El señor Arzuaga
Otra historieta más de las mías, para sobrellevar el encierro un poco...Cuidaros todos, abrazos, fuerza y animo.
Sinceramente tampoco estaba pasándolo tan mal como esperaba cuando me dejé convencer por mi padre y mi mejor amiga, para acudir a esa cena benéfica en la que participaban las empresas en las que ambos trabajaban.
—Vamos un poco fuera antes de que empiece la segunda parte –dijo mi amiga dándome la excusa para abandonar la mesa
Me llevó a uno de los balcones, donde un pequeño grupito de colegas, estaban fumándose unos cigarros antes de que siguiera el jolgorio. Llevaba unos minutos charlando un poco con todos, cuando me di cuenta que se estaban pasando un porro, mi amiga le dio unas caladas fundiéndose en el ambiente de aquel grupo que yo ni conocía ni me estaban cayendo especialmente bien. Todos parecían niños de papa, egocéntricos, mimados y con demasiados vicios para mí gusto, aunque mi amiga pareciera feliz siendo aceptada entre sus colegas de oficina. Durante la cena entramos y salimos varias veces “a tomar el aire”
—Pues anda que sobre el jefe de tu padre no corren chismes…os contare la última, se de buena tinta que una de sus trabajadoras se lo está trabajando y cuando lo consiga va a sacarle hasta la cera de las orejas… -dijo sin cortarse un pelo uno
— ¿A qué te refieres? –pregunte algo más relajada aunque solo fuera por mi amiga
—No puedo contar más, pero espera sacarle una buena pasta…
—Pues no sé ese explotador cuándo tiene tiempo si no para, tiene a mi padre hasta los cojones, trabajando sin dar abasto –dije ya más que animada apurando la copa de champán que alguien acababa de sacar al balcón
Nada más soltarlo me arrepentí de mis palabras, y aún más cuando al levantar la mirada, vi a ese hombre mirándome furioso, y sospeche al instante quien era. Pero el hombre ya no estaba cuando nos dirigimos hacia la mesa donde estaban mis padres. Lo que me hizo pensar que no sería quien pensé.
—Buenas noches señor Arzuaga, ¿acaba de llegar? –supe antes de girarme a quien iba a encontrarme
—Hace unos minutos.
—Ellas son Laura mi mujer y ella es Daniela mi hija
Me perdí en la profundidad de esos fríos ojos grises hasta que su voz me susurro al oído:
—Encantado Daniela, yo soy el explotador del que tu padre esta hasta los cojones –dijo flojito antes de besar mis mejillas
Supe por el tono helador con que lo había dicho que acababa de meter a mi padre en serios problemas por hacer la idiota en ese puto balcón.
—Yo…dejé que le explique –intenté que me escuchara
—Ahora no, en la puerta, en media hora
Se lo debía a mi padre, no podía dejarle mal, pensé despidiéndome de todos para irme de la fiesta y encontrarme en la puerta con ese hombre.
—Sube –dijo parando el coche frente a la puerta
Dudé solo un segundo, pero cuando volvió a repetir la orden subí.
—Mi padre no tiene nada que ver… –dije nada más entrar
—Su padre es quien trabaja para mí, y si no está a gusto, lo mejor será…
—Por favor, mi padre nunca expresó esas palabras…no puede despedirle…por algo de lo que solo yo soy la culpable
— ¿Tu padre sabe que su nenita se dedica criticar su trabajo, a su jefe y sobre todo sabe que va con esos golfos y fuma porros?
—Esta noche fue la primera vez que los vi…no fumaba porros y todo fue un terrible error joder…
—Te propongo una cosa niña, ayúdame a averiguar quién es esa mujer que piensa joderme
—Y sino ¿despedirá a mi padre? ¿Le contara lo que vio con esos? ¿Que pasara si no acepto ayudarle? –pregunté desafiante
—No soy un monstruo…aunque después de oír ciertos comentarios…mi propuesta era más bien la de “ayudémonos”, podrías trabajar en mi empresa como demandó tu padre ayer mismo, simplemente te pedía un poco de colaboración…no soy tan ruin como crees.
De nuevo me sentía avergonzada al pensar y expresar, lo peor de un hombre al que apenas conocía, y mi vergüenza me llevó a contestar:
—Empecemos de nuevo. Me llamo Daniela y si sigue queriéndolo me encantaría tener una entrevista de trabajo en su empresa.
—Mañana le comunicaré a su padre la hora de la entrevista, pero será a las doce…y gracias Daniela.
—Pase Daniela –dijo la estirada secretaria al día siguiente.
Veinte minutos después, volvía a salir más nerviosa de lo que había entrado, dispuesta a bajar a firmar mi contrato de tres meses en esa empresa; con la finalidad de encargarme de la página web conjunta con su amigo, el jefe de mi amiga. Lo que junto a mi amistad con ella y estar en ambos sitios iba a darme el poder de enterarme de más cosas.
