El silencio de Iván

Jorge es un personaje, que cree estar cruzando una crisis de identidad. Aprovecha la fiesta con unos amigos para divertirse y conoce a un streper muy especial, con el que coordina fantásticamente, para tener un final muy repentino, en el que reconoce lo que estaba fallando en su vida.

Aquel café parecía el principio de un fin. Jorge se lo tomaba con amargura, mientras en la calle el buen tiempo comenzaba a hacerse notar. Era media mañana y los niños de un colegio cercano se oían gritar en su típica disputa mañanera del recreo. Los jubilados sentados en la calle buscaban la sombra, y los transeúntes, vestían en manga corta. Jorge, sentado junto a la barra del bar, al final de esta en una zona tranquila del Café Irlandés , pensaba en lo mal que se sentía, algo fallaba en su vida, no estaba seguro de que podía ser. Mientras su mirada se perdía entre las botellas de licor que tantas penas habían ahogado, recordó que esa noche tenía cena con sus amigos que volvían a la ciudad. Salía pocas veces, no estaba mal una cenita recordando viejos tiempos.

Jorge se había licenciado diez años atrás en la facultad de derecho, una gran carrera para una gran persona. Lo que no era tan grande fue la suerte que había tenido desde sus primeros empleos como becario. Tras trabajar en Madrid durante dos años, donde forjó definitivamente su orientación sexual, acabó en su ciudad natal en una pequeña empresa de publicidad, redactando anuncios en varios idiomas. ¿Sería esa su misión en la vida? ¿Qué podía hacer? Lentamente se levantó y pagó el café, volviendo con parsimonia hasta su oficina, doblando la esquina a la derecha del café, en la entreplanta de un pisito.

Subió y se colocó en su puesto de trabajo, y aunque no tenía muchos anuncios esa mañana, comenzó de nuevo con ganas. “Se vende Renault Clio, 1600 cc, color azul, tapicería...” , buscaba las páginas de clasificados en francés donde trabajaban en su empresa comúnmente, y traduciendo a francés... Así paso parte del resto de su jornada.

  • Jorge, ¿has terminado la sección de contactos para el folleto? - Replicó Carlos, su compañero encargado del diseño, que estaba ultimando trabajos para editar el folleto semanal con anuncios clasificados.

  • Sí, terminé esta mañana, los tienes en el directorio de trabajo común, - dijo Jorge, casi sin parar de escribir su último anuncio.

Las palabras de Carlos se quedaron repicando la mente de Jorge. “Sección, contactos, folleto...”

  • Mmmm, contactos, folleteo... - Jorge pensaba para sí, acordándose de los anuncios que había redactado esa mañana de contactos. Había chicas, contactos gays, transexuales, tríos... palabras morbosas que volvían a su mente escarbando para buscar sus deseos más ocultos. A Jorge, en el fondo le gustaba ponerse morbosete .

El fin de esta jornada había llegado, y Jorge se levantó un poco más animado, cogió sus cosas y se fue despidiéndose de sus compañeros. Bajó a la calle y fue a buscar el coche, aparcado a dos manzanas. Casi no había nadie por la calle, Jorge subió al coche y se dirigió a su casa, un piso alquilado con dos compañeros.

  • Hola Rober, por fin viernes, ¿cómo te ha ido la semana? - Dijo Jorge al entrar por la puerta, que se encontró con Roberto que se iba.

  • Bien, un poco aburrido y estudiando, ahora me piro a comer con una amiga. Que pases buen finde tío.

  • Igualmente.

