EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S Capitulo 14
El Marshall Williams sigue en busca de las muchachas indias que le causaron problemas, teniendo en su ruta nuevas aventuras al encontrarse un carromato en el desierto, en el cual viajan una madre y sus cuatro hijas, las cuales conoceran su buena mano al disciplinar RELATO DE SPANKING
EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S CAP. 14
El Marshall cabalgaba a unos cientos de metros por delante, asegurándose que en el camino no había peligro alguno, conocía perfectamente esa zona, igual que los peligros de encontrarse con indios rebeldes, los jóvenes de varias tribus vecinas se habían unido a lo que consideraban una traición a su tribu, el que los jefes hubieran aceptado someterse a los rostros pálidos, como a su tratado o leyes con el gobierno del país. Estando atravesando su territorio resultaba un alto riesgo entrar a su territorio. Abriéndose paso iba el carro de la Sra. Hanson con sus cuatro hijas en el interior, con la dificultad del terreno desigual, para evitar todo riesgo inoportuno viajaban campo a través, lo que hacía ser ardua la tarea para controlar el vaivén brusco del carro por las piedras, peor era el tener que viajar sentada en el pescante, teniendo su dolorido trasero a pesar de haber colocado dos mantas dobladas bajo él, amortiguaban un poco el dolor en él, pero se podía observar a la Sra. Hanson feliz sentada en el pescante, levantando cuando le era posible el trasero para sobarse, algo que claramente para ella no parecía un suplicio llevar el culo en llamas.
La comisaria Sarah lo hacía a unos metros detrás del carro, llevando las riendas de los equinos en el que cabalgaban las muchachas indias, haciéndolo con las manos atadas a sus espaldas, para Sarah la comisaria del Marshall, le costaba comprender como podían cabalgar sin mostrar gesto alguno, sobre todo habiéndolas visto ser castigadas por el Marshall la noche anterior o esa misma mañana al tratar de escapar Pluma Gris, escuchando como habían llorado al recibir sus respectivas azotainas, pues con ellas a pesar de ser cinco chicas, el Marshall se empleó a fondo al castigarlas. Sarah llevaba el mismo pantalón tejano de la jornada anterior, aunque no le protegía demasiado que se diga, pero las chicas indias iban sentadas sobre sus braguitas, eso la que llevaba puestas bragas, pues al menos una de ellas no las utilizaba, teniendo sus traseros contacto directo con la rigidez y duras sillas de montar, sobre todo al tener en cuenta que los indios no utilizaban sillas, ya que montaban a pelo. Pero el Marshall se lo había exigido a modo de castigo, así estarían más doloridas y no tratarían de escapar. En cambio para la comisaria era una tortura cabalgar sobre su silla, cuando ella misma tenía que apoyar sus manos en el cuerno de la silla, y con los pies en los estribos ponerse derecha alzando así el culo.
Teniendo controlada la situación girando su cabeza de tanto en tanto para observar a las cinco jóvenes indias, a sabiendas que no eran las instrucciones que tenía de su jefe. Las instrucciones exactas eran que las riendas fueran atadas al carro, y ella cerrase la comitiva controlando desde atrás, de esa forma les sería complicado cogerla desprevenida.
Sarah al iniciar la marcha había obedecido a su jefe, al estar él cerca. Pero más tarde al ir ella sola mientras su jefe se había adelantado distanciándose bastante, al ir la última solo contemplaba a las jóvenes indias, algo que le resultaba monótono dado su estado y que aparte de alguna que se sobaba el culo, las demás no emitían gesto alguno. Sobre todo al sentir como miles de avispas se concentraban en su dolorido trasero, se lamentaba el haberse puesto aquellos pantalones ajustados, los cuales le estaban resultando muy incomodos, sobre todo por tener que cabalgar con ellos. El tener su trasero claramente inflamado por la azotaina recibida hacia unas horas antes de iniciar el viaje, sumándole la recibida por descarada por salir a las calles, con aquellos viejos shorts dejando entrever su ropa interior descaradamente, por su velado intento de disparar hacia los vaqueros, descarados que hacían comentarios obscenos de ella al verla andar. Aunque en su mente realmente lo que la hacía sonreír mientras cabalgaba, era como la había desarmado su jefe de un certero disparo con su revólver, recordando como luego tras recoger su revólver del polvo de la calle, la había agarrado asiéndola de la cintura en volandas, colocándola bajo su brazo como si fuera una damisela, dándole unos buenos azotes en el culo. En esos instantes se había sentido muy avergonzada, habiendo deseado matar a su jefe por la vergüenza que la había hecho pasar.
Pero ahora esos recuerdos amenizaban su viaje, al venirle a la mente haciéndola sonreír, sobándose el trasero con la mano derecha para tratar de mitigar aquellos horribles pinchazos, podía sentir como sus braguitas las llevaba empapadas. Sobre todo por los efectos por llevar tan ajustados los pantalones… al tener el trasero tan inflamado como dolorido… el tener que cabalgar no resultaba nada cómodo para ella… con las consecuencias que las costuras del pantalón en su entrepierna… se le introducía en su sexo marcando descaradamente su hendidura… lo que al cabalgar la hacía sentirse muy excitada e al mismo tiempo incómoda… maldiciendo como el “Borren Trasero” como se denomina al asiento de la silla de montar se amoldaba a su trasero, que en una situación normal al cabalgar resultaba ser muy comodo, pero en su situación al trotar el caballo, hacía que su trasero golpeara de forma incesante sobre él “Borren Trasero”, lo que era como estar recibiendo azotes de forma continuada en el culo, pero otra de esas incomodidades era el roce de sus nalgas al golpear su trasero aplanando sus nalgas al golpear sobre la incómoda silla, sintiendo el maldito roce continuo de las bragas en sus nalgas sensibilizadas tanto por la inflamación, como por la presión de su ropa interior.
Luego estaba el maldito “Cuello de la silla”, que hacía que al cabalgar su sexo golpeara de forma incesante sobre él, motivo por el que su pantalón se ajustaba cada vez más a su sexo, así como las caricias y roce del “Cuerno del pomo” de la silla, su sexo golpeaba una y otra vez sobre él incesantemente con el trote del cuadrúpedo. En un principio ello resultaba muy excitante, pero tras una hora desde que habían reiniciado la marcha tras unirse a ellos la Sra. Hanson con sus hijas, en esos primeros minutos habían sido para Sarah muy estimulantes, sobre todo al haber presenciado como las chicas habían recibido una buena azotaina cada una de ellas, algo que la había excitado notablemente, por ello mismo le preocupaba a Sarah. Pues entre sus recuerdos lascivos, la maldita silla de montar, así como la humedad de su entrepierna le preocupaba, sobre todo por la humedad del fondillo de sus bragas, llegara a traspasar la gruesa tela del pantalón, quedando claramente visible la mancha.
