El silencio de los monteros (final)

Y así termina esta historia...

En la urbanización donde vivía Paula, reinaba una tranquilidad absoluta. Había sido la semana donde la policía había registrado el piso y detenido a Luis Montero. Los periodistas habían acudido en masa a la entrada de la urbanización a captar aquel momento y se agradecía que, llegado el fin de semana, la privacidad del lugar volviera a su cauce. A la ausencia de su marido, se unía la ausencia de Brigitte, que, por unos asuntos familiares, se encontraba en Holanda y regresaría el Domingo al mediodía.

El sábado al mediodía, recibía un mensaje de Brigitte, que le contaba que, por favor, esa noche fuera a cenar a su casa, con su marido. Había salido de víspera de juerga, y ella prefería que Peter estuviera controlado y tranquilo en casa. Ya se encargaría ella de comunicárselo.

No obstante, sobre las 19h., Paula tocaba el timbre del apartamento de su amiga, Le abrió Peter con cara de resaca y Paula sonriente le dijo:

PAULA: “No me mires así, solo obedezco órdenes de tu esposa, que me ha dicho que luego me pase a cenar contigo. Sólo quería asegurarme que ella te había avisado”

PETER: “No te preocupes, Brigitte ya me ha avisado. Pero no hace falta que vuelvas a tu casa, te puedes quedar ya aquí, y prepararemos luego algo para cenar.

PAULA: “Pero mira las pintas que tengo……” mentía la madrileña.

PETER: “Anda, pasa…” y Paula entró….

A pesar de decirle que no estaba arreglada, Paula llevaba media tarde escogiendo qué ropa ponerse y maquillándose para agradar a su vecino. Vestía de manera informal, pero todo elegido a conciencia: un short blanco, con una camiseta también blanca con unos bonitos dibujos en su parte de delante y unas sandalias, todo de marca. Se sentía y se sabía sexy, porque, además, debajo de su camiseta, se intuía su sujetador blanco. Quería disfrutar de una bonita velada con su amigo holandés…

Peter llevó a Paula a la terraza, y enseguida preparó un cocktail de Champagne con unas tapitas. Estuvieron hablando cerca de una hora sobre lo ocurrido esa semana con las detenciones de la trama corrupta, también sobre su pasado como médico siquiatra.  Él, Peter Lecter, fue condenado en Holanda por su mala praxis médica y expulsado de la profesión. Su exmujer y sus dos hijos se quedaron en Holanda. Por esa razón, se prometió a sí mismo, no volver nunca jamás a su país. Paula le miraba con admiración, además tenía dos hijos, cosa que ella no había podido tener, y no podía negar que le molestaba la indiferencia que él le mostraba, a nivel sexual. Parecía ser el único insensible a sus encantos de todos los hombres que había conocido.

Pasado ya un tiempo, que a la madrileña se le hizo corto, Peter decidió que era el momento de preparar la cena. Fueron a la cocina, él se puso un delantal, abrió una botella de buen vino tinto y ella se sentó en un taburete alto, cruzando las piernas de manera elegante. Fue la primera vez en la que Paula se dio cuenta que él miraba sus largas piernas y sus pies, con cierto deseo. Y también, para ella, era la primera vez que veía atractivo a un hombre, con bermudas, descalzo, en camiseta y delantal.

También se le pasó volando el tiempo viendo cómo Peter cocinaba, preparaba un plato típico holandés, de hojaldre con carne picada y verduras, todo ello con una salsa picante. Estaba delicioso. Porque ya en la mesa, el ambiente fue aún más distendido. Peter, que parecía un hombre serio, no lo era tanto, y Paula disfrutaba con sus ocurrencias. ¡Además de culto y atractivo, era gracioso y sabía cocinar! Llegado el postre, el holandés lio un porro, y dijo que era lo único que había, reprochando de broma, a su invitada, que ella no trajera nada. Entre el cocktail y el vino, Paula estuvo a punto de responderle que el postre era ella, pero se contuvo. Pero a partir de ese instante, tuvo aún más claro, lo que debía pasar esa noche.

Paula fue al baño, quería verse guapa en el espejo, y éste se lo confirmó. Cuando volvió, el holandés ya terminaba de preparar unos gin-tonics y pudo comprobar cómo la madrileña cojeaba un poco, y simulaba un ligero dolor de pies. Enseguida le hizo sentarse, y procedió a quitarle una de sus sandalias.