Jorge se preparó algo de comida y como era viernes, no tenía que currar por la tarde, se echó una siestecita . A las dos horas se levantó muy cachondo, había sudado mientras dormía. Lo primero que hizo fue encerrarse en el cuarto de baño y de lo cachondo que estaba, pensó que esa noche sería su noche, mientras cogía espuma y la cuchilla de afeitar. Se desnudó y se tumbó en la alfombra boca arriba, con las piernas abiertas. Se echó espuma en el culo, y con los dedos la repartió, acariciándose el ano durante un buen rato. Tras un cierto masaje en su zona preferida, comenzó a rasurarse con la cuchilla. Le estaba quedando tan liso y limpio, no paraba de acariciarlo, le gustaba esa sensación de su culo recién rasurado, humedecido con la espuma, toqueteando con todos sus dedos en todas direcciones. Se tocaba cada vez más rápido, y comenzó a meterse dos dedos de la mano derecha, los dos juntos, mientras con la izquierda se sujetaba el glúteo estirándolo.

  • Ohhh – en voz baja susurraba, el placer salía por su boca abierta y solo podía cerrar sus ojos. Así permaneció hasta que un cosquilleo se le iba acercando a sus genitales. Decidió parar, para ducharse y prepararse para la cena. Sus amigos estarían a punto de llamarlo.

Eran las 9:30 p.m. Habían quedado en la playa mayor, donde siempre. Sus amigos esperaban y Jorge cuando los vio aceleró su paso para llegar hasta ellos. Miguel, era el más alto de todos, fuerte y moreno. Estaba un poco rellenito. Su cabello un poco largo y medio rizado, le tocaba el cuello de la camisa por detrás. Sus gafas resaltaban y quitaban importancia a sus ojos saltones. Tenía barba de tres días, ir con falta de afeitar era típico en el. Era un tipo inteligente. Pedro y Pablo eran gemelos. Pablo un poquito más tímido. Los dos tenían cuerpo deportivo, se curraban en el gimnasio cada día. A parte practicaban alguna vez deportes de aventura. Los dos eran de piel blanca, un poco enrojecidos del sol, y la cabeza casi afeitada.

  • Bueno Jorge ya estamos todos, - pronunció Miguel, dándole la mano. Todos se saludaron en gestos de manos, medio abrazos y risas.

  • Ahora vamos a cenar, que nosotros tenemos hambre. - Dijo Pedro, mirando a su hermano.

  • Sí, hemos salido a correr esta tarde y eso nos da más hambre de lo normal. - Respondió Pablo sonriendo.

  • Pues no se hable más, - anunció Jorge, un poco inquieto, mientras daba una palmada en el aire y se dio la vuelta, comenzando el camino al restaurante. Se dirigieron allí mientras charlaban de sus cosas.

Cenaron en dos horas, aunque lo que más tomaron fue vino, excepto Miguel que bebía cerveza. Jorge salió del restaurante un poco mareado.

  • Es lo que tiene beber tanto en tan poco tiempo – dijo Jorge, observando que le costaba un poco articular bien las palabras.

  • Jajaja – se reían Pedro y Pablo, - siempre eres el primero en caer Jorge, aunque nosotros también vamos un poco contentos – reconocía Pedro.

  • Son las doce, me parece un poco pronto, pero ¿por qué no vamos a la discoteca donde todos los viernes hacen streptease? - Miguel aportó esta idea, que a todos le pareció genial. Le hubiera parecido bien cualquier cosa, porque iban muy animados los cuatro.

Caminaron hasta la discoteca y entraron, ya que la entrada era libre. A esas horas no había mucha gente.

  • El show no empieza hasta la 1:30 – gritó Miguel. La música estaba alta, y se colocaron cerca de la puerta haciendo grupito los cuatro.

  • ¿Vamos a pedir algo? - Propuso Pablo, - Yo tengo la boca seca y ahora que estamos animados que no baje la cosa.

Se acercaron hasta la barra y pidieron todos una copa.

  • ¿Veis que gente viene por aquí?, son fulanas y chulos – Miguel informaba de la situación.

  • Jajaja – las risas de todos se oían, mientras seguían bebiendo, y la música entraba por sus oídos, el alcohol por sus venas y las bobadas salían por sus bocas. Estaban disfrutando aquellos momentos, bailaban medio borrachos cada uno como podía.

