El sobrino (3)

Marina participará en una orgía junto a su amiga Rosa, su sobrino y un amigo de éste.

El sobrino (3)

A la mañana siguiente muy temprano, Marina acompañó a su marido al aeropuerto. Mariano estaba muy preocupado y hundido, había llorado y había sufrido taquicardias cada vez que recordaba la escena en el pasillo con su sobrino follándose a su esposa, cada vez que los gemidos retumbaban en su mente. Marina le tranquilizó todo lo que pudo, le dijo que Rosa la acompañaría todo el día para no estar a solas con él y que hablaría con él seriamente para que le entregara el video o le amenazaría con una denuncia por violación. Pero los celos y el miedo le superaban. Montó en aquel avión con las manos temblando y con fuertes dolores de cabeza.

Marina se pasó a recoger a su amiga Rosa para comer juntas. Por el camino le contó que su marido les había descubierto. Le narró que la había follado y de la manera en la que lo había hecho y le desveló la diversión erótica a la que había sido sometida. Rosa no se lo podía creer. Ella se había enrollado con algunos hombres, pero jamás vivió semejante experiencia. Cuando llegaron a casa, Emilio estaba ausente. Rosa lamentó no conocer a una persona tan fogosa. Decidieron tomar el sol, era un día con un calor bochornoso. Prepararon unos aperitivos, bebidas y tabaco y se acomodaron en la zona de la piscina. Rosa era una mujer de 39 años muy hermosa. Fue modelo de pasarela antes de casarse con un importante diplomático. Tenía dos hijos de trece y quince años y sobrellevaba una vida acomodada como la de Marina. Era muy alta, de piel morena de tanto tomar el sol, con la melena negra, lisa y larga. Era muy guapa, de ojos marrones claros, nariz algo afilada y labios gruesos, una monada para cualquiera que la viera. Poseía unos senos abiertos y algo picudos, pero bastante abultados. También destacaba su culito vistoso y perfecto de nalgas muy bien perfiladas, señal de que pasaba unas cuantas horas en el gimnasio. Se pusieron los bikinis. Marina se puso uno color naranja chillón, de copas que dejaban bien visible el canalillo que separaba sus pechos y una braguita anudadas en los laterales. Rosa se atrevió con uno más picante de cuero negro, propio de una pija. El sostén poseía unas diminutas copas triangulares que tan sólo cubrían la zona de los pezones, dejando a la vista gran parte de sus tetas, tanto por los lados, como por debajo y arriba, y los tirantes estaban formados por diminutos aros plateados. La parte de abajo era un tanga muy pequeño, con la parte delantera muy ajustada a la zona púbica. Llevaba unas finas cintas laterales enganchadas a un aro dorado a la espalda, por la zona de la cintura, donde iba enganchada la delgada tira que llevaba metida por el culo. La tira parecía un hilo, resultaba tan fina que daba la impresión de que estaba con el culo al aire.

Ambas se tumbaron en las hamacas para tomar el sol, las dos bocabajo, cada una con un vaso de tinto de verano en la mesita que había en medio. El tema de conversación era el mismo, la relación sexual que Marina mantenía con su sobrino. Alrededor del medio día, Emilio se presentó en casa acompañado de su amigo Santi. Pretendía enseñarle el video donde su tía lamía el culo de su marido. También le había contado lo que había hecho con ella y que la noche anterior se la había follado en mitad del pasillo. Santi era unos cuantos años mayor que Emilio, treinta y dos, y era un vago, un drogata que se aprovechaba de la pensión de su madre para ir tirando. Pero era un tío que caía bien, era simpático y gracioso a pesar de su aspecto físico. Estaba muy gordo. Poseía una panza hinchada y dura, culo encogido y cabeza cuadrada con el pelo rapado, así como una abundante barba negra por toda su cara. Cuando cruzaban el salón en dirección a la escalera, miraron por la cristalera que daba a la terraza y vieron a las dos mujeres tumbadas en las hamacas. Frenaron en seco y se giraron impresionados con la vista.

  • ¿Y esas dos? – preguntó Santi fascinado.
  • La de naranja es mi tía y la otra debe de ser su amiga Rosa. Joder, no sabía que estaba tan buena.
  • ¡Está desnuda la hija puta!