Las muchachas indias no dejaban de mirar por si Sarah tenía un descuido para escapar, pues a medida que se avanzaban hacia aquellas columnas de humo del horizonte. Sabían lo que sucedería a su llegada al poblado, temían ser castigadas por el Marshall, pero temían mucho más a sus padres y sus madres, que por las señales de humo sabían que estaban en el poblado y ellos serían más estrictos que el propio Marshall, ya que ellos utilizarían como siempre un haz de varas verdes para castigarlas, o una buena vara. Además para empeorar más su situación, se habían escapado del poblado hacia dos días, al conocer la noticia que el Marshall no tardaría en aparecer por el poblado, por lo cual sus padres estarían muy disgustados con ellas por su fuga.
Aun hicieron un par de paradas para descanso de los caballos, antes de detenerse para comer, el Marshall conocía bien la ruta a seguir. Esperaba llegar a un cañón donde protegerse del sol, conocía una cueva resguardada donde podrían descansar o quedarse a pasar la noche sin sorpresas.
Desde los cientos de metros de avanzadilla que cabalgaba el Marshall, vio un hecho que le sorprendió y decepciono al Marshall Williams, ya que no esperaba que Sarah le desobedeciera, incluso él a pesar de su buena reputación, se encontraba algo fatigado al tener que ocuparse de siete chicas jóvenes, así como de dos mujeres adultas maduras como la Sra. Hanson o su comisaria Sarah, al verla donde iba cabalgando tendría que volver a castigarla, pues él le había dado instrucciones muy concretas y claras a su ayudante Sarah, que debía cabalgar detrás cerrando el grupo, para así poder controlar mejor a las muchachas indias, pues las conocía muy bien sabiendo que en cualquier momento podrían intentar su fuga, sobre todo la más rebelde de ellas Pluma Gris, pues era consciente de su temor hacia su madre, al hallarlas la noche anterior en aquella cueva natural sin caballos, dedujo que se habían escapado del poblado siendo el motivo, por lo que fueron sorprendidas al esconderse en la cueva, seguro que les habían escuchado llegar, pero al escapar no debieron poder hacerse con caballos, por ello se ocultaban, las muchachas no podían esperar que el Marshall pensara pasar la noche en esa cueva, por tal motivo se habían dejado sorprender en el interior.
Sorprendiendo a la comisaria Sarah… aunque no sorprendió a las muchachas indias, tras bajar una de las vaguadas del camino, se había ocultado esperando dejar pasar a la comitiva, apareciendo de la nada de improviso al lado de Sarah. Viendo la cara de sorpresa de Sarah al verle aparecer de la nada a su lado. El Marshall cabalgo durante unos minutos a su lado sin decirle nada, aunque Sarah no dejaba de observarle preocupada, sabía que la había descubierto infringiendo sus órdenes y eso le costaría caro. El Marshall al cabalgar a su costado izquierdo, pudo escudriñar con su mirada averiguando el por qué le había desobedecido. Descubriendo aquel interés de ella por viajar tras el carro, en vez de hacerlo en la retaguardia controlando mejor a las muchachas indias. En el interior del carro las hijas de la Sra. Hanson se habían levantado sus vestidos, así como las tres se habían bajado sus bragas mostrando sus rojos traseros, viajando echadas boca abajo en el fondo del carro y como se lo acariciaban pasando sus manos. El Marshall la miro con cara de pocos amigos, aquella mirada hizo a Sarah estremecerse pues no iba a salir muy airosa de aquella situación, sus mejillas se turbaron de vergüenza cuando el Marshall descubrió a las chicas, así como por qué su comisaria iba tras el carro, luego la miraba a ella.
No tardando en comprobarlo cuando el Marshall acercando más su caballo al de ella por su izquierda, la agarró del brazo con su mano derecha atrayéndola hacia él, echándola sobre su regazo atravesándola sobre el cuello del caballo, ella ni tan siquiera reacciono ante aquella maniobra, pues sabía que le iba a costar caro haber desobedecido. Sarah con la grupa bien expuesta, colgando su cuerpo así como sus brazos hacia el suelo por el lado izquierdo del animal, y sus piernas inertes colgaban por el derecho, notando los movimientos que hacia el Marshall con su mano derecha, aunque no pudo ver como se desabrochaba la hebilla de su cinturón, aunque lo intuía por sus movimientos lo que hacía, pero no pudo ver como lo extraía de las presillas de su pantalón, pero no tardo en sentir en su robusto, firme y redondo trasero, el cual sus pantalones Jean´s lo marcaban como una segunda piel, cuando sintió arder con los primeros azotes del cinturón, como le abrasaban el culo como si le hubiera puesto brasas al rojo sobre su trasero, sin poder hacer absolutamente nada por evitar o recibir aquella inesperada azotaina, mientras cabalgaba el Marshall le iba asestando buenos y fuertes azotes, mientras que Sarah su ayudante solo podía gemir de dolor cada vez que sentía el impacto en su trasero. Cuando el Marshall considero que ya le había caldeado bien el trasero, la izo agarrándola por las axilas manteniéndola con su brazo derecho arrimada a su cuerpo, para poco después soltarla sujetándola por sus hombros y luego de sus brazos hasta que sus pies alcanzaron el suelo, momento justo que el Marshall detuvo su caballo para dejarla libre en tierra. A lo que Sarah inmediatamente se llevó sus manos al trasero, frotándose con vigor con las dos manos resoplando aire por su boca, dado el intensísimo fuego que sentía en el culo.
(Marshall) -. Eso te enseñara a no desobedecerme, te había ordenado ir detrás de las muchachas para poder controlarlas, para que no pudieran escapar, pero has preferido ir tras el carro para verles el culo a esas niñas, debería darte vergüenza mirarles el culo rojo cuando podrían ser tus hijas, pues tu hija Alberta es de la misma edad que ellas. En breve nos detendremos a comer, y te volveré a recordar lo que te ocurre si me desobedeces!!!
