El Semental de las Mayén (07)

Rosario empieza a encaminar poco a poco a su sobrino dentro de los placeres del sexo.

El Semental de las Mayén

VII

La tarde pasó como si nada, solo las miradas cómplices de todas nosotras podían delatar que algo había pasado, pero qué, nada, nadie podía imaginarse lo que habíamos hecho.

El reloj dio las 6:30 de la tarde, con lo que llegaba la cena. Luego dieron las 7, y las 8, y por último las 9. A esa hora acostumbrábamos acostar a nuestros hijos, bueno, los que estuvieran. Nosotras nos fuimos después a la cocina como siempre, a platicar un ratito antes de irnos a dormir. Pero esa noche nadie quería dormir, ninguna. Todas estábamos muy al pendiente de lo que Bertita fuera a decir, estábamos locas por volverlo a hacer.

Rosario fue la última en llegar a la reunión, pues se había tardado en acostar a Ingrid. En cuanto entró, los ojos de las otras 4 mujeres se clavaron en ella, inquisidores. Ella se puso roja y se sentó sobre un banco en medio de todas.

Bueno Rosario, empezá a contar que nos morimos de la curiosidad. – le dijo mamá.

No, mejor cuéntenme ustedes lo que hicieron… miren que estaban todas sudadas cuando llegamos, así que van a tener que decirme muy bien todo lo que hicieron.

Nada, nada. – respondí yo – Nosotras te lo contamos después. Ahora te toca a vos decirnos.

Acordate que del éxito que tengas depende nuestro futuro y el sentido de todo esto que vamos ha hacer. – agregó Blanqui.

Rosario no tuvo más remedio que empezar con su relato:

Llevé a los niños a caminar por los terrenos doña Estelita. Beto iba muy alegre, platicando animadamente con Marisol y Eleane, Ingrid saltaba de un sitio a otro, recogiendo florecitas y piedresitas… ya ven como es ella

¡Qué linda! – exclamamos todas, pues Ingrid en verdad era una niña linda.

Solo Julia iba por su lado, apartada del resto metida en su mundo. Vi cuando hizo una llamada antes desde un teléfono público antes de que llegáramos al lugar… llamó a su novio y este la llegó a ver

¡Hay no, mi hija! – exclamó triste y acongojada Blanqui.

No Blanqui, no te pongás así, mirá que gracias a eso las cosas me salieron mejor… les voy a explicar: comenzamos a caminar por el campo. Beto venía al frente con Mari y con Eleane, platicando animadamente. Yo estaba al pendiente de Ingrid, para que no se me fuera lejos. Estaba esperando mi oportunidad para hablar con el. Esta llegó cuando Eleane vio una ardillita sobre un roble y llamó a Ingrid que salió corriendo hacia donde estaba el árbol. Mari y Eleane se fueron con ella para cuidarla, y Beto se quedó un poco atrás.

Beto, vení un ratito. – le dije; el se acercó – Quiero hablar de algo importante contigo Beto.

¿De qué tía?

De lo que tu mamá te encontró haciendo en el sitio hace 2 días

¡No puedo creerlo! ¿Solo llegaste con el y se lo tiraste así, sin decir ni agua va? – preguntó roja de la vergüenza mamá, pues ella estaba metida en aquel problema; Blanqui también se puso roja, pero no dijo nada.

Si, solo se lo dije… y deberían haber visto la cara que puso… más o menos como la de mama y Blanca ahorita. Betito se puso rojo como un tomate.

Si, de eso Beto.

Mmm… – no dijo nada, solo tragó saliva.

Mirá Beto, no se si tu mamá te habrá hablado

Me regañó mucho… nunca más lo vuelvo ha hacer

No Beto, así no vas a solucionar nada. Decime Beto, ¿esa no era la primera vez que lo hacía verdad?

Mmm… no tía, no era la primera

Ya lo sabía, a tu edad eso es normal.

¿Normal? Pero mama dijo que eso era malo, que se me iba a caer el pajarito

¿Eso le dijiste a Alberto Silvia? – me inquirió Berta, yo me puse roja y bajé la cara.

Lo que pasa es que tu mamá estaba muy enojada, ya te lo dije, pero en realidad no hay nada de malo en ello.

¿Cómo así?

Si, no es malo… bueno, si lo agarrás de vicio si, es malísimo… pero una de vez en cuando no.

Debieron verle la cara, estaba con la boca abierta y rojo como tomate. No podía creer la naturalidad y desparpajo con que yo se lo decía. La verdad era que me moría de la vergüenza, pero le eché ganas y el cuero me salió.

Seguimos hablando. Le dije que eso era como un desahogo que el cuerpo necesitaba de vez en cuando, pero que no había nada de malo en eso, ¡que yo lo hacía también!

¿Tu lo hacés?

Si, no siempre, pero lo hago.

¿Igual que como lo hago yo?

No, no, nosotras no tenemos eso que ustedes si tienen.

¿Y entonces cómo lo hacen?

Frotándonos… verás – ya tenía la conversación donde quería, así que me preparé para hablarle con lujo de detalles, que no quedara nada a la duda, je, je, je – nosotras tenemos vagina, y en la parte de arriba tenemos un como botoncito que se llama clítoris. Cuando nos lo tocamos sentimos una sensación tan deliciosa… riquísima realmente.

¿Entonces ustedes las mujeres solo se lo tocan y ya?

No "ya", necesitamos de tiempo, pero si, básicamente eso es lo que se hace.

¿Y todas lo hacen?

Si todas… incluyendo a tus tías, tu abuela y tu mamá

¡¿Mi mamá también?!