Centraron la mirada en Rosa, donde se apreciaba su culo a la perfección. Daba la sensación, al estar bocabajo, que estaba desnuda. Decididos, abrieron el portal y se dirigieron hacia la piscina. Marina fue la primera en volver la cabeza. Vio venir a su sobrino acompañado de un amigo bastante tripudo. Santi vestía el pantalón de un chándal ajustado y una camiseta de tirantes con motivos heavys. Algo sobresaltada, se levantó para recibirles. Rosa se levantó de la hamaca cuando los dos jóvenes casi habían llegado hasta ellas. Santi las repasó con la vista mientras caminaba. Se fijó en la braguita de Rosa, bastante estrecha, parte del vello vaginal sobresalía por los laterales, y se fijó en sus tetas, semidesnudas salvo por las diminutas copas triangulares. Luego examinó a la tía de su amigo, en sus enormes tetazas y en su culo ancho y abombado. Emilio quedó igualmente fascinado con la sensualidad que desprendía Rosa.

  • ¡Emilio!
  • ¿Qué hacéis, tía? – Emilio la besó en la mejillas -. ¿Quién es esta mujer tan guapa? – preguntó devorando con los ojos a la amiga.
  • Mira, es mi amiga Rosa.
  • Hola, Rosa.
  • Encantada, tenía ganas de conocerte, Emilio.

Ambos se dieron dos besos, pero antes Emilio se deleitó con el vaivén de las dos tetas y percibió el delicioso perfume de su cuerpo. Era demasiado guapa, con un cuerpo sedoso y delicado bastante tostado por el sol, con un cabello fino y brillante que caía sobre su espalda.

  • ¿Es que a mí no me vas a presentar a estas dos modelos, Emilio? – protestó Santi con gracia.

Ambas rieron como dos tontas y Emilio llevó a cabo las presentaciones. Santi resultaba asqueroso por su físico, pero enseguida comenzó con su tono chistoso y las dos empezaron a divertirse y a tomar confianza.

  • ¿Queréis tomar algo? – les ofreció Marina.

Dijeron que unas cervezas y juntos se dirigieron hacia la barra que había en un pequeño quiosco de madera. Ellas marchaban delante y ellos, embelesados, devoraban aquellos culitos. Las dos llevaban zuecos de alto tacón y caminaban con glamour. Se fijaron en la fina tira del tanga de Rosa, invisible a la vista porque lo llevaba completamente metido en la raja. No se lo podían creer. El culo de Marina, más ancho y carnoso, lo llevaba más tapado, pero la braga tendía a meterse por la raja. Ellos vestidos y ellas casi desnudas. Parecían dos putitas a su disposición.

Ellos se sentaron en unos taburetes y ellas les sirvieron las cervezas. Se pusieron a charlar animadamente y a beber en exceso. El carácter jocoso de Santi provocó risas desternillantes en Rosa y la confianza entre ambos fue en aumento. Marina presentía en qué podía terminar la fiesta. Por un lado estaba cachonda por servir de diversión sexual antes aquellos dos jóvenes, pero por otro lado tenía miedo. El asunto podía desbordarse. Su amiga estaba bebiendo demasiado. Santi se había hecho un porro y ella le había dado algunas caladas. Su sobrino se acercó a su oído.

  • ¿Qué tal anoche? ¿Nos oyó el viejo?
  • No, pero… Estás loco, Emilio.
  • ¿Te gustó? -. Ella chasqueó la lengua y él le dio una palmadita en la mejilla -. Quiero oírlo.
  • Sí.
  • Ese viejo no te folla como yo – le susurró acariciándole la barbilla en presencia de los otros dos.

Rosa calentó más el ambiente fruto de su exceso de alcohol y caladas a los porros que se hacía Santi.

  • ¿No os bañais?
  • No tenemos bañador, si no te importa que nos quedemos en gayumbos… - propuso Santi.
  • Bueno, estamos entre amigos, ¿no? – saltó Rosa.

