El silencio tiene su precio
La "pepona" cae en la red de un maduro goloso.
Ayer, sobre las 20:30 volvía a casa tras un largo día de trabajo y a pesar de eso subí por la escalera hasta el tercer piso donde está mi apartamento. Aunque paso de los cincuenta, procuro hacer deporte y ejercicio físico para mantenerme en buena forma por lo que evito usar el ascensor.
Mientras iba ascendiendo por la escalera oí unos ruidos que llamaron mi atención. Desde la parte alta de la escalera venían unos extraños ruidos que parecían suspiros y gemidos contenidos. Para averiguar la naturaleza y origen de los ruidos, me detuve y preste atención. Enseguida deduje que alguien se estaba dando el lote en el descansillo del final de la escalera donde se encuentra el cuarto de contadores y la salida hacia la terraza del edificio.
Continué con sigilo el ascenso con intención de pillar “in fraganti” a la pareja que había decidido usar nuestra comunidad para echar un polvete. Además de ser un maduro viciosillo soy el presidente y armado con la autoridad del cargo me encamine a averiguar quién se atrevía a “profanar” nuestra residencia.
Me pica la curiosidad y subo sin hacer ruido los peldaños que faltan. Me asomo con cuidado a ver qué pasa antes de mostrarme y montar el sidral.
Enseguida descubro que es la chica del 2º_B y su noviete. Tiene unos dieciocho años y es una verdadera “pepona”. Tiene un cuerpo insultantemente exuberante, carnes prietas, curvas explosivas que exhibe y realza con vestimenta muy llamativa.
Anteriormente siempre la había visto como una niña grande, muy bonita con un cuerpo muy voluptuoso que todavía no sabe conducir para evitar que tipos como yo se sientan inclinados a mirarla con morbo. El chaval es un grandullón, con algunos tatuajes, cabeza rapada salvo un crespón en la parte superior y pinta de chulito.
Llevaba varios días pillándolos en un rincón del hall del edificio besuquendose y metiéndose mano. Sin cortarse lo más mínimo pasaban de mi y continuaban metiéndose mano a pesar que me oían llegar. En el fondo creo que la exhibición y la provocación son una parte importante de su placer.
No les hice ningún caso aunque en mi interior sentía una sana envidia visualizando lo rica que está y lo que le haría para darle gusto. La chica, que se llama Marta, realmente está muy buena y tiene aspecto de ser bastante viciosilla aunque quizás las apariencias me engañen, lo que estimula mi deseo más lujurioso.
Veo al chico apoyado de espaldas a la pared, frente a él un poco de lado, ella le tiene tomada la polla y le está haciendo una linda paja. No se la ve muy diestra, por lo que el chaval lo mismo pone cara de satisfacción como de desagrado según va recibiendo los meneos.
Ella le da demasiado fuerte, con un ritmo cansino y con poca gracia. De todas formas, él gime esperando correrse de un momento a otro.
- “Dale….dale…le pide desesperado, ahora….ya me viene…daleeeeee…”, y se corre en la mano de ella.
En menos de dos minutos ya se ha ajustado el pantalón, le da un par de besos, se despide y la deja sola. Me escondo en un rincón de la escalera y le dejo pasar sin que me vea. Ella por su parte durante un instante parece dudar ante las alternativas… bajar las escaleras y llevarse la calentura a casa, o aprovechar la intimidad del rincón y hacerse un dedito soñando en un sexo más placentero para ella.
Se decide por la segunda opción que es mucho más apetitosa y le clamara la calentura. Se pone a ello, al principio por encima de los legins, luego metiendo la mano entre la tela y la piel. Poco a poco se frota con ritmo cada vez más vivo, aunque no se acaricia con ilusión, parece que lo hace como mal menor para calmar su calentura.
Mientras estaba mirando a escondidas se me ha puesto dura y me parece imperdonable derrochar esa excitación sin sacarle un merecido orgasmo. Bajo hasta el rellano anterior sin hacer ruido, y luego haciéndome sentir, vuelvo a subir.
No quiero darle una sorpresa desagradable, que se asuste salga corriendo. Al llegar donde está, la encuentro muy ruborizada, nerviosa y dispuesta a salir huyendo en cuando tenga oportunidad de esquivarme.
- “Hola Claudia…”, le digo con tono tranquilo. “¿qué haces aquí sola? Le digo mientras le doy un repaso de arriba abajo con la mirada.
- “nada, he subido para estar sola en la terraza”, me miente sonrojándose más todavía consciente que su mentira no se sostiene.
- …creo que necesitas ayuda… no te preocupes… nadie mas se enterara…”, le digo haciéndole entender que he visto toda la escena.
Al principio ella responde con asombro e incredulidad luego cae en la cuenta y duda. Hace ademan de quererse ir. Yo la sujeto del brazo.
- “no te necesito para nada!!”, me dice contrariada.
- “Mi silencio tiene un precio así que tendrás que pagar si no quieres que cuente a tus padres tu aventurilla… me puedes enseñar las domingas y todos contentos” le propongo
- “¿Queeee?... pero tu que te has creido?, responde airada por la propuesta.
Durante unos instantes negociamos el acuerdo hasta que acepta de mala gana. Finalmente ve que es la mejor solución para terminar pronto el problema e irse tranquila a casa. Con ambas manos coge con un pellizco de la camiseta justo por debajo del sostén para subir de una sola vez la ropa y dejar al aire sus tetas.
Son como dos medios meloncitos tiesos y dulces que se presentan desafiantes a la gravedad. Durante unos segundos mantiene la postura dejándome que las disfrute.