Así pasó el tiempo hasta el comienzo del show. Aparecieron en el escenario un chico y una chica, los dos bastante jóvenes de unos veinte pocos años. La chica era rubia de ojos azules. Jorge no supo cómo, pero ahora estaba rodeado de gente, se había llenado aquel garito. El espectáculo había comenzando demasiado deprisa. Jorge se acercó entre la gente hasta llegar al lado del escenario, donde miraba desde primera fila. Estaban casi desnudos, haciendo el show típico, y la gente gritando. “A mi, a mi, a miiii” . Todos querían salir al escenario, para tocar aquella impresionante rubia. Pero a Jorge lo que le gustaba no era la rubia, era el chico de pelo rapado, muy buen cuerpo, un poco musculado, que iba con ella. Vio como se lo quitaba todo y Jorge, afectado por el alcohol, estaba tan cachondo que no podía aguantar. Se mordía los labios, su cara hablaba por el, con una expresión de vicio lo decía todo.

El espectáculo había terminado, y bajaron del escenario, ya medio vestidos al menos con el pantalón. Todos los hombres rodeaban a aquella diosa, para invitarla... Jorge se dirigió al chico. Era de piel bronceada, parecía haber tomado varias sesiones de rayos uva. Su cara redondeada, y sonrisa amplia, le daban aspecto de buena persona. Su cuerpo muy cuidado, denotaba la vida que llevaba y su dedicación a ese trabajo.

  • Has estado bien, - dijo Jorge.

  • Gracias, ¿cómo te llamas?

  • Jorge, ¿y tú?.

  • Iván.

  • ¿Pero es un nombre artístico o es de verdad?

  • Jeje – Iván se reía – es de verdad, así es como me llamo.

  • Iván, ¿quieres una copa o pasamos a la segunda parte directamente? - Dijo Jorge, mientras lo invadía un deseo ardiente por dentro. No sabía cómo iba a reaccionar Iván, tampoco hubiera sido capaz de decirlo si no hubiera estado borracho, pero estaba borracho, cachondo, delante de un streper, y esperando a ver su reacción.

  • Bueno depende de que me ofrezcas – respondió Iván sonriendo.

  • Te lo haré pasar bien – le susurró Jorge acercándose a su oído, aunque más que un susurro era un grito debido a la música. - ¿Vamos a un sitio más tranquilo mejor?

Jorge le indicó que lo siguiera, se dirigieron a los servicios entre la gente. Nadie le importaba, el deseo estaba en su interior y no había forma de pararlo en ese momento. Estaba muy cachondo. Al llegar a la puerta, Jorge giró a la izquierda y se coló en la segunda entrada del fondo, el servicio de las chicas. Iván iba detrás de el, lo seguía como con curiosidad. Tras la entrada de Iván, Jorge cerró la puerta y la trancó. La luz que había dado pulsando aquel mugriento interruptor, era tenue, tampoco ayudaba mucho el alcohol que había ingerido. Era un cuarto pequeño de unos dos metros cuadrados o algo más. Muy sucio y con un olor desagradable, cosa que pareció importar poco a los dos. El suelo muy gastado, parecía color blanco, igual que las paredes. El techo estaba mugriento. Se quedó apoyado con su espalda en la puerta cerrada, la música se oía mucho más baja, casi se podía susurrar. Miraba a Iván, los dos frente a frente eran prácticamente igual de altos, se miraron a los ojos y Jorge se acercó hacia Iván, que desprendía un olor de algún perfume masculino que no pudo identificar. Era la delicia para su deseo. Iván se colocó junto al lavabo y se dio media vuelta, mirando hacia Jorge.

  • Aquí mejor, ¿no crees? - Rompió Jorge el hielo, con miedo de que fuera rechazado.

