El séptimo pasajero

Siempre hay quien se une a las reuniones agradables... y piensa en no abandonarlas.

El séptimo pasajero

4 – El sábado

Al despertar vi a Alex y a Daniel muy dormidos, así que le dije a éste que siguieran durmiendo un poco más, que yo iba a dar un pequeño paseo por el pueblo. Me preparé sin hacer ruido y bajé las escaleras.

¡Buenos días, músico! – me saludó la señora - ¿Todavía no se levantan los demás?

No, señora – le dije -, están un poco cansados.

¿Y su hermano? – preguntó - ¿Se aburre?

¡Oh, no, señora! – le dije -; ha hecho muy buenas migas con Paquito y por la noche lo traigo antes. Descansa bien y está muy contento.

Se lo dije – sonrió -, Paquito es un niño muy bueno y su hermano tiene carita de ángel. Lo pasarán muy bien.

¡Seguro! – le dije ya saliendo -, se han hecho muy buenos amigos.

Me deslumbré al salir a la calle pero me pareció ver a Andrés echado en la pared de enfrente, a la sombra, y me acerqué a él.

¡Hola, guapo!

¡Hola!

¿Hace un refresco? – le dije - ¿o prefieres cerveza?

Te acepto una caña, tío – me dijo tímidamente -; ¡tengo una sed…!

Entramos en el bar, que estaba fresquito, y aunque pensaba tomar un café, pedí dos cañas y nos sentamos en una mesa cerca de una ventana.

¡Ay, Andrés! – le dije -, que esta es la última noche que pasamos aquí. Saldremos el domingo cuando terminemos.

¡Jo - exclamó -, ahora que había encontrado a gente normal!

Sé lo que me quieres decir, Andrés – le dije -; un pueblo no es el mejor sitio para ti.

No salgo de casa ¿sabes? – me dijo agachando la vista -. Me llaman de todo menos bonito.

Pues eres muy bonito, tío – le dije -, y con tu edad, yo ya me hubiera planteado irme a la ciudad. Aquí te vas a morir de tristeza, de soledad o de asco.

Cambió de tema:

Esta tarde… ¿os echaréis a la siesta?

Pues claro, Andrés – le sonreí -, espero que tú te vengas un ratito ¿no?

Me gustaría mucho – me dijo ilusionado -; os vais dentro de poco.

Mira, tío – se me ocurrió -, si puedes, cuando terminemos de tocar, te subes también con nosotros por la escalera de atrás y pasamos la noche juntos.

Soltó el vaso en la mesa y me miró sonriente y muy ilusionado:

¿De verdad?

Dormiremos menos – le dije -, pero ¿quién se perdería una noche contigo? A Daniel le va a gustar. El que me parece que se quedará un poco cortado es tu hermano.

¡No! – me dijo acercándose con intriga -, puedo llevármelo y que pase la noche con Alex.

¿Sí? – me extrañé -; pues ya se lo puedes ir diciendo. Esta noche no se duerme; se folla.

Oye – me dijo después de pensar un poco - ¿Yo podría irme con vosotros, buscar trabajo y cambiar mi vida?

Me parece que sí – le dije -, pero no tengo más remedio que preguntar a la orquesta si no le importa que se venga alguien con nosotros. ¡Ya los convenceré!

Después de nuestro paseo tras el almuerzo llegamos a la habitación y cada uno se fue a la suya, pero cuando metía la llave en la puerta, aparecieron con sigilo Paquito y Andrés:

Venimos a «echar la siesta».

¡Adelante!

El folleteo fue impresionante y duró hasta que tuvimos que prepararnos para ir a cenar y volver al escenario. Andrés y Paquito estuvieron por la plaza viendo el espectáculo hasta que Alex me pidió que lo llevase al hostal. No lo dudé; Paquito se vino con nosotros y se quedó acostado con Alex. Los besé a los dos y les dije que no tardaríamos mucho.

Cuando acabó la gala volvimos al hostal y Andrés nos esperaba en una esquina del pasillo. Entramos todos. Alex y Paquito follaban sin importarles que entrásemos. Paquito estaba boca arriba en la cama y con las piernas abiertas y por lo alto; Alex se lo estaba follando y se besaban con pasión. Nos quitamos las ropas y nos metimos en la ducha los tres. Allí comenzaron los abrazos, los besos, las caricias… Creo que follamos luego más de la cuenta. Al amanecer, llamó Andrés a su hermano, se vistieron y salieron mirando antes al pasillo para que nadie los viera.

¡Adiós, preciosidades! – me dije a mí mismo -; ojalá se encontrase a gente así en todos los sitios.