El silencio de los monteros (4)
Paula, de cena de celebración
Los días siguientes pasaron sin mayor novedad, hasta que el viernes por la mañana, Paula recibió la llamada de su padre diciéndole que Luis Montero, en principio, estaba de acuerdo con la propuesta, y que, para oficializarlo, les invitaba a cenar a en un restaurante de lujo, a las afueras de Marbella. Su padre se pasaría por la tarde por su casa e irían juntos a cenar, en el coche de Luis.
Luis tenía tres coches, pero para la ocasión, apareció con un Porsche Cayenne blanco, y recogía, al padre y a la hija, a las nueve en punto, en el portal de la urbanización.
Paula apareció de nuevo radiante, con una blusa blanca y una falda y medias negras. Se sentó detrás, dejando a su padre delante, y partieron a degustar la cena de celebración del acuerdo.
Paula sintió alivio al ver la mesa, porque era redonda, lo que no facilitaría los juegos de pies del constructor. Durante la misma, las miradas a las tetas de la madrileña fueron frecuentes. Se llegó al acuerdo que la siguiente semana, los equipos de trabajo de una y otra empresa, trabajarían conjuntamente para la valoración de activos y otros aspectos colaterales.
Y como la cena transcurría con inusitada normalidad, los comensales, relajados, dieron buena cuenta de varios entrantes y un buen pescado, todo ello regado con abundante vino, de una bodega riojana muy conocida por sus caros caldos. Y todo ello, culminado con un brindis de una botella de una famosa bodega de Champagne, a la que siguieron unos gin tonics.
El padre de Paula notaba que entre ella y Luis existía cierta tirantez, y lo relacionaba con el planteamiento firme de su hija en los negocios. Así que, en el momento de levantarse de la mesa, indicó que él pediría un taxi para ir a su hotel, dejándoles a ellos ir solos en el coche.
Una vez que el taxi recogió al padre de Paula, Luis dijo:
LUIS: “Paula, te importa conducir? Yo he bebido más que tú, y seguro que lo haces de maravilla”
A Paula, que le encantaban los coches, y si eran de este tipo aún más, recogió las llaves y se sentó en el asiento del conductor. Luis fue a explicarle algunas cosas del funcionamiento del coche, y aprovechar la ocasión para acariciar a su conductora, cuando Paula le cortó diciendo: “No te preocupes, en la empresa tenemos uno igual y lo solía conducir a menudo por Madrid”
Cuando se inició la marcha de regreso a casa, Luis trató de convencerla para ir a tomar una copa a un lugar cercano, pero ésta declinó porque ya era más de la una de la madrugada y prefería irse directamente a casa. De nuevo, se le cerraba una posibilidad de acercarse a su deseada.
LUIS: “Nos queda una próxima semana de duro trabajo, espero que al final, todo llegue a buen puerto.”
PAULA: “Yo también lo espero” dijo tímidamente la madrileña.
LUIS: “Aunque hay algunas contrapartidas que no deberían fijarse en los contratos”. Dicho lo cual, alargó su mano y empezó a soltar uno a uno los botones de la blusa de Paula.
PAULA: “¿Pero qué estás haciendo?”
LUIS: “Desabrochándote la blusa. ¿Nunca has conducido mostrando tu sujetador? Te lo recomiendo. "
Y al terminar de decirlo, Luis abrió la blusa de Paula, quien se encontró, conduciendo y luciendo su precioso sujetador blanco de Victoria Secret. Afortunadamente, como era de noche, y una carretera nacional, nadie podía verla, salvo Luis, quien la devoraba con los ojos.
Paula seguía conduciendo, no podía ser ajena al morbo que la producía la situación, y comenzó a excitarse de sobremanera, al verse no sólo expuesta así ante Luis, sino ante cualquiera que pudiera verla.
LUIS” Tengo la sensación de que empiezas a disfrutar de la conducción…”
Paula no pudo ni contestar. Entre la conducción y lo que estaba sintiendo, no era capaz de articular palabra.
