El sistema de valoración es injusto

No es lo que parece.

EL SISTEMA DE VALORACIÓN ES INJUSTO.

-El sistema de valoración es injusto.

-¿Injusto? Esto es lo que hay niña.

-No, no es justo, he trabajado mucho para que por un solo trabajo me jodas el año entero.

-¡No permito ese lenguaje, jovencita!

-Me llamo Laura.

-Ya sé tu nombre guapa, no seas insolente. Ya avisé a principio de curso que los trabajos eran más importantes que los exámenes.

-Pero esto es increíble, por un solo trabajo me ha bajado la nota una bestialidad, déme por lo menos la oportunidad de subir nota con otro trabajo, necesito una media muy alta para poder escoger medicina.

-Los exámenes se pueden recuperar, los trabajos no. No es cuestión de suplicar ahora, sino de habértelo currado en su momento.

-Me lo he currado mucho, he trabajado bien todo el año, ya le dije que este trabajo me pilló en un muy mal momento familiar, de verdad, no pude dedicarle más tiempo. Si me da la oportunidad, prometo esforzarme, por fa….

"Joder, que buena estaba la cabrona." Manuel no podía más que admirar el pedazo de cuerpo que tenia Laurita. Sabia que había sido injusto con ella, "claro que es injusto" pensaba. Pero es que no soportaba la idea de que aquella jovencita con cuerpo de mujer le abandonara para siempre. Habían sido demasiadas pajas en su honor como para dejarla escapar tan fácilmente. Con la cara contrita estaba todavía más guapa. Vestía como viste cualquier joven de hoy día en el instituto, a saber: vaqueros y top ajustado, muy ajustado, tan pegado a su piel que le marcaba obscenamente la voluptuosidad de sus pechos. La castaña joven, había pasado en un momento de la ira a la súplica. Era una delicia tenerla tan cerca, olerla, fantasear, imaginar que se la follaba allí mismo, encima de la mesa. Su mente divagaba: le subía el top, le bajaba el sostén y se abalanzaba sobre esas tetas que le estaban volviendo loco. A todo esto, la joven seguía y seguía argumentando

El profesor D. Manuel López Santos, había llegado ese año al instituto. Cincuentón, gordito, bigotudo y divorciado, no era sex-simbol que digamos. Hacía lustros que no echaba un buen polvo. Alguna putilla de vez en cuando y miles de pajas eran su consuelo carnal a la soledad e insatisfacción que sufría. Durante el último año, las tetas de Laura habían sido su fetiche prohibido. Antes habían sido las tetas de otras alumnas, en otros institutos, pero estas, quizás por su extrema frustración sexual, quizás por el tiempo que hacía que no follaba en condiciones, se habían vuelto una obsesión. De todos modos eran actor consumado, y jamás había dejado translucir su lascivia a los ojos de nadie, aunque más de una vez tuvo que salir corriendo a los aseos a desfogarse con un pajote rápido y sucio.

Imaginaba los pezones grandes, oscuros, con una aureola enorme, como a él le gustaba. Por supuesto nunca los había visto, tan solo intuido alguna vez que otra cuando, en pleno invierno, la jovencita se quitaba la chaqueta en clase y quedaba tan solo con una ajustada camiseta, que los marcaba como botones, por causa del frío. En esas ocasiones Manuel daba toda la clase sentado para disimular las erecciones que la joven provocaba en su mediocre pene.

Era penoso, lo sabía. Era patético tener que recurrir a tan burda jugarreta para ver una vez más las tetas de su alumna. Pero "que podía hacer" se decía. No aguantaba la idea de dejar de verla. Era tal su obsesión que una vez al entrar a clase casi a la misma vez, ella rozó con su pecho izquierdo el antebrazo del profesor, que azorado por la blanda dureza del seno, corrió a correrse al baño. Mientras la joven seguía hablando, se imaginaba él a si mismo como un valiente sátiro que chantajea a la jovencita: "yo te follo y tú apruebas". Pero que va, era un cagado, no tenía cojones para eso, ni mucho menos. Esto era el último y ridículo esfuerzo por tener un recuerdo cercano de la adolescente, para poder pajearse compulsivamente por lo menos durante una temporada mientras el recuerdo permaneciera cercano y no se fuera difuminando por causa del tiempo.

-Vamos Don Manuel, déme una oportunidad, jooo….

La joven estaba casi al borde de las lágrimas, Manuel, que se había imaginado siendo duro e impasible con ella, demostró de nuevo lo cobarde y mierda que era y se ablandó. Casi sin querer y de forma autómata, musitó: "Estáaa bieeen" No contó con el súbito arrebato de alegría de la jovenzuela que se lanzó sobre él y le estampó un sonoro beso el la cara exclamando "Es usted el mejor Don Manuel", dejándole perplejo y excitado a partes iguales.

Pero no fue el beso lo que el pervertido profesor recordaría durante meses mientras se desfogaba sentado en su cama. No fue en el ósculo en lo que pensaba mientras día tras día se pajeaba de manera convulsa, no. Fue en el contacto breve, intenso, duro, blando y morboso que las tetas de Laura habían dejado marcado como por fuego en el rechoncho brazo y liso pecho del regordete educador. Eso si que era un recuerdo imborrable, lo demás tonterías.

Agradezco comentarios de todo tipo. Tan sólo soy un humilde aprendiz sediento de aprender.