi muslo, estaba nerviosa, insegura y al mismo tiempo cada vez más excitada.

  • No temas, vamos a mi piso, aunque tu lugar debería ser un burdel jajaja.

  • Con lo caliente que estás deberías haber pagado tu, Zorra.

Subimos los tres en el ascensor hacia su piso. Un piso amueblado con una estudiada y lujosa simplicidad. Me  llevaron a una habitación acolchada. Mis brazos alzados, mis muñecas sujetas, atada, descalza, aún vestida. Uno de ellos, Francisco, parecía llevar la iniciativa, colocado frente a mi con un cuter hizo un pequeño corte en mi vestido, lo suficiente como para romperlo con sus manos.

  • !NO! Esto no. Por favor, señor.

Pensaba en cómo regresaría a casa, mi idea es que me dejaran una esquina antes para que no supieran donde vivía. Pensaba en ello cuando recibí una fuerte bofetada.

-  ¡Callate! Mira como le gusta recibir, Mira que cara de guarra se le pone. ¿no te gusta sentir como te rasgan la ropa? ¿Cómo te la arrancan? Seguro que sí ¿Verdad? ¡CONTESTA!

  • ¡SI! ¡SÍ!

Con el mismo cutter rompió la parte delantera de mis sujetadores. Me sobaba los senos, mientras decía de mí que era una vaca, una vaca vieja. Sentí como el otro hombre, Manuel, cortaba los tirantes de mi vestido, mi tanga, hasta dejarme totalmente desnuda. Fuí azotada, manoseada, miraba sus braguetas aún cerradas, deseaba tanto ser tomada…

Me tocaban y se reían de mí, de verme tan ansiosa. Pellizcaba mis pezones hasta hacerme gemir, gritar. Los dos hombres, ya desnudos, con sus penes totalmente erectos, rozando con ellos mis nalgas, mi pubis, riendo. Burlándose de mi excitación. Mis ojos llorosos, mis jugos resbalando por los muslos. Mi mirada clavada en sus penes.

  • Mira como nos has puesto zorra. Antes de llevarte a tu casa nos tendrás que pajear. No puedes dejarnos así.

  • No...No...Por favor… Follatme...Os lo suplico... Os lo suplico.

  • ¿Que te follemos? ¿Que follemos a una vieja vaca? Está bien, está bien, pero cuando te llevemos a casa, vamos a parar en un cajero y vas a sacar doscientos euros para nosotros. Vas a pagarnos por el favor.

  • Si. Si. lo que quieran, pero follatme...por favor. No puedo más.

Me desataron, mis piernas casi no me sostenían.

  • A cuatro patas perra. Queremos ver como te cuelgan las urbes.

Por fin me iban a penetrar, a romper, a darme placer. Francisco clavo su polla en mi, mientras Manuel usaba mi boca, ya entrenada hasta poder tragar todo su pene. Dios, me corrí como pocas veces lo había hecho, sintiendo su leche dentro de mi, su semen en mi boca, en mi garganta. Tragando. Pagando por tener placer. Prostituida y pagana.

Me dieron una camisa para cubrir mi cuerpo desnudo, castigado, usado. Camino de casa me ordenaron bajar en el primer cajero que encontramos.

  • Ya sabes, siempre que quieras repetiremos. Hasta te haremos descuento jajaja.

Me dejaron en la puerta del jardín, no sin antes comentar la pasta que debía de tener para vivir allí.

Pensaba que Kike me estaria esperando, pero todo estaba oscuro, silencioso. Me dirigí a su cuarto y sí. Allí estaba, durmiendo, durmiendo al lado del cuerpo desnudo de Lupe, la sirvienta.

Fuí a mi habitación, agotada. Me tumbé en la cama y arranque a llorar. ya solo era carne, un trozo de carne más para el placer de Kike y de quien el deseara.

EPÍLOGO

Estuvo un mes más en casa, hasta que llegó el día en que tenía que marcharse de nuevo a Madrid.

  • Bien tita, mañana me voy, espero que me acompañes a la estación.

  • ¿No volverás? ¿Qué será de mí si no vuelves?.

  • No seas patética. Hazte socia de El Club, seguro que allí encontrarás a alguien que aún satisfaga tus vicios. Hasta algún jovencito, si no ya sabes, aquellos dos te harán descuento. Tu lugar sería un burdel, pero ya eres demasiado vieja para ello. De todas maneras he regalado un arnés a Lupe, si llega el caso y tan desesperada estás, ella te tiene ganas. Espero que conserves el collar y el sujetador que aún te queda entero, los utensilios los he dejado en un cajón de mi habitación. Quizá algún día me haga una escapada. Hoy, si quieres, te dejo dormir conmigo.

  • Gracias...

Habían pasado tres semanas cuando saqué el collar del cajón donde lo guardaba. Me quité la blusa y me la volví a poner medio desabotonada, sin sujetadores debajo y me dirigí al salón, donde la sirvienta estaba limpiando.

  • ...Lupe…

  • Pensé que tardarías menos - Dijo mientras terminaba de desabrochar mi blusa.

(1) Hace referencia al relato “Camino de Laika IV”