Empecé recabando información en ambas empresas, yendo de un sitio a otro, haciendo preguntas varias y sobre todo lo que me dio más información “las comidas con las chicas”.
—Me he enterado que “él” tuvo un lio con dos de aquí al mismo tiempo, pero tengo que indagar más –le dije a mi nuevo jefe en una de las reuniones
—No se dé ninguna de mis empleadas que dé el perfil…
La manera de salir en defensa de esas cuatro o cinco mojigatas que tenía cerca, no sé porque me jodió y sacando lo peor de mí como hacia siempre ese hombre le contesté:
— ¿Qué pasa, ellas si son demasiado finas para alternar con un “golfo, fuma porros” como le llamo, ellas no son como yo?
—Yo no he dicho…Daniela, no voy a disculparme por algo que no he pronunciado
—No ha hecho falta –le dije saliendo como una furia de su despacho
Dos días después irrumpí en su despacho casi sin llamar:
—Se lio con Merche, la que trabaja en el grupo de mi padre. Si, esa estirada que mira a todos por encima del hombro. Estuvieron liados un par de meses, hasta que se lo contó a su amiga y esta, quiso probar al macho que se follaba a su amiga en los baños de su empresa, Merche al enterarse, le dijo su amante que no se hiciera ilusiones, que su amiga volaba más alto, hasta la ventana del gran jefe, o sea usted
— ¿Quién es?
—Nuria, su mosquita muerta y estirada secretaria…quien se lo hubiera dicho, con lo finas que parecían…nadie hubiera dicho que frecuentaban a tipos así y mucho menos que se dejaran follar en los baños de su empresa, verdad señor Arzuaga?
— ¿Disfrutas con esto pequeña desvergonzada?
— ¿Desvergonzada yo? ¿Por ponerle nombre a lo que ellas hacen? –y lanzándole un beso al aire, salí de su despacho pletórica.
—Daniela, no puede pasearse por la empresa como guste, primero no puede andar con esas pintas, ni siquiera lleva medias y segundo debería concertar citas como todo el mundo, cuando tenga algo que debatir con el señor Arzuaga.
Minutos más tarde, aún encendida me miraba en el enorme espejo del baño, llevaba un vestido de flores, por encima de las rodillas, como cualquiera de ellas, vale en vez de esos estirados blazers, que no me gustaban, llevaba una especie de rebeca y no soportaba esos ridículos tacones.
Al rato llamó a mi teléfono interno y me citó para el día siguiente a las nueve, recalcando que si quería algo o a esa hora o a ninguna.
— ¿Va a seguir soportando a esa harpía? –le dije cuando me recibió al día siguiente
—No, pero debo estudiar el modo de despedirla después de casi diez años, no quiero líos. ¿Has tenido algún problema?, pareces furiosa
—Lo estoy, me ha obligado a coger cita y me ha dicho que no puedo ir así vestida… ¿he de vestirme como ellas?
—No, yo creo que estas perfecta…es otro estilo creo –y su mirada recorriendo mi cuerpo, me gustó más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Aunque luego disimulara, había captado ese momento en el que sus ojos habían perdido la frialdad con la que miraba el mundo a su alrededor, y de alguna manera me enorgullecía que hubiera sido mirándome a mí, captando desde ese instante toda mi atención y pasando a ser un gran desafío.
Desde ese día cambiaron dos cosas, disfrutaba cabreándola a ella, de paso buscaba de nuevo esa mirada caliente en mi nuevo jefe y lo mejor es que las dos cosas iban unidas.
Mis vestidos pasaron a ser más cortos y desenfadados, al igual que mis escotes, mis visitas al jefe más frecuentes y no perdía ocasión de coquetear con él, cada vez que la ocasión me lo permitía, con descaro cuando ella estaba delante.
—Disfrutas poniéndola al límite, pequeña descarada –afirmó un día después de un claro coqueteo, frente a la máquina de café, a unos metros de ella
—No puedo evitarlo, me cae mal
—Sabes que por aquí son muy chismosos…
— ¿Le importa que se comenten según qué cosas, señor Arzuaga? –le pedí poniéndole ojillos
—El otro día, uno de los que se atreven a hablarme de frente, me pidió directamente si teníamos algo –dijo tomando un sorbo mientras regresaba a su despacho
— ¿Y qué le contestó señor Arzuaga?
