El sindrome de estocolmo
Una intensa historia de sexo y terror. Una historia sin grandes pretensiones culturales.
Quien no se ha mastubado alguna vez en su vida con una historia tan sobrecojedora como el síndrome de estocolmo. El Santo también ha tenido como suyas una impresionante aterradora historia de secuestro que se ha maquinado en su cabeza para su deleite en su más extricta intimidad. Todo ocurre en el pueblo costero donde vive. Un pueblo costero muy muy humilde donde solo se respira tranquilidad, y una armonía con el torno muy muy agradable. Vivo en una casita al pie de la playa rodeado de palmeras, la arena de la playa, la suave brisa de las olas rompiendo enfrente de la puerta acristalada de mi casa, y sobre todo, sobre todo, la paz de la mar en calma. Mi casa de dos plantas, la inferior sin paredes exteriores, toda acristalada con cristal tipo espejo para mi intimidad y el deshaliento de los pocos bañistas veraniegos que puedan acceder a la dificil situación geográfica de mi hogar y mi playa. Me levanto por la mañana de mi cama nada más despertarme, a la hora del amanecer, en pleno verano, con el ligero sudor de mi cuerpo, me arrastro hasta la planta inferior de la casa y cojo la toalla. Salgo de la casa descalzo y por supuesto sin nada de ropa y me acerco hasta el agua tras caminar unos pasos por la cálida arena suave y mullida de la playa, todavía con buena temperatura del duro día de calor anterior. Mi pene, todavía herecto como cada mañana al levantarme está sediento de sexo o del agua fresca de la mañana que le alivie la hinchazón propia de las mañanas. Muestra todo su explendor. El glande pareze que va a estallar de un momento a otro, las venas laterales no hacen más que retener torrentes de sangre para aguantar un miembro terriblemente hizado y dispuesto para el sexo.
Me adentro en el agua del mar, ésta es cristalina, casi transparente, y con una mar en calma total. Todo es perfecto, bueno, casi todo es perfecto. Yo la verdad es que no me había percatado que en lo alto de la colina hay una persona espiándome y mirando mis movimientos como cada mañana... Despues de nadar unos minutos y después de que mis músculos han quedado totalmente fortificados por el duro arte de la natación, salgo de agua y me dispongo con la toalla encima de los hombros a pasar a casa y tomar un buen desayuno que me haga coger fuerzas de nuevo. Nada más abrir la puerta acristalada central de la planta baja, alguien me coje del brazo derecho me lo retuerze hacia atrás y me tapan la boca. Aquella persona tenía unos brazos muy fornidos y naturalmente no mostré signos de resistirme a sus exigencias de meterme dentro de casa a la fuerza con él. Pasamos los dos y nada más pasar el humbral de la puerta me arrojó con fuerza hacia el sofa, aterrize boca abajo en el suelo junto al sofa. El se quedó cerrando la puerta, cuando terminó se acercó a mi y me dijo ; ahora si que puedes poner cachondo a todo el mundo que pase por allí cada mañana, mirándote como te bañas en pelotas, con tu polla toda tiesa mirando hacia el cielo, ahora quiero que hagas lo mismo, y que me pongas como me pones a mi cuando bajo a verte cada mañana... Yo la verdad es que estaba flipando. Y sinceramente no tenía ni una pizca de miedo, todo lo contrario me estaba poniendo la situación a cien, ya que yo soy de fácil erección y aquello me parecía tope excitante.
El seguía a lo suyo dando voces, todo ofendido por los espectáculos matutinos, pero la verdad es que estaba el tio buenisimo, algo raro pero ciertamente buenísimo.
me arrastré hasta el de rodillas, le puse mi mano en su paquete, y se cayó de repente, cosa que yo agredecí. Llevaba pantalones de cuero y camiseta de tirantes tipo de ropa interior, notaba como su paquete iba creciendo por momentos. Le bajé la cremallera del pantalón, y para entonces él ya estaba super cachondo, le salía la polla por encima del pantalón, le tuve que desabrochar el botó para que aquella polla pudiera respirar agusto. Dios, me la intenté meter en la boca pero era muy ancha y me costó adecuarme a su forma descomunal, se la empezé a comer toda ella, su polla bajaba por mi garganta hacia mi cuello, aguanté las arcadas que me producía semejante aparato dentro de mi. Pero no dejaba de chupar y chupar, para aquel entonces mi verga se sentía explotar, tenía un calentón ya terrible, Me pegó en la cabeza de manera despectiva y me zarandeo hasta el reposabrazos del sofá, me recosté junto a éste boca a bajo, de tal manera que le dejaba todo mi ano al descubierto, yo le imploraba que no intentara nada, que me iba a atravesar con todo aquello que tenía totalmente erecto, pero él no paraba de sonreir, se agachó y me metio su babosa lengua hasta dentro de mi culo, me perforó mi ano, metía y sacaba su larga lengua una y otra vez. En verdad lo que estaba haciendo sin querer era acostumbrar a mi ano a una penetración, en éste caso de su lengua gorda y larga. La verdad es que he de decir que me gustaba mucho, me empezaba a dar de sí la entrada de mi ano y ésto me excitaba mogollón.
