El semental africano

Una señora de mediana edad, virgen y religiosa es seducida por un jóven guineano en Madrid.

Cayetana era una señora respetable y elegantísima de clase media alta que vivía en Madrid. De unos 60 años excelentemente conservados y con un pequeño piso en el barrio de Salamanca, tenía rentas suficientes para llevar una vida cómoda aunque solitaria.

En efecto, Manuela era soltera y sin hijos. Vivía sola entre sus lecturas y sus escrituras y su mayor relación era a través de un grupo de amigas muy religiosas próximas al Opus Dei.

Un día, después de la misa, cuando iba a tomar un aperitivo con sus amigas, se le acercó Don Ignacio, el sacerdote de la parroquia y le pidió hablar un momento con ella.

Verá Doña Cayetana, tenemos ahí un chico. Es de Guinea Ecuatorial. Ha terminado allí sus estudios de bachillerato, en un colegio religiosos con el que mantenemos contactos, y bueno, nos dicen que es una pena, que ha acabado el equivalente a COU con unas notas excepcionales, el chico es por lo que me cuentan un estudiante asombroso y sería una pena que no pudiese seguir estudiando. En el país no hay muchas posibilidades, pero si lo traemos a Madrid, podría hacer una carrera.

Ahora lo que necesitamos es buscarle una casa. Una familia que lo acoja.... y me estaba preguntando si ejem... necesitabas un poco de compañía. Me consta que es un chico religioso y muy bien educado..... – insistió Don Ignacio con pocas esperanzas.

Pues no me parece mala idea, padre. Tengo una habitación libre en casa, y si va a estar siempre fuera y el resto estudiando, quizás si me venga bien compañía.

Don Ignacio, no cabía de si de contento ante la sorprendente respuesta, y se preguntó si debía recordarle que el chico era negro. A estas mojigatas esas cuestiones podían importarle.

Excelente, excelente, pues me pongo a ello. El chico este, que es moreno.....

Si, ya me imagino que será negro. Si es de Guinea.... – cortó Cayetana que había comprendido.

Dos meses más tarde llegó el chico. Se llamaba Fernando. Un cerebrito pero también un chico de anuncio. Alto, atlético, de sonrisa inmensa y ojos negros.

Cayetana tampoco tuvo que tener ninguna charla con él respecto a horarios o limpieza. Fernando la trataba con mucho respeto, jamás hacía ruidos, estudiaba muchísimas horas, era ordenado, recogía la loza y cuando salía los fines de semana, volvía temprano. Por las mañanas a hacer deporte, y por las tardes volvía sin síntomas de haber bebido alcohol.

A pesar de la buena relación, no intimaron mucho. Algunas veces Cayetana le preguntaba, pero sin acosarlo a pesar de que el bueno de Fernando respondía sin problemas a todo.

Cayetana, era bastante más liberal de lo que sus amigas podrían pensar, así que también le preguntó si tenía novia.

Fernando un poco ruborizado y riendo le contestó que si, que incluso varias, pero que con ninguna en serio-

Cayetana rió y le preguntó ¿desde que estás en España, aun no has "triunfado"?

Fernando quedó un poco perplejo, pero luego entendió y riendo le dijo que no. Que no teniendo ni coche ni piso, que no había manera.

Esa noche de viernes, cuando Fernando salía de la ducha después de su sesión diaria de flexiones y abdominales, Cayetana, que estaba excepcionalmente de buen humor, lo llamó.

A ver, campeón, quítate la chaqueta a ver que músculos tienes?

Fernando se acercó y se sacó lentamente la chaqueta, quedando con el pantalón del pijama.

No me extraña que tengas a todas locas, le dijo mientras pasaba sus blancas manos por los pectorales del guineano. Lo que es la edad, ¡que fiel más firme y suave!. ¿A ver? Las chicas en España tienen la idea de que los chicos negros tenéis el pene excepcionalmente grande.

Cayetana bajó el pijama del chico que sorprendido permanecía absolutamente inmóvil y contempló los enormes atributos del chico.

En tu caso, es cierto. Estás muy bien dotado. La señora asió primero los testículos sopesándolos y luego el pene y contempló mientras pasaba finamente el dedo el violáceo glande.

Estás circuncidado. Es por un ritual?

Si, cuando tienes 9 años. Te circuncidan en el pueblo la familia y entierran la piel en el bosque.