PETER: “No me extraña que te duelan los pies, no son muy cómodas estas sandalias y te aprietan demasiado. Dejemos que te circule mejor la sangre por aquí…”

Y al decirlo, Peter le retiro la sandalia y le empezó a dar un ligero masaje en los pies. Paula sintió enseguida un escalofrío recorriendo su cuerpo…que aumentó cuando sintió una mano subir por su gemelo……Ella, discretamente, empezó a abrir sus piernas…y cuando sintió que su otro pie era desnudado y apoyado en la rodilla del holandés, terminó de abrir sus piernas, echó su cuerpo para atrás, y dejo escapar un ligero gemido que, sin duda, llegó a los oídos de Peter.

PAULA: “Peter, creo que es mejor que no sigas con este masaje” susurró completamente excitada y abierta, la madrileña.

Para su sorpresa y decepción, Peter se levantó, como si nada hubiera pasado, y cogiendo los gin-tonics, se fue hacia el sofá, diciendo que era el momento de ver una película de terror. ·El holandés, ya en el salón, se sentó en un sofá grande, frente al televisor, poniendo sus pies encima de una mesa baja. Paula vio en ese lugar, que sus opciones seguían intactas, y fue a sentarse junto a él, a su derecha, adoptando su misma postura. Y tratando de aparentar normalidad….

PAULA: “Te aviso que yo, con las películas de terror, paso mucho miedo.”

Peter cogió el mando y como si no la hubiera oído, dio paso a la película. Cuando empezaron las primeras escenas de miedo, Paula aprovechaba la ocasión para girarse hacia su vecino, como no queriendo ver la escena, y agarrándole el brazo. Eso sí, sutilmente, dejaba sus tetas bien apoyadas en su antebrazo.

No habían pasado ni 20 minutos de película, cuando Paula le pidió el mando del televisor a Peter. Éste, por si acaso, lo pasó a su mano izquierda, lo más lejos posible de Paula. Ella insistió un par de veces y en un momento dado, Paula se abalanzó sobre Peter, tratando de cogerlo. De repente, Paula se encontró (tal y como deseaba), con medio cuerpo encima del holandés, con la excusa de apresar el mando, y a escasos centímetros de su cara…durante unos segundos ambos se miraron. Ella respiraba agitadamente, con sus tetas bien apoyadas contra el pecho de Peter.

PETER: “Como subas tu pierna y te pongas, ya del todo, encima mío, vamos a cometer un grave error”

Y Paula, sin dejar de mirarle, comenzó a subir su pierna e hizo lo que no debía hacer... Peter, con sus ojos y con un ligero movimiento de cabeza, trataba de decirle que se detuviera. Pero Paula acercó sus labios a los suyos, y empezaron a morrearse con pasión. Peter fue sobando primero el culo, luego las tetas de la madrileña, y trató de quitarle la camiseta. Pero fue ella misma, quien lo hizo. Se puso con sus rodillas a cada lado del holandés, su espalda erguida, y lentamente se sacó la camiseta dejando ver un precioso sujetador. El holandés no tardó ni dos segundos en ir a saborear esas tetazas, bajando el sujetador. Paula se lo quitó y dejó, orgullosa de sí misma, que él las disfrutara.

Pasados unos minutos donde el holandés dio buena cuenta de tus tetas, le dijo: “Vamos a la habitación” y cogiendo de la mano a Paula, la llevó hasta allí. Paula se dejó llevar, como si estuviera hipnotizada o estuviera viviendo un sueño. El camino se le hizo eterno, pero disfrutaba del camino, sintiéndose de la mano de Peter.

Una vez al lado de la cama, éste le dijo:

PETER: “Estás nerviosa?”

Paula, frente a él, con la cama a su espalda, le acarició la cara y dándole un beso lleno de ternura, le dijo….

PAULA: “Mucho. ¿No prefieres que apaguemos la luz?”

PETER: “No. Y tranquila, déjate llevar. Sólo va a pasar lo que estás deseando que pase”

PAULA: “Y no sabes cuánto lo deseo”.