La Sra. Hanson al doblar a la derecha al tener que esquivar unas rocas en su trayecto, había detenido el carro tras escuchar el sonido de los azotes que llamaron su atención, y puesta de pie en el pescante observaba como le daba a Sarah los últimos azotes, viendo después al Marshall como se le acercaba por la izquierda del carro, al tiempo que se iba poniendo el cinturón de nuevo. El Marshall se detuvo al colocarse al lado del pescante del carro, viendo como la propia Sra. Hanson aprovechaba el estar en pie en el pescante, para sobarse el trasero antes de que llegara a su altura y se pusiera hablar con la Sra. Hanson…
(Marshall) -. Veo que consiente a sus hijas demasiado, me había hecho a la idea que era usted más estricta e inflexiva con ellas, que no las perdonaría tan rápidamente su error.
(Sra. Hanson) -. No comprendo porque ha llegado a esa conclusión, al parecer juzga usted mal a las personas, sin conocerlas previamente. Mis hijas dice usted? Las voy a tener castigadas semanas por lo que hicieron, no se puede olvidar a las personas decentes que dieron sus vidas por protegerlas.
(Marshall) -. Ha echado alguna ojeada a sus hijas en el trayecto?
(Sra. Hanson) -. Es difícil echarles una mirada teniendo que conducir el carro, por donde usted se ha empeñado en que vayamos, en vez de hacerlo por el camino que dejamos hace unas millas atrás, por el que ganaríamos tiempo para llegar a nuestro destino, conducir por este terreno con el carro no resulta fácil, llevando a mi hija herida en el interior.
(Marshall) -. Si fuéramos por el camino iríamos levantando polvo, siendo vistos a varias millas de distancia, los indios rebeldes repudiados de sus tribus andan por aquellos riscos, seriamos descubiertos antes de aproximarnos a ellos y sin poder pasar por su territorio sin ser descubiertos. Debería echarles un vistazo a sus hijas, no creo que ir mostrando sus vergüenzas sea forma de viajar.
(Sra. Hanson) -. Como se atreve usted a insinuar eso de mis hijas, ellas son muchachas decentes y… .- En ese instante giro su cabeza a mirar a las hijas viéndolas desnudas de cintura para abajo, algo que las muchachas al ver que las miraba su madre, se arreglaron rápidamente sus ropas cubriéndose. -. Desvergonzadas!! Ya hablare con vosotras cuando nos detengamos a comer… Sinvergüenzas!!! Perdone usted, le doy las Gracias Marshall! Por avisarme y discúlpeme por dudar de usted, tiene usted mi permiso para volverlas a zurrar cuando nos detengamos! Eso por desvergonzadas!!! Al parecer sus traseros no les duelen lo suficiente… ha castigado a su ayudante por ir mirando a mis hijas?
(Marshall) -. Por mirar a sus hijas desnudas precisamente, No! La he calentado sus posaderas por desobedecerme… Aunque tengo pensado hacer que se arrepienta cuando nos detengamos a comer, de hecho van a desear todas el no llevar sus traseros al descubierto…
Unos minutos después entraban a un angosto desfiladero, tras cabalgar unos veinte minutos por él, llegaron a donde el Marshall tenía pensado detenerse. Sarah al descubrir el lugar en el cual iban a descansar, su cuerpo se estremeció al llegar, pues su trasero muy dolorido de cabalgar toda la mañana, como también dolorido tras la azotaina con el cinturón, ese lugar resultaba ser pintoresco por su extensión, donde además se podía ver una cueva al fondo bien protegida, al no haber otra posible entrada, por lo que no sería necesario montar guardia, pues estaba muy bien camuflada al igual que protegida de visitas inesperadas, pues solo existía un acceso que daba una estrecha entrada, suficiente para el paso del carro quedando bien guarecido, además no sería necesario buscar un rio para buscar agua, al entrar había como un pequeño oasis formado de forma natural, con un pequeño grupo de árboles y vegetación que resultaba extraño ese oasis en medio del desierto, con buen pasto para los caballos. Sarah miraba en todas direcciones esperando localizar al Marshall, pues no lo veía cerca resultándole extraño el no verlo. Al entrar con el carro lo pusieron orientado hacia la salida, una vez hubieran desenganchados los caballos, el carro bloquearía la única entrada al lugar, las chicas indias fueron ayudadas a descender de los caballos por Sarah, ayudando posteriormente a Sarah a desenganchar los caballos del carro poniéndolos a pastar, teniendo pasto y agua fresca gracias a un arroyo que surgía de las rocas al fondo en la pared de piedra del desfiladero, el paraje que se habían detenido era como un pequeño cañón todo rodeado de piedra, dicho arroyo desaparecía bajo tierra a pocos metros. Las muchachas habían descendido del carro a estirar las piernas sobándose sus traseros, mirando hacia todos lados por si su madre cumplía su amenaza unos minutos antes, estaban ayudando a su madre a bajar víveres del carro, para preparar algo para comer. En ese momento entraba el Marshall andando llevando su caballo de las riendas, poniéndolo a pastar con los demás una vez lo hubo desensillado.
Las chicas al verle llegar corrieron a guarecerse en el interior del carro, maniobra que no les valió de mucho, pues su propia madre las hizo detenerse antes de poder subir al carro armada con una vara arrancada de un arbusto seco, dándole azotes en sus traseros sobre las faldas de sus vestidos, no tardando en retroceder poniéndose alrededor del centro del lugar, donde las cinco muchachas indias se habían tumbado en la hierba boca abajo o de costado no apoyando sus traseros, ellas las imitaron echándose en la hierba.
(Marshall) -. Sra. Hanson haga el favor de ocuparse usted misma, que sus hijas se aseen en el remanso de agua del interior de la cueva, con el calor que hace agradecerán el agua fresca. Su hija Jenny que sea la primera, le vendrá muy bien el desinfectar mejor la herida con el jabón, es un buen desinfectante. Así sucesivamente se irán aseando las demás, luego lo hare yo mismo, una vez Sarah pueda ocupar mi lugar para controlar la vigilancia del campamento, con su estimable ayuda Sra. Hanson.
Pasado un tiempo el cual dedico a castigar a Pluma Gris por intento de fuga esa mañana y a su comisaria de nuevo dándole una azotaina con el pantalón bajado. El Marshall vio salir a las chicas con sus cabellos mojados, saliendo de la cueva llevando a su hermana menor acomodándola bajo la sombra de un árbol, el mismo que el Marshall Williams permanecía fumando un cigarro echado en la hierba, fijándose en ellas las observaba sorprendido… Las chicas solo llevaban puesta una camisola y braguitas.
(Marshall) -. Chicas! Vuestra madre os ha visto como vais casi desnudas en ropa interior!