- “Bueno, pues ya está… ya las has visto”, dice bajando la camiseta antes de lo esperado.
- “Con tan poco rato ha conseguido que no se lo diga a tu papá, pero se lo puedo decir a tu mamá”, le respondo haciéndole ver que quiero más.
Con gesto desaprobación se vuelve a levantar la camiseta para que le pueda seguir viéndolas tetas un poco mas. Antes de que pueda hacer nada para evitarlo alargo la mano y le acaricio un pecho suavemente. Da un paso atrás para resistirse pero me deja hacer sabiendo que está en mis manos.
Noto como se le pone duro el pezón de inmediato y el inesperado magreo de una mano experta le empieza a gustar. Sin mostrar en su rostro ningún signo de que le gusta me deja que le toque las tetas unos minutos hasta que consigo que sus pezones queden bien duros.
- “Como has sido una chica obediente lo sucedido quedará entre nosotros”, le digo para que veo que nuestra deuda está pagada y pueda tapar sus preciosas tetas.
- “Espero no volver a sorprenderte en la escalera”, le advierto.
Durante los días siguientes estuve vigilando por si se repetía la situación pero no los vi ni tan siquiera en el portal dándose sus habituales magreos.
El viernes a última hora de la tarde subí al cuarto de máquinas del ascensor a recoger un fluorescente para sustituir uno fundido. Oi a alguien subiendo a pie por la escalera, cerré la puerta y apague la luz con esperanza que fuera mi joven vecina y su novio y poder sorprenderlos.
Efectivamente eran ellos, por la rejilla respiradero de la puerta los podía ver a menos de un metro como se comían a besos. El chaval le tocaba las tetas y le metía la mano debajo de la faldilla. Ella le dejaba hacer aunque de vez en cuando le hacía parar para poder asomarme y comprobar que no había nadie espiándolos desde la escalera.
El resto fue como el día anterior, el se saca la polla y deja que ella le masturbe hasta correrse. Después de darse unos cuantos besos más él se va y mi vecina, apoyando el culo en la baranda se mete la mano debajo de la falda y empieza a hacerse un dedito muy gustoso.
Mientras observo la expresión de su cara se me a puesto bien dura y estoy deseando salir a darle bien fuerte para calmar su calentura. Sin embargo, le doy tiempo para que le llegue su orgasmo en la soledad del último rellano de la escalera.
Disfruto mucho viendo como su joven cuerpo se ondula mientras su mano frota su entrepierna sin descanso, aunque cuando se le escapa algún gemido mas fuerte, inmediatamente levanta la cabeza para comprobar que está completamente sola y no ha venido el presidente a espiar.
Cuando ya está recomponiendo el semblante justo antes de ir para casa, abro la puerta y la sorprendo tanto que se queda paralizada llema de temor.
- “Claudia, eres desobediente y una chica muy traviesa”, le digo ante su cara llena de estupor.
- “he venido a buscar un fluorescente nuevo y me he encontrado a la señorita Claudia haciendo cosas en la escalera”
Ella sin esperar que se lo pida se levanta la camiseta y muy sumisa me presenta las tetas para que se las pueda tocar. Ya sabe que cada cosa tiene su precio. Lo que no se imagina es que lo de hoy le va a costar más caro.
Después de sobarle un rato las tetas se me terminado de poner bien dura, me desabrocho el cinturón, cae el pantalón y me echo hacia abajo el slip. Sale de su escondrijo mi polla bien gorda y dura ante su mirada estupefacta.
- “Ya te puedes imaginar lo que tienes que hacer hoy para ganarte mi silencio”, le digo mientras zarandeo la polla para que vea lo esplendida que está.
Parece no dar crédito a lo que ve. Por una parte no se imaginaba que pudiera estar tan bien armado y por otra no creo que pasara por su mente el que tuviese que comerle la polla a un tipo de la edad de su padre.
Le pongo una mano sobre el hombro y le muestro el camino. Instantes después tengo la polla entre sus labios recibiendo los lametazos más ricos que podía imaginar.
- …creo que necesitas ayuda… no te preocupes… nadie más se enterara…”, le susurro mientras tomo su cabeza entre mis manos y la acompaño en el movimiento.
Al principio se ha cogido con un cierto asco y disgusto. Poco esperaba que su aventurilla iba a terminar chupando la verga de un viejo como yo. En cuanto ha dejado ver mi cara y se ha centrado en mi polla ha empezado a encontrarle el gustillo sin volver a pensar quien hay pegado a ese pedazo de carne tan caliente y tan jugoso.
Yo le dejo que se regodee dándole unos lametones que me hacen ver las estrellas, y también aprovecho para follarle la boca metiéndosela hasta la garganta lo que le provoca arcadas aunque en ningún momento hace intención de separarse.
Unos minutos más tarde no me puedo contener por las tiempo, la saco de la boca y me doy un par de meneos, tiempo que usa para ponerse frente a mi con la boca abierta esperando que mi leche salga impetuosa hacia ella.
Le lleno los labios y la barbilla de semen, cuando ya he terminado Claudia se relame recogiendo con los dedos y la lengua hasta la última gota. Ha resultado mucho más guarrilla de lo que imaginaba, nunca lo habría imaginado así cuando veía como tonteaba con el novio.
Cuando acaba se arregla el vestido, se atusa el pelo y se va dando saltitos alegremente escalera abajo.
Yo me quedo suspirando satisfecho y dando gracias por la suerte que he tenido al encontrarme con una jovencita que le guste chupar mi polla de esa manera.
Deverano