El sexo te lleva a casa

Supongo que yo solo quería volver a casa. Pero si eso hubiera pasado, no habría una historia. Supongo que solo les hice un favor, y supongo… Supongo que no quería que esto pasara.

Veamos… Supongo que yo solo quería volver a casa. Pero si eso hubiera pasado, no habría una historia. Supongo que solo les hice un favor, y supongo… Supongo que no quería que esto pasara.

Yo, Clara, soy una mujer bastante fuerte. Me refiero a que, no cualquiera me baja los ánimos, se hacerme respetar. Tengo carácter. No es que los hombres me huyan, a pesar de todo, cualquiera se transforma cuando tiene a su lado a la persona que desea. ¿O me equivoco?

Tengo 25 años, vivo sola, tuve, tengo y siempre tendré un ex que no dejará de rondar por mi vida. Dentro de todo, soy una chica tipo de 25 años. Trabajo unas calles afuera del centro, por el momento de secretaria, mientras estudio abogacía. Siempre que salgo del trabajo me tomo el taxi que contrato todos los días para que me pase a buscar, ahí fue donde empezó todo.

Estaba a fin de septiembre, por lo cual, sabemos que las billeteras andan medio vacías, no tenía mas que 5 pesos y había olvidado de pasar por el banco. Confiando en que saldría a las 9 y me iría a casa a darme un baño de agua caliente y sin molestarme por pagar, debido a que lo pagué por adelantado, mi confianza me decepcionó.

Las 9:00, 9:15, 9:30, Nada. Se habrá demorado. No sé que pudo haber pasado. Pero no me gustaban esas calles, por lo tanto, para no dar señales de desorientada, empecé a caminar unas cuadras. Afortunadamente las calles estaban iluminadas.

Después de estar enfriándome mas de una hora y el nudo de mi garganta hacerse notar por la bronca que sentía, decidí entrar al negocio más cercano que vi. O talvez el único.

Un taller de autos. Entré decidida a pedirles un teléfono a un taxi y pagarles con mis 5.

Me encontré con un hombre de una edad bastante cercana a mí, alto, robusto, cualquiera fuera de mi situación hubiera volteado a verlo 2 veces. Pero yo estaba demasiado fría y desesperada.

Hola, tuve un problema con mi taxi, ¿podría usar el teléfono para llamar a otro? Por favor, les pagaré. – Espeté.

Él simplemente se limitó a mirarme de arriba abajo, limpiándose las manos llenas de grasa. Me pareció un tanto asqueroso, pero estaba desesperada por volver a mi casa.

Por supuesto, sígueme por acá, la habitación que está al fondo tiene un teléfono.

Mil gracias.

Y… ¿Qué te ha pasado? A estas horas, es raro ver a una chica por acá.

Nada, es que mi taxi no ha venido y no tengo mucho dinero. Perdón por la molestia.

No lo es, no mientras tenga ojos.

Solo le respondí con una risita, y un desvío de ojos. Algo me decía que no quería entrar en confianza con aquel tipo.

Cuando llegué a la habitación habían tres hombres más en una mesa redonda, tomando unas cervezas y riendo, pero las risas cesaron cuando entré. Y seis ojos mirándome con asombro. ¿Qué nunca habían visto a una mujer? Lo único admirable de mi cuerpo, en mi opinión eran mis partes traseras, pero no estaban a la vista de ellos ya que estaba de frente. Entonces no entendía porque me miraban así y tampoco entendía por qué no trabajaban en su horario.

El tipo detrás de mí, puso una mano en mi antebrazo y me empujó levemente hacia el teléfono, cruzando la habitación, sospeché que él estuviera tratando de decir: Mía. O algo así. Yo endurecí el cuello, miré hacia arriba y empecé a caminar, demostrando que no me iba a rebajar a que todos aquellos ojos me miraran como si fuera una desnudista. Rápidamente tomé el teléfono, pero mis nerviosas manos lo tiraron al suelo y las risas de ellos solo consiguieron aumentar más mis nervios. Lo levanté y marqué, pero no respondía nadie, llamé a toda la agenda de mi celular que tuviera números de taxi, pero nada, entonces recordé que probablemente no atendieran por el horario de servicio. Algo extraño, pero no pensé en ese momento que era algo ilógico. Llamé tantas veces que el precio que mostraba el marcador de teléfono ya era de 10 pesos. No tenía ese dinero. Colgué decidida a irme y buscar una avenida o algo. Le di mis últimos 5 al hombre, las gracias y empecé a caminar.

