El Señor Eustaquio

Skarlet conoce al mejor amigo de su padre, al cual provocará y se follará incluso en presencia de este último.

El Señor Eustaquio

Mi nombre es Skarlet. Tengo 36 años, y vivo sola, en un apartamento en las afueras de Caracas, mi ciudad natal.

Hace un par de días mi padre tuvo una emergencia médica, no podía respirar bien. Me llamó preocupado porque se sentía muy mal, por lo que le dije que fuera al médico. Eustaquio, (si, Eustaquio) su mejor amigo, lo acompañó a la clínica. Ambos son muy unidos, y se cuidan las espaldas uno al otro. Ese mismo día, luego de terminar las tareas de mi trabajo, me cambié de ropa rápidamente y me fui para allá. Como trabajo desde casa por estos líos de covid, y el transporte hacia la zona donde vivo es una reverenda mierda, me costó mucho conseguir trasladarme, por lo que llegué a eso de las 7:30 de la noche a la clínica, ubicada en el centro de la ciudad. Por suerte, muy amablemente el señor Eustaquio se había quedado a acompañarlo.

Esa misma noche le dieron de alta ya que por suerte no era covid, sino una infección respiratoria, por lo que le mandaron reposo de 5 días y una serie de medicamentos. El señor Eustaquio se fue a su casa y yo me llevé a mi padre para la mía, así yo podría atenderlo durante esos 5 días.

Al día siguiente pues, mi padre se sentía algo solo, ya que no conocía a nadie donde yo vivo, y yo pues, estaba muy embebida en mi trabajo, apenas podía atenderlo.

-Hay hija...no hay mucho por hacer aquí...- Me dijo esa misma tarde, mientras me observaba trabajando.

-Bueno papá, debes guardar reposo, de eso se trata. -Le dije.

-Lo sé, lo sé...pero me muero del aburrimiento...y tu estas metida todo el día en esa computadora.

-Bueno...estoy trabajando...es gracias a este empleo que puedo tenerte asegurado...ellos cubrieron todos los gastos, lo cual es de agradecerse en este país.

-Lo se hija, lo sé. Y no quiero que te distraigas conmigo...Oye, ¿será que puedo invitar a Eustaquio? Será de mucha ayuda y buena compañía. -Me dijo. La verdad me sentí un poco mal, yo como hija no le prestaba mucha atención a mi padre en estos momentos, pero pasaba por días intensos en el trabajo por lo que debía estar muy pendiente de eso.

-Claro, llámalo. Es un buen señor. -Le dije. Pensé que la idea era buena. Eso no mitigó el sentirme mala hija, pero al menos así el estaría entretenido.

-Si, es como mi hermano. Me ayudó mucho a superar el divorcio con tu madre...- Me comentó, recordando el divorcio de mis padres acontecido hace ya más de cinco años atrás.

-Pues bien, llámalo. Que se venga hoy mismo si quiere y puede . -Le dije. Así hizo, lo llamó y le dijo que se viniera a pasar los días aquí.

Esa misma noche llegó el señor al apartamento. En ese momento pude detallarlo bien, tendría más o menos la edad de mi padre (65 años), sin embargo estaba más o menos conservado. Se nota que años antes había tenido un buen cuerpo, ya que era de hombros y espalda anchas y pecho cuadrado, sin embargo, tenía una barriga cervecera no muy prominente, pero si notable. De rostro bonachón, tenía bigotes y cabello canosos. Era alto, más alto que yo de hecho, llegándole yo por los hombros.

Cuando bajé a abrirle la puerta del edificio esa noche, noté como me devoraba con la mirada. Intentó disimularlo, pero logré notarlo. Esto para mí no es nuevo y no es algo que me incomode, hace muchísimo tiempo aprendí a vivir con el hecho de ser el centro de atención, ya que, sin ánimos de querer tirármelas de la gran cosa, soy una mujer muy atractiva y deseada por muchos. Soy una chica más o menos alta (mido 1.73 metros), con un cuerpo muy bien moldeado de gimnasio sin ser musculosa ni mucho menos. Mis medidas son 105 - 61 -94, totalmente natural, siendo mis pechos mi mayor orgullo, ya que, siendo naturales como dije, son bastante firmes y paraditos, bien redondos, al punto de parecer operados. Sin duda son mi mayor gancho, y no es que mi cola se quede atrás, ya que también es durita, de nalgas carnosas y perfectamente firmes y redondas, bien paraditas, coronando unas caderas anchas a tono con el resto de mi cuerpo. Mi cintura es bastante curva, delgada, de abdomen plano. Mis piernas, bien tonificadas y firmes. Pies y manos cuidados con prolijidad. De piel suave y sedosa, de tez blanca, con un rostro que siempre me han halagado por su belleza y picardía, de cabello negro azabache, liso, largo a media espalda. Repito, no quiero tirármelas de la gran cosota ni mucho menos, sé muy bien que mujeres más hermosas que yo abundan por ahí. Pero se también lo que tengo, y sé que no suelo pasar desapercibida allá donde paso.

Y desapercibida no estaba pasando para el señor Eustaquio. Claro, no era para menos, porque además, esa noche cuando le abrí la puerta del edificio, estaba vestida con un leggin purpura que dibujaba a la perfección la silueta de mis piernas, así como mis caderas, mi cola y demás. Y encima, iba con una franelilla blanca de mangas cortas, bastante ceñida, que dibujaba muy bien mis grandes pechos, y que además dejaba medio abdomen al desnudo, dejando ver mi ombligo. Todo el camino al ascensor y para entrar al apartamento podía sentir su mirada clavada en mis nalgas cuando caminaba detrás de mí, o en mis pechos cuando estábamos frente a frente.

Para hacer el cuento largo corto (no quiero extenderme más de la cuenta), el señor Eustaquio durante su estadía con mi padre y conmigo no perdía ninguna oportunidad para comerse mi cuerpo con la mirada. Como bien dije, estoy acostumbrada a que eso suceda. Sin embargo, hay momentos en los que eso me prende. Y al poco tiempo, el que este viejo me viera tanto así, me comenzó a gustar. Tanto, que decidí jugar un poco con él.

Comencé a salir vestida de mi habitación lo más provocativa posible. Mini shorts que parecían cacheteros, franelitas super cortas que dejaran mi abdomen al descubierto, leggins super pegados, tanto que parecían una segunda piel, camisones o batas super cortas, con mucho escote, bien ceñidas a mi figura. Volvía loco a ese pobre hombre, quien, luego de unos días de tanta exhibición, ya ni siquiera se esforzaba en disimular la mirada.