Ambas mujeres presenciaron cómo los dos jóvenes se desnudaban. Santi exhibió su enorme y abultada barriga cubierta de vello, así como sus pectorales blandos y abombados. Llevaba un slip blanco muy ajustado, de hecho las carnes de su vientre tapaban las tiras laterales de la prenda. Por supuesto, ambas se fijaron en el enorme bulto y en la silueta de un pene bastante hinchado. Emilio, de tórax más robusto aunque con una panza algo pronunciada, se quedó con un slip de color rojo donde se apreciaba la inflamación y el grosor de su verga. Continuaron bebiendo, esta vez todos medios desnudos, fijándose cado uno en los detalles del otro. Continuaban las risas y las bromas. Santi sacó una bolsita de coca y cortó tres rayas en la barra. Rosa esnifó dos y Marina sólo media, el resto se la tragó Santi. Ellos seguían sentados en los taburetes, con las piernas abiertas, exponiendo sus paquetes a aquellas dos pijas. En un momento de la diversión, Emilio le pasó el brazo por la cintura a su tía y le estampó un beso en la mejilla.

  • ¿Has visto, Santi, qué tía más guapa tengo?
  • Es guapísima, me lo habías dicho, pero no sabía que tanto.

Le atizó un cachete en el culo a la vista de los presentes. Marina se sonrojó.

  • Anda, guapa, ¿por qué no haces algo de comer?
  • Vale.

Marina se dirigió hacia la cocina. Santi volvió la cabeza para fijarse en la manera de contonear el culo y Rosa le dio un manotazo cariñoso.

  • Anda, pillín, deja de mirarle el culo a mi amiga.

Santi se atrevió a soltarle una sonora palmada en el culo.

  • ¡Ay! – protestó sonriente

  • Tú también eres una princesa -. Acercó un taburete y cortó otra pequeña raya de coca en la superficie -. Anda, respira.

Rosa tuvo que inclinarse ligeramente para esnifar. Las tetas le bailaban en cada movimiento. Tanto Emilio como Santi pudieron descubrir el filo hilo que llevaba metido por la raja, incluso se descubría parte del vello vaginal de la entrepierna, la fina tira apenas tapaba la totalidad del ano. Estaba buenísima y Santi no pudo contenerse para atizarle otro cachete en el culo, pero ella ni se inmutó y terminó de esnifar la ralla. Al incorporarse para taponarse la nariz, recibió otro cachete, esta vez de Emilio. Marina podía ver desde la cocina cómo ambos manoseaban a su amiga. No paraban de tocarle el culo y ella actuaba como una ingenua. Más tarde, aún en la barra, Emilio le tiró una foto a Santi rodeado de las dos mujeres, cada una a un lado, ambas apoyadas en su hombro. Tras la foto, Marina se separó de él, pero Rosa continuó a su lado, incluso deslizó la mano por el pecho de Santi a modo de caricias y él la abrazaba, incluso la besaba por las mejillas en medio de las risas. El ambiente iba calentándose. Comieron unas raciones, allí mismo, en la barra, sin que la diversión y las carcajadas se detuviesen.

A las cinco de la tarde hacía un calor bochornoso y se fueron al salón. Allí Marina sirvió unos chupitos y durante un rato no pararon de beber. Emilio permanecía sentado en un sofá junto a su tía y Santi y Rosa se encontraban en el de enfrente. Abrieron una botella de champán. Emilio y Marina estaban recostados sobre el respaldo y él le tenía el brazo por el cuello, con los dedos rozando la parte alta de su pecho derecho. Rosa se había tomado otra raya de coca y se había sentado de lado, mirando hacia Santi, quien permanecía reclinado con una copa en la mano y las piernas separadas. Ella le acariciaba los muslos de las piernas con la mano derecha. La izquierda la deslizaba por la barriga y sus pectorales blandengues. Santi sudaba, su piel áspera brillaba, pero a ella parecía no importarle, estaba más caliente que una perra. Sus manoseos sobre el cuerpo de Santi y su mirada obsesa habían hinchado igualmente la verga de Emilio. Todos se estaban calentando. Rosa parecía estar fuera de sí pasando la mano con suavidad por el peludo muslo de Santi. Por su parte, Emilio metió la mano derecha por dentro de la blonda del sostén y le agarró la teta como si fuera una esponja. Santi pudo ver los nudillos tras la tela y miró a los ojos a Marina mientras Rosa no dejaba de manosearle por todos lados. Al retirar la mano, la dejó con medio pecho fuera. Desabrochó el nudo de la espalda y con mucha suavidad la dejó con las dos voluminosas tetas a la vista. Tiró el sostén al suelo.

  • Muévelas – le susurró su sobrino.

Obediente, Marina meneó el tórax y sus tetas se zarandearon levemente ante los ojos de Santi. Rosa no miraba, ahora se había echado sobre aquel cuerpo seboso y le besuqueaba por el cuello, sin parar de deslizar su mano derecha por la abultada barriga. Emilio se bajó el slip hasta las rodillas y mostró su polla erecta.

