El sexo a los 18 años
Un joven de 18 años que está harto de cascársela solo, decide aplicar la economía de mercado para follar.
EL SEXO A LOS 18 AÑOS. O cómo aplicar la economía al ligue
La verdad es que esto del sexo es como una carrera universitaria. Nunca dejas de estudiar y aprender, sólo que se empieza a edades más tempranas. Además, tienes la suerte de que no existe selectividad, bueno quizá no sea exactamente así. La selectividad es natural, al menos para los tíos.
El guapo y simpático liga con facilidad y folla a destajo. Para las chicas es totalmente al contrario: la selectividad la efectúan ellas: eligen al que quieren y los que no estamos a su altura nos tenemos que conformar con el autoservicio.
Pero como en todas las cosas en esta vida, el que no se conforma es porque no quiere. Mi padre, que es economista, dice que todo negocio debe basarse en saber encontrar un segmento de "mercado" en el que "penetrar" adecuadamente para satisfacer las necesidades básicas de sus clientes.
Y yo, que con 18 años, todavía no sé si eso del mercado es donde se compran los alimentos y si eso de penetrar tiene algo que ver con la economía o con el sexo, decidí que ya era hora de comerme un rosco y busqué un segmento de mercado" para "penetrarme" adecuadamente.
De entrada, me propuse hacer una prospección para conocer mejor el entorno dónde tenía que desarrollar mi negocio. Pronto me di cuenta que las 16 chicas de mi clase eran fácilmente clasificables en tres grupos bastante homogéneos:
Las que son guapas y están buenísimas: son las que gustan a todo el mundo sin excepción
Las atractivas: gustan a algunos y dejan a los demás indiferentes.
Las que no quiere nadie: feas, gordas, sosas, remilgadas, etc. Todo un grupito de chicas que por un motivo u otro nadie se fija demasiado en ellas.
De esta clasificación y después de un par de días de estudio de mercado y estrategia empresarial aplicada, decidí que el tercer grupo era el más accesible a mis modestas posibilidades. Además, curiosamente era el grupo más numeroso, 9 chicas, así que dispondría de mayores oportunidades de éxito.
Decidí hacer una clasificación, de mejor a peor según mis preferencias personales y empecé a trabajar sobre Laura, la primera del grupo y número 1 del ranking.
Laura era una chica de belleza indefinible. Aunque no puede decirse que fuera fea, el resultado final del conjunto no destacaba en absoluto, mirases como la mirases.
Como contrapartida, tenía unas tetas y un culo enormes y si no eras muy exigente, se adivinaba un buen polvo entre sus abundantes atributos.
Decidí ir al grano. A la mañana siguiente, viernes, me dirigí a ella y la saludé con la mejor de mis sonrisas, que eran pocas.
Hola Laura, ¿cómo estás? Pensaba que si esta noche no tienes ningún plan en tu agenda, podríamos ir a ver una "peli" al cine y tomar algo luego.
La mirada que me dirigió no tuvo desperdicio: entre incrédula y bobalicona. La verdad es que aunque sólo tardó unos segundos en contestar, me pareció que eran horas...
¿Al cine..? bueno, podríamos ir, no tengo ningún plan para hoy
¡Perfecto! Nos vemos en el multicine a las 10 y elegimos película, ¿de acuerdo?
Vale, hasta la noche -me contestó-
Cuando se alejaba de mí pude comprobar que en el fondo le había encantado la propuesta ya que se sonrojó de manera apreciable. Al cabo de unos pasos, pude ver que se volvía a mirarme de reojo. La saludé amablemente y me devolvió la sonrisa. El plan funcionaba a la perfección.
Por la noche me vestí adecuadamente y puse todos los medios a mi alcance para mejorar mi difícilmente mejorable físico. Mi aspecto era "radiante" cuando llegué al multicine. Laura no se hizo esperar y al cabo de unos minutos apareció vestida para la ocasión. Llevaba unos pantalones ceñidos que resaltaban su "imponente" trasero y un top cortito que además de enseñar su cintura, dejaba adivinar un par de razones importantes para que me concentrara a fondo. Aparte, debo reconocer que la vi de manera diferente a como era un día cualquiera en el instituto: incluso diría que empezó a gustarme de verdad.