—Me sorprendió la pregunta, pero ¿qué esperabas que contestara?, pues la verdad
Entramos en su despacho, fingiendo tener una conversación de lo más interesante, se sentó en su silla, encendió el ordenador y buscó la página web en la que trabajábamos, yo de pie a su lado pregunté:
— ¿Por qué le sorprendió tanto? –pregunté metida en mi papel
—Deja de jugar niña, ya estamos solos, no hay nadie a quien cabrear aquí
—A ver si al final va a ser cierto que aquí nada es lo que parece, y el frio señor Arzuaga, no es tan frio y resulta que le ponen nervioso las “desvergonzadas” –dije, sentándome en la mesa junto al teclado, y cruzando las piernas
Su mirada, recorrió mis piernas desnudas, desde el final de mis botas militares, hasta mis muslos desnudos, ahora claramente visibles, ya que mi falda había subido un poco más con mi cruce de piernas.
—No confundas ser frio y precavido, con estar muerto niña
—Me encantaría saber por primera vez, que piensa el señor Arzuaga… sin filtros.
—Qué más quisiera yo ahora mismo, que poder pensar con claridad, pero consigues con esa fresca insolencia audaz, aislar toda la sangre y llevarla a ciertas partes de mi anatomía, privando así a mi cerebro de raciocinio… ese que me diría, que eres solo una chiquilla impertinente, con ganas de jugar, que terminará causándome problemas, esos de los que siempre he huido. Pero cuando estas cerca no quiero huir, sino seguir oliendo tu aroma a caramelo, y deseo comprobar si tu piel, es tan suave como parece, si tu carne es tan prieta como se intuye, y sobre todo, si tus tetas son como imagino bajo esas camisetitas… ¿te parece que he eliminado suficientes filtros?
—Joder señor Arzuaga –le dije, yendo hacia la puerta
—Siento haber sido tan franco, recuerda cuando vuelvas, que tu pediste sinceridad, yo jamás te habría dicho nada –dijo creyendo que me iba
Eché el pestillo de la puerta, y giré solo la cabeza, mientras hablaba, para ver la sorpresa en su mirada. Luego sin girarme, agarré el bajo de mi camiseta, y me la quité por la cabeza, después me quité el sujetador, y tapándome los pechos con ambas manos, anduve hacia él, me coloqué a su lado como había estado antes, y dejé caer mis manos a ambos lados de mi cuerpo.
—Y bien señor Arzuaga, ¿son como imaginaba? –pregunté mientras él miraba embelesado.
—Joder Danielita, gorditas, duras, tiesas, desafiantes…son mejor de lo que imaginé, mil veces, mucho mejor –susurro con voz ronca sin moverse de su asiento
Ninguno de los dos se movía, disfrutando la anticipación del momento…
—Me da miedo hacer algo, que haga que salgas corriendo –dijo, subiendo una de sus manos
Estiró dos dedos, para recorrer el contorno de mi pecho, clavándolo en mi carne, moviéndolo, recorriendo mi piel hasta el pezón, lo bordeó y finalmente lo pellizcó tironeando, moviendo mi pecho, mientras la otra mano hacia lo mismo con el otro pecho.
Se echó hacia atrás con el sillón, y tirando de mis pezones, me movió colocándome frente a él, y volvió a acercarse con las piernas abiertas, colocándome de pie entre ellas. Dejó mis pechos, y sus manos bajaron por mi torso, acariciando mis costillas, hasta llegar a la cinturilla de mi falda, y pasando sobre esta siguió bajando por mis caderas, hasta terminar la tela. Posó las manos en mis muslos, y volvió a subir esta vez bajo mi faldita de vuelo, hasta llegar a mi culo, para aferrarlo y pellizcarlo sobre mis bragas. Luego subió, y agarrando el elástico tiró de estas bajándolas, hasta descubrir mi culo y mi pubis, dejándolas a mitad de muslo. Podía notar la humedad de la tela entre mis piernas, mientras él masajeaba mi carne, acercando su boca mis pechos, besando mi carne, lamiendo los pezones, mordisqueándolos…
—Hueles de maravilla, pero sabes aún mejor mi niña –dijo lamiendo mis endurecidos pezones
Sus dedos, se colaron entre mis labios vaginales y presionando recorrió mí ya encharcada rajita, sin dejar de acariciar toda mi vulva…jamás había estado tan caliente y mojada, como en ese momento. Sus caricias en mi sexo eran suaves, lentas y pausadas, contrastando con su boca cada vez más hambrienta, succionando y hasta mordisqueando cada vez con más ahínco.
—Deja que te quite las braguitas, para que pueda disfrutar de tu coñito –pidió bajando mis bragas
Corrió el teclado a un lado, y me sentó en su mesa, colocó mis pies en sus muslos, y separando mis rodillas, se inclinó para lamer mi coñito.