Menos todavía cuando con mis movimientos lo provocaba. Por ejemplo, cuando me tocaba agacharme por equis motivo y él estaba presente, en lugar de agacharme me inclinaba sin flexionar las piernas. O si me tocaba agarrar algo de algún estante de la casa, me disponía a agarrar el que estuviera más arriba para dar un buen espectáculo. Cuando le servía la comida, me inclinaba dejándole ver claramente mi escote. Ni que decir de mi caminar. Siempre me han dicho que mi caminar es bastante sensual, con un "tumbao" bastante llamativo. Sin embargo solía remarcar mi movimiento de cadera cuando pasaba frente a él. Muchas veces me ponía sandalias tipo mulas bastante altas, lo que realzaba todavía más mi esbelta figura, y además hacía mi caminar más lento, dando pasos más cortos, más remarcados, lo que transmitía esa sensual sensación de vulnerabilidad que tanto gusta a muchos hombres. Si a eso le sumamos el hecho de que me arreglaba siempre para salir de mi habitación, con un maquillaje ligero más que todo para resaltar mis ojos negros, bien peinadita, bien perfumada, el resultado era demás de cómico. Literalmente me veía boquiabierto y apuesto que más de una vez debió limpiarse las babas de su boca. De por si soy muy coqueta casi sin querer, y en esa ocasión, queriendo, los resultados eran efectivos.

¿Que decía mi padre de todo esto? Pues nada. A diferencia de la mayoría de padres del mundo, que son celosos con sus hijas, el mío era muy consciente de mi naturaleza caliente. De hecho, nosotros no somos una familia normal, por así decirlo. Él era consciente de mis andanzas, de mis movidas, y nunca se quejó por ello. Pero no entraré en detalles de mi pasado.

Él día que creo que más volví loco al señor Eustaquio fue él día que me dispuse a lavar mi ropa. No tengo lavadora en el apartamento (una larga historia que no abordaré en este momento), por lo que me tocaba lavar en la batea a mano. Ese día me puse un shortcito super corto y a la cadera de jean azul, bastante ajustado, dejando el botón desabrochado a propósito, lo que, al no llevar ropa interior, dejaba ver un poco de mi pubis suave y liso, sin vellitos ya que soy lampiña. Mi cola quedaba perfectamente dibujada, ya que la tela se me metía entre mis nalgas. Arriba, llevaba puesto un topsito manga corta de tela fina de color blanco, que cubría lo justo mis enormes pechos, dejando todo mi abdomen al aire. Lo bueno de este top era que tenía cuello en V, con un escote muy, muy revelador, que dejaba ver la parte superior de "mis niñas" en todo su esplendor, y la V llegaba a mitad de mi canalillo. Al ser un top bastante ceñido, me apretujaba bien los pechos hacia el centro, dando la impresión de que tenía un culo en el pecho. Sumémosle además el hecho de que el pico de los pezones se me marcaba fácilmente, lo que le daba ese plus de erotismo y sensualidad que hace que cualquiera bote babas. Para terminar, las ya mencionadas sandalias tipo mulas, con su debido efecto en mi figura y movimientos. Sin duda, estaba explosiva. Y me lo confirmaba el hecho de que el señor Eustaquio se sentó en uno de los muebles de la sala del apartamento, desde el cual tenía perfecta visión del lavandero, y delante del cual tenía que pasar yo desfilando para colgar la ropa en la ventana del balcón. Se sentó allí únicamente para verme fijamente. No hablaba, ni nada, solo me veía. Y yo no le hablaba tampoco, solo me limité a hacer lo mío.

¿Y que era "lo mío"? Lavar la ropa, claro. Pero la verdad no era solo eso, sino también, montar un buen espectáculo para él. Parecía la típica actriz porno de las películas de Brazzers o Bangbros, donde más que hacer mis tareas, lo que hacía era dar un buen show sensual. La guinda del pastel fue cuando, en un determinado momento, dije "que calooooooor" en voz alta para acto seguido exprimir una de mis prendas, dejando caer el agua en mi pecho, lo que provocó que la tela transparentara y se pudieran apreciar mis bubis a la perfección. Luego el desfile con las tetas transparentadas claramente fue algo que ese hombre no podía dejar de ver. Y siempre que pasaba frente a él, lo hacía además con una amplia sonrisa. Hasta le guiñé un ojo un par de veces. Estaba hecha una provocadora en potencia, una típica "pendeja hot".

Sin embargo, las cosas pasaron a mayores el día que ellos se iban a sus casas. Mi padre ya estaba del todo recuperado y no era necesario que se quedara más tiempo conmigo. Para despedirlos había planeado hacerles un almuerzo especial, por lo que salí en la mañana de ese día sábado bien temprano. Iba vestida en uno de mis acostumbrados leggins, de color negro esta vez. Una franela ceñida de mangas largas, de color negro, ni muy holgada ni muy ceñida. Unos calcetines blancos y unos zapatos deportivos negros. Compré los diversos ingredientes que necesitaba, y volví al apartamento bastante rápido, para encontrarme con una ENORME sorpresa.

Estaba la colchoneta en el piso de la sala vacía. El señor Eustaquio dormía allí, ya que el apartamento si bien tiene 3 habitaciones, una era para mi padre, la otra era mía y la tercera era una habitación donde tenía un montón de cosas y no podía acondicionarla para que él durmiera en ella. Dejé las bolsas con las compras en la mesa de la cocina y me fui a mi habitación, para cambiarme de ropa y ponerme algo mucho más cómodo. ¿Cuál fue la sorpresa? Al entrar a mi cuarto, vi al señor Eustaquio acostado en mi cama, desnudo, con su verga erecta entre sus manos, y una de mis pantaletas sucias en su cara, oliendo profundamente mi aroma de ella mientras se masturbaba frenéticamente.

Yo me quedé de piedra al verlo. Más que todo mi sorpresa era el hecho de que tuviera una erección a su edad. Eso sin mencionar el tamaño de esa verga, que se veía bastante grande, venosa, de color rosado, con bastantes vellos canosos en su pubis y a lo largo del tronco de su miembro, al igual que el resto de su cuerpo, especialmente el pecho. No se dio cuenta de que yo estaba allí parada ante él.

-Eeeehhmmm....¿hola? -Dije. El pobre hombre pegó un brinco en la cama al escucharme. Pensé que le daría un infarto, se puso rojo como un tomate.

-¡Sk...Skar..Skarlet! ¡Y-yo! ¡No es lo que parece! -Comenzó a exclamar.

-Shhhh....tranquilo....tranquilo....- Le dije. No quería que le diera un infarto ahí. - No me imaginaba que aún funcionaras. -Le dije.

-La verdad...es que me tomé un viagra, pensando que era una de mis medicinas para el corazón. -Me dijo.

- Ah caray, comprendo...¿Y eso no es peligroso para ti?

-No, para nada. Hace un tiempo me pasó y el medico me dijo que esperara unas horas para tomarme la medicina.