Dejé que eligiera un rollo de película, de las que me ayudan a dormir en casa y aproveché la oscuridad de la sala y unas palomitas compartidas, para acercarme a ella de manera romántica. Decidí atacar a fondo. Cogí un par de palomitas y se las puse en la boca con mis dedos. Intencionadamente dejé mis dedos unos instantes más de lo necesario en sus labios para ver su reacción y no me defraudó en absoluto. Laura aprovechó para lamerlos con su lengua unos segundos. Luego se me acercó y me susurró al oído:
Están salados...
No sé si fue lo que dijo, o cómo me lo dijo, pero lo cierto es que en un arrebato de atrevimiento le contesté:
Tengo otras cosas saladas...
La mirada de Laura hizo que me empalmara de golpe y aunque la película siguió rodando, nos dedicamos a saborear los gustos salados de nuestras lenguas, y en medio de palomitas, dedos y algún sorbo de dulce refresco, para calmar fuegos abrasadores, mis manos empezaron a buscar sus carnes más deseadas.
Lo tenía todo preparado y en mi casa no había nadie esa noche. Así que sin esperar al final del rollo que mi amiga había elegido, nos fuimos directos a la cama, a buscar más sabores para disfrutar juntos.
Cuando Laura se desnudó, mirándome fijamente a los ojos de aquella manera, me di cuenta que en cosas de sexo, sabía más de lo que pudiera aprender yo en toda mi vida. Pero no me resigné y decidí aplicarme a conciencia.
Al abrazarnos encima de la cama tuve sensaciones increíbles. Me faltaban manos para recorrer su cuerpo. Mi lengua no paraba de lamer sus pechos, cosa que parecía gustarle mucho a decir de los gemidos que oía.
Cuando me pidió que la follara, yo estaba alucinado y me cortó un poco todo el rollo ese de ponerme el condón; pero cuando estuve listo me calentó su voz suave y firme que me dijo: decirme:
¡Métemela hasta el fondo!
Fui obediente y en cuestión de segundos estaba yo bombeando mis potentes huevos encima de su coño mojado. Mientras Laura casi me ahoga con sus besos profundos, pude saborear sus gritos de placer al correrse por primera vez conmigo.
Después de la corrida, me obligó a echarme encima de la cama:
Ahora soy yo la que manda y quiero que hagas todo lo que te diga...
Empezó a comerse mi polla como nunca pude imaginar que pudiera hacerse. Se tragaba todo mi rabo y, aunque tampoco puedo alardear de ser un superdotado, notaba por los ruidos de su boca, que llegaba hasta el fondo de la garganta.
Por favor, Laura, me estás volviendo loco... no puedo más! Voy a correeeeeer...
No pude acabar de decirlo. Me corrí como un loco arqueando mi cuerpo de tal manera que se la empotré más si cabe en su garganta. Pero ni se inmutó. Con gran pericia aguantó mi embestida mientras se tragaba todo lo salado que salía de mí.
Cuando acabamos la sesión, agotados después de repetir un par de veces, quedamos para vernos otro día. Me pareció que se lo había pasado bien conmigo y yo, la verdad, es que inauguré a conciencia mi master en "mercados potenciales" de manera más que satisfactoria.
De todas maneras y luego de un sábado tranquilo de reflexión, me di cuenta de que la experiencia con Laura me había servido para darme cuenta de que no tenía ni idea de las mujeres y el sexo. Así que decidí seguir mis "estudios superiores" y empecé a preparar mi siguiente lección.
De la experiencia con Laura, tomé apuntes extensos y detallados. Cómo buen usuario de la sección de vídeos porno del videoclub, sabía que me quedaban cosas nuevas por vivir y no quería perdérmelas.
Así que empecé a prepararme para la siguiente candidata del grupo: Raquel. Para ella estudié a fondo otras técnicas sexuales para practicar. Ya os contaré como fue todo.
Hasta pronto,
Fernando.