Besó mi pubis, pasó la lengua plana sobre los labios, y presionó metiéndola entre estos, buscando mi clítoris, lo rodeó y finalmente lo apresó entre sus labios, y mientras lo succionaba le daba golpecitos con la punta de su lengua. Me aferraba a la mesa, mordí mis labios para no gritar y cuando no podía más lo soltaba y paseaba su lengua por toda mi vulva. Subió mis pies a sus hombros y terminó lamiendo hasta mi perineo, recorriendo una y otra vez mi vulva inflamada para acabar succionando de nuevo mi clítoris…me corrí en su boca como una posesa, intentando controlar mis gemidos lo más que pude, retorciéndome, meneando mi culo en esa fría mesa, mientras me corría como nunca.
—Riquísima Danielita, exquisita –dijo con voz ronca relamiéndose
Aun extasiada, miré el bulto de su entrepierna y él siguió mi mirada…
—Quiero verla, señor Arzuaga –le dije, mordiéndome el labio, poniendo voz de modosita
Él gimió excitado por mi petición, y sin pensarlo desabrochó su pantalón, bajó la cremallera y liberó su polla, ante mi atenta mirada, mientras me quitaba las botas y los calcetines.
— ¿Te gusta pequeña? –preguntó, agarrándola de la base, y yo asentí
Era grande y me encantó ver su balano hinchado, y ligeramente húmedo por la excitación del momento.
Y para su sorpresa, junté las plantas de mis pies en torno al tronco, y agarrándome al borde de la mesa, empecé a masturbarle con los pies, acariciando el balano con mis dedos, cada vez que llegaba. Su mirada iba de mis pies en torno a su polla, a mi coñito que se abría cada vez que subía y bajaba masturbándole.
—Quiero que se corra en mis pies, mientras mira mi coñito chorreando, después de haber hecho que me corriera como un loca señor Arzuaga –le incité, rozando con mis deditos pintados, la puntita ya húmeda
—Si nena, no pares, no pares…
Miró mi coñito… su polla, se aferró a los brazos del sillón poniéndose rígido, y el calor de su semen cubrió mis pies, mientras se corría jadeando lo más flojo que fue capaz.
Dos minutos después, volvía a estar cachondísima, viendo como ese hombre, siempre frio y distante, ahora limpiaba su semen de mis pies con mimo. Necesitaba que me follara…
—Señor Arzuaga, faltan cinco minutos para su reunión –se oyó tras un pitido del intercomunicador
—Joder, la había olvidado –y me bajé de la mesa de un saltito sonriéndole.
—Me gusta, este nuevo señor Arzuaga, sin filtros
— ¿Te gusta lo suficiente para cenar con él esta noche?
—Iré a cenar solo con una condición –le dije, mientras me ponía los zapatos, enseñándole deliberadamente mi culo
—Dime
—Prométame que si voy a esa cena, después va a follarme –y aun de espaldas le oí soltar el aire y gemir…
—Joder niña, solo te salva esa puta reunión…
A las ocho, cuando me fui, aun seguía la reunión en la que estaba hasta mi padre, y me enteré que esta había acabado a las nueve y pico, le llame:
—Señor Arzuaga, sé que su reunión acaba de terminar, es tarde y estará cansado, podemos dejar la cena para otro día, no hay problema.
—Me has pillado yendo a la ducha, aun me resistía a anular la cena…
—No se preocupe estará molido, después de tantas horas discutiendo en la reunión, haciéndose el duro, como siempre.
—Exagerada, me jode no verte, llevo toda la tarde pensando…
—Pues ahora una duchita, se prepara algo de cena y a la camita…si nota que no puede dormir boca abajo, siempre puede usar su mano como yo use mis pies –le dije, para picarle de broma.
—cochinaza, sugiriendo que me masturbe…voy a tener que enseñarte a…
—Sí, señor Arzuaga, espero que me instruya –seguí provocándole
—Ven nena, esta noche…pediremos comida, necesito verte
— ¿Chino o piza? Deme la dirección
Media hora después, tocaba el timbre con dos bolsas de comida china en la mano, me abrió solo con el pantalón de pijama y una camiseta. Yo me había puesto un vestido hasta los tobillos de algodón finísimo casi como un camisón, con la espalda al aire, y no me había puesto ropa interior.
— ¿Dónde cenamos?
—Ya he puesto la mesa en el salón
Había descorchado un buen vino, y había dos copas, cubiertos y platos en la mesa.
—Señor Arzuaga, el chino pierde si se pone en plato, ¿no lo sabía? Yo le enseño como se hace –le dije devolviéndole los platos
Cuando volvió, esperé a que se sentara y acerqué mi silla a la suya, cogí uno de los rollitos y mojándolo en la salsa, lo llevé a sus labios.
—Muerda, vera que ricos están, son los mejores
—Cierto Dani, están casi tan buenos como tú –dijo mirando mis pechos
Yo también masticaba un bocado del rollito tras darle otro a él, y a propósito manché sus labios con la salsa agridulce, luego inclinándome coquetamente hacia adelante, saqué la lengua, y lamí la salsa de sus labios. Puse mis pies descalzos en los barrotes de la silla y él subió la falda de mi vestido. Mientras yo le daba de comer arroz, él descubría con un jadeo que no llevaba ropa interior.
