El sevillanito
Un encuentro lujurioso, algo oscuro y muy pasional. SEXO en mayúsculas.
Suena música de piano y huele a madera en llamas; la melodía y el aroma inundan la estancia rococó dotándola de una tranquilidad y armonía que casi podrían considerarse perfectas. Sentado en un mullido sillón, me dedico a mirar el fuego y pensar en banalidades. Hace tiempo que no traigo a nadie a casa, hace tiempo que no dejo pensar a mi polla y menos a mi mente.
De pronto siento que este es un buen momento para dejar que la lujuria reine. Abro el Grindr, aplicación que no suelo usar en absoluto pero que para ahora mismo me viene al dedo, y bicheo un poco entre las fotos de los allí presentes. Leo un perfil que dice lo siguiente: “Joven de 20 años, peludo, buen cuerpo y pollón”. No sé si es el contenido del mensaje o el que el mismo esté escrito sin faltas ortográficas, pero enseguida le hablo. Tras las típicas frases iniciales y pasarnos un par de fotos (donde pude apreciar el buen rabo que gasta el chaval y el cuerpazo que tiene) me dice que él no chupa ni me toca la polla, pero que si le dejo que me folle será el polvo más increíble de mi vida. No sé muy bien por qué, pero decido creerle. No me suelen ir en absoluto este tipo de tíos que son “demasiado machos” para bajar al pilón o simplemente pajear una polla. Tampoco es que ser pasivo sea de mis cosas favoritas, ya que normalmente suelo ser activo (y dominante además). Pero creo que por una vez puede ser divertido cambiar y ver cómo es el ser sometido por semejante pollón (que no mediría menos de 20 cm). Le digo que tengo sitio y que quiero que me reviente el culo justo ahora. No quiero esperar ni un minuto más. Le doy mi dirección y me asegura que en menos de diez minutos llega.
Aprovecho este tiempo para acicalarme un poco; llevo todo el día en casa y ni siquiera me había peinado. Iba en pijama y ya en este podía verse a la perfección mi bulto. Me miro al espejo del baño; observo mi rostro de barba escasa y pálido como la leche, mi pelo oscuro como la noche y mis ojeras. Me quito la camiseta y deslizo dos de mis dedos hacia mi pezón derecho, el cual masajeo suavemente, notando cómo este se contrae bajo los estímulos que me proporciono. Miro el reflejo de mi cuerpo casi lampiño, a excepción del camino de vello negro que surca mi vientre desde el ombligo hasta quedar oculto bajo mis pantalones. Me agarro el paquete y lo noto caliente y duro. Joder, qué ganas tengo de llevarme ese pollón a la boca.
Justo cuando me termino de poner algo más decente, recibo un nuevo mensaje de este chico, diciéndome que ya está aquí, pero que no sabe si es el lugar correcto. Me asomo desde la ventana que da a la calle y lo veo allí, mirando el móvil, ajeno a mis miradas. No logro distinguir bien su rostro, ya que hace hoy una noche bastante cerrada, pero desde luego tiene buen tipo. Me apresuro en responderle que sí, que está en el lugar correcto. Es lógico que se sorprenda, mi casa no es precisamente modesta. Probablemente él esperaría encontrarse con un piso de estudiantes destartalado y apestoso (propio de mis 19 años) y se ha encontrado con toda una mansión en pleno centro de Sevilla. Bajo las escaleras y abro la puerta de la calle.
-Hola –Le digo en cuanto entra, me fijo en cada detalle de su rostro. Es muy atractivo; tiene barba de un par de días y unos ojos verdes preciosos.
-Joder, tío. Vaya pedazo de casa. ¿Vives solo aquí? –Me dice cuando termina de subir los escalones que nos separan.
-No, hombre, no. Vivo con mi padre, pero él nunca está en casa. Hoy la tenemos sólo para nosotros –Le respondo, con una sonrisa-. Venga, va. Pasa.
Al principio ambos estamos algo tensos, pero una vez que él se quita el abrigo y nos dirigimos hacia el salón, veo que me mira el culo de forma constante. Lo que no es raro, ya que me he puesto unos pantalones que me hacen un culazo tremendo.
-¿Te gusta mi culo?
-Joder, ya te digo. Me encantaría meter ahí la polla y no sacarla en todo el invierno.
-¿Y a qué esperas?
Es terminar de formular esa pregunta y el tío se abalanza sobre mí, besando mis labios con lujuria, con prisa. Nuestras lenguas juegan como si ya se conocieran de toda la vida, investigando los recovecos de la boca ajena. Empiezo a tocarle el paquete por encima del vaquero, noto que está tan empalmado como yo, pero su polla es muchísimo más grande y gorda que la mía. Estoy deseando tenerla en la boca, pero me contengo. Quiero disfrutar un rato más de su lengua.
