El sobrino Kike II

Allí estábamos, en aquella Sex Shop. Un establecimiento, ciertamente bien surtido. Nos atendió un hombre de treinta y bastantes años, no carente de atractivo.

Él conducía el coche. Ni una palabra sobre la noche anterior, solo me preguntó si ya me había ocupado de eliminar mi celulitis, según dijo le daba cierto asco, me sentí humillada por sus palabras. Llevaba una camisa de cuadros a medio abotonar y unos tejanos ajustados yo me había puesto una blusa blanca y unas faldas grises, con medias y zapatos de medio   tacón, había cuidado de llevar mi media melena bien peinada, incluso me había maquillado suavemente, quería gustarle. No hubo respuesta a mi pregunta de a dónde íbamos que quería que comprásemos , solo un escueto: “Ya lo verás”.

Allí estábamos, en aquella Sex Shop. Un establecimiento, ciertamente bien surtido. Nos atendió un hombre de treinta y bastantes años, no carente de atractivo.

  • Buenos días ¿ En que puedo servirles?

  • Verá, queríamos adquirir varios utensilios y complementos para mi madre. ¿Tienes collares de cuero marrones?

  • Sí. algunos tengo, no me los suelen pedir, son collares para perro. Mira esos son los que tengo, con placa, te la puedo grabar si quieres.

  • Perfecto. Este está bien, Sí, grábale su nombre: Rosa. ¿Te gusta mamá?

Después pidió unas muñequeras, un mosquetón de seguridad y dos fustas, una de más estrecha y otra más ancha. Imaginaba todo lo que iba a hacer con aquello.

  • Tengo una cosa que puede interesarte. Últimamente está saliendo mucho. Mira, estos vibradores, se pueden manejar con un mando a distancia. o estos que van con una aplicación del móvil.

  • Sí. perfecto, había oído hablar de ellos, ponme el que funciona con el móvil. ¿Tienes sujetadores de los que están agujereados en los pezones?

  • Sí. Solo negros. Mi pareja a veces los usa, se pellizca los pezones para ponerlos duros. No sabes cómo la miran los tíos.

  • Bueno, en su caso no hará falta que se los pellizca, solo con el roce de la ropa ya bastará, los tiene muy sensibles. Mira tócale las tetas por encima de la blusa, ya verás.

No se hizo de rogar, se acercó a mí y me acarició los pechos por encima de la ropa. Se pusieron erectos y no pude reprimir un suspiro.

  • ¡Joder!  Tienes razón. ¿De verdad es tu madre?

  • Sí, claro, ya ves, soy un hijo de puta.

  • JA JA JA. Nunca mejor dicho.

  • ¿Qué talla usas Rosa?

  • Cien, Cien D. Señor

  • Solo tengo unos de esta talla, pero seguro que te quedarán bien.

  • Ahora solo nos faltan unos pantis con abertura. Ya sabes. Tu, mamá, cómprate un par de tangas negors y un par de rojos, ¿De acuerdo?

  • Si..si…

  • Bueno. Creo que ya lo tenemos todo ¿Cuánto será?

  • Ciento sesenta euros.

  • Sí que sube. ¿No nos podrías hacer un descuento?

  • La verdad es que no.

  • Venga hombre, Ella te hace una buena mamada y tú nos haces un quince por ciento.

¿Hasta dónde quería llevarme? Me estaba ofreciendo a aquel hombre, un desconocido. Hubiese huido de allí.

  • mmmm siempre que se quite la blusa y los sujetadores, Quiero ver y sobar esas ubres.

  • Claro, claro, sin problemas. ¿Verdad mamá?

Pálida, asentí con la cabeza. No era más que una perra, Su perra y él quería que fuese usada.

Aquel hombre cerró la puerta. Me llevó detrás del mostrador y yo, obediente, sumisa, me quité la blusa y los sujetadores, esperando sus manos. Acariciaba mis pechos, los sobaba con deleite. Més pezones durísimos ya.

  • Que cara de zorra se le pone.

Besaba mi cuello, lo recorría con sus labios, con su lengua, mordía mi oreja. Veia a Kike sonriendo. Notaba mi humedad. Acercó sus labios a los míos, temblorosos y me dio el beso que Kike me negaba. Nuestras lenguas se encontraron. Abrió su camisa para que su cuerpo estuviese en contacto con el mio.

  • Arrodíllate, puta.

Mi cabeza daba vueltas. No sabía ya dónde estaba, quién era. Se la mamé con más ansiedad, con más ganas, de las que hubiese querido. Convertida ya en carne para el placer. En nada. Se corrió, sí, se corrió sobre mi cara.

  • Así es como me gusta verlas.

  • Venga mamá. vete al baño a limpiarte y paga, que nos vamos.

Cuando me vi en el espejo supe que ya era otra mujer. Definitivamente suya.