-Ya, entiendo...y decidiste esperarlas oliendo mis pantaletas sucias.

-Bueno...debía aprovechar...estas demasiado buena y te gusta provocarme. Es lo que has hecho todos estos días.

-¿Y con el viagra sientes placer? He oído a hombres decir que no es lo mismo. -Esquivé su comentario.

-Bueno, para gustos, colores. -Dijo, esta vez más desinhibido, sobándose suavemente la enorme verga erecta. - Yo a estas alturas me conformo, y no está mal. Se siente bien.

-Entiendo, entiendo...- Dije. Soy una mujer muy sexual. De hecho hasta no hace muchos años yo tenía sexo al menos 5 días a la semana como mínimo. Y he hecho cosas que, si bien a día de hoy me arrepiento de muchas de ellas, la verdad es que las gocé un montón. Tríos, orgías, gang bangs, exhibiciones BDSM a círculos cerrados, lesbo, incluso incesto. Sin embargo la creciente inseguridad, la malicia de la gente hoy en día, y muchos otros factores me hicieron dejar ese estilo de vida atrás, ya que comenzaba a acabar conmigo en muchos ámbitos. Perdí a un hombre maravilloso por puta, y por las perversiones sexuales mi familia se resquebrajó por completo, desembocando incluso en el divorcio de mis padres, el distanciamiento de mis hermanas...solo por mencionar algunas de las malas consecuencias. Sin embargo, tener a este hombre en mi cama, y más con semejante verga erecta, me mojaba. Mis bajos y viejos instintos caninos me llamaban...así que...decidí actuar. -Bueno...ven, déjame ayudarte con eso . -Le dije, poniéndome de rodillas en el piso entre sus piernas, mientras me relamía los labios de gusto.

Tomé su enorme verga con la mano derecha, a lo que él respondió apartando la suya para dejarme hacer, con una expresión de sorpresa en su rostro. Con la izquierda de forma casi refleja, comencé a sobarle las peludas bolas canosas con suavidad mientras con la otra comenzaba un sube y baja largo y extenso. Yo no podía evitar poner una expresión de asombro al verlo más de cerca, examinándolo. Sin duda era uno de los más grandes que había tenido ante mí. El señor Eustaquio tomó otra de mis pantaleticas sucias que tenía en mi cama y comenzó a olerla mientras que yo lo pajeaba suavemente. -Tienes un olor tan rico como tu tacto...- Me dijo.

-Veo que eres un viejo chinvengüenchón y pervertido -Le dije con tono sarcástico.

-Que te puedo decir querida, me gusta el olor de un buen culo y de un buen bollo, como los tuyos...aunque debo admitir que hueles mejor de lo que esperaba.

-Bueno, me alegra que te guste...- Le dije, para ponerme de pie. No soy muy fanática de los olores corporales, y bueno, siempre trato de oler rico. Enganché mis pulgares al leggin y la liga de la tanga que llevaba puesta, a ambos lados de la cadera, y con un movimiento sensual me bajé ambas prendas al mismo tiempo, meneando mis caderas hasta abajo. Luego me volví a poner de pie y con un par de pasos hacia atrás salí de ambas. Me descalcé los zapatos y me quité los calcetines, dejando al descubierto mis pies con uñas pintadas de un azul eléctrico metalizado, y con mi pie derecho enganché la tanga y la alcé hasta su rostro. -Ten, aprovecha esta tanga, recién horneada. -Le dije con tono gracioso, meneando ligeramente la tanguita de un lado a otro con el pie. No fue difícil el gesto, ya que practico mucha gimnasia y baile, por lo que tengo un gran equilibrio y mucha fuerza en las piernas. El señor Eustaquio tomó la tanga con su mano derecha y la llevo a su rostro para aspirar profundamente mis aromas genitales y luego exhalar en un sonoro suspiro.

-Aaaaahhhhhh....huele a perrita en celo...- Dijo. Yo, ya parada en mis dos piernas de nuevo, me quité la franela y acto seguido el sostén, aunque sin gestos sensuales esta vez, mientras él seguía oliendo mi tanguita sucia, para luego, una vez yo desnuda, comenzar a pajearse con mi tanga, tomando su verga con la mano donde la tenía, restregándola contra su miembro arriba y abajo.

-Eres un viejo cochinón...- Le dije de nuevo con tono pícaro.

-Y tu una perrita provocadora...sé que eres más cochina que yo...

-¿Ah si? ¿Eso crees? -Le pregunté.

-Te dije que lo sé, tengo la certeza. Arrodíllate. -Me dijo. Yo obedecí de inmediato, hice a un lado el leggin y los zapatos en el piso y me arrodillé entre sus piernas una vez más. -¿Ves? -Me dijo.

-Esto no demuestra nada...solo que soy una niña buena, a mí me enseñaron a hacerle caso a mis mayores. -le dije con vocecita juguetona.

-No es que eres una niña buena. Sino que estas buena. Pero de conducta eres una niña mala. Y a las niñas malas se les castiga. -Me dijo.

-¿Mala? ¡Pero si me he portado bien!

-Estuviste todo este tiempo provocándome...pero ya vamos a corregirte. Aprenderás a que si provocas a un hombre, debes calmarle las ganas. -Me dijo, para tomarme con su mano libre por la quijada y hacer que mi boca se abriera dibujando con mis labios una "O" perfecta, y así, con su otra mano, meter en ella mi tanga sucia y ahora con la esencia de su verga impregnada en la tela. Yo, sin protestar y muy excitada, me dejé hacer. - Chúpala. -Me ordenó.

Una vez comencé a chupar mi tanga, el me hizo alzarme y con facilidad me guió hasta inclinarme recostando mi abdomen sobre su pierna izquierda, quedando yo con mi culito en pompa. Me magreó las nalgas de forma brusca, abriéndolas y cerrándolas a gusto, viendo mi agujerito anal, amasando sin pudor alguno mis carnosas nachas. ¡PAF! Me dio la primera palmada en mi nalga derecha, sonora, fuerte, que me hizo respingar. -¡Uummff! -Exclamé, amordazada por mi tanga. ¡PAF! Una segunda nalgada se hizo sentir, esta vez en la izquierda. Yo volví a gemir y a pegar un cómico brinquito. - Así aprenderás, perrita. -Me dijo.

Continuó nalgueando fuertemente, hasta contabilizar 15 azotes en cada una de mis nalgas. Sentía como la piel de la zona me quemaba, me ardía, me palpitaba...así como también sentía la humedad de mi cuquita, excitada, deseosa. Con sus manos guiándome, me hizo poner de rodillas entre sus piernas de nuevo, para sacarme la tanga de la boca.

-¿Y bien? ¿Tienes algo que decir ? -Me preguntó. Yo no sabía bien a que se refería.