  • Mastúrbame.

Su tía le sujetó la polla con la mano derecha y la sacudió de forma sosegada. Miraba de reojo hacia Santi, avergonzada de exhibirse ante un desconocido de aquella manera tan humillante. Ella y su amiga se comportaban como dos putas. Meneaba la polla con extrema lentitud y utilizaba la palma de la mano izquierda para acariciar los pectorales de su sobrino. Rosa no paraba de besuquear el grueso cuello de Santi y de introducir sus finos dedos entre el vello del pecho. Estaba borracha y con la vagina al rojo vivo. Para ser tan pija, no le importaba el mal olor que desprendía y el sudor que empapaba aquella piel basta. Al mantener sus tetas aplastadas contra el costado de Santi, las diminutas blondas se habían corrido y los duros y erguidos pezones se restregaban por aquella sudosa barriga. Santi le daba sorbos a la copa, embelesado en cómo la tía le hacía una paja al sobrino, en cómo las grandiosas tetas se balanceaban con el movimiento del brazo. De la misma manera, notaba el roce de los pezones de Rosa por su panza, el tacto de aquellas finas manos por sus muslos y pectorales. Nunca se hubiera imaginado dos putas de aquel calibre a su plena disposición.

Marina había acelerado la agitación del brazo. Emilio le volvió la cabeza para que mirara hacia Santi. Rosa se irguió. Tenía las blondas hacia los lados y los pechos a la vista. Miró hacia ellos. Vio a su amiga, también con las tetas al aire, masturbando a su sobrino. Se fijó en el glande voluminoso y en cómo los huevos se mecían con las sacudidas. Notó los dedos de Santi por su espalda y entonces volvió la cabeza hacia él.

  • ¿Bailamos? – le preguntó ella
  • Vamos a bailar.

Había música ambiente. Marina y Emilio contemplaron cómo se levantaban y caminaban hacia un lado del salón, cerca de la pared. Enseguida Rosa se abalanzó sobre aquel monstruoso cuerpo para abrazarlo y dar unos pasos al son de la música. Con sus tetitas presionadas contra él, deslizaba las manos sobre su grasienta espalda. Dada su abultada barriga, no podía notar el bulto del slip, así es que retiró la mano derecha de la espalda y la plantó encima del slip. Empezó a sobarle por encima de la tela. La izquierda la bajo con lentitud hasta meterla por detrás. Restregó toda la palma por aquel culo pequeño y encogido. A la vez, sus labios bajaron por el cuello para chuparle las tetillas y el vello del pecho. Santi se dejaba hacer, continuaba observando la paja que la tía le hacía a su sobrino. Su amigo ya estaba gimiendo, se la meneaba con presura y contundencia.

Desde el sofá, Emilio y Marina vieron cómo Santi soltaba la copa y plantaba las manos en el culito de Rosa. Empezaron a morrearse con pasión. Ella continuaba sobándole por encima del slip. Le abrió el culito rudamente, pudieron ver el hilo del tanga en las profundidades de la raja. Manteniéndole el culo abierto y sin parar de besarse, dieron unos pasos hacia atrás hasta que la espalda de Santi chocó contra la pared. Le sacó la tira del tanga y la apartó hacia una de las nalgas. Enseguida volvió a abrírselo. Emilio, casi a punto de correrse, pudo diferenciar el ano blando y rojizo y el vello del coño. Ella de nuevo había bajado la boca para chupetearle las tetillas y había metido la mano por dentro del slip para sobarle con más ansia. Parte de la polla asomó por encima de la tira superior. Con la izquierda continuaba magreándole el culo.

En el sofá tía y sobrino presenciaban la escena. Marina se echó sobre el costado de su sobrino para besarle sacudiéndole la verga aceleradamente, con sus pechos descansando sobre su barriga. Estaba muy cachonda, se notaba la vagina excesivamente húmeda. Le encantaba masturbarle, aunque sabía que servía de exhibición para su amigo. Emilio no apartaba los ojos de la otra pareja, que continuaban magreándose. Observaba cómo no paraba de abrirle y cerrarle aquel culo tan delicioso y cómo la mano de la mujer se movía por dentro del slip. Ya casi tenía la verga fuera. Su tía le besaba por el cuello y las orejas. Pocos segundos después la polla despidió varios salpicones de leche sobre las tetas de su tía. Ella continuó besándole y se mantuvo agarrada a la polla, aunque sin sacudirla.