Hasta que retrocedió su lengua para dar paso a aquel comboy de polla. Chocó contra mi culo y ya me pareció increible. Se la humedeció toda ella, y se apresuró a empezar a meterla. Diosss, de aquel primer envite casi me corro entre dolor y gusto...
No me digais como lo hizo pero del primer trabucazo me la metió entera. Aunque si bien es verdad paró en ésta maniobra mientras me retorcía entre el placer y el dolor. Yo al no poder hacer otra cosa me empezé a refrotar contra el reposabrazos del sofá mientras mi querido atracador se empezaba a mover, y me follaba entero mi culo deseoso de tanto placer. No pudiendo aguantar más me corrí encima del sofa. Los chorros de leche llegarón hasta el reposabrazos de enfrente al otro lado. El no paraba ya de jadear. Me introducía y sacaba su polla con gran velocidad, las venas de éstas estaban a punto de estallar. Hasta que noté como mi culo se empezó a hinundar de líquido, el seguía sin parar, las gotas del sudor me caían encima de mi espalda haciéndome escalofríos. Sacó toda su polla de dentro de mí todavía dando los últimos coletazos de rica leche, mientras de mi culo resbalaba aquella inmersión de su leche todavía ardiendo... Acabó toda aquella mañana, cuando acabó se tumbó al lado mío y nos quedamos los dos dormidos encima del sofa. El me agarraba con sus imponentes brazos de gimnasio, para no dejarme escapar y poder llamar así a la policía. Nos despertamos al final de la mañana, nos levantamos y bebimos algo de la nevera. Yo al coger una botella de ésta miré sin querer y aquel pedazo de miembro volvía a estar erecto como si no hubiera hecho hace mucho tiempo un orgasmo. Me volvió a empujar hacia la silla que hay en la cocina, me senté de golpe. Se agachó y me empezó a lamerme mis huevos, recien depilados, jugaba con ellos, mi verga, por supuesto estaba ya erguida pese a mis sorpresa, ya que del rato anterior me había dejado sin fuerzas. Se comía una y otra vez mi polla, mi glande estaba dentro, al fondo de su garganta, y me estaba poniendo a mil la situación de preso sexual.
Saco de dentro de sí mi polla y se sentó encima mío mirándome fijamente a los ojos. Ahora tocaba comerme la boca, me besaba tiernamente pero con mucha rabia a la vez, se comia toda mi lengua. A la vez se introdujo del tirón mi polla totalmente erecta dentro de su ano casi sin esfuerzo y empezó a subir y a bajar, subir y bajar. Al empezar a hacer ésto yo me quería morir, mi estado de excitación creció un mil por mil, espezé a sudar como un loco. mi cabeza estaba empapada en sudor y no pararaba de resbalar éste por mi cara. Trate de aguantar el no correrme pronto. quería disfrutar de esa situación hasta el límite y así lo hize, él me gritaba !! no te corras, cabrón, no te corras, me agachó la cabeza mirando su vega rozando en mis abdominales y se corrió soltando toda su leche encima de mi cara y boca, la cual yo abrí para ver si me caía toda dentro y saborear su miel oculta y peligrosa. Pude saborearla bien ya que me puso toda la cara llena de lefa caliente, la cual yo no dejaba de arrebañar para no dejar nada. Mientras en el mismo instante yo haciendo lo mismo no paraba de correrme dentro de su holgado ano, que pese a lo modesto de mi polla no dejaba de tener dentro de sí unos cuantos buenos centímetros de polla playera. Al acabar de éste apasionante polvo lógicamente se fue sin más habiendo satisfecho por completo sus necesidades de persona apasionada en el sexo, dejándome durante dos días tirado en la cama recomponiendo mis defensas y mi fortaleza para dar unos pasos seguidos por el exterior de mi ahora increible palacio del sexo. EL SANTO