El sobrino Kike I
Maldigo el día en que accedí a la petición de mi hermana, aunque en nada me engaño lo cierto es que no era consciente de lo que me podía venir encima.
Maldigo el día en que accedí a la petición de mi hermana, aunque en nada me engaño lo cierto es que no era consciente de lo que me podía venir encima. Su hijo Francisco, bueno, Kike como le llaman todos, se habia convertido en un pijo cretino, fueron aguantando su borracheras, sus colocones hasta el día en que tuvieron que sacarlo de la comisaria. Para su padre, un don nadie convertido en el dueño de una importante constructora, gracias a la fortuna que tanto mi hermana, como yo misma, habíamos recibido como legado familiar, a esto y a las corruptelas, no le representó demasiado esfuerzo sacarle de aquel lío.
Por lo visto la diversión de los viernes por la noche, después de salir de la discoteca, de Kike y sus dos inseparables amigos era buscar prostitutas a las que pagaban para luego humillarlas y abusar de ellas, hasta que una los denunció. Porque sí, las prostitutas son para dar placer, pero no para ser vejadas y maltratadas. Fue este hecho el que decidió a sus padres a llamarme para pedirme si podía alojarlo en mi casa para que hiciera aquel master en Barcelona y alejarlo de Madrid y de sus malas compañías. Todos los padres piensan que sus hijos son como son por culpa de las malas compañías y no de sí mismos.
Así pués, graduado, a trompicones y seguro que algún que otro soborno,en ciencias empresariales, Kiko vendría a vivir conmigo, la hermana solterona, mientras completaba su formación.
Los hechos que me llevaron a ser lo que soy ahora se desencadenaron a los cuatro días de estar aquí. Aún que quizá fuera antes, quizá fue el mismo día que llegó, con su engañosa simpatía, con sus veinticuatro años, con su cuerpo musculado, atractivo y más para una mujer rallando los cincuenta y dos, como yo. En cómo me fijé en él, en como le comenté lo guapo que estaba. Sea como sea lo cierto es que no me esperaba aquello; recién salida de la ducha, con mi media melena aún húmeda, estaba en la cocina con un albornoz y nada más que mis bragas. Ni siquiera lo oí entrar, pero sí, claro que sí, que sentí como se arrimaba a mi espalda, como una de sus manos se introducía dentro de mi albornoz, buscando mis pechos. Me giré para protestar de aquello, al tiempo que le levantaba la mano. sentí la suya agarrando con fuerza mi muñeca.
- ¿Qué te pasa tita? ¿Crees que puedes ponerme caliente gimiendo a media noche y que no voy a despertarme con la polla dura. Aunque sea por una vieja?
Llevaba por todo vestido unos boxers hinchadisimos. Me sonrojé avergonzada, al tiempo que me sentía insultada, pero no pude evitar mirar, admirar más bien, sus pectorales. dirigir una mirada a su paquete a punto de estallar.
- Mira tita; paso de ti. Si quieres meterte los dedos te los metes, pero no chilles como una perra salida y si tan salida vas ya sabes donde duermo.
Pasarón los días con sus noches. Se comportaba como si nada hubiese ocurrido. Fué a la cuarta noche...Fué a la cuarta noche,de madrugada, sin poder pegar ojo cuando entré en su cuarto. Nunca tendría que haberlo hecho. Solo entraba una tenue luz por la ventana, su cuerpo desnudo, cubierto a duras penas con la sabana. Fué la cuarta noche, nunca lo olvidaré cuando entré con mi camisón semi transparente. Lo ví allí tendido, durmiendo. me arrodillé para acariciar su cuerpo, sus pectorales, su muslo descubierto, hasta atreverme a acariciar su pene flácido. Vi como cogía vida. Sentí su mano en mi cabeza. Me asusté, intenté separarme, levantarme, pensando en que decir, en lo estúpida que había sido.
- Chúpala zorra ¡CHÚPALA! Seguro que hace tiempo que no pruebas una ya ni debes recordar como se hace.
Su mano empujaba con fuerza mi cabeza. Mi boca se abrió, hambrienta y lo hice. Sí lo hice. Su mano ya no empujaba, no requería hacerlo.
-Traga. Trágalo todo zorra Así. Sí.
Su semen inundó mi boca. Su sabor. Su sabor de macho y sí lo tragué, lo tragué todo.
- Y ahora lárgate, quiero dormir.
Caliente, avergonzada, despreciada, sin ni siquiera haberme desnudado, sin sentir sus manos en mi cuerpo. Estúpida, una vieja estúpida, eso es lo que era yo.
