El Semental de las Mayén (01)
Hola, les traigo aquí la historia de como fue que Beto se convirtió en el amante, novio, marido y amo de todas las mujeres de su familia, en el Semental de las Mayén. Qué la disfruten.
El Semental de las Mayén
I
Hola otra vez, aquí les habla Laura Ovalle de Estrada, y ahora de Mayén también. Ya habrán leído mi serie anterior, "Alberto, el Semental que me hizo su Yegua", hablándoles de cómo fue que terminé siendo esposa, a pesar de estar felizmente casada con Kike, del que fuera mi mejor amigo de toda la vida, Alberto. Pues bien, ahora que ya saben eso, me imagino que se preguntarán como fue que el llegó a ser el "Semental de las Mayén". Pues precisamente de eso trata esta nueva serie amigos. Pero mejor los dejo con Silvia, mi suegra, y que sea de sus labios y de su pluma, que se enteren de su vida. Besos y Abrazos.
Garganta de Cuero.
Mi madre nunca estuvo de acuerdo en que escribiera estas historias y las publicara en el Internet, porque "¿Quién sabe que personas podrán leerlas?". Pero eso a mi no me importa mucho, la verdad. Además, Lalita me convenció, ya leí la mayoría de sus historias. Pero bien, vayámonos desde el principio, creo que a todos les gustaría saber cómo fue que todo inició.
Como ya les dijo Lala, las mujeres en mi familia hemos tenido muy mala suerte con los hombres. Siempre nos han salido traicioneros y malos. Ninguna hemos tenido uno bueno, que nos quiera o por lo menos nos trate bien. Por esto decidimos convertir a mi hijo Beto, el único hombre en mi familia, en nuestro amante, novio, esposo amo. Ahora vivimos mejor que antes, somos más unidas y estamos satisfechas. Solamente nos faltaba un macho entre nuestras pernas para equilibrarnos y completarnos el vacío que teníamos dentro de nuestras piernas, je, je, je. No ya en serio, es increíble que lo único que necesitábamos para ser felices era a un hombre bueno que nos amara.
Éramos 4 hermanas, vivíamos en la casa de mis padres pues nunca pudimos hacer una vida fuera de ella. Mi padre había muerto hacía 5 años y las 5 mujeres estábamos solas. Mi madre tenía 55 en ese entonces, y era una mujer de muy buen ver. Medía 1.76 mt., era rubia natural con el pelo liso hasta media espalda, ojos azules, piel blanca, nariz delgada y fina y boca pequeña y fina también. Ella tenía un cuerpazo que daba miedo (de ella lo heredamos todas las hermanas). Robusta pero no gorda, en realidad estaba un poquito pasada, pero por ello sus senos eran muy grandes, pero nada caídos ni flácidos, sino duritos y firmes. Sus nalgas también se veían muy hermosas todavía. A pesar de estar plagada de pretendientes, ella siempre pensó que solo la buscaban por su belleza y por las tierras que mi abuelo y mi padre le dejaron. Además, ella no confiaba en los hombres. Vio sufrir mucho a su madre al lado de su padre, y sufrió horrores al lado de mi padre. El nombre de mi madre era Irma María Polanco de Mayén.
La mayor de mis hermanas es Blanca, "Blanqui", una mujer de 47 años, 40 en aquellos días (mamá se casó con papá a los 15). Mide lo mismo que mamá y se parece mucho a ella, excepto en que su cara es más angulosa u sus ojos más oscuros. Sus senos son grandes también, aunque no tanto como los de mamá ni como los míos, pero si viendo hacia el frente siempre, no cuelgan. Su complexión es más delgada, más espigada, destacando un bonito par de nalgas, bien paraditas. Tiene muy buenas piernas también. Ella estuvo casada varios años con un cafetalero que la maltrataba y la golpeaba, y al final la dejó por otra, tirándola a la calle con sus 3 hijas. Ella es estricta y un poco amargada
Después de Blanqui viene Berta, ella tenía 39 y mide 3 cm. menos que mamá y que Blanqui. Ella se casó con un canadiense muy malo, el peor de todos. Perdimos contacto con ella como por 10 años, hasta que regresó, huyendo del infeliz con su hijita. Ella y Blanqui tienen un gran parecido, con la diferencia de que Berta tiene el pelo un poco más oscuro, y la boca más grande, aunque igualmente fina, y es más atlética que el resto de las hermanas, con los músculos más duros y marcados. Su marido abusaba sistemáticamente de ella, llegando a torturarla por placer.