-Yo...lo...lo siento . -Dije. Fue lo único que se me ocurrió. La excitación no me dejaba pensar en nada más que en ser ensartada por ese enorme miembro que se veía ahora más rígido.

-¿Por qué lo sientes?

-Por...por ser una niña mala. -Dije tratando de improvisar mis palabras.

-¿Por qué eres una niña mala?

-Porque te provoqué toda esta semana.

-¿Y ahora que harás para enmendarlo?

-Te daré mi bollito para que te lo cojas. -Le dije.

-Bien. Así me gusta. -Me dijo. Yo hice ademán de ponerme de pie para sentarme en su verga, sin embargo, él, poniendo la mano con mi tanga llena de mis babas en mi frente, me lo impidió. - ¿Qué haces?

-Me...me iba a sentar en tu verga.

-No no. Primero me lo vas a mamar. -Me dijo. Inmediatamente me acerqué a su verga para mamársela, sin embargo me detuvo, para colocarme la tanga en la cabeza como si fuera una capucha, quedando la parte de mi bollito en mi nariz. A pesar de estar llena de babas, seguía oliendo a mí. Y para nada me desagradó el olor, como dije, me gusta perfumarme y oler rico, pero además, el olor natural de mi cuca no me desagradaba para nada. Cosa que descubrí en ese momento. - Ahora sí, mámamelo. -Me dijo.

Sin más, me abalancé sobre su verga, y una vez más, lo agarré con la mano derecha para pajearlo, mientras que con la izquierda le comenzaba a sobar las bolas con suavidad. Llevé mi boca abierta a la punta y comencé a mamárselo sin ningún tapujo. Comencé primero con su glande, desnudo del todo, ya que Iba circuncidado. Di un buen par de chupitos primero, para saborear el líquido preseminal que salía de la punta con gusto. En ese momento recordé lo mucho que me fascinan los fluidos seminales masculinos, y lo mucho que los extrañaba. Fui sobando sus bolas y pajeando su tronco suavemente a medida que los chupones que le daba se iban haciendo más fuertes e intensos. Le encantaba, a juzgar por cómo se retorcía de placer. Debo reconocer que esto me había sorprendido, no me esperaba que un hombre de su edad siguiera teniendo ese nivel de sensibilidad. Eso me gustó bastante, ya que si algo me gusta, es ver a un hombre bien complacido y satisfecho por obra y gracia mía. No a cualquiera claro está, pero si al que me tenga en estas andanzas.

Cada vez iba tragando más y más carne. Como dije, su verga era bastante grande, así que luego de unos minutos ya tenía que hacer algo de esfuerzo para poder tragarlo completo. Él me ayudaba, tomándome por la parte de atrás de mi cabeza y empujándola más y más hasta que por fin la tuve enterita hasta el fondo de mi garganta. Claro, tenía las típicas arcadas, pero logré aguantarlas como la mamagüebo profesional que era. A pesar de ello, yo movía mi lengua para acariciarle la verga mientras estaba dentro de mi boca, y lo alternaba con ricas succiones.  El tenerlo tan adentro me hizo salivar muchísimo, yendo las babas a embadurnar sus bolas y más allá. No sé cuánto tiempo estuve masajeando y chupando su verga, pero luego de unos minutos, durante los cuales me lloraron los ojos y me puse roja como un tomate debido al esfuerzo, me dejó sacarlo de mi boca.  Unos gruesos y viscosos hilos de babas conectaban mi boca con su verga aún.

-Lo aguantó como toda una campeona...- Dijo.

-Si, como te dije, es muy “buena cama”. -Dijo mi padre.

Si, mi padre. Estaba allí de pie en la puerta, viendo todo, para mi sorpresa.

-Tienes una familia extraña...pero mierda, que rico que mama . -Dijo el señor Eustaquio.

-¿Que te puedo decir...es mi orgullo y al mismo tiempo mi perdición.

-¿Nunca te la has cojido? -Preguntó el señor Eustaquio.

-No, nunca. Las muy perras follaron con su madre, hace años...y más de una vez. Pero yo, por otro lado. No pude. No sé, llámalo instinto de padre.

-Un padre estaría vuelto loco ahorita y me estaría matando. Como yo hice contigo cuando te vi tirándote a mi hija hace unos meses.

-Si, lo sé...por eso digo que es mi orgullo y mi perdición. Siempre celé a mis hijas. Pero por alguna razón me calentaba el saber que se las cojían...cuando descubrí la naturaleza de ellas hace años, pues hasta verlas teniendo sexo se me hacía estimulante...Sin embargo nunca me las cojí...

-Y ahí estás, parado, viendo como yo me la cojo...ahora podemos decir que estamos a mano. Tú te cojiste a mi hija y yo me cojo a la tuya. -Dijo el señor Eustaquio.

-Esperen, esperen -Interrumpí .-¿Quieren decir que todo esto ha sido planeado? ¿Papá, me estás entregando a tu amigo como pago por cojerte a su hija?

-Jajajaja algo así perrita, algo así. Tu papá se sintió mal, y bueno, vimos la oportunidad de saldar la deuda cuando lo trajiste a tu casa. Para ser sincero, nunca tuve las agallas de dar ese paso, aun sabiendo todo lo que se de ti y de tu familia. Digamos que el que me encontraras aquí masturbándome no fue más que una grata casualidad...pero bueno, cállate, sigue mamando . -Me dijo, agarrándome de nuevo por la cabeza, pero esta vez guiándome a sus bolas peludas, las cuales comencé a atender con diligencia y devoción, mientras mi padre veía la escena ante él. Chupé y lamí sus bolas durante un largo, muy largo rato, tragándome los vellitos que se desprendían de él sin ningún tipo de asco y restregando mi cara contra ellas. Luego de esto, me quitó la tanga de la cabeza, me haló del cabello y me guió, para subirme a la cama y ponerme a cuatro patas, posición que asumí arqueando bien mi espalda y recostando mi cabeza y mis enormes tetas del colchón, con mis brazos estirados hacia adelante del todo y dejar mi culito en pompa, bien ofrecido a él.

El señor Eustaquio aprovechó la posición y enterró su cara en mis genitales. Podía sentir su lengua invadiendo mi cuquita húmeda, mientras su nariz rozaba y olisqueaba mi culo. La sensación fue brutal, tras tanto tiempo que tenía sin sentir algo así, esto lo sentí como una maravilla. Comencé a mover las caderas para restregarle mis partes íntimas a este viejo guarro. Siempre he sido una mujer machista en la cama. Me gusta anteponer el placer y las necesidades del hombre antes que el mío, y siempre los he visto como la parte que domina en la cama y a la que me le debo entregar. Por esto, no solía ver con buenos ojos que un hombre me hiciera sexo oral, ya que me parecía un acto de entrega, siendo quien lo recibe la parte que domina. Solo en ciertas ocasiones no pensaba en ello. Así que bueno, esta era una de esas ocasiones. - Aaahhhh siiiiihhh que ricooooohhhh eeeeres un viejo ceeeerddooooo sigue sigue sigueeeeh siiiii asiiiiihhh -Le decía entre gemidos mientras él me devoraba los bajos a su antojo, pudiéndose escuchar además como sorbía los jugos que manaban de mi cuca. Él estiraba los labios vaginales hacia afuera para abrir más mi bollito húmedo y hacerme volar por las deliciosas nubes del placer.