La madrileña le dio un morreo a Peter que respondió entrelazando sus lenguas. El holandés se quitó la camiseta, se bajó sus bermudas y se quedó desnudo. Paula se encontró con una preciosa polla digna de ser admirada en un museo. Nada tenía que ver con la bonita polla de Carlos, o la gruesa y fea de Luis. Brigitte tenía razón… y la empezó a acariciar tímidamente.

La madrileña le dio un morreo a Peter que respondió entrelazando sus lenguas. El holandés se quitó la camiseta, se bajó sus bermudas y se quedó desnudo. Paula pudo ver una polla grande y bonita, que empezó a acariciar despacio y tímidamente. Él le hizo sentarse al borde la cama, y arrodillado, comenzó a chuparle los muslos a la vez que desabrochaba su pantalón. Enseguida, Paula notó como le estaban comiendo el coño de una manera deliciosa, no pudiendo dejar de gritar. Y es que el holandés demostraba una especial habilidad con su lengua, lo que colmaba el cuerpo de Paula de nuevas sensaciones. Cuando notó que Peter se levantaba, ella terminó de tumbarse, apoyando su cabeza en la almohada, y abriendo sus piernas en señal de que quería ser penetrada. Se sorprendió ella misma al hacerlo, pero es que aquel hombre desprendía tanta seguridad en sí mismo y tanto control de la situación, que la reconfortaba. Peter fue a coger algo del cajón y ella le dijo que no lo hiciera.

PETER: “Sabes que lo que vamos a hacer está mal, pero si además quieres que sea así, será una locura”

PAULA: “Quiero que sea así y no me importará que ocurra lo que estás pensando”

Eso pareció terminar de excitar a Peter, quien se abalanzó sobre la madrileña, que, abierta de piernas, sintió como esa polla entraba hasta lo más profundo de su cuerpo. Se quedó paralizaba unos instantes, pero cuando empezó a sentir ese fuerte mete y saca, no pudo evitar chillar de placer, cada vez más fuerte. Estaba siendo follada tal y como lo había imaginado en sus mejores sueños. Y cuando Peter, puesto de rodillas encima de la cama, la atraía hacia él tomándole de las piernas, y sujetándole por las caderas, la siguió follando aún con más fuerza, Paula dejó caer sus brazos hacia atrás y estalló en un primer orgasmo, o ¿había tenido ya otro anteriormente? Ni ella misma lo sabía. El caso es que, desde ese momento, hizo lo que Peter le había pedido:  dejarse llevar. Y ella quiso que ese momento durara toda la vida. Nunca pensó que alguien pudiera colmar todas sus necesidades de tal manera.

Volvió a la realidad al sentir un cachete en su culo, y es que ni se dio cuenta en qué momento le había puesto a 4 patas para seguir follándosela. Al segundo cachete, aún más fuerte, se giró hacia él, mirándole con ojos de deseo, como retándole, y él, le propinó un nuevo cachete aún más fuerte y cogiéndole fuertemente de la cintura, prosiguió su follada aún con más ímpetu. En ese momento, Paula, que no cesaba de gritar, tuvo un nuevo orgasmo y cayó rendida en la cama, boca abajo. Peter, sudoroso, se tumbó a su lado. Estaban agotados…

Ella no podía ni calcular el tiempo que había transcurrido desde que se tumbó, por primera vez, en aquella cama, pero sabía que era mucho. Pero tuvo un momento de lucidez y se dio cuenta que él no se había corrido. Así que se acercó a él, le besó, primero con dulzura, y luego con largos lengüetazos. Y fue bajando, primero por su pecho, hasta llegar a su polla. No tuvo vergüenza en lamerla como quien degusta un helado, luego se la metió en la boca, y empezó una mamada moviendo su cabeza y mirando a Peter a los ojos. Disfrutaba viendo la cara de placer del holandés. Después empezó a chupar sus testículos e incluso miro el ano de Peter…pero reprimiéndose las ganas dijo:

PAULA: “Llevamos ya mucho tiempo y tú aún no te has corrido”

PETER: ¿“Donde quieres que me corra?”

PAULA: “Dentro de mí”

Peter bajó sus manos, acarició la cara de Paula, y se besaron cariñosamente. Ella estaba ya encima de él. En este momento, sintió que Peter se cogía la polla para tratar de metérsela. Fue ella quien lo hizo, y arqueando su espalda, dejó que entrara de nuevo en su encharcado coño.

