El sexo azul

Fantasía erótico festiva sobre la accidentada noche de amor de un matrimonio adinerado y empeñado en romper la rutina.

Ya estamos en palacio y en una de estancias que componen el amplio dormitorio real Don Juan Pablo y Doña Lucía se debaten entre la rutina hasta que algo la perturba.

- ¿Por qué no te vas a dar una vuelta?, estás insoportable, a ver si te dan el alta ya y te vas a hacer algún viaje- Doña Lucía no consigue concentrarse en su labor de bordado y visiblemente molesta intercambia el abanico con las agujas cada dos por tres.

Don Juan Pablo pasea nervioso por la estancia y la mira de la misma forma que observaría un halcón a una musaraña mientras intenta disimular un gesto de fastidio.

- Va, no empecemos otra vez, que ya llevamos tiempo en esto para tirarlo todo por la borda… ¿cuánto hace que no echamos un polvo?- le inquiere de repente.

- Si lo sabes mejor que yo, desde antes de irte a África nada de nada, con las operaciones, follones y demás me tienes a dos velas- responde con deje cansino.

- Tengo una fantasía que me trae muy asesinado últimamente, escucha se trataría de que yo soy un príncipe y tú una periodista que cae rendida a mis pies, se desnuda y…- su esposa no le deja terminar lanzando el abanico al fondo del sillón de enfrente.

- Te gusta tu nuera, estás más salido que antes de las operaciones, pero con una condición, me vas tener que romper literalmente el coño, necesitarás un martillo y te lo digo porque luego no quiero lloros.

- He visto a Portillo esta mañana y me ha dado unas pastillas que vas a ver un martillo hidráulico en acción- Don Juan Pablo le guiña un ojo mientras se dirige hacia la mesilla de noche.

- Que tío, vienes preparado y todo, espera que me quite los pantalones que me vas a hacer correr en la braga bandido.

Don Juan Pablo hizo como que se metía en la cama cuando de repente volvió grupas y dando saltitos se acercó a doña Lucía imitando a un perrito con la lengua fuera. Sin mediar palabra engulló uno de los pezones de la consorte que abrió mucho los ojos y empezó a tocarse el coño a través de la braga –crazy love..- acertó a balbucear mientras con la otra mano preparaba la otra teta para ser lamida.

Los regios pantalones volaron por la habitación, completamente cachondo se subió a la mesa de noche y empezó a menear su pene erecto en todas las direcciones mientras cantaba “bésame mucho” simulando tener un micrófono. Doña Lucía estaba embobada en la cama mirando el pene y se abría de piernas con lentitud para ofrecer a su esposo la mejor panorámica de su vulva inflamada y amoratada sin perder detalle de ese cipote rechoncho y ancho en su base, corto y estrechándose a medida que iba rematando en un glande minúsculo que le asemejaba mucho a un nabo.

A pesar de esto la consorte estaba en un estado de estupor mirando aquella morcilla hinchada a la que solo le faltaba el marchamo, desnuda y abriéndose el coño con las dos manos murmuraba una letanía incomprensible. Don Juan Pablo bailaba algo parecido a la danza del vientre con el calzoncillo haciendo la vez de velo cuando sin darse cuenta se acercó demasiado al borde y un pie se quedó sin apoyo. Cayó como una torre y se desmoronó golpeándose primero en las costillas con el borde de la mesa y luego en la frente con la esquina del somier de la cama que le provocó una torcedura del cuello muy forzada de forma que la nuca hizo contacto con su espalda. Se hizo un silencio solo roto por un murmullo casi inaudible.

- La cadera…- doña Lucía se tapó la boca horrorizada y atónita ante la escena.

Don Juan Pablo se levantó dolorido y aullando muy suavemente comprobó si podía haber alguna fractura o algo grave, pareció que iba a decir algo pero su boca solo formó una “O” y con las manos le indicó a su esposa que esperase un poco. Se frotó las costillas y miró al suelo mientras comprobaba el estado de su polla haciendo un gesto de dolor al contemplar que se había deshinchado del todo, donde antes había un chorizo de Cantimpalo ahora ocupaba el lugar un pellejo apergaminado que más bien parecía un ratón de campo muerto. Doña Lucía dirigió su vista a esa zona y no se pudo reprimir.

-Vete a tomar por culo- un gesto de desidia la hizo hundirse más en el colchón.

El antes majestuoso varón hizo como que no oyó nada y se dejó caer sobre su esposa descansando la cara sobre su conejo

  • No te preocupes que ahora te voy a meter algo en el coño.

- Pero si se te ha bajado del todo la cosa subnormal- la consorte miraba al techo,

-Te voy a abrir en canal, te voy a meter la mano hasta la muñeca- la cara de don Juan Pablo estaba encendida mientras su esposa empezaba a respirar entrecortadamente.

- Mira que eres marrano, méteme algo más gordo joder, ¿qué es lo que vas a hacerme?

  • Te voy a meter una botella de champán ahora mismo- dijo Don Juan Pablo resoplando por la nariz.

Se acercó al teléfono y marcó un solo número si dejar de mirar su esposa.

- Quiero una botella de champán calentada a 37 grados ahora mismo

Doña Lucía se masturbaba como una loca y se metía los dedos en la vagina, los dedos de sus pies con la uñas pintadas de rojo se movían independientes muy cerca de la cara de su marido que miraba fijamente la real paja de su señora y manoseaba inútilmente el colgajo muerto.

Sonaron unos golpes en la puerta de la antesala y el rumor de unos pasos con el tintineo de cristales, antes de cerrarse la puerta se oyó una voz diciendo “a sus órdenes”. Lo que más acaparaba la atención de Don Juan Pablo era la enorme abertura vaginal que la señora le ofrecía estirando los bordes con las dos manos metidas, babeando y con la cara ardiendo fue a buscar la botella de champán, al volver se quedó de pie mirando a Doña Lucía moviéndose en la cama como una epiléptica. Con una mano se toco la polla, nada de nada, la soltó con rabia y se acercó a la mujer que se revolvía como una serpiente.

- Menudo agujero, aquí cabe la de Dios- Don Juan Pablo empezó a introducir la botella por el cuello- porque serás tan zorra

Doña Lucía con los ojos fuera de las órbitas soplaba como si estuviera de parto.

- Que me vas a hacer cochino, cochino, cochino- La cara de doña Lucía estaba a punto de estallar- cochino, cochino, cochinu, cuchido, cuchiduu…CUCHIDUU!!

La hecatombe se abate sobre los amantes de forma súbita cuando incomprensiblemente el tapón de la botella se libera y sale disparado al mismo tiempo que una lluvia de champán a presión desborda por los bordes de su vagina íntimamente ajustada a su grosor. Su gesto se paraliza por unos momentos y torna color azulado mientras su pelvis sigue contorneándose automáticamente ajena a la explosión, después un lloro jadeante que delata que Doña lucía está corriéndose como una calamara. Don Juan Pablo toma la botella y bebe sus restos de un largo trago como un cosaco.

  • Tengo que ir al médico no me encuentro bien. La voz de su señora suena muy quejosa.

-  Yo también Lucía, ¿y a ti que te pasa? ¿al ginecólogo a que te saque el tapón del coño no?- Don Juan Pablo ya empieza a desplomarse poco a poco.

-  No hijo, al médico de la garganta que ahí tengo el tapón ¿y a ti que te pasa?

-  La cadera, que se me ha salido, pero no he dicho nada y he aguantado el dolor como he podido porque me veía dos años sin follar otra vez.

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