En un momento dado me erguí apoyándome en mis brazos para elevar así mi torso y acto seguido abrazar su cabeza por su nuca con mis pies, y así echarme hacia adelante y hacia atrás con violencia, para separar y estrellar una y otra vez mi culo y mi bollo contra su rostro, siendo cada embestida más fuerte que la anterior. Esto le gustaba, porque me gritaba toda clase de insultos diciéndome que no me detuviera, hasta pasados unos minutos intensos, cuando se zafó de la llave que le hacía con mis pies mientras me daba un buen par de nalgadas, poniéndose de rodillas detrás de mí. -A ver como lo haces bien ensartada, perra. -Me dijo mientras guiaba su enorme miembro hacia mi cuquita húmeda y hambrienta de verga.

Con mis pies le hice la llave de nuevo, pero esta vez por detrás de su pelvis, y al sentir la puntita en mi entrada vaginal, sin ningún miramiento me eché hacia atrás, empujándolo con mis pies hacia mí, de forma tal que me clavé yo misma su gigantesca verga hasta lo más profundo de mis entrañas de un solo sopetón. No, no me separé, quedé ensartada hasta el fondo, ya que un espasmo helado me hizo estremecer por completo el cuerpo una vez lo tuve todo dentro de mí. Intenté chillar, gritar, pero la voz no me salía, quedando yo con la boquita bien abierta emitiendo un grito mudo. He estado con hombres de vergas grandes antes. Sin embargo el tiempo que llevaba sin ver acción y menos con uno tan bien dotado como este viejo guarro, me habían hecho perder práctica.

- Hijita...hijita...¿Estas bien? -Preguntó mi padre con un tono de preocupación, pero, no pude responderle. Estaba privada.

-Creo que se entusiasmó demasiado. -Dijo el señor Eustaquio.

-¿Tu dices? ¿Tu estas bien? -Le preguntó mi padre a él.

-¿Bien? Jajajaja estoy de maravilla, tu hija es una de esas putas bien perras por las que vale la pena tragarse un camión de viagra jajaja esta estrechita y todo. -Dijo el señor Eustaquio. - Creo que le llegué a la cérvix...bueno zorra, no me importa, te voy a dar verga hasta que reacciones. -Terminó de decir, para acto seguido sacar su verga más o menos hasta la mitad y luego volver a metérmelo de golpe, sonando un fuerte ¡Clap! Al chocar su cuerpo contra el mío. -¡A la mierda! ¡Que rico! ¡Que estrecha! ¡Para tener todo el historial que dices que tiene parece casi virgen! -Exclamó, mientras yo temblaba de placer ante él, un placer que me tenía petrificada. Sentí que había perdido el control de la situación, y era algo que aumentaba por mil ese placer.

El señor Eustaquio me agarró a ambos lados de la cadera, y repitió la misma embestida fuerte y decidida un par de veces más consiguiendo el mismo efecto de hacerme temblar al máximo. Si, como él había dicho, estaba castigando mi cérvix con la punta de su verga, la estaba ensanchando a su antojo, y eso me volvía loca. Pocos hombres me habían llegado a ese punto. Luego de darme una sonora nalgada que me hizo sentir en el cielo de la perversión, comenzó a sacarlo y meterlo de forma rítmica, fuerte y sin pausa. Mi mente estaba casi en blanco, solo una pregunta me rondaba la cabeza: ¿Como coño un viejo de esa edad podía tener semejante herramienta y moverse tan rico? No me importó descubrir la respuesta, solo decidí disfrutar del momento mientras durara.

Al ratito de estar siendo deliciosamente taladrada por esa experimentada verga, la voz volvió a mí, comencé a gemir de forma descontrolada y rica, música para los oídos del señor Eustaquio y también de mi padre, quien se sentó sobre una de las mesas de noche ubicada a un lado de mi cama, se sacó la verga y comenzó a masturbarse. Ignoraba por completo si esa era una erección natural o si había tomado viagra también, la verdad era un detalle que me importaba poco, lo que realmente me llamaba la atención era el tamaño, en mi pasado de libertinaje perverso había visto muchas veces a mi padre follarse a un montón de putas en un montón de situaciones de lo más variopintas, orgías, tríos, etc. Y siempre me pareció que tenía buen tamaño. Sin embargo en ese momento me parecía que su verga era más bien normalita, comparándola con la que me estaba taladrando sin compasión en ese momento.

-¿Te gusta lo que le estoy haciendo a tu hija? -Le preguntó el señor Eustaquio a mi padre mientras me seguía embistiendo a sus anchas, con mis gemidos de fondo.

-La verdad es que si...me gusta...Dale más duro...reviéntala. -Le dijo mi padre sin dejar de estimularse el pito.

-Tengo una idea...- Dijo el señor Eustaquio. Llevó una mano a mi boca -Escupe. -Me dijo. Yo obedecí y escupí una buena cantidad de babas en ella. Él, con mis babas en su mano, escupió directamente en mi culo, abriendo una de mis nalgas con su mano libre. El esputo de él cayó directo en mi agujero anal, y a continuación, mezcló en la entrada de ese agujerito mis babas con las suyas, mientras seguía embistiendo como todo un joven animal mi bollito mojado con su verga. Jugueteó un poco con sus dedos en mi ano, recorriendo alrededor de éste durante unos segundos para luego hacer presión no con uno, sino con dos dedos directamente. La sensación era extraña, dolorosa, pero deliciosa. He practicado el sexo anal desde mi primera vez, y si bien me costó un poco agarrarle el gusto, actualmente es algo que disfruto a montones. Es doloroso, sí, pero al ser masoquista hasta cierto grado, ese dolor es bastante gozable para mí. Relajé mi culo para cederle el paso a ambos dedos, lo que me hizo soltar un gemidito, más de placer que de incomodidad. - Tu papi me ha contado que disfrutas del sexo anal...¿Es verdad eso?

-Siiiiihhhhhh siiiiihhh lo...g-gooooh-zohhhhhh -Le dije entre gemidos.

-Genial. Nunca me he cojido a una puta por el culo . -Dijo el señor Eustaquio. - ¿No te molesta que....

-Shhhh...- Interrumpió mi padre, callándolo. -A las putas como mi hija no les pides permiso. Las tomas y punto. -Le dijo.