  • Yo todavía no estoy mejor – respondió Iván – aunque me dijiste que sí lo iba a estar. Se bajó los pantalones y se acercó sujetando la mano de Jorge para que tocara su miembro.

Jorge lo miró desde arriba, y llegó a su máximo grado de excitación. Era un pene de cierto grosor, que no estaba del todo erecto, pero eso iba a cambiar, el mismo se encargaría. Jorge se desabrochó el pantalón y lo bajó junto con los calzoncillos, quedándose completamente desnudo de cintura para abajo hasta los pies, y se agachó de cuclillas, dejando su cara a la altura de la polla de Iván.

Iván se acercó más aún hasta que su polla tocaba la cara de Jorge. La respiración de Jorge aumentaba por momentos, cada vez más profunda. El deseo salía de su interior, se mordía el labio inferior enseñando los dientes, sacaba la lengua para humedecerse el contorno de su boca. Empezó a chuparla con la lengua por el glande, agarrándola con su mano derecha. La movía de arriba a abajo. Le golpeaba en la lengua según bajaba, aquella sensación era muy placentera. Seguía ejecutando el mismo movimiento, ahora colocaba la cara ladeada, y la polla chocaba contra su mejilla. Soltó la polla y la tomó ahora con su boca, metiéndola hasta dentro en un rápido movimiento. Succionaba como si quisiera tragar todo lo que había. Lentamente fue sacando la polla de su boca hasta que casi había salido por completo, para luego volver a metérsela bruscamente.

  • Mmmmmmm, que bien lo haces – decía Iván, que estaba completamente erecto. - Sigue así me encanta.

Ahora succionaba y giraba la cabeza a ambos lados. Jorge estaba tan cachondo que tocó con su mano izquierda la polla de Iván, llena de saliva, y se la llevó al culo mientras se abría de piernas allí agachado todo lo que podía. Aquel culito recién rasurado estaba listo para ser aprovechado. Se lo tocaba en movimientos laterales con todos sus dedos húmedos, mientras seguía chupando.

  • Slurp, slurp... mmmmmm. ¡Cómo me gusta esta polla!

  • Mmmmm, siii así se chupa, cómemela.

Una placentera sensación se deslizó en el esfínter anal de Jorge. Su dedo índice acababa de salir desde el interior de su culo. Ahora de nuevo entraba hasta que no podía meterlo más, salía, entraba para volver a salir. Allí arriba no perdía tiempo, su boca envolvía completamente la polla de Iván, mientras mamaba y con la mano derecha le tocaba el culo a su compañero sexual.

Ahora fue Iván quien empezaba a sentir el fuego que le contagiaba Jorge. Agarró la cabeza de este y comenzó a hacer embestidas fuertemente hacia su boca. Eran penetraciones profundas, desde fuera de la boca hasta el fondo. La cara de Jorge era de pedir más, aquel muchacho tenía un vicio enorme. Iván paraba el movimiento con toda su polla dentro de la boca de Jorge, y este aún quería abrir más y sacar la lengua como si intentara meter dentro los huevos que acompañaban a aquel pedazo de carne.

Jorge se retiró hacia atrás para sacar todo de su interior y poder respirar, y una bocanada de babas cayó, quedaba unida desde la polla hasta su boca, resbalando por ambas toda aquella salivación. Mezclado estaba el líquido preseminal, por eso estaba tan gustosa aquella barra que Jorge no podía dejar de chupar. Se limpió su boca con la mano izquierda y volvió a llevarla abajo directamente, a su culo que le pedía fiesta. Necesitaba algo dentro.

  • Sigue chupando, - apuntó Iván mientras dio un paso al frente y buscaba la entrada de la boca con la punta de su polla.

  • ¿Quieres follarme? - preguntó Jorge, esperando un sí por respuesta.

