El sexo no entiende de clases sociales -LA SUBASTA
Continuando la historia del primer relato, ahora se va a celebrar la esperada subasta, en la que estas poderosas familias aprovechan para renovar su servidumbre entre las muchachas de los barrios más humildes, que esperan ilusionadas ser las elegidas para cumplir sus caprichos más depravados.
En el anterior relato sobre las relaciones entre las élites sociales argentinas y la gente más humilde, https://www.todorelatos.com/relato/161047/ quedó pendiente el desarrollo de la subasta de sirvientas que iba a tener lugar en la casa de Juan, con todos sus invitados asistentes a la misma y que tan interesados estaban en poder llevarse a alguna de esas nenas para su casa, ya que alguna de las que tenían se iban haciendo mayores y querían sustituirlas por otras más jóvenes del agrado de los hombres de la casa.
Amaranda había estado preparándolas para la ocasión, después de haberlas bañado, peinado y perfumado para que tuvieran un aspecto muy diferente del que solían tener cuando correteaban por las calles de su barrio, por lo que al ver a las chicas preparadas para el desfile, una de las invitadas comentó con Lidia:
—Son todas muy hermosas las que nos has traído en esta ocasión. No se cómo te las arreglas, pero las subastas que organizáis tú y tú marido son las mejores.
—Bueno, ya sabes los contactos que tiene Claudio, nuestro chófer, en esos barrios. Su mujer Amaranda está haciendo una labor muy importante allí, recogiendo en su casa a todas estas crías desde bien pequeñas y allí aprenden todo lo necesario. Juan estuvo hace poco allí y pudo ver como trabajaba… Según me dijo, esa mujer es puro vicio…. Fíjate que cuando Claudio le llevó de visita a su casa, se encontraron a su mujer en la cama cogiendo con su hijo y ellos allí como si nada, con la leche del crío todavía escurriéndola por la concha, y así se levantó para saludar a mi marido.
—Qué rico….. Me encanta la gente de barrio, son tan naturales….. ¡Oye!, por cierto, luego nos tendrás preparados a algunos chavales para que nos los llevemos a casa también ¿no?
—Sí, claro, cuando termine la subasta de las chicas, todas la mujeres nos reuniremos en esa otra sala para ver a los jovencitos que nos traído Amaranda también. Seguro que alguno os gusta también. He visto que están riquísimos, de los que se te hace la boca agua al verlos; alguno a los que apenas empieza a salirles la leche por la pija, que ya sé que son muy apreciados por muchas de vosotras.
—A mí me encantan esos, Lidia. Me vuelvo loca con ellos, espero que mi marido me deje llevarme a alguno.
Mientras tanto, las primeras aspirantes a sirvientas habían empezado a desfilar, acaparando la atención y los primeros favoritismos para pujar por ellas, comentando un matrimonio:
—¿Cuál crees que le gustará más a tu padre, la morochita menuda o ésta más rubita que ya tiene unas buenas tetas?
—No sé, mi padre ya tiene una edad y a esta rubia va a tener que darla mucha caña para tenerla contenta….Yo creo que la morocha está bien. Es más pequeña y así podrá jugar con ella de una forma más tranquila.
—Sí, tienes razón. Estas muchachas, viniendo de donde vienen, saben mucho ya y no está el corazón de tu padre para estos trotes, jaja.
Clara, la mujer de Armando, uno de los Abogados más famosos de la ciudad, le dice a su marido:
—Ya veo que no le quitas ojo a la rechonchita. ¿Te apetece llevártela?
—Sí, ya me ha estado mirando y he visto mucho vicio en sus ojos. Me recuerda a Marcela, que me la chupaba de maravilla todas las noches hasta que se la llevó tu hermano, cuando se encaprichó de ella.
—Y menos mal que se la llevó, porque te dejaba seco y estuve una buena temporada sin catar tu leche.
—Jaja, no seas tan celosa, que ya sabes que siempre la tenía dura para ti. Y de leche ya estabas bien servida con la que te daban los que nos llevamos la última vez.