(Sra. Hanson) -. Disculpe Marshall! Las he castigado a permanecer así en bragas, por su comportamiento en el interior del carro, espero que no le incomode a usted ver a unas niñas en braguitas…
(Marshall) -. Ejem… No, señora! El que ellas estén en ropa interior no me molesta en absoluto, pues después de la comida me encargare de ellas, tal como me ha solicitado usted que tome medidas disciplinarias, para ello les bajare sus bragas mostrando más de lo que enseñan ahora. Pero si me molesta que usted señora no se haya vestido…
(Sra. Hanson) -. No me dirá que le escandalizo? Usted me ha levantado mi falda esta mañana, bajándome las bragas para darme una azotaina que según usted me merecía! No le tengo en cuenta el que me haya castigado como una niña, pero no comprendo ahora su protesta… o por qué se escandaliza…
La Sra. Hanson al igual que sus hijas, llevaba una corta camisola que no le cubría el ombligo, llevando puestas unas bragas blancas de encaje, tras las cuales se transparentaba el vello negro de su entrepierna en contraste con su negra y hermosa cabellera que le cubría los hombros, hablando abiertamente manteniendo sus brazos en jarras, apoyando sus manos en sus caderas como un desplante hacia el Marshall.
El Marshall contrajo sus facciones en su rostro, claramente la desfachatez de la Sra. Hanson le había escandalizado, pero no solamente era lo que se podía observar en él. Pues levantándose de la hierba arrojo el cigarro puro que se fumaba de muy malas maneras, encaminándose hacia donde permanecía la Sra. Hanson, que al verle levantarse se apresuró a encaminarse hacia el carro, pero el Marshall le cortó el paso con dos largas zancadas, agarrándola del brazo izquierdo tirando de ella hacia una piedra cercana, en la cual había dejado su silla de montar sobre ella, en la cual tomo asiento al tiempo que colocaba a la Sra. Hanson sobre sus rodillas boca abajo, antes de que se pudiera dar cuenta protestando, el Marshall ya le había bajado sus bragas blancas de encaje y comenzado a darle una sonora azotaina en su ya colorado trasero. Al tiempo que la regañaba e instruía del porque…
(Marshall) -. Cuando he tomado medidas disciplinarias con usted esta mañana… usted como ha reconocido se la había ganado… al igual que se la acaba de ganar de nuevo ahora… Con la diferencia que en la mañana, he tratado que ninguna de sus hijas viera como su madre era castigada, todo lo contrario de estos momentos que le estoy dando la azotaina que se merece en su presencia! Porque durante el calor de una azotaina, si desnudo el trasero a una mujer, lo hago expresamente en la efectividad de la azotaina, y que esta tenga sus resultados esperados de disciplina!!! En su caso está claro que no ha aprendido nada, pero no se preocupe Sra. Hanson! Que va aprender la lección de humildad que tanto le hace falta… pues le voy a poner su trasero tan colorado… que no se va a poder sentar en varios días… Puesto que no me molesta en absoluto que unas niñas estén en ropa interior, pues a mis ojos solamente veo a unas niñas, que para mi edad podrían ser mis hijas. Pero usted Sra. Hanson podría ser mi esposa, y de serlo, no le consentiría el pasearse en paños menores, sin ocuparme de usted como se merece, por lo visto su marido que en paz descanse no le enseño buenos modales, pero con su permiso me encargare personalmente de inculcarle esos valores…
La Sra. Hanson estaba recibiendo una sonora azotaina en su trasero rollizo, viéndola sus hijas como de rojo se le estaba poniendo el culo, no habiendo perdido detalle como colocaba a su madre el Marshall sobre sus rodillas y le bajaba las bragas dejando a sus miradas su ya muy colorado trasero. A cada azote que recibía en el culo miraba hacia sus hijas, viéndola ellas que apenas se movían sus labios para protestar al sentir los fuertes azotes que le administraba el Marshall. Aunque sus ojos si se apreciaba cierto brillo en ellos, lo que significaba para sus hijas que la azotaina le estaba doliendo, pues la conocían bien de otras veces que habían visto como su padre la zurraba en su presencia, y que aquel brillo en sus ojos significaba para ellas, que su madre estaba al borde del llanto.
El Marshall Williams con el calor de la azotaina se le estaba cansando la mano, pues la mujer a pesar de su edad de cincuenta y dos años, tenía un rollizo trasero siendo para su edad muy firme y prieto, sus nalgas con sus fuertes azotes que le daba, notando que su mano estaba sintiendo los efectos de la calurosa azotaina. Por ello introdujo su mano derecha entre las piernas de la Sra. Hanson, alargando su brazo para con su mano derecha poder alcanzar el cepillo de madera que llevaba en la caña de su bota de montar. La Sra. Hanson alarmada al sentir el brazo entre sus muslos, pensó que fuera a tocar sus partes íntimas indefensas, por lo que volvió su cabeza hacia atrás viendo su intención. Al ver que iba a coger el cepillo, cerró sus muslos atrapando así su brazo. Ante esa tenaza de los muslos de la Sra. Hanson, atrapando el brazo derecho del Marshall inmovilizándoselo, sin pensarlo un momento, con los dedos de su mano izquierda le dio un pellizco en los labios vaginales, ante la sorpresa de su gesto, así como el dolor por el pellizco en sus partes íntimas, abrió sus muslos liberando el brazo derecho del Marshall, que comenzó a darle fuertes y muy sonoros azotes en el culo con el cepillo de madera. Rompiendo a llorar del dolor en el culo al recibir el cuarto azote… agitando sus brazos y piernas del intenso fuego al poco… algo que hizo que sus bragas acabaran saliendo por los aires despedidas de sus pies por la violencia de su pataleo.
(Sra. Hanson) -. Por favor…Auu… Me vestiré!! Auu basta!!! Me vestiré!!! Ayee Ayee… Me pongo el vestido!!
(Marshall) -. Nada de eso Señora!! Ahora es usted la que va a estar castigada a ir sin bragas!!! Así aprenderá a comportarse como la señora que es!!! Cuando acabe de calentarle el culo como se merece… Además suprimiré ocupándome de rasurar ese vello de entre sus piernas, para su mayor vergüenza, así aprenderá a comportarse como una dama…
La azotaina continuaba haciendo llorar no únicamente a la Sra. Hanson, también lloraban sus hijas al ver como su madre era castigada, pues ni en vida de su padre habían visto a su madre llorar de aquella forma, aunque la habían visto llorar cuando la castigaba su padre, pero él solía detenerse en esos momentos, en cambio el Marshall continuaba dándole la azotaina a pesar de cómo lloraba. Sus nalgas las tenía súper coloradas de un rojo escarlata muy brillante, con zonas en el centro de ellas con tono más oscuro, cuando por fin se detuvo el Marshall de darle la azotaina, se puso ella misma de pie frotándose con vigor el culo, sin importarle que su sexo estuviera al aire.