¡Hey! ¡Te faltan 5! – grito él, quise morir.

Que raro – murmuré tratando de disimular mi poca actuación – Recuerdo haberte dado 10.

No, solo hay 5.

Es que… No tengo más.

Ya veo – me dijo él, luego de un largo suspiro – Y… ¿Con qué me pagarás?

¿Cómo?

Pensé que por lo menos, poniéndose en mi situación me dejaría ir, pero era un tacaño seguro y yo no sabía que hacer.

Eso niña, ¿Cómo me vas a pagar los 5 que faltan?

Eh… No, no sé… No se me ocurre.

¿Quieres que lo piense yo?

Per

Hay otra forma de arreglar las cosas – Me dijo colocándome un mechón del pelo detrás de la oreja, lo que provocó que me sonrojara. Aunque estaba indignada algo en mí había cambiado. Pero no iba a demostrárselo.

No sé de que estás hablando. – Dije en tono de ofendida.

Vamos, yo sé que sabes. ¿Por qué no dejas las vueltas y vamos para atrás?

¡No! Estás loco, yo me largo.

Tú no te vas. – Dijo, y me tomó del brazo con la suficiente fuerza como para dejarme petrificada de miedo. Luego lo dobló por mi espalda, y se acercó a mí hablándome. – Vas a pagarme el favor porque sino no voy a dejarte ir.

Te voy a denunciar hijo de puta.

Cuando salgas haz lo que quieras, no vas a ser la misma después de pagarme el favor, te lo puedo asegurar.

Mi voz se quebró, no tenía idea de lo que iba a hacerme. Tenía angustia, pero no miedo.

¿Qué me vas a hacer? – Dije mirando al piso.

No me respondió, solo escuché su voz respirando en mi oreja, y de repente un tirón de mi pelo que me hizo arrodillarme. Supuse que iba a usar mi boca para su placer. Pero no hizo nada de eso, tiró de mi pelo otra vez y quedé en 4 patas, me provocó incertidumbre.

Ya era hora de que tengamos una perra.

No soy una perra.

Si, lo eres, porque estás para devolverme un favor.

Lloré, odiaba que me rebajen, odiaba que se crean más que yo. Era algo que me encolerizaba. Pero callé, era yo la que estaba en cuatro patas. Y así me tomó del pelo y me arrastró como si tuviera una correa. Otra vez, volviendo a ese pasillo, pero esta vez de una forma diferente.

¡Miren lo que conseguí chicos! – alardeó ante sus amigos.

Esta vez no rieron, solo miraron asombrados de haberme visto salir como una mujer y volver como una puta barata. Yo simplemente bajaba la cabeza, no quería que recordaran mi cara después de esto.

A ver putita si te empiezas a sacar la ropa que queremos gozar de ti.

Lo miré a la cara y con asco le dije todo lo que mi mirada podía expresar.

No estás en condiciones de hacer esto perra, así que mejor te ubicas en tu lugar y yo en el mío. Ahora, desnúdate.

Son unos hijos de puta, cuando salga irán todos a la cárcel.

¿Y quién te dijo que fueras a salir? – Me dijo, yo quede abrumada por un instante pensando en como me había metido en ese lugar. Para mi pasaron horas, para ellos segundos, pero unas manos rompieron mi camisa cansadas de esperar, otras bajaron mi pollera larga, de esas de secretaria. Yo empecé a sacudirme, recién en ese momento me di cuenta de lo que tenía que hacer. Soportar que 4 hombres disfruten de mí al mismo tiempo. No, no lo quería aceptar. Cuanto más me sacudía más manos me tomaban de mis brazos, hasta que se cansaron. Doblaron mis brazos por detrás y los amarraron con cinta. De espaldas al suelo, desabrocharon también mi sostén y vendaron mi boca y la habitación quedó solo con los gritos de ellos, solo de insultos hacia mí, o sobre lo que me iban a hacer. Mientras algunos disfrutaban manoseando mis tetas, yo lloraba, y otros seguían con el trabajo de inmovilizarme. Cuando se cansaron de atarme quedé en forma de L contra su mesa. Con las piernas separadas y atadas a cada extremo de ésta. Tomaron unas tijeras y cortaron mis bragas. Y ahí sí, ya no había esperanza alguna. Solo esperar a que esto pasara.