  • ¿Por qué no te unes a la fiesta con tu amiga? – le propuso su sobrino tras besarla

Marina se levantó para acercarse a la otra pareja. Santi sujetó a Rosa por la cabeza deteniendo sus besuqueos.

  • Desnúdate.

Rosa se puso a desabrocharse el sostén. Santi vio venir a Marina con sus tetas salpicadas de semen. De un pezón le colgaba un hilo grueso. Vio que su amigo observaba espatarrado en el sofá, zarandeándose la verga.

  • Quítate las bragas – le ordenó a Marina.

Rosa ya aguardaba desnuda y esperó a que su amiga se bajara la braguita del bikini. Santi las observó, se fascinó de tener aquellos dos coños a su disposición. El de Rosa estaba más depilado y el de Marina era más ancho y velludo.

  • Chúpale las tetas a tu amiga – obligó a Rosa

Rosa se inclinó y le lamió el pezón donde colgaba el pegote de semen. Se lo tragó antes de pasar la lengua por el resto del pecho y saborear aquella leche calentita. Marina se miraba, miraba cómo su mejor amiga le lamía las tetas con la lengua fuera, en presencia de dos jóvenes que podían ser sus hijos. Se tragó todos los resquicios de leche.

  • Besaos – impuso Santi.

La amiga alzó la cabeza y acercó los labios a los de Marina. Sus cuerpos se juntaron, con las tetas aplastadas unas contra las otras, se abrazaron y empezaron a besarse como dos lesbianas enamoradas, pasándose las manos por las espaldas y los culos. Santi se unió a ella. Acercó su cara barbuda y baboseó los labios de Rosa. Ambas se juntaron a él, una a cada lado, con los pechos rozando aquella barriga sudorosa. Había plantado una mano en cada culo y las deslizaba sobándolos por todos lados. Probó la leche de su amigo al besar a Rosa, quien aún mantenía los labios impregnados. Ladeó la cabeza y metió la lengua en la boca de Marina.

Desde el sofá, Emilio asistía al espectáculo. Mientras Santi besaba ahora a su tía, Rosa le bajó el slip unos centímetros. Tenía una polla no muy larga, pero muy hinchada y con las venas muy pronunciadas. Sus testículos eran pequeños y duros salpicados de un vello muy largo. Le rodeó la verga con su mano delicada y empezó a meneársela. Ahora Santi volvió la cabeza para babosear con Rosa y entonces su tía empezó a sobarle los huevos estrujándolos como a una esponja. Emilio y ella se miraron a los ojos. Le tocaba los huevos con rabia. A la vez, ambas le manoseaban el culo con las manos que tenían libres y rozaban sus coños por los muslos de Santi. Le metían sus deditos por la raja y le pellizcaba las nalgas. Estaban hambrientas, hastiadas del sexo superficial y aburrido que les proporcionaban sus maridos. Su amigo sudaba como un cerdo.

  • ¿Queréis que os folle, zorras? – les preguntó inmerso en los manoseos.

Ambas asintieron deseosas. Se colocaron juntas con las espaldas apoyadas en la pared. Santi terminó de quitarse el slip y se volvió hacia ellas sacudiéndose la verga, como preparándola para perforar aquellos coñitos. Primero se acercó a Marina.

  • Ábrete el coño

Marina separó sus labios vaginales y Santi apretó el culo insertando la mitad de la verga de un golpe seco. Su enorme barriga apretó todo el cuerpo de Marina contra la pared y sus tetas reposaron contra la curvatura de la panza. Gimió ante la penetración. Santi comenzó a contraer el culo para metérsela plantando las manos en sus nalgas carnosas. Chillaba como una loca. Rosa aguardaba y volvió la cabeza hacia su amiga. Los chorreones de sudor resbalaban por las sienes de Santi.