-Jajajajaja que locos están ustedes...en serio...que locura. -Dijo el señor Eustaquio sacando tanto sus dedos de mi culo como su verga de mi cuca. Pude notar por el reflejo de un espejo a cuerpo completo que estaba a un lado de la habitación paralelo a nosotros, que su enorme verga salió escurriendo grandes cantidades de flujo vaginal, lo que me sorprendió un poco, ya que soy de las que no lubrican mucho. Estaba demasiado excitada, no solo por el tamaño del miembro del amigo de mi padre, sino por toda la situación en si, por los roles que ambos estaban tomando. Mi padre en cierta forma humillado masturbándose mientras su mejor amigo se folla a su hija en sus narices, y alentándolo a que me dé más duro. Y el amigo, pues destrozándome como si fuera una vulgar puta. La vulgar puta que realmente era. Ya no era el tipo asustado de hacía rato cuando fue descubierto por mí masturbándose con mis pantaletas sucias. Poco a poco ha ido tomando un rol dominante, y eso me excitaba sobremanera. Y justamente en una demostración de ese rol, tal cual como perforó mi cuca, así sin ningún tipo de piedad ni de miramiento alguno, me taladró el culo, metiéndome de una sola estocada la verga hasta lo más profundo de mi ser.

-¡¡¡AAAAAAAGGGGGGGHHHHHHHHGGGHHH!!! -Grité sin poder evitarlo. Al igual que con mi cuca, quedé presa de fuertes temblores, que más bien parecían convulsiones. Las lágrimas de dolor volvieron a aflorar de mis ojos. Un profundo éxtasis invadió todo mi cuerpo, de la mano de un fuerte y doloroso corrientazo. Tenía tiempo, muchísimo tiempo que no recibía una verga de semejantes dimensiones en mi estrecho culo. Y menos de esta forma tan dura, tan salvaje.

-Sin duda caminará cómico durante unos días...¿Te gusta eso weon? -Le preguntó el señor Eustaquio a mi padre.

-Oooohhhh siiiiiiihhhh -Decía mi padre extasiado pajeándose frenéticamente viendo la escena.

-Jajajaja familia de raros . -Dijo mi penetrador. Me dio una sonora nalgada, y comenzó un doloroso pero muy placentero vaivén con su pelvis que me hacía chillar de gusto y temblar por cada rica estocada que me propinaba. Y fue cuestión de tiempo para que ya yo fuera saliendo de mi espasmo y comenzara a moverme al ritmo de mi castigador, quién me hizo erguirme en mis brazos tomándome del cabello, halándolo con fuerza hacia él con una mano. Con la otra agarró la misma pantaleta sucia que tenía hace minutos en mi cabeza y con buena habilidad la metió en mi boca, ahogando mis chillidos de dolor y placer. - Chupa perrita, chupa. -Me dijo mientras no dejaba de embestirme y hacerme bailar al ritmo de su música.

Yo chupé la tanga como él me había ordenado, y luego de unos minutos de intenso sexo anal, él se detuvo para recuperar el aliento aunque sin sacarme su enorme falo del culo, por lo que yo respondí comenzando a mover mis caderas de forma brutal y salvaje, moviéndolas en forma circular al tiempo que subía y bajaba a lo largo de ese enorme güebo. Fue cuestión de tiempo para que el señor Eustaquio quedara de rodillas sentado sobre sus talones mientras yo también estaba de rodillas con mi torso erguido pero sentada en su verga, clavándola hasta el fondo, sintiendo como su güebo se removía a sus anchas en mi estomago mientras yo seguía con mi movimiento infernal de cadera dándole placer mientras él gemía bien rico y me agarraba las tetas, amasándolas y apretujándolas a su antojo,  pellizcando cuando quería mis empitonados pezones, retorciéndolos a gusto, incluso dándoles fuertes y salvajes palmadas. Yo puse mis manos en la nuca para facilitarle a mi follador el acceso a mis tetas, que en ese momento no eran mías, le pertenecían al señor Eustaquio.

Yo veía a mi padre a los ojos, veía su gozo en su humillación mientras masturbaba su verga como un monito salvaje. El señor Eustaquio me sacó las pantaletas de la boca, bien llena de mis babas, y se las lanzó a mi padre, cayéndole éstas en el regazo. - Date con ellas, pajéate con las pantaletas de tu hija, siente sus babas en tu güebo . -Le dijo. Mi padre obedeció y procedió a forrarse la verga con mi prenda íntima y así chaqueteársela duro, llenando su pene de mis babas, mientras yo seguía bailando sobre la verga de su amigo sin descanso.

La habitación se llenó de los gemidos de los tres, gemidos de placer y satisfacción. En medio de esta locura me sentía plena, me gustaba ver a través del espejo como el señor Eustaquio se perdía más y más en el placer que yo le daba, y eso además lo sentía en sus actos, en la forma en que me manoseaba las tetas, el abdomen, hasta llevar su mano derecha a mi bollito mojado para dedearme el clítoris y toda la entrada de mi vagina mientras que con la izquierda pasó a tomarme por el cuello para ahorcarme, al mismo tiempo que con pasión enterraba su rostro en mi melena aprovechando que yo había quitado mis manos de mi cabeza para agarrarme y frotarme ambas tetas con deseo, aspirando el olor de mi cabello, besando y mordiendo mi nuca y hombros a su antojo de forma realmente pasional y salvaje. El viejo guarro estaba fuera de sí, frotaba mi bollo con una brutal maestría mientras yo seguía meneando mis caderas para nuestro goce y placer.

El señor Eustaquio fue irguiéndose poco a poco, pegando se cuerpo a mi espalda mientras yo no dejaba de moverme rico para él y él no dejaba de asfixiarme, besarme y frotarme el bollo con maestría y agresividad, siendo cuestión de tiempo para que ambos perdiéramos la posición, mas no la penetración, y quedar yo acostada boca abajo gritando de placer de forma ahogada, con mis tetas aplastadas contra el colchón y mis manos entre ellas y las sabanas, y el señor Eustaquio acostado sobre mi espalda sin dejar de ahorcarme, sin dejar de estimular mi sucia cuca, pasando una vez más a ser el follador activo de mi culo lacerado, castigado, sumiso ante su invasor, que lo conquistaba a gusto estocada tras estocada, las cuales se fueron haciendo más duras, más frenéticas con el pasar de los minutos. En ese momento mi cuerpo comenzó a temblar violentamente, estaba convulsionando como una perra de placer, estaba teniendo otro brutal orgasmo, tan, pero tan fuerte e incontrolable, que sentí que me meaba la cama de gusto.