Clareaba ya, entraba la luz por mi ventana, cuando me arrancó de las sabanas, de la cama.
- ¡Levántate! Levántate. Quítate ese estupido camisón. Desnúdate, quiero ver que me voy a follar esta noche.
Soñolienta aun, desorientada, me desnude delante de él.
- Tienes unas buenas tetas, aunque esto ya lo sabía, pero pensaba que las tendrías aún más caídas y el coño sin depilar, como a mi me gusta, los muslos demasiado grandes, pero se puede aguantar. Date la vuelta.
Sentí su fuerte palmada en una de mis nalgas. El escozor.
- Buenas nalgas para ser azotadas, pero ya puedes ir buscando algún establecimiento, clínica o lo que sea, esto lo sabrás tú mejor que yo, pero debes quitarte esta celulitis de mierda.
Noté su dedo buscando mi ano, penetrando con uno de sus dedos.
Vaya me voy a ahorrar lloriqueos, veo que lo tienes bien dilatado. ¿Cuántos te han enculado ya?
No...No he sido...Nunca.
¿Entonces cómo se explica esto?
Me sonrojé y al bajar la mirada me encontré otra vez con aquellos boxers hinchados,
A veces me pongo un plug y...bueno...un consolador.
Joder, que viciosa eres, nunca habia conocido a ninguna puta que hiciese esto. Debes morirte por que te claven una polla de verdad. ¿No? ¡Contesta joder! .
Sí...si…
Me mandó a ducharme y a que le preparara un buen desayuno.
- Hoy no vendré a comer ni a cenar, quiero darme un paseo para conocer esta ciudad. Te quiero sobre las nueve, en tu cama, desnuda y abierta de piernas.
Pasé todo el día inquieta intentando distraerme con la lectura, con el cuidado del jardín, pero no podía sino pensar en él, deseando que llegara la noche. Busqué por Internet una clínica de estética. Concerté un día y una hora, Me iba a salir caro, pero tenía dinero y quería estar deseable para él.
Me penetró sin ningún miramiento. Su cuerpo joven encima de mí, sus manos sobando mis pechos, pellizcando mis pezones, durisimos,
- Veo que aún lubricas bien. Zorra.
Sus embestidas eran duras, penetrando todo su pene en mi, mientras me vejaba con sus palabras, Nunca me habían follado con tanta fuerza, ni nunca me habían humillado tanto, tratándome como una vieja viciosa falta de macho. Supongo que me lo merecía. Lo cierto es que me corrí dos veces antes que él me llenara con su leche mientras recibía una fuerte bofetada.
- Voy a buscarme una cerveza. ¿Tendrás latas frescas? ¿No?
Se la bebió tumbado a mi lado. Me daba vergüenza mirarle, llevaba algo en la mano, me preguntaba qué sería. Pensé que iba a dormir a mi lado.
- Ahora sal de la cama y me la pones dura de nuevo, Ya sabes como.
Arrodillada delante de él, con su polla poniéndose cada vez más dura en mi boca. Volvía a excitarme, babeaba, mis babas caían sobre mis pechos.
- Para ya puta. Toma, ponme esto. Espero que sepas hacerlo.
Con poca habilidad puse aquel preservativo en su pene totalmente duro.
- Ahora vas a tener lo que tanto deseas, A cuatro patas. Te quiero a cuatro patas perra vieja.
Con sus fuertes manos separó mis nalgas. Por fin, Sí, por fin iba a ser penetrada, enculada por un macho. Al contrario que antes lo hizo suavemente. Solo me dolía un poco, por el contrario sentía un gran placer, hubiese querido que aquello durase siempre. Gemía, sí, pero mis gemidos eran de placer, Me cogía por la cintura para penetrarme hasta el fondo, llenándome con su polla.
Cuando los dos nos corrimos y se separó de mí sentí un gran vacío. A duras penas, apoyándome en la cama pude levantarme. Mis piernas temblaban. Me acerqué a él, a su magnífico cuerpo joven, buscando sus labios, su boca, mi cuerpo pegado al suyo, notando su calor, sintiendo su olor. Me cogió por la barbilla, levantando mi cara, mirándome a los ojos.
- Voy a hacer lo que quiera contigo. Lo que quiera.
Separándose de mí se alejó, saliendo de la habitación.
- Mañana, después de desayunar, iremos de compras.
Sí. Sabía que haría conmigo lo que quisiera.