La tercer hermana es Rosario, a la que ya conocen. Ella tenía 36 años y mide 1.65 mt. Es medio gordita, pero no mucho, pues no tiene llantas, y erguida no muestra lonjas. Posee un hermoso par de senos, del mismo tamaño que los de Blanqui, y un trasero gordito y respondón muy bonito. Su piel es muy blanca y sonrojada, tiene el pelo liso hasta media espalda y es muy rubia, casi tanto como yo. Ojos azules, nariz pequeña y respingona, boca pequeña, piernas gorditas. Ella es alegre y vivaracha, extrovertida y bullanguera. Se lleva muy bien con Beto, a quien siempre consintió mucho, pues su marido se negaba a tener hijos con ella, por lo que la obligó a materse con otro. Rosario quedó embarazada y cuando el esposo se enteró de su infidelidad, la abandonó, dejándola con su nena. Pero eso era de esperarse, pues el tipo era un amargo trozo de sal, frío, distante e indiferente, además de que la humillaba mucho en público.
Y bueno la última hermana soy yo, y debo decir que soy la más hermosa. Tenía 33 en esos momentos. Soy rubia de pelo ondulado hasta media espalda. Delgada y voluptuosa, con unos senos muy grandes (no tanto como los de mi madre) y firmes, una cinturita estrecha y unas nalgas grandes y paraditas. Mi hijo dice que estoy bien buena. Mis ojos son azules, mi nariz fina y delicada y mi boca muy linda. Además tengo carita de niña. Tuve a Beto a los 20 cuando me metí con un alemán que andaba de vacaciones, luego de ser abandonada por mi marido, que se fue con otra, llevándose con el a mi nena. Me casé con ese infeliz a los 18, y jamás me pudo ser fiel, ni tratarme bien. Me humillaba a cada rato y hasta me golpeaba a veces. Mi carácter es alegre, pero no tanto como Rosario, pues soy un poco más seria. Además soy muy cariñosa y atenta, me gusta complacer en todo en TODO a mi hijo Beto.
Todas llegamos vírgenes hasta el día de nuestra boda, menos Bertita, que se dejó poseer por su marido varias veces antes. Estábamos muy chapadas a la antigua, éramos mujeres sumisas y muy tradicionales. Ahora lo somos solo con Beto. Ahora vamos a hablar de lo que nos interesa.
Verán, cuando el tenía 13 años estábamos pasando un momento malo nosotras. La finca de mamá no estaba bien, y ninguna de nosotras sabía como levantarla, solo nos educaron para casarnos pues. Además, nos sentíamos solas y miserables. Pues bien, yo me tuve que ausentar por varios días de Xelajú, nuestra ciudad, porque había posibilidades de recuperar a mi nena. Mis hermanas Blanqui y Bertita me acompañaron, quedando Beto bajo cuidado de Mi mamá y de Rosario.
A Beto le dio dengue durante mi ausencia, por lo que mi madre y Rosario se turnaron para cuidarlo, quedándose a dormir con el mientras estuviera enfermo. Después de 3 días, las fuertes fiebres desaparecieron y el se estaba poniendo mejor, pero todavía se turnaban para quedarse con el. Cierta noche en que mamá se acostó a su lado, empezó todo
Como de costumbre, le dio las buenas noches a mi hijo y se acostó junto a el, abrazándolo. El con 13 años, ya no podía dejar de reaccionar ante el roce de unos senos tan hermosos como los de su abuela. Aclaro que el no hizo nada, absolutamente nada solo se limitó a que se le parara y se le pusiera dura. Así se durmió. A media noche, mamá tuvo un sueño muy curioso.
"Me encontraba yo caminando por los cafetales de mi padre, uno de esos meses de noviembre de antes, con ese chiflón tan duro que hacía que los cafetales se menearan de un sitio a otro, como queriendo botarlos. Mi cara estaba sin arrugas, como antes, y mi cuerpo estaba bien delgado, como antes. Caminaba pensando, mi papa había arreglado ya mi matrimonio con Felipe Mayén, el hijo de otro señor rico. No lo conocía, yo solo pensaba en Eleazar, el hijo del tendero, tan amable y tan caballeroso, lástima que era pobre. Era muy alto y de pelo colocho, moreno y muy corpulento, era de tanto trabajo. Pero yo me iba a casar con otro y así tenía que ser.