Y mientras yo me corría de esa forma tan guarra, el señor Eustaquio me liberaba de su yugo para apoyarse sobre mi espalda mojada de la mezcla de su sudor y del mío, permitiéndome por fin respirar fluidamente. Sus embestidas se fueron haciendo más fuertes al mismo tiempo que torpes, sentía como él temblaba de gusto y a los pocos segundos sentía que algo caliente inundaba mis entrañas anales. Sin duda se estaba corriendo dentro de mí, una sensación que se me hacía exquisita, deliciosa, y que provocó que mi orgasmo se extendiera unos segundos extras, haciendo que mis ojos se pusieran blancos de gusto.

El señor Eustaquio se dejó caer bruscamente sobre mí de nuevo, quedando los dos tirados en la cama jadeantes, agotados. Su verga sin embargo no perdía la erección dentro de mi culo, seguía tan erecta como hacía minutos antes. Y debo confesar que no quería que se hiciera pequeña, no quería que me la sacara. Sentirla rellenando mis entrañas era algo que me tenía fascinada y perdida. Sin embargo, luego de unos minutos que se me hicieron muy, muy cortos, el viejo guarro se puso de pie, sacando su enorme verga aún erecta de mi culo, causándome una sensación de pérdida muy fiera. Se puso de pie a un lado de la cama, viendo con rostro de satisfacción mi cuerpo ahí tendido, viendo cómo me había dejado, sobre todo el culo, el cual lo sentía palpitar, me ardía, me dolía, y eso me mantenía excitada. Un par de minutos más tarde logré volver en mí nuevamente, incorporándome torpemente. Intenté ponerme de pie, pero las piernas me fallaron, haciéndome sentir una intensa punzada a lo largo y ancho de mi recto, por lo que caí de rodillas en el piso ante el señor Eustaquio quien me veía complacido. Su verga aún permanecía erecta, a poca distancia de mi rostro.

-Te measte la cama cerdita . -Me dijo señalando mi cama. Vi hacia el colchón y era cierto, ligeramente me había orinado de gusto, estaban las sabanas y el colchón empapados. No pude evitar sentir vergüenza, y peor aún, esa vergüenza me excitaba sobremanera. Tanto, que mientras veía el colchón meado, llevé mi rostro a su verga y sin quitar la mirada de la mancha de la cama, comencé a mamarle el güebo al señor Eustaquio, para sorpresa suya. -¡Pero que perra es tu hija! -Le dijo a mi padre, quien aún se masturbaba con mis pantaletas. - Bueno, Si la guarrita quedó con hambre...- Dijo, tomando mi cabeza con ambas manos y comenzando a follar mi boca, primero con suavidad, pero subiendo la intensidad paulatinamente.

Podía sentir el sabor de mi culo en su verga, eso me estimulaba ricamente, lo que me hizo llevar mi mano derecha a mi cuquita, aun sensible y muy mojada, mientras con la izquierda jugaba con mis tetas a gusto. Al poco tiempo lo que estaba siendo una inocente mamada de verga se convirtió en un auténtico espectáculo para mi padre, pasando a ser una brutal follada de cráneo por parte del señor Eustaquio, cuya verga una vez más visitaba mi garganta, entrando y saliendo de ella como si nada. Otra buena cantidad de babas comenzó a salir de mi boca, dándole ese plus De morbo y guarrería a la situación. Las arcadas seguían viniéndome de forma descontrolada, aunque como buena puta experimentada logré soportarlas bastante bien mientas mamaba esa enorme verga y la masajeaba con mi lengua, al tiempo que seguía frotándome frenéticamente las tetas y la cuca con mis manos.

No sé bien cuanto tiempo pasó, sin embargo me pareció que no llegamos ni a la cuarta parte de lo que duramos teniendo sexo minutos antes, cuando el señor Eustaquio comenzó a sacar su enorme falo de mi boca entre fuertes temblores y gemidos de placer, ya que estaba a punto de orgasmo de nuevo. De hecho, no le dio tiempo de sacarme la verga de la boca por completo, ya que recibí el primer chorro de leche de esta segunda corrida suya en mi boca. Lamentablemente por la acción de que él me estaba sacando la verga, no pude retener el semen en mi boca del todo, yendo este a chorrearse hacia mis tetas ya embadurnadas de una mezcla de sudor y babas. Aun así me quedo suficiente en la lengua para saborearlo al menos, mientras el señor Eustaquio se terminaba de correr en mi cara con otros dos chorros adicionales de leche que me llenaron la frente, la nariz y parte de un ojo.

-Aaaahhh...si, tu hija es una perra muy sucia...- Le dijo el señor Eustaquio a mi padre. - Anda, enséñale a tu papi lo que acabo de hacerte. -Me dijo. Yo me arrastré de rodillas hasta quedar frente a mi padre, enseñándole mi cara llena de leche con una amplia sonrisa, sin dejar de estimular mi cuquita y mis tetas. Mi padre se masturbaba como poseso, comenzando a retorcerse en la mesa de noche, hasta que, viéndome a la cara, se corrió. A diferencia del señor Eustaquio, su leche apenas brotó de su glande, escurriéndose a lo largo del tronco envuelto en la tela de mi tanguita. - Vaya...¿mi hija te dejó seco cuando te la cojiste? No botaste mucho . -Dijo el señor Eustaquio.

-No...no lo...se. -Dijo mi padre, algo avergonzado.

-Bueno. Mira la hora que es. Tenemos que irnos. Pero me voy a bañar primero. -Dijo el señor Eustaquio. - La puta de tu hija me ensució jajajaja. -Dijo. No perdía tiempo para humillarnos. Supongo que ya se había dado cuenta de lo mucho que eso nos excitaba a mi padre y a mí. - Y ya que tú me ensuciaste, es justo que me limpies. Ven. -Me dijo, tomándome por el cabello y haciéndome seguirlo a cuatro patas como si fuera su mascota entrenada, su perra obediente. Yo por supuesto lo seguí, excitadísima.

Salimos de mi habitación para caminar hasta el baño, donde me hizo ponerme de pie. El culo aún me punzaba horrores, por lo que me veía algo maltrecha y torpe. Aun así, entramos a la ducha, abriendo él la regadera con agua tibia. - Ten, tállame la espalda -Me dijo, dándome la barra de jabón. Yo obedecí, y comencé a masajear su espalda con dedicación y delicadeza, procurando enjabonar bien cada poro de su piel. Tenía la espalda tan velluda como su pecho, pero no me importó, como ya dije, era algo que me gustaba, un buen hombre peludo. No me detuve solo en su espalda, procedí a limpiarle el cuerpo completo, poniendo especial atención en su verga, la cual para mi sorpresa seguía erecta, notando él mi reacción. -Esas pastillitas son buenas jajajaja -Dijo al respecto. Yo seguía excitada y me relamía los labios mientras la veía. -Anda nena, mámamelo. -Me dijo.