LUIS: “Pero creo que esto aún te gustará más” Y en ese momento, dirigió su mano derecha hacia el interior del sujetador, y sacó con firmeza la teta izquierda de Paula
PAULA: “Para por favor. Eso no…” suplicaba la madrileña.
LUIS: “Presta atención a la conducción y no hables, es mejor que no te distraigas”.
Tras lo cual, también sacó la teta derecha de Paula, con lo que la respetable Paula se encontró, con las tetas al aire, conduciendo rumbo al centro de Marbella. Paula, ante esta situación, en la que ni en sus sueños más húmedos se hubiera podido imaginar, conducía absolutamente excitada, al sentirse expuesta y a merced de cualquier otra contingencia.
PAULA: “Estamos llegando a la entrada de la ciudad, veo allí los primeros semáforos” dijo temblorosa. Luis ni se dignó a contestar, él también estaba absolutamente excitado y jamás creería que aquello pudiera estar pasando con ella.
El coche se detuvo en el primer semáforo en rojo. Paula respiraba muy nerviosa, sin atreverse a decir nada, ni siquiera a mirar a los lados.
LUIS: “Ahora no te muevas, ha llegado un coche y está parado a tu izquierda”. Paula se cerró apresuradamente la blusa, y giró su cabeza hacia ese lado, horrorizada con la idea de que alguien pudiera verla en esa situación. Respiró aliviada al comprobar que no había nadie.
LUIS: “Vuélvete a abrir la blusa, cobarde. En 500 metros, tenemos otro semáforo, espero que vuelva a estar en rojo. Vete pensando si dejaras que te vean así, con tus pedazo de tetas al aire”
Y al decirlo, Luis comenzó a sobar la teta derecha de Paula, primero despacio, pero enseguida con la brutalidad que ya era conocida para ella. La excitación de Paula empezaba a ser difícilmente soportable, y sus pezones la delataban. Reanudó la marcha y vio a lo lejos el siguiente semáforo. Para su desgracia, miró por el retrovisor y pudo percibir que unas luces se acercaban a lo lejos.
PAULA; “A lo lejos viene un coche”
LUIS: “Tú decides si quieres que ese coche pueda ver tus tetazas, como si fueras una cualquiera”. Y en ese momento, se abalanzó sobre su teta y añadió a su sobada, unas succiones y unos mordiscos casi salvajes. Paula ya no pudo más y empezó a gemir con fuerza. ¡No podía creer que aquello estuviera pasando! Y para colmo, el siguiente semáforo se puso en rojo, y ella detuvo el coche. No tardó el otro vehículo en situarse a su izquierda. Luis se dio cuenta de la situación y dejando babeada la teta, añadió:
“Es un veinteañero, que te está mirando completamente excitado. Mírale, demuéstrale que te gusta mostrarle tus tetas”
PAULA: “No, no le voy a mirar”
Y Luis, para terminar de derribar los últimos restos de decencia de Paula, introdujo su mano entre las piernas de esta, y empezó a acariciar su coño, lo cual hizo gemir aún más a nuestra chica.
LUIS: “Mírale. Que ese chaval comprenda lo puta que eres cuando estás tan cachonda”
Y en ese momento, Paula giró su cabeza hacia la izquierda y pudo ver, al volante de un Ford fiesta, un veinteañero alucinado, que le sacaba la lengua, como diciéndole que él también quería chuparle esas tetas. Y Paula, comprobó que aquello que le estaba pasando, le estaba excitando, como nunca antes le había ocurrido en toda su vida. Así que disfrutó siendo observada, semi desnuda, exhibida y deseada también por aquel jovencito. Paula cerró entonces los ojos, imaginó lo que podría aún ocurrir, y sacó su lengua como deseando tocar la de aquel veinteañero. Enseguida empezó a gemir desesperadamente ante tan inimaginable situación…
“Acelera, que está verde” sentenció Luis. Y Paula, de vuelta a la realidad abruptamente, puso en marcha su coche despacio, dejando que el Ford Fiesta les adelantara y desapareciera un poco más adelante.
LUIS: “Mira, ahí hay una parada de autobús, detén el coche”. Paula, entregada no tardó en aparcar en el lateral de la carretera y apagó el coche.