Paula ya llevaba un tiempo cabalgando encima de Peter, gritando de placer, y él le sobaba las tetas con fuerza o le sobaba el culo con ganas. Parecían dos animales desatados, dejando escapar todas sus energías en las embestidas.

PETER: “Quieres que me corra dentro?”

PAULA: “Sí, sí, síiiii”

PETER: “Por qué?

PAULA: “Quiero que me dejes preñadaaaaa, sí, sí, ¡quiero un hijo tuyoooooooo!”

Y minutos después, no pudo ser más feliz al sentir que él se estaba corriendo. No se lo podía creer, era un momento de felicidad plena, de verse entregada y satisfecha ante un hombre. Sintió que había encontrado al hombre que la iba a llenar, en todos los sentidos. No tardó en correrse nuevamente y caer, rendida, encima de su Peter.

Apenas repuesta, Paula volvía a bajar y chupar la polla de Peter, quien de nuevo respondía a los estímulos de la madrileña. Fue una noche donde follaron mucho, y durmieron poco. Finalmente, encontró a Morfeo, en los brazos de aquel hombre.

Peter dormía y soñaba que un perro le estaba lamiendo la cara. Cuando se dio cuenta que no tenía perro en casa, abrió los ojos y vio a Paula cerca de él, que le besaba cariñosamente.

PAULA: “Buenos días”

La madrileña sintió algo raro en la mirada de Peter. Era lógico, pensó ella, es la primera reacción tras una infidelidad.

PAULA: “Qué te gusta desayunar, te preparo algo?”. Ella trataba de normalizar lo ocurrido esa noche.

PETER: “Casi primero me voy a duchar”

PAULA: “Espera, voy yo primero”. La intención de ella, era sin duda, exhibirse desnuda ante su Peter. Y así saliendo de la cama, pasó por delante de él, recogió la ropa del suelo, le dio un cariñoso beso y se metió en el baño. Estaba segura que Peter estaría comparando su cuerpo con el de Brigitte y se sentía ganadora.

Una vez duchados, desayunaban en la cocina.

PAULA: “Te noto preocupado. No le des más vueltas a lo que hemos vivido esta noche. Si quieres, quedará entre nosotros y haremos como si nada ha ocurrido”

PETER: “Pero es que sí ha ocurrido algo. Y algo grave, Paula”

PAULA: “Como me dijiste ayer, déjate llevar. Ya veremos lo que nos depara el futuro. Yo, ya sabes que, tras la crisis con Carlos, seguro que nos separaremos. Y yo, como me quedaré a vivir en la urbanización, me tendrás aquí para lo que quieras.”

PETER: “Paula, creo que es mejor que te vayas. Mi mujer llega en unas horas.”

Paula sintió esas palabras como el peor golpe bajo que le podían dar, puso la mejor de sus sonrisas, y se fue. Tomó el ascensor rumbo a su casa. Al mediodía, recibió un mensaje de Brigitte: “Ya estoy en casa, pásate a la tarde por mi casa, que tengo una sorpresa”.

Así que, a media tarde, vestida con un vaquero y una blusa blanca, Paula llegó radiante al apartamento de sus amigos, no sin cierto nerviosismo pensando en ver cómo reaccionaría Peter, al verla. La sorpresa le importaba más bien poco, seguro que sería un recuerdo de los Países Bajos. Así que cuando entró, vio la sonrisa de Brigitte y detrás suyo, a Carlos, su marido, sintió que algo imprevisto iba a ocurrir. Y no estaba acostumbrada a estas cosas, ella lo quería tener todo bajo control y se sintió insegura por instantes. Enseguida trató de reafirmarse y preguntó qué hacía él ahí, que la relación con su marido se hablaría sólo entre ellos dos. Y tratando de ser educada con su amiga, le dijo que agradecía su esfuerzo por tratar de reconciliarle con él.

BRIGITTE: “Tranquilízate querida, pasa al salón” y al entrar en la sala, vio a Peter sentado en el sofá, viendo la televisión. Ni se giró para saludarla. Paula sintió que algo estaba pasando y no podía entender qué era.

BRIGITTE: “No hace falta que te sientes, quiero que veas una película, será sólo un instante. Y tranquila, no será una película de miedo, que sé que no te gustan”

En ese momento, Peter tocó el mando del televisor y aparecieron las imágenes de una pareja follando. ¡Era ella con Peter!