  • Bésala

Rosa acercó los labios a los de su amiga y sus lenguas se juntaron. Tras follarla unos segundos, la extrajo del chocho de Marina y sujetándosela, la condujo hasta el coñito de Rosa. Se pegó a ella y de nuevo encogió el culo para hundirle la verga en el pequeño coñito. Rosa despidió su aliento sobre la boca de su amiga cuando la sintió dentro. La follaba nerviosamente haciendo que todo su cuerpo convulsionara. Seguían besándose, Marina se tocaba el coño, como dolorido por las fuertes sacudidas. Medio minuto más tarde, se pasó al cuerpo de Marina y se la metió de un golpe seco moviéndose con la misma celeridad. Los gemidos de una y otra se sucedían. Emilio contemplaba cómo su tía se agarraba al culo de su amigo para soportar las embestidas. Se detuvo en seco extrayendo la polla. De la punta le colgaban hilos de babas procedentes de las dos vaginas.

  • Daos la vuelta, princesas.

Obedientes, se pusieron contra la pared, con los brazos en alto y los dos culitos juntos y empinados hacia Santi, el de Marina más ancho y abombado y el de Rosa más estrecho y duro. Bruscamente, Santi abrió con los pulgares el culo de Marina y orientó la polla hacia la entrepierna para hundirla en el coño, esta vez hasta los mismos huevos. La embistió con severidad, sujetándola por la cintura y mediante golpes secos y profundos que la hicieron gemir como una loca. Enseguida se plantó detrás de Rosa y acompañó la verga con la mano hasta los bajos de su culito. Le taladró el coño lentamente hasta hundirla del todo. Con la pelvis pegada a sus nalgas, sólo contraía el culo para ahondar. Rosa gemía de forma histérica. Mientras se follaba a Rosa, le propinaba severas palmadas en el culo a Marina, palmadas que la hacían contraerse. Volvió a separarse de Rosa para follarse a Marina. Le inyectó la verga de manera violenta azotándole en las nalgas con las caderas y haciéndola gritar, agarrándole la cabeza con ambas manos para que no se separara de la pared.

Emilio se levantó al ver libre el culito de Rosa. Quería destrozarlo. Caminó despacio. Ella miró por encima del hombro y le vio acercarse con la polla terriblemente empinada. Creyó que iba a follarla, pero le propinó una fuerte bofetada en una de las nalgas. Rosa gritó dolorida, aunque no protestó. Le dejó mano señalada. Volvió a azotarla un par de veces más con la misma contundencia, enrojeciéndole ambos glúteos. Santi continuaba follándose a su tía aceleradamente de la misma manera que él se la folló la noche anterior. Ambos jadeaban perdidamente. Sujetó a Rosa del brazo y bruscamente la condujo hacia una mesa de madera. La cogió por el culo y la subió encima de la mesa. Rosa, algo asustada por la rudeza, no oponía resistencia. La empujó obligándola a tumbarse boca arriba sobre la superficie y le levantó las piernas sujetándola por los tobillos. La acercó al borde. Arrimó la punta de la polla al ano y empezó a empujar con fuerza. Rosa cabeceó dolorida ante la penetración anal. Acezaba como una perra malherida sujetándose a los cantos de la mesa. Sus tetas se caían hacia los lados moviéndose como flanes. El ano se dilataba a medida que avanzaba la polla. Se la metió entera y entonces empezó a embestirla pausadamente, extrayendo sólo la mitad y volviendo a hundirla, sujetándola por los tobillos para evitar que bajara las piernas.

Santi y Marina terminaron de follar. Vertió una gran cantidad de leche dentro del coño. Cuando se separó de ella, varios pegotes de semen gotearon desde su vagina. Santi se limpió el sudor con la braguita del bikini y le dio un sorbo a la copa antes de encenderse un cigarrillo. Marina también sudaba por el esfuerzo y aceptó un sorbo de la copa de Santi. Juntos se volvieron hacia la mesa donde se desarrollaba la otra escena. Sus sobrino se la estaba metiendo por el culo con extrema dureza y su amiga emitía chillos estridentes. Se podía distinguir el ano dilatado por el grosor de la verga. Igualmente, los dos sudaban a borbotones, el brillante cabello de Rosa incluso se había humedecido. Santi acercó los labios a su oreja para susurrarle.

  • Me han dicho que te gusta chuparle el culo a tu marido – Marina tragó saliva y alzó la cabeza hacia él. Santi la agarró con fuerza apretujándole las mejillas - ¿Quieres probar el mío? -. Marina no parpadeó -. Contesta, princesa -. Ahora asintió -. Vamos al sofá, quiero que lo pruebes.