—Eso sí, pero sólo se te ponía dura cuando teníamos en la cama a alguna de las otras sirvientas, que eran las que te la preparaban de verdad para mí…..
—¿Fíjate que cola tiene! A esta me la voy a poder coger desde el primer día. Pregúntale a Lidia si sabe si es virgen todavía……
Clara le preguntó a Lidia, pero no lo sabía seguro, así que ella se lo preguntó a Amaranda:
—¿Cómo se llama esta nena que está un poco gordita?
—Inés, es de las más jovencitas, ahí donde la veis….
—¿La han cogido ya?
—Sí, en su casa ya la daban pija, aunque también se la dio mi hijo, porque es muy calentona ella. Siempre fue así, un poco gordita, y por eso empezaron pronto a manosearla hasta que pudieron metérsela.
—Es que mi marido la quiere para cogérsela ya, sin esperar más….
—Claro, sin problema, se lleva una joya…… Está garantizada.
—¿Y aquella otra más delgadita que parece más tímida?
—Hace poco que viene por mi casa y no la conozco mucho, pero veo que cuando los meto en la bañera, se pone a chupar como las demás mientras se frota la rajita con los dedos, así que se nota que la gusta y supongo que algo habrá hecho también en su casa, ya que tiene un hermano mayor.
—¡Ah! Entonces seguro que sí, que la habrán puesto a chupar y le gusta la pija como a las demás……. Es que me gusta para mis hijos, que todavía no son muy mayores, para que vayan aprendiendo con ella.
—Estupendo. A ver si tenéis suerte en la subasta.
Todas las candidatas habían desfilado primero en bikini, haciendo luego otro pase desnudas, por lo que el nivel de excitación era máximo entre los hombres, algo de lo que se alegraba Amaranda, porque eso iba a provocar que a la hora de ofrecer dinero por ellas, pensaran más con la verga que con la cabeza y ella podría ganar más dinero con esas ventas también.
Estas humildes muchachas también tenían mucho interés en ser las elegidas por alguna de esas potentadas familias, por lo que les suponía de mejorar su nivel de vida y así poder ayudar a sus familias también, primero con el pago por su adquisición y luego por el dinero que les podían hacer llegar, una vez familiarizadas con los dueños de la casa, que solían acceder a sus caprichos para tenerlas siempre dispuestas a satisfacer sus vicios.
Bien alentadas por Amaranda, una veterana en estas subastas, que se sabía todos los trucos para aumentar el morbo de los asistentes, las nenas sabían que al final tenían que dejar sus conchitas bien expuestas para poder ser observadas por todos los que tenían interés en saber si habían sido ya cogidas, o si entre ellas se encontraba todavía alguna a la que pudieran estrenar, lo que elevaba su precio, pero hasta que no se las exploraba bien, no se podía confirmar, aunque ellos sabían que cada vez era más difícil eso.
Lidia tenía mucha experiencia en cómo organizar este tipo de fiestas, y por eso eran tan apreciadas en su círculo de amistades, porque sabían que allí iban a poder adquirir el mejor material de la ciudad, por lo que cuando empezó la subasta, las pujas empezaron a dispararse de forma superior a lo habitual, quejándose un poco las mujeres:
—Es una barbaridad lo que estáis ofreciendo por esa mocosa. No sé lo que veis en ella……
Diciendo uno de los hombres que estaba solo:
—Es que esa cría me encanta y mi mujer no me deja llevarme a ninguna a casa y le he pedido a Sebastián que me la guarde en su casa para poder ir a visitarla cuando pueda.
—Ves, mujer. No es para mí. Va a pagarla él, aunque si la tengo en casa, yo también la voy a aprovechar.
—Claro, sin problema. Yo iré cuando pueda y te agradezco que me la cuides bien.
Contestando la mujer de Sebastián, un poco contrariada:
—Y encima tengo que estar cubriéndote y engañando a tu mujer, por no poder decirla que vienes a mi casa a cogerte a esa cría.