Iván no dijo nada, simplemente volvió a penetrar la boca de Jorge de igual forma que al principio. Le daba tanto gusto, que era como estar follando. A Jorge le encantaba que le follaran la boca, por eso estaba tan sumiso. Ahora colocó su mano izquierda entre las piernas, y los cuatro dedos los juntaba todo lo que podía, dirigiéndolos hacia el agujero de su ano. Comenzó suavemente a subir las caderas, y luego mientras las bajaba, su ano se topaba con los cuatro dedos de punta, que sin llamar a la puerta entraban directamente haciendo las delicias de su huésped, produciendo un placer inagotable. Ahora hasta abajo, entraban los cuatro dedos enteros y volvía a subir las caderas.

La polla de Iván entraba completamente, en el fondo de la garganta de Jorge parecía no haber ningún tipo de barrera, simplemente se deslizaba por la lengua hasta llegar a su garganta más profunda, como si fuera un túnel de paso a través de una gran montaña. Iván comenzó a acelerar el ritmo, un gusto empezaba a hacer notar su presencia desde los genitales.

Jorge igualmente, subía y bajaba las caderas más rápido, casi dos veces por segundo, y su polla liberada en aquel sensual movimiento, se la agarró con la mano derecha. Aprovechando el movimiento de caderas, su pene empezó a endurecerse dentro de su mano derecha, que a modo de sujeción le proporcionaba una buena paja.

Jorge a veces necesitaba tener la boca libre para respirar mejor, y aprovechó un descansito, que solían ser de pocos segundos para comer libremente los huevos de Iván. Se los metía en la boca enteros, soltaba uno, absorbía el otro, lo sacaba y mordía suavemente el escroto, removía con su lengua todo el escroto, por todas partes, como si rebañara los restos de un yogur helado. Se dirigía lentamente a la base de la polla y luego la recorría hasta la punta, haciendo el trabajo que más le gustaba, mamando como el sabía.

Sujetó la polla de Iván con su mano derecha y empezó a mamar, movimientos rápidos, con la boca muy ajustada a la polla que sujetaba. Se concentraba en hacer el trabajo en la parte del glande, ahora no la metía más, pero los movimientos eran tan rápidos y con la mano derecha agarraba tan fuerte el mango, que sirvió para que Iván notara como una sensación calenturienta, como un impulso nervioso, saliera de sus huevos y se dirigiera hacia la polla. Jorge tenía la boca algo anestesiada, el alcohol, las penetraciones tan voluptuosas, durante aquella estancia en el servicio de la disco.

  • Aaaahhhhhhhh – se escapó de la boca de Iván. Jorge inmediatamente sacó el miembro de su boca y la mano de su culo, y ladeó su cara, mientras con sus dos manos agarraba la polla de Iván y la movía de arriba a abajo, golpeándose como un látigo en la mejilla. Iván comenzó a correrse, mientras susurraba.

  • Oooohhhh, siii, dale más.

Jorge sacaba la lengua, y la lefa golpeaba contra su mejilla, igual que el agua en los cristales durante un día de lluvia. Con la punta de la polla tocaba su cara y la movía en todas las direcciones, barriendo el semen de un lado para otro. Se giró y ahora siguió el ritual con la otra mejilla. Siempre recordó que le habían enseñado a poner la otra mejilla, y no iba a ser menos esta ocasión. Se sujetó la polla con fuerza y en unos pocos movimientos llegó al final, corriéndose y abriendo la boca del placer, mientras con su mano izquierda seguía cascando la polla de Iván, no quería soltar ninguna de las dos. El semen cayó por el suelo, confundiéndose con aquellas viejas baldosas. Iván retiró la mano de Jorge y se subió los pantalones, saliendo inmediatamente del servicio. Acababa de desaparecer. Jorge no se había dado cuenta de que llevaban casi todo el acto con la luz apagada. Se quedó allí agachado en la misma posición hasta que se hubo recuperado. Tras un largo silencio, pensó:

  • Solamente necesitaba una polla.