Marina le acompañó como una niña obediente en medio de los jadeos de su sobrino y su amiga. Santi, aún con el cigarro y la copa en la mano, se reclinó en el sofá y alzó y separó las piernas. Tenía la verga algo flácida, aún untada de resquicios de leche. Se arrodilló ante él y a cuatro patas acercó la cabeza para olisquear bajo los huevos. Era un olor hediondo, pero sacó su lengua para chuparle el culo. Le lamía el ano moviendo la lengua como una víbora. Los huevos se mecían sobre su nariz, señal de que se la estaba sacudiendo al sentir el cosquilleo.

En la mesa, Emilio llevaba varios minutos follándose a Rosa. Los efectos del alcohol y la anterior corrida le impedían eyacular con facilidad. La polla seguía deslizándose al interior del ano cada vez con más viveza al llevar tanto tiempo dilatado. Ella ahora tenía los talones sobre los hombros de Emilio y gemía sofocada entre una mezcla de placer y dolor. Emilio miró hacia su tía y comprobó cómo le chupaba el culo a su amigo. Permanecía a cuatro patas lamiendo como una perra. Vio que ascendía con la cabeza para chuparle los huevos con la boca muy abierta. Tras ensalivarlos, Santi bajó las piernas, ella atrapó la polla con sus tetas y se puso a masturbarle. La imagen de su tía con su amigo le animó para follar con más contundencia y empezó a embestir de forma más salvaje, a provocar de nuevo los chillos estridentes de Rosa. Pocos segundos más tarde extrajo la verga del culo y salpicó todo el coño de pequeñas gotitas de leche. Se fijo en el ano dilatado de donde brotaban babas blanquinosas. Respirando con dificultad, Rosa se incorporó y Emilio la abrazó para consolarla alisándole el cabello sudoroso y acariciándole la espalda. Ella resollaba en su hombro. Juntos observaban cómo ahora Marina, arrodillada y erguida entre las robustas piernas de Santi, se la meneaba presurosamente golpeándose las tetas con la punta de la verga. Pronto roció sus pechos de gruesos goterones de leche espesa y tras escurrírsela terminaron fundidos en un abrazo. Y terminó aquella orgía inesperada para aquellas dos mujeres maduras, casadas y pijas, folladas salvajemente por dos jóvenes.

Mariano regresó antes de tiempo del viaje, concretamente se presentó en casa ante de las siete de la mañana. Había pasado una mala noche tratando de asimilar lo que estaba sucediendo a su matrimonio, el vil chantaje del que estaba siendo víctima su mujer. También los celos le abrasaban el corazón, sabía que sexualmente él no podía ofrecerle igual que su sobrino y temió que su mujer terminara cediendo. Y eso sucedió aquella mañana. Nada más entrar, oyó los gemidos procedentes de la segunda planta. Su mujer jadeaba a chillos. Su sobrino jadeaba más secamente. Se la estaba follando otra vez. Abrigado por el pánico, subió sigilosamente los escalones y torció hacia el pasillo. La puerta de su dormitorio estaba abierta y con la luz encendida. Los gemidos de ambos retumbaban en toda la casa. Caminó con lágrimas en los ojos y se asomó precavidamente. Estaban en la cama, desnudos, follando cómo bestias. Su mujer tendida bocabajo, con las tetas aplastadas contra el colchón y abrazada a la almohada. Su sobrino encima de ella metiéndosela bajo el culo para perforarle el coño. Pudo ver los huevos cómo bailaban entre las piernas por los agitados movimientos. Los golpes de la cadera contra las nalgas. La rabia de su sobrino al follarla. Los besos de él sobre la nuca. El sudor de sus cuerpos. La mirada desbordante de placer de su mujer, con la boca abierta y el ceño fruncido. Aguantó hasta que él sacó la polla de la entrepierna y le regó todo el culo de una leche muy blanca y liquida. Pudo ver las hileras de semen resbalando hacia los costados y pudo distinguir entre sus piernas su coño abierto. Emilio se dejó caer encima de ella y acercó sus labios a la cara de su tía. Ella le correspondió besándole. Fue cuando Mariano, muerto de celos, comprendió que todo se había terminado. Su matrimonio fue complicándose con el paso de los días. Tuvo que oírles follar varias veces más antes de hacer las maletas e irse de casa. La visita del sobrino había arruinado su vida.

fin

Joul Negro. joulnegro@hotmail.com