—Ya sé que sois amigas, pero tú sabes que ella me deja cogerme a quien quiera, aunque no le parece bien que las tenga en casa y yo respeto eso. Cuando yo iba con tu marido al barrio de las Flores, tampoco la decías nada a ella.
—Por eso le dejé a Sebastián que tuviera en casa a quien quisiera, porque no me gustaba nada que anduviera por esos barrios, con los peligros que tienen, sólo para buscar pendejas que se dejaran coger por unos pesos.
Entre los asistentes, también estaba un señor mayor, con más de 70 años, pero que todavía disfrutaba de la frescura de estas ninfas, y ahora que estaba viudo, no quería privarse de nada, aunque no siempre pudiera responder como a él le gustaría debido a sus limitaciones físicas, pero todas las noches le gustaba tener en su cama a una o dos de ellas para que le hicieran compañía mientras dormía, después de haber disfrutado de ellas y ya había echado el ojo también a dos de las más jovencitas, ya que a su edad, le gustaban así.
Finalmente, todas las que participaban en esa curiosa subasta fueron adjudicándose a los que más pujaron por ellas, llegándose a pagar unas grandes cantidades por Cecilia y Katy, ya que Juan, después de haberla probado, quería quedarse con ella a toda costa y no escatimó nada hasta conseguirlo, recriminándoselo un poco su mujer Lidia:
—¿Te has dado cuenta de lo que has pagado por esa cría? ¿Tan enchochado te tiene?
—Es que es una maravilla, ya sé que es una locura pero es como si me hubiera enamorado de ella….
—¿Qué estás diciendo…? Decididamente has perdido la cabeza…..
Tranquilizándola una amiga:
—No te preocupes Lidia, son caprichos que les dan, como le paso a mi marido con aquella chinita que tuvimos; estuvo una temporada en la que no paraba de cogerla. La verdad es que era una muñequita la cría, pero acabó cansándose de ella cuando se hizo mayor.
Estas escenas de celos eran a veces habituales entre estos matrimonios, ya que veían a sus maridos demasiado ilusionados con esas crías que al fin y al cabo, eran mujeres y veían una competencia en ellas. Por eso, sus maridos, les dejaban tener a algún chico de su gusto en casa, para que pudieran desahogarse también ellas y así poderlas decir que estaban en igualdad……
Por lo que una vez terminada la subasta de las sirvientas que se iban a llevar a casa, las mujeres, guiadas por Lidia, se reunieron en una sala más pequeña, donde Amaranda ya les tenía preparados a unos cuantos muchachos bien escogidos para satisfacer todos los gustos, desde los bien dotados hasta esos que empezaban a estar en esa edad tan apetecible para las maduras señoras, que tanto gustaban a algunas.
Los chicos aparecieron ante ellas, vestidos solamente con unos boxer ajustados, a los que Amaranda ordeno pasar delante de las mujeres para que ellas pudieran tocar y acariciarles a su antojo, antes de decidirse, aunque en principio, sin poder verles la pija, aunque alguna se la sobara por encima, pero antes de que ellas se excitaran demasiado con ellos, les llamó para ponerse delante de ellas, ordenándoles que se bajaran los boxers, quedándose ya desnudos ante esas viciosas mujeres, lo que levantó las exclamaciones de las más entusiasmadas con lo que veían, algunos ya con la pija dura, mientras otros, que estaban más nerviosos, eran ayudados por Amaranda, que enseguida se la puso en disposición a todos, para que las señoras pudieran apreciar su verdadero tamaño y forma, aunque al final, las mujeres en estos casos, se comportan igual que los hombres, queriendo todas tocar lo que tenían delante y probarlo bien antes de decidirse por alguno de ellos.
Entre ellas, las había de todas las edades, aunque las más maduras parecían ser las más viciosas, animando a las más jóvenes, que era la primera vez que acudían a este tipo de subastas, a sobarlos y probarlos bien a todos para ayudarlas a tomar esa decisión y hacer una buena adquisición para poder disfrutarlos de la forma que esperaban.