CARLOS: “A mí, esto me parece una prueba de una infidelidad. Supongo que un juez estará de acuerdo conmigo. Así que creo que será mejor que me indemnices, incluso mejor de lo que se estableció en nuestro contrato matrimonial. Y uno de los bienes que quiero quedarme es este apartamento de aquí, en Marbella. Ya te mandaré un email con mis condiciones. Hoy te dejo dormir allí, para que pases tu última noche y recojas tus cosas. Yo me quedaré aquí, con mis amigos.”

Paula no articulaba palabra, ni siquiera entendía qué es lo que estaba pasando. Lo único que le hizo volver a la realidad, fueron las últimas palabras de Brigitte.

-        “Discúlpame que no te acompañe hasta la puerta. Y gracias por cerrarla al salir.”

Minutos después de que Paula abandonara la casa, volvió a sonar el timbre. Carlos, dijo que él abriría. Y apareció Rocío, quien le dio un cariñoso beso en la boca a su anfitrión. Le agarró de la mano, la llevó al salón, donde se abrazó a Brigitte. Peter se mostraba frío y serio….

En cuanto a Paula, lo que pasó y sintió a partir de aquel instante en el que abandonó el domicilio de Brigitte, nadie lo sabe. Y ella no lo habló nunca con nadie. Ni siquiera conmigo, que soy quien escribe esta historia.

Sólo sé que, a la mañana siguiente, Paula salía de la urbanización, dejando una nota a su marido, diciendo que pronto se pasaría a recoger el resto de sus cosas. Salió en coche, sola, sin despedirse de nadie, dirección al aeropuerto. Eran las 10h25. Cuando desde la autopista llegó al desvío hacia el aeropuerto, no lo tomó y siguió rodando a gran velocidad. Pasados unos kilómetros, tomó la desviación dirección Alhaurín de la Torre. En ese momento, miró su teléfono y leyó de nuevo un mensaje que decía: “Instituciones Penitenciarias le comunica que ha sido aceptado y autorizado su vis a vis con el Señor Luis Montero, para el día Lunes 20 de Mayo, a las 12h.” Paula se miró en su espejo retrovisor, se sintió guapa, y aceleró. Quería llegar a tiempo a su cita en la cárcel.

Y efectivamente, con puntualidad británica, Paula fue dirigida a una sala especial dentro de la cárcel para tener su encuentro íntimo con Luis Montero. Sorprendentemente, no parecía nerviosa y caminaba con paso firme y decidido.

Cuando entró en aquel habitáculo, y vio que Luis la esperaba, sintió mucha lástima por él. No sólo porque sabía que debería cumplir una pena que podría llegar a los 25 años de cárcel, sino porque se notaba que el antiguo constructor, se había esforzado mucho en parecer presentable. Pero el olor a colonia barata, su pelo tan repeinado, y su vestimenta, le daban un aire absolutamente patético. Más aún, cuando al verla, sonrió y se acercó a ella para darle uno o dos besos… En ese momento Paula le detuvo fríamente, le invitó a sentarse y a escucharla.

PAULA: “Entiendo Luis, que te hagas una idea equivocada de esta visita. Pero no te confundas. He pedido un “vis a vis”, porque es la única manera de garantizar que nuestra conversación no será ni grabada, ni escuchada por nadie. Porque, lo has entendido bien, sólo he venido a hablar contigo.” Luis no pudo ocultar su decepción, y obediente, se limitó a escuchar a su antigua vecina.

PAULA: “Como te imaginas, la Hacienda Pública se incautará de todo tu patrimonio con lo que, cuando salgas, no tendrás nada. La información que tienen de ti, es absoluta sobre tus movimientos contables y tu patrimonio. Y no, no pienses que he sido yo quien te ha delatado. Creo que tienes claro que no he sido yo, y sabes quién ha sido. Efectivamente, te han traicionado Dimitri y sus cómplices, pero de eso hablaré más adelante. La primera cosa que quiero de ti, y te sorprenderá que lo haga, es que me vendas tu apartamento en la urbanización donde vivías en Marbella. Creo que no te conviene negarte (Paula vio el gesto contrariado del marbellí). Y te lo explico. Tu piso será embargado y vendido en subasta pública para pagar tus deudas con Hacienda. Yo te ofrezco comprártelo ya, y tienes mi promesa que te haremos llegar el dinero, una vez estés fuera de la cárcel, lo que te permitirá vivir cómodamente el resto de tu vida. Tenemos un notario y un registrador de la propiedad, amigos, que harán que esta venta que vas a firmar ahora, se haya producido hace un mes, y hacienda no podrá incautarte el piso, porque estará a mi nombre.