Seguía pensando y caminando por el cafetal, cuando me topo de frente con Eleazar. Tenía un pantalón café de algodón y una camisa blanca de algodón también. Tirantes y un azadón sobre los hombros.
Hola Irma, ¿cómo está?- me preguntó con esa voz fuerte y varonil que tenía.
Bien gracias- le contesté arrastrando la palabras y con voz melosa.
¿Y por qué está caminando sola?- me preguntó.
Porque sí.- le contesté.
Ya va a caer la tarde Irma, ¿quiere que la acompañe a su casa?- me dijo, y yo acepté con la cabeza. Caminando me preguntó ¿Puedo tomarle de la mano?
Mejor me agarra de una chiche.
¿De cuál chiche le gustaría más?
De la que usted quiera.- y me agarró de la chiche izquierda.
Su chiche es muy suave, pero dura a la vez.
Favor que usted me hace.- contesté chiviada.
¿Es la otra de igual hermosura?
Mmmm no se mejor agárremela y dígame usted.
Mmmm si, es igual de suave y dura.
¿Usted cree?
Si, si, eso creo.
¿No quiere comprobarlo con la boca?
Si usted me lo permitiera
Adelante, adelante, sírvase, está en su casa
Muy amable Irma, se lo agradezco mucho.
Eleazar me desabotonó el vestido azul que traía, lo hizo con suavidad y despacio, sonriéndome cada vez, y yo le sonreía también. Abrió mi brasier y sacó mi pecho derecho. "Con permiso" me dijo y se lo llevó a la boca. "Pase usted le dije yo". Le pasaba la lengua suavemente sobre mi pezón, tan rozado y grande, y daba pequeño besitos sobre todo el. Dejaba rojito el sitio donde besaba. Yo pensaba que ojalá que Felipe me besara así los pechos tal vez le diga que se platique con Eleazar y que este le explique como se hace
Cada besito que me daba me dejaba bien ensalivado toda, y el chiflón hacía que se sintiera frío. Yo me metí la mano bajo mi falda y comencé a sobarme el conejito, que estaba bien mojadito. Me dije que le iba a tener que decir a mi mamá que lavara el vestido porque lo dejé bien mojado de mi conejo.
Irma, sus 2 senos son muy buenos no puedo decidir si alguno es mejor que el otro.
¿Pero si son buenos?
Si, si, mucho. Son los mejores que he probado.
¡Qué amable!
Es que es la verdad
Es usted muy gentil.
¿Puedo pedirle un favor Irma?
Por supuesto, el que usted quiera.
¿Quisiera usted sobarme la paloma?
Pero por supuesto Eleazar permítame.
Le sobé abajo y la bajé la bragueta. Un enorme palo, más grueso que el azadón que llevaba salió colgando de allí. Era más largo que un brazo y yo dije "Qué bonito". Lo agarré con una mano y lo comencé a sobar. El me decía:
Irma, tiene usted unas manos muy suaves y tersas.
Gracias Eleazar, su talega también es muy suave y tersa.
Es que me hecho crema con extracto de rosas en ella.
Con razón.
¿Le gusta mi verga?
Si, si, es muy elegante.
Favor que usted me hace
De verdad que es elegante. Tiene un moreno muy bonito ¿la asolea usted?
Si, si, 15 minutos todas las mañanas.
Si, se le nota.
Si aunque creo que la cabeza es un poquitín grande
No, no, así está mejor. Siempre he pensado que una buena talega debe ser dura, negra y cabezona llena de venas y todo ¡Eleazar! Ya terminó
Si, si perdóneme Irma la confianza.
Ninguna confianza para eso son las amigas ¿si no con quién va a coger usted entonces?
Si, tiene razón, pero
No hay peros que valgan. Mire toda su leche cayéndose por mi falda no se preocupe, ya la limpió con la lengua
Entonen, me agarré la falda y la comencé a chupar, para quitarle el semen de Eleazar. Es que eso si mancha bastante y después va a regañar mi papá "no andés ensuciando tu ropa con el semen de otros hombres". Yo me bajé el calzón y le dije a Eleazar que
Mamá se despertó en ese momento de ese sueño tan raro que tenía. Estaba sobre saltada, como si le hubiesen pegado un susto. Entonces se dio cuenta de que tenía el camisón abierto por el frente, y que una chiche estaba de fuera. Se la metió de inmediato, y entonces se dio cuenta de que Beto estaba acurrucado contra su pecho. Sintió algo mojado en sus manos ¡Era semen! ¡Era semen de Beto! ¡le había hecho la paja mientras dormía!