(Marshall) -. Haga el favor de dejarse de sobeteos, y colóquese junto al carro castigada! De cara al carro, mientras mi ayudante con ayuda de sus hijas preparan algo de comer… Ahora iré a encargarme de cumplir lo que he comentado hacer, voy a coger los utensilios necesarios… Le garantizo que va aprender usted a respetar mi autoridad…
La hija mayor le miraba con odio al igual que sus otras tres hermanas, que le miraban con claro desprecio, al acercarse a ellas Sarah para solicitar su ayuda obedeciendo al Marshall, pero ellas con desprecio se negaron en redondo a prestar su ayuda… En cierta forma las comprendía que estuvieran furiosas, por como el Marshall había castigado a su madre. Pero si le conocieran bien como ella misma, sabrían que incluso había sido demasiado benévolo. Aunque levantando la mirada hacia la Sra. Hanson, se la podía ver como meneaba el trasero del dolor que debía sentir en esos instantes, no era necesario más que observar como tenía el culo de colorado, así como el centro de sus nalgas se oscurecían claramente moradas.
Pero Sarah estaba incluso mucho más dolorida que ella, las chicas mientras se bañaban no habían podido escuchar nada, pero afuera de la cueva estaban sucediendo hechos que las habrían escandalizado mucho más. La pequeña Pluma Gris había sido castigada con el cinturón, habiéndola hecho que ella misma se tuviera que bajar las braguitas de algodón blancas con dibujos de amapolas o de unas flores similares, así como tener que inclinarse sobre la silla que había castigado a su madre hacia unos instantes. Las muchachas pieles rojas no solían tener la vergüenza de las chicas de rostros pálidos, pero en esta ocasión Pluma Gris llegado el momento de bajarse las braguitas, había mostrado reticencia de obedecer al Marshall.
Al igual que había tenido que hacer ella misma poco después, el tener que bajarse sus ajustados pantalones, pasando la vergüenza de tener que colocarse ella misma sobre las rodillas de su jefe, y recibir una azotaina muy dolorosa con la mano, por el estado de sus nalgas. Por ello debió mostrarse fatigado al dar la azotaina a la Sra. Hanson, pues acababa de castigar a Pluma Gris con el cinturón, y a ella le acababa de dar una azotaina con la mano, pues tan solo hacía unos minutos la había castigado con el cinturón, al colocarla sobre el cuello de su caballo dándole la azotaina con el cinturón mientras cabalgaba. Pero al menos a ella le había permitido poder quitarse el pantalón, cambiándolo por un corto pareo indio que mostraba al inclinarse levemente sus braguitas rosas de algodón con unos dibujos en relieve de rosas de un tono más oscuro haciéndolas resaltar sobre la tela de algodón.
Sarah no deseaba crearse enemistades con las chicas, acudiendo al Marshall solicitando ayuda con las chicas al no prestarle su ayuda, si hubieran sido pocas bocas a comer, se hubiera encargado ella misma de hacerlo, pero eran un total de doce bocas para alimentar, por lo que requería ayuda para preparar la comida. Las chicas se encontraban formando un coro con las muchachas indias, todas ellas echadas sobre la hierba o bien boca abajo tumbadas, como colocadas de costado para no apoyar sus traseros en el duro suelo a pesar de la mullida hierba. Sarah se colocó en el centro de ellas pasando entre las muchachas, y muy avergonzada se levantó el corto pareo, para poco a poco se fue bajando sus braguitas de color rosa haciendo todo tipo de guiños al bajárselas, enseñándole el culo a las chicas que al vérselo se llevaron los dedos de sus manos a sus labios cubriéndose sus bocas, para así ahogar sus palabras ante la visión de sorpresa al verle el estado que tenía su trasero… de haber sido escuchadas por el Marshall se habrían arrepentido… pues se escucharon desde “hijo de…mierd…cabro…capull…” y otras lindezas salieron de sus labios dulces. Incluso las muchachas pieles rojas exclamaron palabras similares en su lengua materna…
(Sarah) -. Como podéis ver mi culo, vuestra madre ha tenido mucha suerte de no acabar mucho peor, de conocerlo mejor como es de estricto. No se le habría ocurrido provocarle como ha hecho, ha sido una gran torpeza por su parte el aparecer ante él en ropa interior, de conocerlo como yo, no creo que se hubiera atrevido… Vais a ayudarme…?
Las muchachas indias fueron las primeras en levantarse para prestar su ayuda, no sin hacer todo tipo de guiños al levantarse de la hierba para ayudarla, al igual que las hermanas las imitaron, pues no veían justo que la comisaria se encargase ella sola de preparar la comida, teniendo el trasero en tal estado, pues lo tenía claramente morado, no teniendo nada que ver el color de sus nalgas, comparándolo con el trasero de su madre que mostraba mucho mejor aspecto. Todas se apresuraron a ponerse a coger ramas secas, llevándolas al interior de la cueva para hacer fuego haciendo un mínimo de humo, en unos minutos ya tenían preparada la comida a base de tocino y unos huevos, así como frutas preparadas para comer. Al estar preparada la comida avisaron al Marshall, el cual había estado ocupado encargándose de la Sra. Hanson. A la cual autorizo que acudiera a la cueva para comer, quedándose las chicas sorprendidas al ver a su madre aparecer, pues todo el vello púbico de su entrepierna había desaparecido, por lo que el rostro de la mujer se la podía ver muy avergonzada, de que mostrara su intimidad a sus hijas. Mientras ellas comían en el interior de la cueva, el Marshall montaba guardia en la entrada del cañón, siendo relevado por su comisaria minutos después acudiendo a comer, mientras las chicas y la propia Sra. Hanson se mostraban silenciosas ante su presencia.
La Sra. Hanson cogiendo uno de los tápers de metal para usar como plato, se retiró hacia un rincón de la cueva iluminado por la luz diurna, acudiendo junto a ella Sarah para hacerle compañía, ya que el Marshall había vuelto a ocuparse de vigilar la entrada después de comer. Mientras las jóvenes estaban todas alrededor del fuego, mientras comían hablaban animadas. Haciendo lo propio las dos mujeres adultas Sarah y la Sra. Hanson.