Después de un buen rato de comidas de boca y magreos por encima de la ropa, literalmente me empuja la cabeza hacia abajo para que le mame la polla. Me aprieta contra su bulto y lo siento realmente duro.
-Dios, cómo me pones –Le digo.
-Cállate, putita. No hables si no te digo que lo hagas. Que tu voz de maricona no me deja pensar.
Al principio me quedo un poco parado debido a sus palabras. Nunca me habían tratado antes de esa forma, y no sé si me gusta, la verdad. Pero ya mi mente no es la que tiene las riendas, sino que es mi polla la que hace y decide. Así que opto por no prestarle más atención de la que merece y abrirle la bragueta al semental que tengo delante. Le bajo el pantalón y los gayumbos al mismo tiempo, haciendo que su polla salte y me golpee en la cara.
-¿Te gusta lo que ves, putita?
-Joder, me encanta.
Es un pollón. No hay otra forma de definirlo; una cabeza gorda y que chorrea precum, un mástil grueso y unos huevos enormes, todo rodeado de una pelambrera negra y rizada que me pone muy cachondo. Comienzo lamiendo el precum de su glande, con la punta de mi lengua, lo que despierta en él unos gemidos guturales. Lamo el cuerpo de aquel pollón tan sólo con la puntita de mi lengua, recorro toda la longitud del mismo, a sabiendas de que esto le estaba poniendo a mi nuevo amigo súper cachondo.
-Métetela ya en la boca, cabrón.
Y lo hago, claro que lo hago. Yo estoy deseando probablemente más que él sentir ese pedazo de carne en mi boca. Se la empiezo a chupar con ansía, tratando de meterme la máxima longitud de ese pollón en la boca. Y casi consigo meterla entera un par de veces. Me dedico ahora a sus huevos, los lamo y los chupo; primero uno y luego el otro.
-Cómo te gusta comer polla, puta.
Y la verdad es que sí; me encanta. Le escupo un par de veces sobre el glande y vuelvo a tragarme su polla, consiguiendo esta vez hacer un garganta profunda y meterme dentro de mí esos 20 o 21 cm que tiene el colega. Aprovecho el momento que la tengo dentro, así, para aspirar el olor de su pubis. Joder, huele a macho. Sus pelos se me meten en la nariz y yo no podría estar más en la gloria en este momento. Comienzo un rítmico mete-saca con mi boca y él acompaña la follada con movimientos pélvicos que me provocan más de una arcada.
-La comes de lujo, zorra, pero quiero follarte.
Dicho y hecho: Me desnudo por completo, me echo algo de lubricante en el ojete y le ofrezco mi culo. Enseguida me fuerza para ponerme a cuatro patas sobre el sofá; él se coloca de rodillas detrás de mí, escupe sobre su polla y me coloca su cabezón en la entrada de mi culo.
-Esto va a dolerte, puta.
Me la mete de un solo golpe: Una sola embestida que me rellena con 20 cm de carne enhiesta. Como es obvio, grité bastante fuerte, a lo que él respondió dándome una buena palmada en en el cachete de mi culo. Me empieza a follar sin compasión, creando él mismo el ritmo que le interesa al son de sus caderas y sus gemidos. Pronto, muy pronto, el dolor que sentía dio lugar al placer más intenso que una persona puede sentir. Empiezo a gemir más fuerte incluso que él mientras me sigue palmeando el culo. Joder, joder, cómo me pone este cerdo. La follada duró al menos veinte minutos, en los cuales no paré de disfrutar ni un solo segundo. Cuando me dice que se va a correr, empiezo yo a acompañar sus movimientos moviendo hacia atrás mi culo, haciendo que la follada fuera aún más profunda. Noto el primer trallazo de lefa que me llega hasta lo más profundo de mi ser, y justo en ese momento me corro yo también, pringando por completo el sofá sobre el que estamos. A ese primer trallazo suyo, le acompañan hasta cinco más. Cuando me saca la polla, la leche literalmente se derrama desde mi culo. Me ha preñado por completo.
Me siento en el sofá exhausto, pringándome con mi propia leche y con la suya. Le miro, me mira y nos volvemos a comer la boca. Disfrutamos de nuestros labios y lenguas, pero esta vez mucho más efímeramente.
-Ha sido genial –Me dice.
Y eso es todo, se vistió y desapareció del lugar tan rápido como vino.
Se agradecen comentarios ;)
PD: Si me lee algún "sevillanito" tengo un correo electrónico a vuestra disposición para lo que queráis.