Ella se levantó asustada y avergonzada y se dirigió al baño a limpiarse. Pero antes se quedó con la boca abierta contemplando a mi bebé, que tenía su pipi de fuera, flácido porque acababa de eyacular, pero seguía estando largo y sobre todo, grueso.
Mamá ya no quiso seguir mirando y salió al baño. Entró allí y se comenzó a lavar las manos. Se sentía rara, extraña, como con calor y con cosquillas ¡estaba caliente! Hacía años que no se ponía caliente. Se tocó las chichotas y vio que sus pezones estaban hinchados. Se levantó el camisón y vio que su hoyito estaba goteando líquidos por sus piernas. Eso la calentó más.
Trató de recuperar la compostura, de relajarse, pero no podía. Salió a la cocina para que le diera el fresco de la noche, se tomó un baso con agua y regreso cuando se sintió más tranquila. Estaba muy avergonzada y apenada, ¡era su nieto, su propio nieto por Dios Santo!
Entró a la habitación, y allí estaba todavía el, acosado en el mismo lugar y en la misma posición con la verga igual de grande. Todo estaba en penumbra, pues la ventana apenas si dejaba pasar un leve resplandor de la luna. Mamá se volvió a calentar, pero no, ese era su nieto y no le podía pasar eso. Se acercó para taparlo y meterle la cosa en su lugar. Pero en cuanto la tocó, esta volvió a crecer y a ponerse dura. ¡17 cm. de erección y muy gruesa, en un niño de 13 años! Mamá ya no aguantó, y sin saber porqué se acurrucó en una esquina de la cama, frente a el, separada por tan solo 30 cm. de el.
Mi hijo siempre tuvo un sueño muy pesado, y más todavía cuando está enfermo, así que no sintió absolutamente nada de lo que ocurrió después. Mamá hervía como una olla bajo la lumbre. Su sexo palpitaba y se empapaba como jamás había sentido; sus pezones estaban hinchados, hipersensibles y enrojecidos; y ella respiraba agitadamente, jadeando como si estuviera siendo cogida por un hombre, sudaba mucho.
Ella no pudo aguantarse, y tocó el miembro de Beto con una mano. Lo sintió cálido y suave, además de muy duro. Comenzó a rozarlo suavemente con las yemas de los dedos, desde la base hasta la cabeza roja e hinchada, es un pene muy cabezón. Poco a poco fueron asomándose pequeñas gotas cristalinas de líquido lubricante. Y mamá se ponía más caliente cada vez. Entonces lo agarró con la mano entera, rodeándolo con ella. Apenas si podía hacerlo pues era un palo muy grueso. Pero con el tiempo se hizo más grueso todavía y ahora ya no podemos rodearlo con una sola mano.
Lentamente lo comenzó a frotar así, ella no sabía lo que estaba haciendo. Las pocas veces que vio un pene real fue mientras mi papá le pasaba encima, y solo cuando la un leve halo de luz se filtraba por la ventana y le alumbraba el miembro a el. Poco a poco sintió que ese pene se endurecía más, que las venas se le salían y comenzaban a palpitar. Sintió como su rigidez crecía a cada frote y ella se ponía más y más caliente, cada vez ardía con más fuerza. Se llevó la otra mano a uno de sus senos instintivamente y lo aferró con fuerza. Una deliciosa sensación de cosquilleo le recorrió desde allí, le pasó por la espalda poniéndole la piel de gallina, y llegó hasta su ingle ¡eso fue demasiado para ella!
Pronto ya se encontraba jaloneándole el palo a mi Beto, frotándolo con fuerza y mucha rapidez. Y como supondrán, el acabó allí, sobre la mano de mi mamá. Tres gruesos chorros de semen se estrellaron contra la mano y el brazo de mi mamá. Ella se asustó pues no quería que su nieto se despertara, pero este dormía como una piedra. Su pene se fue poniendo aguadito poco a poco en la mano de ella, hasta que regresó a su tamaño normal. Pero la que no estaba en su estado normal era mi madre. Ella estaba fuera de si, casi había perdido el control, y la pusa le ardía, el calor la mataba. Tenía que hacer algo para desfogar todo ese fuego reprimido por décadas que llevaba dentro.