(Sarah) -. Sra. Hanson, no ha debido provocar al Marshall tan descaradamente, salta a la vista que es un hombre con muy poca paciencia. Debemos tener cuidado cuando el ronda cerca de nosotras, pues por la mas mínima podemos acabar como estamos de doloridas…
(Sra. Hanson) -. Puedes llamarme Jennifer! No soy tan mayor. Pero deberías aplicarte a ti misma esas palabras, pues en las pocas horas que llevamos, he podido ver como te las has ingeniado muy bien, para meterte en problemas una y otra vez. No me pidas a mí, que desaproveche esa oportunidad de estar sobre sus rodillas, esa pedazo de mano te hace arder el culo como muy bien sabes, pues tú la conoces mejor que yo! Pero espero poder disfrutar de ella, como para desaprovechar la oportunidad de sentirla sacudir mi trasero. No hay más que verte guapa! Como llevas el fondillo de tus bragas, por mucho que trates de disimular esa humedad, con ese color rosa de tus bragas se ve a la legua que las tienes empapadas. Me duele el culo de lo lindo, pero no te extrañe que antes de que acabe el día, haga lo que sea necesario para ganarme otra zurra. No imaginas como echaba de menos una buena azotaina… desde que falleció mi marido nadie ha osado a tocarme, aunque en la caravana hice méritos para ello, pero el guía no deseaba ponerme en evidencia, aunque a mis hijas si las castigo varias veces demostrando tener buena mano.
(Sarah) -. Sus hijas lo saben?
(Sra. Hanson) -. No! Ellas aún son demasiado jóvenes para haber descubierto estos placeres, pero como estemos muchos días junto al Marshall, no me extrañaría que lo descubrieran, sobre todo la mayor Lidia creo ya se le ha despertado, aunque disimula muy bien, pero ya la he sorprendido masturbándose más de una ocasión, una de ellas mientras espiaba desde el interior de carro, a nuestro guía por una abertura del toldo, como le daba una azotaina a su hermana Carla, aunque no quise regañarla pues yo estaba haciendo lo mismo, y me descubriría poniéndome en evidencia delante del guía. Tú debes saberlo, pues el Marshall te ha sorprendido espiando a mis hijas… de haberte descubierto yo, me habría encargado de ponerte el culo como lo llevas…
(Sarah) -. Lo lamento si la he podido ofender por haberlo hecho, pero las escuchaba reírse entre ellas desde mi posición, teniendo en cuenta como les ha puesto el culo a las tres con el cepillo esta mañana, no era lógico esas risotadas… Al acercarme sigilosamente las he podido ver como se reían, viéndose la una a la otra como se tocaban e incluso entre ellas mismas acariciándose, incluida la pequeña Jenny. La cual les estaba contando como había disfrutado viendo como la tenía a usted bajo el brazo el Marshall, con la falda levantada y las bragas bajadas, como había podido ver sin perder detalle alguno cuando la zurraba con el cinturón, tras haber insultado al Marshall llamándolo monstruo y bestia! Por cómo se reían todas, la pequeña estaba fingiendo estar grave por su herida, cuando en realidad le molestaba muy poco, viendo como la pequeña Jenny le daba azotes con el brazo herido a una de sus hermanas.
La Sra. Hanson cambio radicalmente el semblante de su rostro, estaba claro que le había disgustado el conocer los comentarios de la comisaria, haciendo hincapié en su hija menor. Saber que la pequeña Jenny podría estar fingiendo estar mal, cuando al parecer la realidad no era así. Pero lo que realmente la disgusto, fue conocer que se hubieran estado mofando de su propia madre a sus espaldas, eso la debió de doler en su fuero interno o su orgullo, es lo que pensó la comisaria Sarah al verla cambiar su semblante del rostro.
Al verla levantarse del duro suelo de piedra, donde había permanecido comiendo echada de costado. Al levantarse lo había hecho como si no sintiera molestia alguna en su trasero, del enfado que llevaba la mujer. Caminando a buen pasó, hacia el interior de la cueva donde se encontraban las chicas comiendo. Justo a unos metros de ellas, apenas a cuatro pasos se detuvo, instante antes de que las chicas pudieran notar su presencia. En su mente le vinieron las imágenes de la vergüenza que había pasado, cuando el Marshall le autorizo reunirse con sus hijas en el interior de la cueva para comer, teniendo que pasar por delante sus hijas más desnuda de lo que nunca había estado ante ellas, pues siendo niñas se habían bañado con ella infinidad de veces en el rio desnudas, destacando de ellas el espeso vello púbico que solía llevar desde adolescente. En cambio la habían podido ver como lo llevaba en esos momentos, como cuando ellas eran unas chiquillas pudiendo ver la sorpresa en sus rostros, con su pubis visible al llevarlo recién rasurado. La vergüenza le hizo retroceder sobre sus pasos, encaminándose hacia la salida del cañón donde montaba guardia el Marshall. Al verle sentado en una roca fumando un cigarro, cubriéndose el sexo con las manos avanzo hacia él…
(Sra. Hanson) -. Marshall puedo acercarme para hablarle?
(Marshall) -. Si usted desea hablar puede hacerlo, pero aquí fuera pueden haber miradas indiscretas, pues allá arriba pueden haber indios observándonos, mejor será que no salga sin ponerse algo encima, sobre todo ropa que no destaque su figura femenina, si descubren que hay mujeres de rostro pálido, seguramente nos atacaran de inmediato, mi presencia les puede hacer intimidar hasta cierto punto.
(Sra. Hanson) -. Indios? Voy a ponerme algo inmediatamente…
El Marshall Williams sonreía para sus adentros viendo a la Sra. Hanson dirigirse al interior del carro a buen paso, desde su posición la podía ver caminar moviendo su coloradísimo trasero, así como se agitaban sus coloradas nalgas por sus largas zancadas, la verdad es que la señora estaba de muy buen ver, viéndola como se masajeaba el trasero al subir al carro, ya que debió suponerle un esfuerzo sublime subir a él, con el trasero en su estado. Pocos minutos después volvía a verla aparecer hacia él con un vestido verde turquesa, mientras ella al caminar se llevaba las manos al trasero, con el gesto claro de aligerar la presión de la ropa interior a través del vestido, molestias que debía sentir por la presión del elástico, pues debía de haberse puesto bragas y con la inflamación de las nalgas notaba la presión del elástico muy presente, pues su rostro era todo un poema de muecas y guiños mientras se iba acercando viéndose observada, pasando a sobarse el culo con ambas manos disimulando, aunque en su rostro se vislumbraba su vergüenza.
(Sra. Hanson) -. Al parecer se lo está pasando usted en grande viéndome caminar dolorida?