—Joder pequeña, está siendo la mejor cena de mi vida –dijo, metiendo dos dedos entre mis labios vaginales
Terminé a horcajadas sobre él, con un bote de ternera chop suey, dándole de comer a la boca, mientras él acariciaba ya los cachetes de mi culo, con el vestido arremangado en la cintura y su polla fuera del pantalón entre ambos.
—Necesito follarte niña, no puedo más –dijo, frotando sexo contra mi vulva
—Hazlo
Dejé la comida, apoyé los codos en la mesa arqueándome hacia atrás, dejando que la punta de su polla, recorriera mi rajita y subí las caderas, para que la empujara hacia mi entrada, una vez situado, agarró mis caderas y me atrajo, clavándome lentamente, haciéndome desear y disfrutar de cada centímetro de su falo enhiesto.
Una vez completado el recorrido, dejo mis caderas y sacando mi vestido por la cabeza se dedicó plenamente a masajear mis pechos, tomándose su tiempo, electrizando mi piel con sus caricias, mientras el interior de mi cuerpo ardía abrazando su polla dura.
Unos minutos después, los dos necesitábamos más y yo temblando, me eché hacia adelante, le saqué la camiseta, y pegué mis pechos excitados a su pecho ya desnudo, y empecé a mover las caderas, balanceándome sobre su regazo. Los dos jadeábamos mientras su falo me llenaba. Sus manos aferraron de nuevo mi culo, y me subía dejándome caer de nuevo sobre su regazo, para que pudiera volver a frotarme, cada vez me subía más y me dejaba caer con más fuerza, nuestros jadeos iban en aumento, los dos nos acercábamos al borde del precipicio, en el que caí primera…todo mi cuerpo vibró y tembló con el orgasmo.
—Nena, no puedo más…
—Señor Arzuaga no pare, no pares –supliqué, frotándome con su pubis
Y volvió a prender las ascuas de mi orgasmo, cuando un potente chorro de semen se estrelló en el fondo de mi vagina, y un segundo y tercero, inundaron mi interior, mientras aullaba aferrando mi cuello, lamiendo mi boca, pegando mi cuerpo al suyo.
—Ummm que rico –le dije aun abrazada a él.
Al día siguiente, llegué al trabajo con mi padre y coincidimos en el ascensor.
—Buenos días, señor Arzuaga -dijo mi padre con respeto
—Buenos días, Fernández, Daniela…
La situación, se me antojó de lo más morbosa y excitante, después de lo sucedido la tarde y noche anterior.
Sabía que él tenía reuniones toda la mañana y una comida, pero a primera hora de la tarde fui a su despacho:
—Ya le dije que sin cita…el señor Arzuaga está en una comida –dijo satisfecha de joderme la visita
—Ya estoy aquí, pase Daniela –dijo él con una amplia sonrisa al verme
Sonreí a su secretaria, antes de seguirle a su despacho, y una vez dentro el cerró la puerta y me besó apasionadamente hasta que me flaquearon las piernas.
—Deseaba hacer esto, desde esta mañana en el ascensor
—Vaya señor Arzuaga, voy a tener que esconderme tras la puerta cada mañana, para coincidir en ese ascensor
Pero en ese momento, el dichoso pitido del intercomunicador, volvió a interrumpirnos y él sin dar la vuelta contesto.
— ¿Que pasa Nuria?
—El señor Ruiz está aquí, ¿le hago pasar?
—Sí, que pase –dijo, sentándose en su silla, y yo frente a la mesa, en el que debía ser mí sitio
—Siento molestar, pero me tienes que firmar estos papeles
—Yo…puedo pasar más tarde –le dije
—Solo serán unos minutos Daniela –dijo, pidiéndome con la mirada que me quedara.
—Aprovecho para decirte, que el viernes es mi cumpleaños, e invito en la cafetería de la esquina a unas copas al salir del trabajo, pásate a tomar algo si te apetece Daniela –dijo este con una sonrisa lobuna, mientras el señor Arzuaga, hablaba por teléfono y yo le acompañaba a la puerta ya con los papeles firmados.
Eché el pestillo sin hacer ruido, y volví a la mesa, pero no me senté, sino que di la vuelta y me arrodillé ante él mientras seguía al teléfono con un cliente.
—Bien, cuéntame –le oí decir, mientras desbrochaba su pantalón
Me miró sorprendido cuando desabroché su pantalón, y bajé lentamente la cremallera, luego agarré la cinturilla, e hice gestos para que subiera el culo, cosa que hizo para facilitarme la tarea, de bajarle por completo el pantalón, y deshacerme de ellos junto con sus calzoncillos.