PAULA: “Por favor, Luis no sigas”
LUIS: “Creo que te está gustando conducir por Marbella. Pero aún queda lo mejor”, y de nuevo introdujo su mano en la entrepierna de nuestra chica, quien, mirándole, le hacía entender a su copiloto que debía detener todo aquello. Pero cuando éste intensificó su manoseo por encima de sus bragas, Paula echó de nuevo su cabeza hacia atrás, no pudiendo evitar que se empezarán a oír unos ligeros gemidos
LUIS: “Quítate las bragas, te vas a correr aquí, en plena carretera, a cinco minutos de tu casa, donde duerme tu marido y como una vulgar furcia de carretera”
Al oírlo, Paula, fuera de sí, y totalmente entregada, levantó su culo y dejo caer sus bragas por debajo de sus rodillas. Luis aprovechó el momento para introducir primero un dedo, y luego dos, en su encharcado coño. Y comenzó un bestial mete y seca, absolutamente salvaje, que sorprendió a la madrileña. Ésta, sorprendida por tal ferocidad, no pudo contener unos gritos desgarradores. Miraba horrorizada a su copiloto, gritaba de placer, no podía entender cómo alguien hurgaba en su coño con tanta brutalidad y a la vez, le podía dar tanto placer. Pasaron así unos segundos, que a Paula le parecieron eternos, hasta que, al oír a Luis, decirle que se corriera, no pudo contenerse más, y estalló en un último grito, empapando el asiento y el suelo del vehículo.
Paula, avergonzada, no levantaba la cabeza, y ni se atrevía a mirar a Luis. Éste, calmado y sabedor de su situación, le dijo:
LUIS: “Si te ha gustado, creo que merezco el beso que el otro día me negaste. Pero esta vez, dámelo tú.”
Y Paula, callada, y acreedora hacia su vecino del placer que éste le acababa de proporcionar, se acercó a él, y despacio, acercó sus labios a los suyos y le dio un primer beso. Enseguida, Luis aprovechó para introducir su lengua en la boca de ésta, quien esta vez, comenzó también a jugar con la suya, en lo que se convirtieron en unos morreos sucios, vulgares y llenos de babas. Paula se sorprendió de nuevo de la ferocidad de éste, pero disfrutaba mucho de esos morreos tan guarros. No podía negarse a sí misma, que le gustaban los lengüetazos que le estaban dando. Sintió entonces como Luis cogía su mano y enseguida, notó el tacto suave de su polla. Le estaba dando a entender que ahora fuera ella quien le masturbara. La madrileña miró la entrepierna de éste, y pudo ver una polla, más gruesa, más oscura y le pareció más fea que la de su marido. E inició la masturbación con cierta timidez, habida cuenta ¡que era la segunda polla que tocaba en su vida!
Luis, se dio cuenta de la inexperiencia de su vecina, y quiso humillarla un poco más. Así que, cesando en su morreo, le dijo:
LUIS: “Abróchate la blusa, creo que es mejor que vayas a tu casa”. Le estaba diciendo que no sabía darle placer y que prefería irse a dormir antes que ser masturbado por ésta. Paula, avergonzada, humillada y herida en su orgullo, reanudó la marcha en dirección a su casa.
Al llegar a la urbanización, le indicó que no metiera el coche en el garaje, se bajara del mismo, porque él se iba a tomar una copa al pub de Dimitri. Le estaba dejando claro que prefería correrse con alguna puta antes que con ella. Paula recibió en su orgullo ese golpe bajo y se dirigió dolida hacia su casa.
Paula no podía creer que todo lo ocurrido esa noche hubiese realmente sucedido, y se asustaba al pensar hasta dónde podía llegar todo aquello. Luis se marchó caliente, feliz y satisfecho. Tenía a su vecina a punto, a su merced, y no iba a dejar pasar esa oportunidad. Poder poseer a una mujer como Paula, era una cosa que sólo le iba a pasar una vez en la vida, y no iba a desaprovechar la ocasión de darse un festín con su cuerpo.