(Marshall) -. Sra. Hanson! Si le duele el trasero por haberla castigado, no me culpe a mí de ello… Que esperaba que hiciera viéndola a usted desnuda? Esa es una ofensa a mi persona no solo como hombre, también como autoridad del estado! El que a las chicas las haya castigado usted a estar en ropa interior, en cierta forma tiene su lógica al haberlas sorprendido desnudas en el interior del carro, son sus hijas! Usted como madre sabe mejor que nadie sabe cómo debe disciplinarlas. Pero esa misma conducta a usted no se la tolero, esa no es la conducta y mucho menos los modales que debe mostrar una dama! No es lo mismo que la baje sus bragas para calentarle el trasero, que el mostrarse desnuda por pura descortesía hacia mi persona, o es que se cree usted que no conozco las causas de su desfachatez… Hacía mucho que no recibía usted una buena azotaina? Solo había que verle el fondillo de sus bragas para ver lo excitada que estaba usted!!!
(Sra. Hanson) -. No sé a qué se refiere…
(Marshall) -. Es que ahora me va a venir con el cuento de estar avergonzada? Bueno… Si no desea responderme no tiene importancia, ahora… Que ya está usted vestida decentemente, que es eso que desea hablarme y no puede esperar?
(Sra. Hanson) -. Deseaba hablarle de mis hijas. Cuando ha sorprendido a su ayudante espiando a las chicas, ha podido escucharlas hablar que comentaban?
(Marshall) -. No! No he puesto atención a lo que pudieran estar hablando, pero lo que fuera debía de resultarles muy gracioso por cómo se reían…
(Sra. Hanson) -. No ha visto si estaban haciendo cochinadas entre ellas? Su comisaria me ha comentado algo que me ha dejado estupefacta! Ella… alega que se había acercado al carro, por motivo de esas risas. Al acercarse a ellas, al parecer las ha visto haciendo cosas muy indecorosas entre ellas, que además mi pequeña Jenny les estaba relatando el cómo me ha castigado usted esta mañana, se reían de su madre y además se tocaban entre las piernas la una a la otra, incluida la pequeña Jenny… Cree usted que pueda estar fingiendo que está mal por su herida, cuando no es así? lo cree usted posible?
(Marshall) -. Posible sí que lo puede ser. La herida podía resultar ser escandalosa por la sangre en sus ropas, la flecha clavada que tenía en el pecho, daba la impresión en un primer momento de ser más grave, pero era apenas la punta lo que ha causado un pequeño corte por la flecha. Ya que esta, la tenía clavada en el medallón que llevaba puesto, es lo que se ha llevado la peor parte, por ello se le mantenía la flecha clavada, si no fuera por el medallón, su hija ya no estaría en este mundo, tiene una herida muy superficial sin importancia, ya ha visto que enseguida nos hemos puesto en marcha, de haber sido grave realmente, nos hubiéramos quedado donde estábamos. Quizás era más el miedo que tenía la muchacha, que la herida en sí misma, por ello estaba algo conmocionada, la verdad es que se ha debido llevar un buen susto. Pero una vez que la he atendido y ella ha podido verse que no tenía más que un pequeño corte por el que ha sangrado, pero cuando la he atendido ya había dejado de sangrar. Quizás tenga usted razón y que la haya engañado fingiendo estar delicada, pero el susto era real desde luego. Cuando dice cosas indecorosas a que se refiere en concreto?
(Sra. Hanson) -. Pues según la comisaria Sarah Wilson, las ha visto masturbándose la una a la otra tocándose íntimamente entre ellas, mientras se mofaban de cómo lloraba su madre…
(Marshall) -. Por el tono de sus palabras Sra. Hanson! Me lo está contando para que tome medidas disciplinarias con sus hijas? Comprenda usted que yo no soy su padre, y que sus hijas no están bajo mi tutela, están bajo mi responsabilidad de que no les suceda nada malo mientras yo sea la autoridad, al igual que lo están las muchachas indias, usted misma o mi comisaria Sarah. Pero no es de mi responsabilidad el controlar o evitar que se masturben ellas o entre ellas, a no ser que lo hagan estando castigadas por mí, entonces estarían bajo mi responsabilidad de Marshall, y si! En ese caso tomaría medidas disciplinarias contra ellas, pero en este caso es asunto de usted como madre. Yo a mis ayudantes si las he castigado por masturbarse en horas de trabajo, pero lo que hagan en sus horas libres es cuenta de ellas.
(Sra. Hanson) -. Le comprendo que no es su responsabilidad… Pero si yo se lo pido que se ocupe de ellas usted, que me dice entonces? Hasta ahora lo ha hecho usted… Incluso me ha castigado a mí y yo soy persona libre de vestirme como guste hacerlo, sin necesidad de que usted me castigue por ello, eso solo lo haría un animal…!!!
(Marshall) -. Sra. Hanson haga el favor de no jugar conmigo y con las palabras, o se va a encontrar sobre mis rodillas de nuevo, y en esta ocasión seré mucho más severo con usted!!! De hecho se está mereciendo esa azotaina! Por hablarme de ese modo!!! Pero antes de ponerla sobre mis rodillas de nuevo, le voy hacer una aclaración del porque hago las cosas, y porque la voy a castigar de nuevo ahora!!! Si un facineroso o ladrón roba un banco y me dispara, yo respondo disparando matar si es necesario, para la integridad de mi vida o de mis conciudadanos. Si una señora sale a la calle en paños menores, como autoridad que soy del estado, tomo medidas disciplinarias con ella porque tengo esa autoridad y la obligación de mantener el orden en el estado. Si usted sale en paños menores de su carro y lo hace por descuido cubriéndose después rápidamente, lo tomare como un descuido inocente, pero si sale desnuda del carro o cueva, estará usted infringiendo la ley y el buen orden de la naturaleza, ocupándome en el acto de tales hechos. Al igual que en estos momentos la voy a castigar por hablarme de malas maneras, faltándome gravemente el respeto a mi autoridad, porque es muy diferente que me pida usted mi ayuda a disciplinar a sus hijas, a que me lo este ordenando como si yo trabajara para usted… Y ahora levántese la falda del vestido, acérquese que le voy a enseñar modales…
El Marshall poniéndose en pie empezó por desabrochar su cinturón canana con su revólver, para a continuación dejarlo sobre la roca cercana. Mientras la Sra. Hanson aún no se lo podía creer, apenas hacia una hora había recibido una azotaina con el cepillo de madera, viendo aterrada como el Marshall volvía a sentarse sobre la roca, al igual que extraía de la caña de su bota derecha el cepillo de nuevo. Se fue acercando hacia él lentamente, al tiempo que sus manos a sus costados, iba recogiéndose el vuelo del vestido que le llegaba hasta los tobillos, dejando lentamente sus muslos al aire, llevando su falda recogida sujetándola con las manos, se colocó a la derecha del Marshall de pie, con su mirada rogaba al Marshall que no lo hiciera, pero no se atrevió a contradecirle siendo conocedora que se había extralimitado en sus palabras, arrepintiéndose de haberle llamado animal.