Agarré su polla, y empecé a tallarla sin prisas, mientras bajaba la cabeza, y empezaba a besar la cara interna de sus muslos, subiendo para besar sus pelotas…
—Bien, te llamo en cuanto tenga todos los datos, ahora tengo que dejarte…
Las lamia moviéndolas, metiéndomelas después es la boca para succionarlas, mientras mi mano, seguía subiendo y bajando por todo el tallo venoso.
— ¿Nena, ahora? estas loquísima…
— ¿Quieres que pare?
—Por nada del mundo –dijo suspirando
Dejé sus pelotas chorreando saliva, para subir recorriendo el tronco con mi lengua, rodear el balano y succionarlo, dándole chuponcitos ruidosos, sin dejar de mirarle. Me ponía cachondísima, mojar su sexo de saliva, retirarme ligeramente, y ver como los hilillos de esta aun me unían a su polla…
—Si sigues haciendo eso, y mirándome así, vas a hacer que me corra, mi niña
—Pues aun no puede hacerlo, señor Arzuaga. No antes de follarme
Y dicho eso, me puse en pie ante él, y dándole la espalda, desabroché mi pantalón ancho, y dejé que cayera a mis pies, me bajé las bragas deshaciéndome también de ellas, e inclinándome sobre su mesa le dije:
—Fólleme un poquito porfi…
Tiró la silla al levantarse, y agarrándome de los hombros, se hundió de un solo golpe de caderas, para follarme como un poseso. Me penetro una y otra vez, hasta que mordí mis labios temblando de placer, mientras me corría, con esa polla destrozando mi coñito.
—Así putita mía, así… ¿te gusta? si mi niña, córrete pequeña, córrete –decía sin parar de arremeter como un poseso
—Muy bien cielo, no sabes lo que me ha costado, no correrme en tu coñito prieto
Y supe donde quería correrse. Me arrodillé y puse la silla bien, él se sentó, y agarré de nuevo su polla, acerqué mis labios, los entreabrí y mientras resbalaba entre ellos, con la otra mano empecé a sobar sus pelotas…
—Si mi niña, sigue, sigue…
Mi boca, subía y bajaba, succionando el capullo cada vez que subía, tragándomela hasta la garganta, sacándola para volver a succionar…noté el temblor y me la metí lo más que pude, dejándola bien adentro, mientras temblaba y se vaciaba en mi garganta, mi boca y mis labios mientras seguía relamiendo hasta la última gotita.
—Dani, Dani –gimoteaba mientras yo seguía limpiando su rabo tembloroso.
Mientras me ponía de nuevo las bragas y la falda me dijo:
—Ruiz quiere esto
— ¿Quiere una mamada? –pregunte sorprendida riendo
—Más o menos, él fue quien me pidió si teníamos algo, e insinuó que a él no solo no le importaría tenerlo, sino que pensaba intentarlo… no lo dijo, pero piensa que si tonteas conmigo, el teniendo quince años menos, lo tendrá más fácil
—Es toda una tentación, porque me he enterado que tuvo un lio con su secretaria, y eso la jodería, pero tengo fijación con su polla señor Arzuaga…
—Pues te hago saber, que mientras quieras es toda tuya nena
—Gracias, señor Arzuaga –le dije, colocándome las ropas mientras salía, para que lo viera ella.
No volvimos a quedarnos a solas los siguientes dos días, pero me enteré que iba a tomarse algo el viernes a la fiesta de Ruiz.
—Pensé que no iba a venir, señor Arzuaga –le dije, cuando apareció
—Y no iba a hacerlo, nunca lo hago. Pero a pesar de saber cuál es tu fijación, he preferido estar por aquí por si me necesitas
— ¿El señor estaría dispuesto a enseñar la patita ante todos demostrando que soy su consentida? –le pregunte de repente
—No tengo que darle cuentas a nadie, es más, seguro que ganaría enteros con más de uno con esta historia nena, pero a ti ¿no te da miedo que estos coqueteos lleguen a oídos de tu padre?
—Señor Arzuaga, ya soy mayorcita para elegir quien pasa por mis muslos, sin que papa me dé el beneplácito.
—no hables así, desvergonzada
— ¿Por qué, no parezco una señorita?
—Porque me pones cachondo
— ¿Que le pone más cachondo, que le llame señor Arzuaga, aunque estemos follando, o que te diga cochinadas?
—Ambas por igual
Di un trago a mi bebida, e inclinándome hacia a él le dije al oído:
—Señor Arzuaga, me muero por que vuelva a follarme
En ese momento, apareció Ruiz diciendo:
—El jefe ya está monopolizando a mi invitada…
—Más bien la invitada monopoliza al jefe –le dije, cuando Ruiz se desplazó un poco, para pedir otra copa en la barra detrás de nosotros.