Y Paula sacó un contrato de compra venta para que lo firmara. Al ver que Luis se mantenía de brazos cruzados, indicando su negativa, la madrileña prosiguió hablando.

PAULA: “Está bien, me saldrá más barato comprarlo en subasta pública cuando hacienda lo ponga a la venta. Sólo quería darte la oportunidad de poder vivir dignamente cuando salgas de aquí, pero si no quieres, es tu decisión. Yo sólo he venido a ayudarte, porque entiendo que tu situación es delicada y pensaba que deberías empezar a pensar en cómo vivirás en el futuro. Y es cierto, no tienes garantía alguna de que te haremos llegar el dinero, cuando estés fuera. Debes fiarte de mí y de mi padre, que te prometemos darte el dinero de la venta, cuando estés fuera. Pero como veo que no quieres que te ayudemos, no voy a perder más el tiempo contigo.”

Y Paula empezó a levantarse con la fingida intención de irse. En ese momento, Luis cogió el bolígrafo y procedió a firmar la venta. Era su única alternativa a poder vivir dignamente en el futuro y no tenía elección alguna. Paula volvió a sentarse, le tranquilizó respecto de que era la mejor elección posible. Y añadió:

PAULA: “Pero como comprenderás, yo estoy dispuesta a pagarte por el piso, su precio de mercado, cuando podría adquirirlo en subasta, porque quiero algo más de ti.“ El pobre Luis pensó por un momento que Paula querría follar con él. Paula se dio cuenta y sintió mucha lástima por él. Y prosiguió su monólogo.

PAULA: “Lo que quiero de ti, es información. Hay una serie de preguntas que quiero hacerte. Espero que me contestes y me confirmes algunas cosas.”

Y Paula y Luis estuvieron charlando casi una hora. Ella quería entender o confirmar algunos aspectos, de los que tenía casi certezas: si Rocío era su sobrina o trabajaba para Dimitri, si Rocío y Brigitte se conocían de antes y tenían objetivos comunes, quería saber también el papel de Peter en toda esta trama. Sobre Dimitri, que entendió que era el verdadero cerebro, aunque daba imagen de no muy listo, no preguntó demasiado. Sabía que la vida de Luis dependía de lo que pudiera contar sobre él. Y además, ella había pactado con el ruso. Un pacto sobre el que quedaban unos flecos por resolver, y de los que debería ocuparse a su regreso a la urbanización.

Pasada una hora donde hablaron y aclararon muchas cosas, Paula decidió terminar su entrevista. Tenía las cosas claras y Luis le había confirmado sus sospechas. Se despidió de él, con un piadoso beso en la mejilla, y se dirigió hacia el coche. Estaba inquieta, sabía que, a partir de ese día, su vida daría un vuelco importante. En los próximos días, iría a vivir al antiguo piso de Luis. Sí, justo puerta con puerta con su exmarido y su nueva pareja, Rocío. En aquel momento, sólo Paula sabía cuáles eran sus reales intenciones. El tiempo las iría descubriendo…

¿Y quién soy yo? Me llamo Mario y soy el que cuenta esta historia, que es pura ficción. Y cualquier parecido con la realidad o con hechos pasados, sería pura coincidencia.

Está bien. Antes de despedirme, os reconoceré algo. Yo conocí a Paula, unos días después de que se instalara en el antiguo piso de Luis, un par de semanas después de que todo esto hubiera ocurrido. Seguramente cuente lo que pasó a partir de entonces, y explicaré algunas dudas que hayan podido quedar…pero será en un segundo relato.

Y os diré algo más, antes de concluir. Como diría el Padre Mariano, (un monje escribano, que conocí en un monasterio navarro cuando era joven), desde el momento en el que la conocí, tuve clara una cosa:

“En todas las facetas de la vida, Paula nunca fue ni un cordero, ni boba. Siempre fue una auténtica loba”.

FIN