El señor del castillo
Su vida cambio cuando fue comprada por el Señor del casillo.
Llevaba allí el tiempo suficiente como para saber que cualquier acto de rebeldía sería motivo suficiente para recibir otro castigo mas. En sus primeros días había recibido hasta tres y cuatro castigos diarios, y se acordaba perfectamente de aquellas noches en las que sus nalgas la ardían mas que el fuego de una chimenea.
Pero aquella joven acababa de llegar al castillo, y aun seguía enamorada de su amado, sin saber que ya nunca lo vería mas. Había sido vendida al señor del castillo por un puñado de tierras que su padre trabajaría para alimentar al resto de sus hermanos. Era un alto precio, pero al mismo tiempo el único.
Nuestros aposentos estaban en la torre norte del castillo. Todas las mañanas éramos las primeras en levantarnos, obligadas a vestir siempre el mismo uniforme de sirvientas. Nos estaba prohibido llevar bragas, por lo que cada vez que cometíamos una falta, era fácil adoptar la postura que nos enseñaron nada mas llegar para recibir nuestros castigos. Manos sobre las rodillas, con estas inclinadas y el trasero en pompa, dispuesto a recibir. Si queríamos hablar las manos a la espalda, con la cabeza agachada, y siempre esperando el permiso para hacerlo antes de empezar.
Las reglas eran sencillas, pero todas nos equivocamos. Laura tan solo llevaba dos días y ya había recibido dos tundas, o lo que es lo mismo cincuenta azotes. El señor la había llamado para que le sirviese una copa. Ella cogió la botella, y se disponía a llenar la copa cuando esta se la escurrió de entre las manos derramando todo el licor por el suelo. Sabía que recibiría un castigo por ello, pero no se imagino el grado del mismo. Además pidió perdón por la falta cometida, sin que nadie la hubiese dado permiso para hablar, sin adoptar la postura para que le fuese cometido. El señor del castillo se levanto y me llamo. Yo acudí presta al salón, para recibir instrucciones. Estas no eran otras que llevase a Laura a la sala de los castigos. En ese momento supe que Laura recibiría mas de cien azotes esa noche.
Laura sabía lo que la esperaba, yo también, y probablemente hasta mis nalgas sentirían alguna que otra docena de golpes. El señor me indico que colócase a Laura sobre el potro. El potro consistía en una especia de barra con dos grilletes para las manos, ubicados un poco mas allá de la barra, de forma el cuerpo quedaba siempre inclinado en espera de lo que venía a continuación. Con una indicación entendí que debía desnudar aquel lindo trasero, y así lo hice, mas acto seguido fui reclamada para satisfacer su miembro con mí boca mientras el impartía el castigo. Sino no era lo suficientemente buena seguro que después ocuparía yo el lugar de Laura, de modo que me dispuse a ser una autentica puta.
El señor ya tenía en sus manos un cinturón de cuero elástico, tan solo utilizado en las grandes ocasiones, o lo que es lo mismo, solo en los castigos que allí se impartían. Supongo que los segundos pasan muy lentamente cuando esperas que empiecen a calentarte las nalgas, pero el señor no dio opción a Laura. Nada mas comenzar mi trabajo con su gruesa porra, el cinturón de cuero comenzó su viaje una y otra vez surcando el aire, hasta impactar con el trasero de Laura. "Plas, plas, plas", y esto solo acaba de empezar jovencita, tan solo llevabamos veinticinco, hoy dormirás mas calentita que nunca. Laura gritaba por cada azote que recibía, su culo temblaba con cada uno de ellos, y el color de este era rojo vivo. "Plas, plas, plas", llegamos a la mitad de lo que te mereces por tú osadía, verás como nunca mas derramaras por el suelo lo que no es tuyo. En ese momento recordé que cuando el señor se corriese sobre mí boca, no debería derramar ni una sola gota, o sabría que yo también dormiría calentita esa noche. "Plas, plas, plas", setenta y cinco azotes, cuando el señor se corrió sobre mi boca, tragandome todo su semen, sin derramar ni una gota. Succione tan fuerte su polla, se la deje tan limpia y seca que sin fuerzas quedo para seguir azotando el trasero de Laura, que gemía medio desmayada por el dolor de su culo. Vale por hoy dijo el señor, llévala a sus aposentos y tú ven a los mios después, ya que estas tan inspirada hoy, deseo reventarte tu culo deseoso de placer.
Lleve a Laura a nuestro aposentos, y me di media vuelta dispuesta a recibir esa gruesa polla penetrando mi culo.... pero eso es otra historia diferente.