Ya no pensaba en mi casa, ni en el taxi, ni en mi trabajo. Mi vida se había quedado en la entrada del taller, y ahora solo estaba siendo usada por cuatro desconocidos. Una mano se introdució en mi concha, yo grité pero la potencia de mi garganta se veía opacada por la cinta que tapaba mi boca. La mano empezó a circular por mi sexo, y mis gritos se transformaban muy de a poco en gemidos. Luego de unos 20 minutos, supongo yo, había dejado de gritar, estaba con los ojos cerrados y empezaba a transpirar del calor que me producían esas caricias. Estaba muy excitada, cuando la mano salió de mí. El tipo que me había hecho eso se estaba limpiando mis fluídos en mis nalgas y cuando terminó empezó a manosearlas, maltratarlas y golpearlas. Cuando estuvieron rojas paró.

Ni pienses que vas a tener un solo orgasmo, estás para darnos placer, si quieres el tuyo vas a tener que ganártelo.

Mmmmhh... – No pude soltar más que eso, un suspiro de desilusión.

Ahh, mira la putita como se lamenta. No llegarás a un orgasmo pero vamos a llegar al límite, para que estés más hambrienta.

Mmmm! – Me retorcí, eso era aún peor, ahora necesitaba un orgasmo y no me lo iban a dar.

Tranquila, te vas a divertir chupándola. – me dijo uno de ellos acariciándome el pelo.

Me sacó la cinta, no dije nada, porque sabía que no me convenía.

Muy bien, calladita te ves mejor. Ahora abre la boca.

Eso sí que no… No quería.

Abre la boca. Ya.

No.

-¡Vamos puta de mierda! – Y me retorció un pezón mientras sentía que otro de atrás estaba metiéndome su pija dentro mío.

Grité, sin poder evitarlo. Y en eso, introducieron un aro de metal en mi boca. Lo ataron por detrás, impidiéndome cerrarla.

¿Y ahora? ¿Ahora que vas a hacer? ¿Chuparla? Bueno, aquí tienes perrita.

Metió su verga en mi boca, que asco. Mientras otro me cogía por atrás no necesitaba moverme para chupársela, el de atrás marcaba el ritmo de mi mamada. Y yo, ida por la lujuria no me pareció tan malo, aún así no me gustaba que fueran desconocidos.

Al cabo de un rato, yo estaba agotada, pero al parecer aquellos hombres robustos, no.

Ya tenía semen en mi boca, pelo y cara. Y en mis nalgas y culo. Y yo, a más no poder, sin un solo orgasmo. El semen ahora caía por mis piernas temblorosas y mis tetas eran estrujadas por todas las manos posibles. Ya estaba resignada a ser tratada como un objeto, no me importaba ya. Seguían burlándose de mí, y yo los miraba desde abajo, ya me sentía una perra.

Mi sexo latía de desesperación, y una mano lo notó, se acercó y lo más suave que pudo empezó a rozar mi clítoris. Tan suave era el roce que me estaba desesperando, me daba muchísimo placer y al mismo tiempo no me dejaba llegar al orgasmo. Empecé a sacudirme para aumentar la presión, pero logré que la mano se alejara, y furiosa me sacudí tratando de soltarme. No soportaba no acabar… No podía manejarlo. Otra vez, la mano. Otra vez, la misma suavidad, me concentré en el placer tratando de incrementarlo, al rato aumentó la velocidad y yo empecé a gemir, mis piernas se tambaleaban y me sentía totalmente fuera de mi misma, siendo controlada por una mano anónima, me sentía rebajada. Así… estaba llegando, ya lo sentía, mi cuerpo me lo avisaba. Cuando creía alcanzar el cielo, quedó paralizada, había parado esa mano.

Grité, de frustración, de bronca, no sé. Solo quería un orgasmo, ¿era mucho pedir?

Con mis manos en la espalda traté de llegar a mi clítoris pero me era imposible, estaba en sus manos.

El más alto tomó mi cabeza y la puso contra la mesa, para que me quedara quieta, otro sujetó mis manos y sentí como algo se introducía dentro de mí, pero era frío. No sabía que era, pero me gustaba. Cuando estuvo completamente adentro, seguido de un clic éste empezó a vibrar, un consolador.

Si, se lo olvidó la puta de la vez pasada. Sabía que serviría para algo.