Pues si quieres hacer el amor, tráete a la chica a tu habitación. La traes como que vas a estudiar y por mi podéis hacer lo que queráis.

¿de verdad? Dijo Fernando.

Si, hombre si, que eres un hombretón y ya estoy aburrida de oírte masturbar todas las noches.

Y Cayetana con la misma naturalidad, soltó el pene del chico y le subió el pijama.

Anda, vístete, que esto no es el jardín del Edén.

Al día siguiente, por la tarde, Fernando apareció con una chiquita. Era menuda, blancucha y poquita cosa.

Fernando saludó y dijo "que iban a estudiar".

Bien, vale. Dijo Manuela fingiendo indiferencia.

Al cabo de un rato, pasó a la sala contigua a escuchar.

Pronto pudo disfrutar escuchando las embestidas de la cama, escuchando e imaginando como aquel muchachote negro se beneficiaba a aquella chiquita tan blanca. Cayetana llegaba a excitarse de sobremanera, pero por cuestiones de educación, desde jovencita, no era capaz de "tocarse".

Tres horas más tarde salían de la habitación. Cayetana seguía leyendo en la mesa distraída y ellos se acercaron a saludar para irse.

Hasta luego, dijo Cayetana mientras miraba a la chiquita. (anda bonita que menuda ración te has llevado).

El domingo por la tarde, Fernando, no salió, y quedó viendo la tele con Doña Cayetana que estaba sentada en la mecedora.

¿Qué tal ayer, campeón?

Estupendo, fenomenal, dijo el sonriendo.

Cuantas veces lo hiciste?

¡Tres!, rió el chico.

Un rato más tarde era Fernando el que preguntaba.

Y usted, de hombres, nada?

No, nada. Yo siempre soltera. Y por supuesto, porque yo para bien o para mal soy así, ningún hombre se me ha puesto encima.

Pues lo que se pierden.

Pues gracias, pero me parece ya se me ha pasado la edad. Antes si que lucía.

Yo creo que ahora también luces mucho

¿Ah, si? Dijo Cayetana sonriendo, ¿Y qué es lo que te gusta de una vieja como yo?

Estás delgada, no como otras y tus pechos, por ejemplo. ¡Son enormes!.

Bueno, si, eso si que creo que puede pasar.

Pues enséñamelos. Yo me desnudé para ti. Te toca.

¿Yo?...... bueno. Pero sólo sin blusa.

Cayetana se sacó la blusa y le enseñó sus enormes pechos, metidos en un gran sujetador blanco.

Preciosos. Que grandes y firmes para tu edad.

Bueno, eso quizás sea porque no tuve hijos.....

Y ningún hombre los ha disfrutado....

No, ninguno.....

Fernando levantó el sujetador desde abajo y antes de que pudiera reaccionar, el chico estaba acariciándola. Durante un rato observó aquellas negras manos sobre sus blanquísimos pechos. Unos pechos jamás tocados por un hombre y que habían esperado casi sesenta años, por un chico recién salido de la selva como en los cuentos de Tarzán de su juventud.

Cayetana le empujó el pecho para apartarlo, pero acabó bajando las manos hasta terminar acariciándole el culo. Frotando aquellas redondas nalgas de ébano duras y firmes mientras sentía el cada vez más firme pene del chico sacudiéndose dentro del chándal como un badajo.

Sus muchos años de castidad y miedo a los hombres se vinieron abajo en segundos. Se rindió y se dejo hacer. El chico la levantó, la llevó a la cama, y ella se limitó a dejar hacer. Empujarlo un poco para que no fuera brusco en la penetración y abrió mucho las piernas para que no le doliera era primera vez.

Su primer orgasmo fue apenas unos segundos más tarde de sentir la potente eyaculación de aquel semental de piel brillante que sudaba encima suya y se movía rítmicamente. Y el segundo unos minutos más tarde y sin que el chico se retirara.

Tan agotada quedó que hasta durmió un rato. Cuando se despertó pensó "menuda barbaridad que he hecho". Pensó en como reconducir toda la historia, en como mandar a Fernando a otra casa, en todo lo que había hecho.....

Apareció otra vez Fernando desnudo y se tendió a su lado y comenzó a besarla y a acariciarla. Cuando se dio cuenta, estaba abriendo las piernas para ofrecerse de nuevo.

Lo de echarlo, no iba a poder ser.........