Lidia y Amaranda también las incitaban a ello, como buenas anfitriona y vendedora:
—Por supuesto, podéis probar al que os apetezca, sin miedo…..
Animándose una de las señoras, llamando a uno de los ellos:
—Ven, cariño. ¿Tú mamá ya te ha sacado la lechita?
Él contestó bajando la cabeza afirmativamente, lo que encendió más a la viciosa mujer que se puso a mamarle la pija dispuesta a sacar una buena muestra del sabor de su semen, lo que quiso acelerar, sacándose las tetas a la vista del crío para excitarlo más, no parando hasta que consiguió sacarle su corrida…..:
—Mmmm, que rico, me encanta, te voy a llevar para mi casa, para que me la des todos los días…….
Las que buscaban uno que las cogiera bien, se inclinaron por los más dotados, mientras las que era más morbosas, partidarias de los juegos interminables con ellos, preferían quedarse con los más jovencitos, para disfrutar de su crecimiento y desarrollo:
—A mí me encanta el rizosito, que tiene la verga bien parada. Mi marido prácticamente no me coge, siempre está entretenido con alguna de las sirvientas. Hasta ha acabado preñando a la hija de una de ellas y se pasa más tiempo en la cama con ella y con la madre que conmigo.
—Eso les da mucho vicio, amiga. Mi marido también es muy vicioso, pero le gusta compartirlo conmigo. Le encanta ver cómo le como la pija a uno de estos y meterlos en nuestra cama para disfrutar juntos mamándole la pija, porque a él le encanta también.
—Que rico os lo debéis de pasar, pero nosotros somos más de hacerlo por separado.
Otra de las mujeres quería asegurarse bien de que el chico que se llevara iba a responder bien a sus exigencias, preguntando a Lidia:
—¿Podría probar al chaval rubito que tiene esa verga tan hermosa? La última vez me llevé a uno que se corría enseguida y me costaba ponérsela dura otra vez.
—Claro, mujer, puedes pasar a esa habitación con él para que tengáis más intimidad. Yo creo que este te va a aguantar bien, porque ya tiene mucha experiencia.
La mujer se desnudó en la habitación frente al crío, que la miraba de forma descarada, demostrando que no se atemorizaba por tener que satisfacer a una mujer madura, ya que seguramente habría estado con varias, entre ellas Amaranda, que respondía por él, y alguna más de su familia.
Primero ella se la chupó para deleitarse con esa pija como a ella la gustaba, mientras se humedecía su concha para la posterior penetración. Se tumbó en la cama y el chaval se le puso encima, haciendo uso de su picardía, pasándole la pija por la concha antes de metérsela, haciéndosela desear más todavía, hasta que de un empujón, la metió de repente, provocando su grito por la sorpresa al recibirla, empezando a moverse el chaval con maestría dentro de ella, confirmándola que sabía lo que se hacía y que la iba a dar muchas noches de placer, aunque tenía miedo de que con su descaro la retara y fuera poco disciplinado, sabiendo el deseo que provocaba en la señora, un rasgo que solían tener estos chicos de la calle un poco más mayorcitos, pero si ella quería una buena verga, tenía que ser así.
Estaba claro que cuando creciera un poco más, iba a sacar lo que quisiera de las señoras ricas que estuvieran con él y se hizo a la idea de poder tenerlo poco tiempo en su casa, pero se había encaprichado de él y quería disfrutarlo el tiempo que fuera.
Había terminado la reunión, con un total éxito, ya que la totalidad de las aspirantes que había llevado Amaranda, habían sido adjudicados a alguna familia, lo que llenó de satisfacción a Lidia, que la felicitó por su buen ojo, una vez más; dándola el dinero recaudado para que se lo entregara a las familias del barrio que habían cedido a sus hijos, llevándose ella también su buena comisión.
(Este relato es un regalo para un amigo muy especial).