Siiii, ¿qué creías? Ella todavía es una mujer joven y muy bella, es natural que lo haga.

¡Rosario! ¡¿Cómo se te ocurre decirle eso?! – bufé muy enojada.

Era parte del plan. Alberto te tiene que ver como una mujer si querés que esto funcione. – me respondió Rosario.

¡Pero…! – traté de alegar otra vez.

Rosario tiene razón Silvi, Beto se tiene que dar cuenta de que su madre es una mujer joven, hermosa, ardiente y deseable. De lo contrario, esto no va a salir bien. – me dijo Berta; mejor me quede callada.

Seguí hablando con el. Se quedó muy impresionado de lo que le conté acerca de que tú te masturbabas Silvia. Se quedó muy interesado en ello. Luego seguimos platicando sobre eso, el tenía mucha curiosidad por saber cómo era eso del sexo en una mujer. Yo no me hice la que estaba ansiosa por explicarle, solo traté de que creyera que podía preguntarme lo que quisiera, traté de darle la mayor confianza que pude.

Caminamos un poco, hasta que llegamos bajo un arbolito. Allí nos sentamos y viendo al frente, pudimos ver a los lejos a Julia, que estaba con un muchacho. Como no soy nada curiosa, ¿verdad?, le dije a Beto que fuéramos a ver qué hacían sin que ellos nos vieran. Como el es algo niño, aceptó feliz.

Nos acercamos y nos pusimos atrás de un árbol, y allí vimos que se estaban besando muy apasionadamente. El la abrazaba muy fuerte y ella a el. Poco a poco las manos del tipo ese se fueron bajando, hasta llegar a las nalgas de Julia… Blanca, no pongás esa cara, tu sabés que tu hija está confundida y desviada del camino correcto, pero lo único que necesita es que la corrijan un poco.

Pues bien, con Beto vimos como el muchacho le sobaba las nalgas a Julita. Cómo no iba a dejar que la cosa pasara más allá, garraspeé fuerte. Ella me vio y se asustó mucho. El tipo ese puso cara de fastidio y bajó la mirada. Con la mano le hice una seña a ella para que se fuera de regreso hacia donde estábamos y nos fuimos de allí. Regresamos a donde habíamos dejado a Ingrid, Marisol y Eleane.

Después de eso seguí platicando con Beto, pero con voz más baja para que no oyeran las demás. El está ya muy interesado por averiguar lo que se siente estar con una mujer, creo que ya su edad se lo está pidiendo. Me dijo que nunca ha tenido novia, y que las chavitas todavía lo cohibían un poco, pero que el esperaba tener su primer novia pronto, aunque todavía no ande detrás de ninguna. Eso quiere decir que nos tenemos que apurar.

Luego venimos de regreso a la casa, las encontramos con cara de que "aquí no ha pasado nada". Ellos no sospecharon nada, pero yo ya sabía bien qué hicieron porque estaban todas sudadas… despuecito me toca a mi ¿oyeron? Por lo pronto debemos estar muy pendientes de Beto, que creo que les va a poner más atención para ver lo las puede encontrar masturbándose.

¡Buen trabajo Rosario! – le dijo Berta – Ahora tenemos que entrar al juego nosotras también… Silvia, mirá, ahora que en tu hijo ya se despertó la curiosidad, tenés que aprovecharla. Tratá de andar un poco más provocativa frente a el. Si te ve desnuda, no te tapés, y decile que no importa porque es tu hijo, y te puede ver desnuda si quiere. Las demás, también muéstrense un poco más provocativas frente a el.

Yo me encargo de despertarle la picardía y la curiosidad de vernos desnudas, de ver qué guardamos debajo de nuestra ropa interior. – dijo Rosario.

Si, y ahora debemos tener más cuidado, ahora más que nunca pues si nos vemos muy ansiosas o agresivas se pude cohibir y asustar. Tenemos que guiar la situación hasta que llegue el momento en el que Silvi pueda convertirse en la mujer de su hijo. Hasta entonces tenemos que andar con muchísimo cuidado.

Ajá, pero ahora lo que quiero es que me enseñen lo que hicieron mientras estuvieron solas… no se van a creer que me van a dejar afuera de la fiesta… – dijo Rosario.

Maaaaamiiiiii… – se escuchó por el pasillo, era Ingrid; algo la debió asustar y ahora iba en busca de su mamá.

Con cara de decepción, mi hermana salió de la cocina y tomó entre sus brazos a su bebé. A pesar de que moría del calor y de las ganas de hacer lo mismo que nosotras hicimos, su nena era primero. Yo me fui caminando a mi cuarto, que quedaba a la par del de Alberto. Iba pensando en las últimas palabras que Berta dijo: "…hasta que llegue el momento en el que Silvi pueda convertirse en la mujer de su hijo.".

¿Cuánto faltaba para ese momento. Casi me daban escalofríos solo en pensar en ese momento. ¿Seré suficientemente mujer para mi hijo? Por supuesto que en las primera veces si, pero yo ya tenía 33 años y el pronto tendría la oportunidad de tener a la mujer que quiera. ¿Podré ser suficiente mujer para el?

Eran serias dudas que aparecían en mi corazón y que me quitaban el sueño, que parecían tontas, es cierto, pero para una mujer como yo eran sumamente importantes. Afortunadamente pronto descubriría que si, que nunca supe en realidad lo mucho que podría llenar a mi bebé. Si, era mucho más mujer de lo que yo creía.

CONTINUARÁ

Garganta de Cuero.

Pueden hacer cualquier comentario que tengan sobre este relato al correo de mi nuera Laura, gracias.