Sin hacerme de rogar me puse de rodillas en la ducha mientras el agua caía sobre su pecho y escurría en abundancia por su cuerpo, y procedí a meter su verga en mi boca una vez más. Estaba adicta a su verga, era demasiado grande, bonito, me encantaba. Comencé a mamarlo suavemente, más en plan romántico que morboso, aunque aun así me lo tragaba entero, hasta que llegaba a mi garganta de nuevo. Me encantaba demostrar mis habilidades “felatorias” ante él. El señor Eustaquio se dejaba hacer tranquilamente, disfrutando del agua masajear su cuerpo y de mi boca masajear su verga con gusto. No pude evitar llevar una vez más mi mano derecha a mi cuquita para frotarla con lujuria, mientras con la izquierda apoyaba a mi boca pajeándolo, masajeándolo e incluso alzándolo para mamarle las bolas con devoción, con gratitud.

En un momento dado, el me hizo ponerme de pie, para agarrarme con ambas manos la cabeza y plantarme un morboso beso en la boca, metiendo su lengua lo más hondo que pudo, jugueteando con la mía, pasándome sus babas, haciéndome tragarlas. Estaba besando y tragándome las babas de un hombre que casi me doblaba en edad, y pensar en eso me excitaba sobremanera.

Con habilidad, llevó su mano izquierda a mi pierna derecha, haciéndome alzarla para apoyarla en el pasamanos de la puerta corredera de la ducha, quedando yo apoyada del todo en mi pierna izquierda, dejando el acceso libre a mi cuquita que yo seguía frotando con deseo. Sin mucho esfuerzo guió su verga hasta posar la punta en la entrada de mi cuca, a lo que yo respondí agarrándola con la mano con que me pajeaba y metiéndomela una vez más. Él mantuvo enganchada mi pierna derecha con su brazo izquierdo, y comenzó un bombeo lento y rico con su pelvis, mientras nos seguíamos besando con pasión y morbo. No sé cuánto tiempo estuvimos en esa posición, solo sé que fue la única en la que estuvimos todo el tiempo en la ducha, con el agua cayendo sobre nosotros, hasta que, entre ricos temblores y gemidos que no nos esforzamos en disimular, nos corrimos al mismo tiempo, sintiendo yo como inundaba mis entrañas, de nuevo esa rica sensación dentro de mí se hacía presente, aunque esta vez en un sitio distinto de mi cuerpo, ya que la vez anterior que se corrió dentro de mí, había sido en mi culo. Debo admitir que, si bien mi orgasmo fue potente, lo cierto era que no fue el más intenso. Aun así, era de agradecerse.

Me sacó su verga y me dejó bajar la pierna. Podía sentir su corrida escurriendo dentro de mí, así como mi flujo vaginal escurriendo por entre mis muslos, manando de mi cuquita sin cesar, mezclándose con el agua de la ducha. El señor Eustaquio me vio durante unos segundos, tomó una toalla y cerró la llave de la ducha. -Sécame -Me dijo, dándome la toalla en la mano. Yo obedecí diligentemente y procedí a secar su cuerpo, y una vez seco, salió de la ducha, y del baño. Yo del pequeño closet del baño saqué una bata de esas acolchadas, y me la coloqué encima, aunque sin cerrarla. Quería que tanto él como mi padre pudieran ver mis tetas, mi abdomen, mi bollito que seguía sucio a pesar de haberme bañado. Acto seguido salí del baño.

El señor Eustaquio se vistió rápidamente en la sala, a la vista mía y de mi padre. Ninguno de los tres dijo una palabra durante todo ese rato. Ambos agarraron sus bolsos con sus ropas y se dispusieron a irse del apartamento, conmigo siguiéndolos hasta la entrada del mismo, sin importar el hecho de que tenía la bata abierta y cualquiera podía verme. En la entrada mi padre se despidió de mi con un beso en la frente - Dios te bendiga hija, gracias por todo. -Me dijo. Luego se hizo a un lado, y el señor Eustaquio se puso frente a mí. Yo lo vi a los ojos.

-¿Y cómo quedamos tu y yo? -Le pregunté.

- No lo sé. ¿Te gustó todo? -Me preguntó.

Si, claro! -Le dije.

-Bien. Ciertamente no estas enamorada de mí...¿O sí? -Me preguntó.

-Oh no...la verdad no jajaja ...-Le respondí. Era verdad, a pesar de cómo lo habíamos hecho en el baño, que fue algo un poco más pasional e incluso romántico, lo cierto era que no sentía amor por él...pero si deseo. Lujuria.

-Perfecto. Entonces quedamos en que eres la perra que me vendré a cojer cuando quiera. -Me dijo. Esas palabras me excitaron de nuevo. Sin darme tiempo a responder, me agarró una teta con cierta rudeza y me plantó otro profundo beso con lengua en la boca, beso que yo correspondí, sobándole el paquete sobre el pantalón, sin importar que estuviéramos a la vista de todo el que pasara por el pasillo del piso, y mucho menos del hecho de que mi padre estuviera allí presente. Al separar nuestros rostros, nos vimos a los ojos. No con ojos de amor ni nada. Sino con ojos de morbo. - Vete tú . -Le dijo a mi padre.

-¿Que? ¿Te quedarás? -Le preguntó mi padre.

-Si. Acabo de decir que tu hija es la perra que me cojere cuando quiera. Y quiero seguírmela cojiendo. Las pastillas aún no pierden su efecto jejeje. -Dijo él para darme la vuelta, manejándome como si yo fuera una muñeca de trapo. - Ahí nos vemos mañana, y no llames para acá, tu hija estará muy ocupada atendiendo mis necesidades...- Terminó de decir, para darme una nalgada y hacerme caminar adentro del apartamento y cerrar la puerta tras de sí.

Me quitó la bata dejándome desnuda ante él una vez más. Yo lo veía, excitada, con las piernas ligeramente abiertas y sobándome suavemente el clítoris.

-Eres mi perra. -Me dijo.

-Si, lo soy. Soy tu perra obediente. -Le respondí.

-Tu y yo la vamos a pasar muuuuy bien jajaja -Dijo mientras comenzaba a desnudarse. Su verga se veía imponente, erecta del todo. Yo me relamí una vez más al verla, mientras el comenzaba a caminar hacia mí para poseerme una vez más.

Oh si, sin duda, la iba a pasar de maravilla atendiendo todas las necesidades de este viejo guarro, El Señor Eustaquio.

Fin.

Mil gracias por dedicarle un tiempo a la lectura de este relato, espero lo hayan disfrutado. Los invito a que cualquier comentario, critica o demás me la dejen en el apartado de comentarios de la página o enviándome un mail a skarletpricet@yahoo.es , ya que es algo que nos anima a los autores a continuar escribiendo.

Besitos.

Skarlet.