—A ver de qué pasta está hecha mi niña atrevida, acércate y bésame…
— ¿Aquí, ahora y ante la mitad de tus empleados? –me retó con la mirada asintiendo
Ruiz volvió a acercarse, y le traía otra copa, empezaron a charlar de alguien y sin dudar me acerqué más a ambos, rodeé el cuello del señor Arzuaga, y besando su cuello le dije:
—Simon, voy a saludar a mi amiga, no te me escapes.
—Aquí te espero, mi niña –me sonrió
Y para mi sorpresa, me besó en los labios, antes de darme una palmadita en el culo cuando me giré felicitando a un Ruiz alucinado mientras me alejaba.
Casi podía notar como al menos la mitad de los presentes, hablaban de la escena. Cuando llegué junto a mi amiga, esta se reía abiertamente.
—Vaya y eso que por aquí decían que Arzuaga, era frio y jamás se liaba con nadie que trabajara para él.
—Pues soy pura contradicción, y entre nosotras ya te digo que no solo no es frio, sino que la cosa arde más que el infierno.
— ¿El madurito es bueno?
—Lo siguiente, nena, lo siguiente
No pude evitar despedirme de su secretaria y sonreír malvadamente a un par más, cuando salíamos juntos de la mini fiesta.
—Pero que mala eres. Voy a tener que darte unos azotes.
— ¿En tu casa o en la mía?
—Mi casa está demasiado lejos (dijo acariciando el bulto de su pantalón) ¿Porque no vamos al despacho?
—Vamos a mi casa
—Ni siquiera sé dónde vives, nena
Diez minutos después, abría la puerta de mi pequeño apartamento, de una sola habitación cocina y baño, mientras él me abrazaba por detrás, mordisqueando mi cuello.
—Toda mi casa es casi como el baño de la tuya –le dije, quitándole la corbata en el salón
—Pues a mí me parece perfecta, muy tú. –dijo ya besándonos en mi habitación
Nos desnudábamos con prisas, y aferrándome a su cuello trepé por su cuerpo, ayudada por sus manos en mi culo, luego me apoyó en la pared y me bajó clavándome a esa polla palpitante que tanto deseaba, sin prisas pero sin pausa fue llenando mi coñito de carne dura y caliente.
—Muérdeme el cuello ahora niña… -jadeó
Besé su cuello como había echo en el local frente a todos, luego lo lamí y terminé mordisqueando, clavando los dientes, chupeteando, mientras él flexionando las rodillas me la metía lo más que daba esa postura, morbosa al máximo pero no la más plena.
—Quiero metértela hasta los huevos princesa –dijo girándome y dejándome caer en la cama
Me puse a cuatro patas, y me la metió desde atrás con toda el alma, oía el golpeteo de sus pelotas cada vez que embestía, sus dedos buscaron mi clítoris. Nos buscamos en el espejo de la cómoda, vi cómo se mordía el labio mirando mis pechos balancearse… mi cara de placer cada vez que me llenaba… la desesperación cuando salía…su mano desapareciendo entre mis piernas… Dios me corrí como una loca.
—Si cielo, córrete, así apriétame, si nena, si yo también, yo también –y aumentó el calor de mi orgasmo, cuando su semen inundó mi interior.
Caímos rendidos en la cama de lado, haciendo la cucharita, solo acariciándonos torpemente, suavemente, yo su antebrazo, él mis caderas, mis costillas…durante un buen rato hasta incluso dormitar.
—Voy a darme una ducha –le dije más de media hora después.
— ¿Quieres compañía?
Terminé de rodillas ante él que lavaba mi pelo con ganas, mientras yo enjabonaba sus piernas, sus muslos y su polla entraba y salía de mi boca…
—Joder, haces de la ducha algo espectacular –dijo, dejando que el agua aclarara mi pelo
—Tú tienes la culpa, me tienes como una perra en celo –dije lamiendo hora sus pelotas colgantes
—Tu sí que sabes levantar el ánimo a un hombre –dijo masajeando mis pechos
Cuando su polla volvía a estar en pleno apogeo, me puse en pie y dándome la vuelta, apoyé las manos en las baldosas bajo el agua, y subí ligeramente el trasero, esperando polla. Pero se arrodilló detrás de mí y empezó a darme besitos en el culo, mientras sus dedos exploraban mi sexo, su lengua se coló entre los cachetes y lamio una y otra vez sin dejar de estimular mi clítoris con sus dedos, me daba mucho morbo y no tarde en correrme con esa lengua entrando y saliendo de mi culo.