Mamá se llevó la mano a la cara, solo una o dos veces había visto el semen tan de cerca. Le gustó el olor, y sin saber por qué, sintió deseos de probar a qué sabía. Con la punta de la lengua probó un poco y le gustó mucho. Antes de darse cuenta ya estaba lamiéndose la mano con pasión desbordada. Y antes de reparar en eso, su otra mano estaba jugando con su vulva encharcada después de levantarse el camisón inconscientemente. Se masturbaba frenéticamente por primera vez en su vida. Logró atrapar su clítoris, un regordete y corto pedacito de carne que le sacó suspiros y la hizo ver las estrellas.
Fuera de si trató de lanzare encima de mi bebé, pero recordó que era su nieta y se llenó de espanto. Se levantó rapidísimo y se sacó el camisón y el calzón. Salió de su cuarto y se fue corriendo hacia el baño, totalmente desnuda, con una mano entre sus piernas, apretando lo más que podía, y la otra en su boca, chupándola con frenesí. Sus senos gigantescos rebotaban a cada paso, se tambaleaban hacia todas direcciones, sus pezones hinchadísimos la estremecían cada vez que un chiflón del frío aire de Xela los acariciaba. Y su cara estaba desencajada, con sus azules ojos muy abiertos con una expresión de suprema calentura. Mamá estaba totalmente fuera de sí.
Mi hermana Rosario escuchó todo ese barullo. Salió de su cuarto con rapidez para ver de qué se trataba, y todavía logró captar a su madre corriendo desnuda en medio de la noche, abriendo el baño y entrando allí con urgencia. Rosario se asustó bastante y se fue a ver qué ocurría. Recordó que Beto seguía malito y corrió a ver si le pasaba algo. Abrió la puerta de la habitación y nada, Beto dormía como un bendito. Pero no pudo evitar ver que su pene se la salía de su bóxer. Rosario siempre ha sido un poco pícara, y varios pensamientos "feos" como ella les dice, pasaron por su cabeza. Se acercó a Beto para taparlo y guardarle su aparato, pero cuando lo tocó, lo sintió húmedo, pegajoso. Pensó algo, pero se lo reprimió. Manipuló el órgano para guardarlo, pero este se le puso duro y rígido en las manos y la dejó sin saber qué hacer, en qué hoyo meterse.
Como pudo tapó a Beto y le dio la vuelta, para que su pene quedara viendo al otro lado. Salió corriendo del cuarto, sonrojada y acalorada (las Mayén somos una familia de calientes) y se dirigió al baño, a preguntarle a mamá qué pasaba. Al acercarse al baño, se le olvidó preguntar, pues ella gemía quedamente, y se estrellaba, también quedamente, contra las paredes del baño. Rosario, curiosa en extremo, se metió al otro, que queda justo a la par, se subió al inodoro para ver por la ventana, y se quedó estúpida. Su madrecita santa se encontraba restregándose furiosa la pusa, mientras seguía saboreando los restos de semen que mi bebé le había dejado en el brazo. Sus senos se estremecían mientras ella convulsionaba presa del placer del orgasmo, el primero de su vida, su cara desfigurada por el placer la hacían ver cómo otra mujer, no como mamá.
Luego de unos 15 minutos de estarse masturbando, ella se tranquilizo e inmediatamente rompió en llanto. Se sentía sucia, una ladrona y la mujer más sucia del planeta. ¿Cómo había podido hacerle eso a su propio nieto? ¿Qué me iba a decir a mí ahora? ¿Con qué cara lo iba a ver de ese día en adelante? Lloró como 30 minutos en el baño, hasta que salió. Rosario se escondió para no ser vista. Vio como mamá pasó caminando hacia su cuarto, donde estaba Beto, totalmente desnuda y llorando, calladamente pero con desconsuelo. Todavía pegó la oreja a la puerta de mamá, pero ya no escuchó nada. Solo ella llorando avergonzadamente.
Rosario se devolvió a su cuarto, confundida, no sabía qué había pasado esa noche, lo ignoraba por completo. También ignoraba que de ese día en adelante, nada iba a ser igual, nada. Esa noche le había tocado a mamá toparse de frente con su inmensa soledad la noche siguiente le tocaría a ella.
Continuará
Garganta de Cuero.