Pero el Marshall le demostraba de nuevo que con él no se puede jugar, pues mirándola a los ojos la agarro de la mano izquierda la más próxima a él, dejando el cepillo a su espalda sobre la roca, para tener libertad de su mano derecha para atraer hacia el a la infeliz de la Sra. Hanson. Que se vio en breve de nuevo echada sobre las rodillas del Marshall, pudiendo sentir por los movimientos de sus brazos, como le descubría el trasero de nuevo echando la falda por encima de su cabeza sin llegar a cubrírsela. La mano derecha del Marshall la poso sobre el trasero de la mujer, acariciándoselo trazando círculos por todo su trasero cubierto por unas bragas, que en un primer momento pensó el Marshall que se las debía de haber cogido de su hija mayor, al ser estas de algodón de talle alto cubriéndole todo su trasero, al igual que el ser de pernera baja cubriéndole incluso el inicio de los muslos, uno de los motivos que le había hecho sospechar tal casual sustracción, era causado por los dibujos de rosas rojas muy llamativas sobre el fondo blanco de las bragas. Entreteniéndose acariciándole el culo, podía sentir el calor que emanaban sus nalgas aun de la azotaina de unos minutos antes, así que con cierto descaro por su parte, le paso los dedos de su mano derecha bajando del trasero hacia la unión de los muslos, centrándose en el fondillo de sus bragas que se podía notar al pasar las yemas de los dedos la humedad en ese lugar.
(Marshall) -. Pero que sinvergüenza que estas hecha Jennifer!! No hace ni cinco minutos que te has puesto las bragas, y ya las tienes bien mojaditas, que cochina!!! Y deseas que castigue a tus hijas, por algo que no hay más que escucharte como ronroneas al pasar mis dedos por el fondillo de tus bragas? Cochina! Mira como separas los muslos para que te toque más abajo!!! Serás desvergonzada!!! Ya te voy a enseñar yo…
Con esas últimas palabras comenzó a darle la azotaina merecida, los azotes resonaban en el desfiladero, por fortuna para la Sra. Hanson esta vez estaba recibiéndola pasando inadvertida para las chicas, que se las podía escuchar como cotorreaban en el interior de la cueva, a pesar de la distancia de tan solo unos metros, el sonido de los azotes al estar en la entrada del cañón, este se desplazaba hacia afuera del mismo, hacia el desfiladero de altas paredes de piedra que canalizaban el mismo. La azotaina aunque estaba dándosela con la mano derecha, el sonido era claramente fuerte, por lo que la Sra. Hanson los acusaba con claras muecas de dolor que se dibujaba en su rostro. Pero aunque se podía escuchar como chirriaban sus dientes al apretar las encías para ahogar el dolor, aunque estaba aguantando la azotaina bastante bien, más de lo que ella hubiera imaginado en un primer momento, dada la cara de enfado del Marshall. Después de unos buenos azotes en su inflamado trasero, se percató que por algún motivo que desconocía no le dolían tanto, el dolor era por recibir la azotaina más el estar recibiendo otra azotaina, estando aún bajo los efectos por la azotaina anterior. Dándose cuenta que estaba sintiendo sensaciones claramente en su cuerpo, que la hacían estremecerse de placer sin saber bien la razón. Pues en la azotaina anterior solo había experimentado dolor intenso, en cambio ahora sentía su entrepierna cada vez más mojada, avergonzándose de sí misma, pues se daba cuenta que en breve iba a mojar con sus fluidos los pantalones del Marshall, al sentir como su entrepierna se restregaba una y otra vez sobre su muslo, disfrutando de la azotaina a pesar del intenso ardor de sus nalgas, pues resultaba muy placentero para ella el movimiento de su pubis al ir hacia adelante impulsado por cada azote que recibía, además de poder restregar su sexo en su muslo a través de las bragas, finalizando de forma inesperada en una ola de calor, así como un estremecimiento de su cuerpo al llegar a un intenso orgasmo, que al continuar los azotes en su ardiente trasero, el vaivén hacia adelante y hacia atrás de su cuerpo, debido al impulsar su ingle hacia adelante por la fuerza de los azotes, acabando teniendo hasta tres orgasmos más intensos que el primero, sintiendo en ese momento que cesaba la azotaina en su trasero claramente dolorido e ardiente. En ese momento sintió como la mano del Marshall, le acariciaba su trasero con suavidad trazando círculos por todo su ardiente trasero, así como la punta de las yemas de sus dedos volvían a rozarle la entrepierna, pudiendo notar en el fondillo de sus bragas la intensa humedad de las mismas, sobre todo al mantener sus dedos sobre su sexo moviendo el dedo anular trazando pequeños círculos separando así sus labios exteriores a través de la tela del fondillo de sus bragas, con la caricia de los dedos centrada en ellos, penetrando el tejido en su sexo rozando su granito mágico, el cual la condujo a un orgasmo más intenso mojando aún más sus braguitas.
(Marshall) -. Ya veo que es usted tan cochina como mis ayudantes!!! Pero esto es únicamente para que no me interprete mal, ahora sus hijas no estaban pendientes de usted, por lo tanto he permitido que disfrute de la azotaina, no se piense ni por un momento que no me he dado cuenta esta mañana, cuando le he dado una azotaina en el interior del carro antes de partir. A partir de este momento espero que deje de insinuárseme de nuevo, únicamente para ganarse una azotaina. Por lo que he podido ver con sus movimientos indiscretos, hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo sin necesidad de estimularse… Ahora levántese de mis rodillas, espero no volver a tener que darle más azotes por hoy. Como se nos ha hecho tarde para salir de nuevo aprovechando las horas de luz, pasaremos la noche en este lugar. Si reiniciáramos la marcha para aprovechar las horas de luz, tendríamos que acampar en medio del desierto sin ninguna protección, aquí estaremos más resguardados de visitas inoportunas. Por cierto, me voy a encargar luego antes de cenar de sus hijas, pero no por masturbarse entre ellas o por ellas solas, si lo hago será porque se han reído y mofado de su madre, eso es algo que no se lo voy a consentir, pues le deben un respeto por ser quien es! Ahora levántese antes de que me arrepienta y utilice el cepillo!
(Continuará…)