—¿Me dejas entrar? –dijo pegándose a mi espalda
—Sí, pero es la primera…–supe que se refería a mi culito hasta entonces virgen y no dude
—Iré con cuidado mi niña –dijo apoyando el balano en mi esfínter
Ayudándose con sus dedos fue entrando, venciendo la barrera hasta meter el glande mientras yo gimoteaba de dolor, apoyo los antebrazos a ambos lados de mi cuerpo en las baldosas y me dijo al oído:
—Relaja el culito preciosa, déjame entrar…que gustazo me das…estas tan estrechita…
Hablaba mientras seguía empujando, entrando en mi estrecho canal, escocia pero había dejado de doler, y entre el morbo que me daba ser sodomizada y dominada por él, el calorcillo, sus palabras, su voz ronca que tanto me excitaba mientras me follaba…
En algún momento cuando sus dedos buscaron de nuevo mi clítoris mis caderas empezaron a buscar las suyas, los suaves movimientos dejaron de ser tan suaves y terminamos follando como siempre como ambos nos molaba, jadeando como posesos mientras el frio de las baldosas ponía mis pezones aún más tiesos…
—Nena no puedo más, no puedo más mi niña voy a llenar tu culito de semen –jadeó en mi oído
Sus palabras algo inconexas, su semen llenando mis entrañas, sus aullidos de placer…Dios me corrí aullando bajo el agua.
Pasamos el fin de semana juntos de aquí para allá y el lunes llegamos juntos a la cafetería donde al menos yo desayunaba y mientras yo pedía él fue al baño.
—Te lo has montado bien zorra, te has aprovechado que los viejos chochean por tirarse a una nena…pero que sepas que en cuanto se enteren todos sus amigos, y haya presumido que se tira a una niñata te dejara, ¿que puede tener que compartir alguien como el señor Arzuaga con alguien como tú? –dijo soltando por fin toda su bilis la secretaria ante su amiguísima Merche.
—Debería disculparse con Daniela, ella no es una zorra, zorra es la que trama liarse con un hombre para sacarle algo… -dijo volviendo
—Señor…-sorprendida
— ¿Que creía, que no iba a enterarme de sus entramados? Aun así estaba dispuesto a darle el beneficio de la duda, pero visto lo visto
— ¿Cree, que ella no piensa como yo?
—Ese no es su problema… -dijo el pobre
—Yo no soy como tú, aunque admito que si espero sacarle algo
Los tres me miraron inquisidores y yo en mi línea respondí
—Entiéndeme me encanta el sexo y con él es perfecto, ya puedes imaginar lo que espero sacarle cada vez…me enloquece no puedo evitarlo…
— ¡Daniela!!!–me regaño con una sonrisa
—Es su culpa cari, ella me tira de la lengua –le dije haciendo pucheros ficticios
Al mediodía estaba comiendo cuando mi padre se acercó a mi mesa y sin preámbulos me asesto:
— ¿Es verdad que estas liada con el señor Arzuaga?
—Si
— ¿No es muy mayor para ti? –Preguntó, a pesar de que el susodicho acaba de unirse a nosotros en la mesa
—Probablemente si sea muy mayor para ella, intenté alejarme, hice lo posible para que no ocurriera me crea o no, pero hay cosas que no se pueden evitar y terminan sucediendo aunque no sea lo más ideal.
—y tú ¿que tienes que decir?
—Papa estoy bien, es lo único que debería preocuparte, yo me encargo del resto.
—No quiero que sufras
Un rato después en su despacho sentada en su regazo me dijo:
—No quiero hacerte daño
— ¿No vas a volver a azotarme el culito? –le dije quitándole hierro
—Pero que golfa eres –dijo acariciando uno de mis pechos sobre la camisa
—Tampoco quiero hacértelo yo a ti –dije frotando mi culo, por su incipiente erección
—Aunque termine esta relación o mute, siempre serás ya mi niña consentida, eso no cambiará nunca pequeña mía, siempre te adoraré de una manera o de otra, solo tengo y tendré cosas buenas que agradecerte… -dijo desabrochándome la blusa
Sus manos masajeaban mis pechos que ya había sacado del sujetador, mientras yo liberaba esa polla, que tan loca me volvía, subía el trasero para que la deslizara entre mis pliegues, y bajaba clavándomela, mientras echaba atrás la cabeza, y nos comíamos las bocas mientras me balanceaba con él dentro.
—Hay que trabajar un poco –dijo sin ganas
—Yo quiero trabajar, pero con tu polla dentro –dije echándome hacia adelante y encendiendo el ordenador
Los primeros minutos, apenas me moví, solo lo suficiente para mantenerla dura dentro de mí, pero pronto mi jefe se cansó, de prestar atención al trabajo, y me dio lo que todo mi cuerpo demandaba, hasta terminar llenándome de su lechita caliente y rica….
Ambos estamos más que dispuestos a vivir esa historia a tope, era lo único que realmente importaba. Mi cuerpo vibraba con él y él conmigo; el resto era solo relleno.