La vibración era débil para el placer que tenía, solo me quedaba gemir.

De repente aumentó, más y más, y estuve a punto de llegar otra vez pero no me sorprendí de que se detuviera. Lloré, y les grité que por favor me dejaran llegar. Pero las palabras se confundían con el aro que encerraba a mi adolorida boca.

Vas a tener que dar algo por ese orgasmo, y lo sabes.

Aahamm

Quiero ese culito de puta que tienes, si me lo das te vamos a dar tantos orgasmos como quieras, sino, sopórtalo.

No… Mi culo virgen no… Muchas se quejaron del dolor, y éstos animales no se que llegarían a hacerme. Un dedo empezó a entrar en él, y yo grité. Luego entraron dos, pero tenían un lubricante, dolió pero no tanto. Gemí.

¿Qué dices? – Me dijo aumentando la velocidad otra vez. – Si dices que sí no voy a parar la vibración.

Me sacaron el aro de la boca, para que pudiera hablar.

Vamos, contesta ahora. Si nos das tu ano, te dejamos los orgasmos que quieras y cuando terminemos te puedes ir. Sino, tendrás que esperar unas horas más.

Por favor, no me lastimen mucho.

¿Eso es un si?

S… Si.

Que maleducada putita, ¿como se dice?

Si por favor.

Y ¿qué mas?

Si… Por favor, les doy mi culo.

Muy bien. Vas entendiendo.

Me pusieron una cinta otra vez en la boca, indicio de lo que iba a gritar. Entraron dos dedos otra vez, para lubricar más. El consolador empezó a vibrar, siendo manejado por uno de los de atrás. Yo no veía nada, no había nadie adelante y no podía girar la cabeza. Cuando me sentí lo suficientemente excitada empezó a entrar la punta de uno de ellos.

Me paralicé, y por más que el vibrador me diera placer, se desvaneció por unos segundos, solo sentí dolor y ganas de volver el tiempo atrás. Grité a través de la cinta, siguió entrando, más y más hasta que estuvo adentro, deseaba que no se moviera, cada movimiento era un gesto de dolor para mí. El tipo empezó despacio, dolor y más dolor.

Pero con 5 minutos, él ya quería más. Aumentó la velocidad, y los empujones se volvieron más bruscos, el dolor fue dando paso al placer hasta que me resigné a tener una verga dentro mío. Luego sentí un líquido caliente esparcirse en mis tripas, y solo asco. Salió una, entró otra. Así, con las cuatro. Siendo usada por cuatro desconocidos y regalándoles mi culo virgen. Cuando terminaron no podía ni gritar más ni abrir los ojos.

Me sentía sucia.

Bien puta, cumpliste. Ahora vas a cansarte de los orgasmos.

Dicho esto, activó el consolador al máximo y la excitación volvió.

Al minuto ya estaba gimiendo descontroladamente y muchas manos recorrieron mi cuerpo, disfrutándome, una de ellas llegó a mi clítoris, otra vez con esa suavidad, reconocí esa mano. Y llegó, tuve el orgasmo más grande de mi vida… Mi cuerpo se estremeció y me tambaleé. Satisfecha, cerré los ojos pero el consolador no paró. Siguió y volvió junto con mi excitación, tardó un poco más pero con los manoseos, golpes y hasta insultos me excité aún más.

Así me tuvieron por media hora. Creo que tuve tantos orgasmos que les tuve que pedir por favor que pararan. No querían pararlo y yo estaba desesperándome, grité y me sacudí otra vez pero solo logre que volvieran a meterme por atrás y por la boca. Ya callada, pararon cuando quisieron, me soltaron. Me desparramé en el suelo. Me tiraron la ropa, toda arrugada, a la cara. Me ordenaron que me vista y salga.

No me dejaron ni darme un baño, con toda la cara, el pelo y el resto del cuerpo lleno de leche, salí vestida como pude. Siguieron manoseándome el culo fuera de la ropa. Hasta que llegó el taxi que me habían pedido.

Me felicitaron por mi cuerpo y por la experiencia, yo solo los ignoré y subí al coche. Le indiqué la dirección al taxista y me fui a mi casa, ya eran más de las 11.

Supongo que yo solo quería volver a casa. Pero si eso hubiera pasado, no habría una historia. Supongo que solo les hice un favor, y supongo… Supongo que no quería que esto pasara.